jueves, 15 de septiembre de 2022

Vacaciones de verano (2ª parte)

Germán, más fiel a la tradición, comenta a Gloria: “Nos están saliendo tantas aventuras inesperadas que tenemos abandonado el bar de los ligues”. Ella propone entonces: “Podemos ir esta noche, si quieres… Me pondré bien sexy. Tengo ropa que solo me pongo cuando estamos aquí”. Así que Germán en plan casual y Gloria con un vestido entero de lamé, muy corto y con las tetas medio al aire, se disponen a triunfar una vez más. Hay el ambiente de costumbre y ocupan su observatorio preferido junto a la barra. Se hacen notar con manoseos y besuqueos, mientras escudriñan de reojo si se fijan en ellos. No tardan en captar que una pareja los está mirando y cuchichean entre sí. De edades similares a las suyas, él se ve algo más robusto que Germán y ella algo más delgada que Gloria. Cambiando impresiones, Gloria valora: “El tío está bastante bueno”. “Pues ella no está nada mal”, añade Germán. De todos modos, aunque en este caso se dé una coincidencia de gustos, sigue sin atraerles demasiado la idea de un intercambio de parejas puro y duro. Pero nada se pierde por averiguar de qué van los otros y Gloria eleva su copa mirándolos sonriente. El gesto basta para que se les acerquen. El hombre va directo: “Comentábamos que tenéis muy buena pinta… ¿Cuál es vuestro plan?”. Germán pone la verdad por delante: “A mí me gusta ver cómo se follan a mi mujer”. “¡A mí también!”, exclama el otro. Germán aclara aún: “Por eso no nos van demasiado los intercambios de parejas”. El otro confirma: “Eso de tú te vas con ese y yo me voy con esa tampoco nos va… Pero lo que proponemos es que yo me folle a tu mujer mientras tú se lo haces a la mía”. Gloria pide concretar: “¿Los cuatro juntos viéndonos?”. “¡Claro!”, afirma la otra, “Si os animáis, tenemos una cama muy grande para eso”. “Lo hemos hecho así bastantes veces” añade él. “¿Qué te parece?”, pregunta Germán a Gloria. “Por mí bien”, contesta ella, “Y así tú también haces algo más que mirar”. “Pues me apetece para variar”, reconoce Germán. Así que los cuatro se van al chalet de los recién conocidos, que se presentan como Andrés y Sonia. Germán y Gloria van dispuestos a dejarse guiar por los que parecen tan expertos en esa práctica bastante novedosa para ellos.

Desde luego la cama que domina la estancia principal tiene unas dimensiones extragrandes, tal como había dicho Sonia. Y los anfitriones van tomando la iniciativa. Como todavía van vestidos como estaban en el bar, Andrés se planta ante Gloria y, mientras le baja los tirantes del corto vestido, le va susurrando: “¡Qué buenorra estás! Debes ser muy ardiente”. Las tetas de Gloria, que no lleva ninguna clase de ropa interior, quedan al descubierto y a Andrés no le cuesta nada bajar la cremallera de atrás y hacer que el vestido entero caiga al suelo. Andrés le echa mano a la entrepierna, pero Gloria lo retiene: “Quiero tenerte desnudo también”. Es lo que ha hecho primero Sonia con Germán que, al soltarle el cinturón, lo impulsa a quitárselo todo. Germán enseguida desnuda asimismo a Sonia. Las dos parejas ya en cueros, una al lado de la otra, se morrean y restriegan los cuerpos. Los hombres, sobre todo Germán, no dejan de escrutar cómo se entregan sus mujeres.

