Previamente a la memorable comida con que nos obsequiaste a un par de amigos y a mí –que merecerá un relato más extenso–, quise ponerte en antecedentes de la relación que, por separado, había tenido con ellos.
En realidad sólo había conocido en persona a uno de ellos, Luis, y pensé que te haría gracia saber cómo habíamos llegado a intimar. Nuestros contactos se iniciaron a través de Internet y simpatizamos rápidamente, llegando a tenernos una gran confianza. Su aspecto físico, que me gustaba bastante, lo pude apreciar por la profusión de fotos que me enviaba con un simpático exhibicionismo, a lo que se unían los números que no se recataba en montar con la webcam. Unos años más joven que yo y con una corta y cuidada barba blanquinosa, tiene un cuerpo redondeado con algo de vello también canoso, que realza unas tetillas muy apetitosas. Pero lo que le da más orgullo –y le encanta mostrar cada vez que se tercia– es una magnífica polla que destaca sobre unos huevos bien pegados a la entrepierna. Me ponía muy caliente observar cómo, en cuanto se desnudaba ante la webcam, aparecía una fuerte erección que él completaba con gestos masturbatorios. Yo bromeaba diciéndole que era un calienta-pollas, porque, a pesar de su generosidad exhibicionista, sabía que sus preferencias sexuales estaban en hombres bastante más gruesos que yo. Lo que no era obstáculo para nuestra amistad.
Por fin llegamos a conocernos en persona en una ocasión que le trajo a la cuidad y entonces fue cuando compartimos una aventura muy curiosa. Cada uno por nuestra cuenta habíamos tenido contactos a través de Internet con un tipo muy simpático y brutote que, por cuestiones personales, iba bastante hambriento de hombres. Como vivía en un pueblo cercano, se nos ocurrió mandarle un mensaje diciéndole que estábamos juntos y ofreciéndole matar dos pájaros de un tiro. Aceptó encantado y al cabo de poco tiempo ya estaba llamando a la puerta. No sabíamos lo que íbamos a encontrar, pues sólo habíamos visto una foto poco clarificadora, pero el estar los dos nos volvía más atrevidos. Y apareció un tío buenísimo, gordote, fuerte y con una cara risueña de lo más agradable. Nos agarró el paquete a los dos y se puso a besarnos apasionadamente. Mientras lo íbamos desnudando pudimos apreciar la calidad del material que se nos ofrecía.
Como venía sudoroso, lo metimos directamente en la ducha. Lo enjabonamos a cuatro manos de pies a cabeza y, cuando se agachaba para chupar la polla de uno, el otro se complacía sobando el espléndido culo. Estábamos los tres tan calientes que, allí mismo, nos fundimos en besos y chupadas mutuas. Mi amigo, enardecido, me hizo entonces una primera mamada, a la que yo correspondí gustosamente.
En cuanto al otro invitado, Carlos, resulta que lo había contactado yo primero, asimismo por medio de Internet. Un gordito maduro con una cara muy simpática y un gran sentido del humor en el chat. Teníamos charlas muy divertidas y bromeábamos con los revolcones que nos íbamos a dar en cuanto tuviéramos ocasión. Le hablé de él a Luis y empezaron a relacionarse. Al cabo de un tiempo me comunicaron que se habían liado, hasta el punto de que acabaron viviendo juntos. Esta era la situación cuando anunciaron su venida y así se me presentaba la oportunidad de ver por fin a Carlos, ya emparejado, y ellos tendrían también ocasión de conocerte.
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