Andrés da la consigna: “¡Todos a la cama!”. Una vez allí, y bien visibles los unos de los otros, Andrés sigue instruyendo a los novatos: “Disfrutemos sin prisas para que nadie vaya a alcanzar el clímax antes de tiempo y, para alargarlo, iremos haciendo cambios de pareja”. Germán calcula mentalmente: “O sea, que cuando yo esté más entusiasmado con Sonia, o ella conmigo, pasaré a revolcarme con Gloria... No deja de tener su gracia”. Ya encamados todos, Germán se pone a comerle el coño a Julia. Desde que están de vacaciones no se lo ha hecho a Gloria... Y mientras ve cómo esta le chupa la polla a Andrés. En verdad que resulta muy excitante. Pero entonces Andrés ordena: “¡Cambio!”. Le arrebata Julia a Germán y este se junta con Gloria. Antes de hacerle lo mismo que a Julia, le comenta: “Te lo estás pasando bien ¡eh!”. “Pues anda que tú...”, replica Gloria. Con chupeteos y comidas, ahora entre legítimos esposos, prosiguen un rato. Hasta que Andrés canta: “¡Sesenta y nueve!”. Germán y Gloria se desconciertan, pero los otros saben bien de qué va. Por lo pronto Germán se encuentra con que Andrés le entra por la cabeza y gatea sobre él para atraparle la polla con la boca. Pero es que además tiene sobre su cara la polla de Andrés bien tiesa. El sofoco de Germán es antológico. Ya se la había chupado un tío el otro día ¿y ahora iba a tener que chupar él también otra polla? Sin embargo, entre el gustillo que ya le estaba dando la boca de Andrés y ver a Gloria encantada sobre Julia comiéndole el coño, se llega a decir: “¡Qué leches!”. Y superando sus prejuicios, abre la boca y engulle la polla de Andrés, procurando no atragantarse y deseando que hubiera pronto un cambio, no fuera a ser que a uno de los dos se le abriera el grifo.

Germán da un respiro cuando Andrés al fin le suelta la polla, aunque aún tiene que aguantar un poco más la de este en la boca hasta que lo descabalga. La nueva consigna, y probablemente la última, es: “¡Ahora a follar ya como locos!”. Se entiende que con la pareja ajena. Todos están muy excitados. Hasta Germán reconoce que, pese a todo, la mamada de Andrés lo ha dejado muy entonado, y así lo acredita su polla endurecida. De modo que cae sobre Julia, que lo acoge con mucho agrado. Se la mete y el ver a Gloria a cuatro patas follada por detrás, lo enardece. Germán arrea a Julia con ímpetu, arrancándole grititos no menos sonoros que los de Gloria tomada por Andrés. Este mira a su vez a Germán y le propone: “A ver si nos corremos a la vez... Me falta poco”. “A mí también”, farfulla Germán. “¡Ya voy!”, le tiembla la voz a Andrés. “¡¡Siiiiii!!”, alarga el siseo Germán.

Después de la corrida simultánea quedan todos desparramados sobre la cama. Pero poco a poco van confluyendo Germán con Gloria y Andrés con Sonia. Cada pareja se arrulla como si se reencontraran. Enseguida los anfitriones proponen una celebración y traen una botella de cava, que tenían ya a punto, y unas copas. Lo toman en la misma cama, cada uno sentado a su manera. Andrés no tarda en preguntar: “¿Qué os ha parecido la experiencia?”. Germán no duda: “Muy interesante y excitante ¿verdad, Gloria?”. Ella coincide: “Desde luego. Mucho mejor que un intercambio de parejas al uso”. Germán, sin embargo, quiere sacarse una espinita y declara: “Lo que no me esperaba era lo del sesenta y nueve”. Andrés se sorprende: “No lo parecía porque me la has chupado muy bien”. Germán recula: “¡No, no! Es que no lo había hecho nunca”. Gloria les sale al paso: “Ha estado muy bien, no hay que cerrarse a nada. Julia ha sido muy dulce conmigo”. Zanjada la cuestión, la reunión va decayendo. Todos están cansados y Germán y Gloria deciden marcharse. Andrés y Sonia los despiden con cariñosos besos.

De vuelta a casa, Germán incide en el tema: “Así que te ha gustado comerle el coño a Julia... No te conocía esas aficiones”. “Y que ella me lo haga a mí”, salta Gloria, “He tenido la ocasión de probarlo y no ha estado nada mal”. Germán llega a reconocer: “Ha sido el segundo tío que me la chupa y este me ha gustado más. Pero chuparla yo...”. Gloria ríe: “Estabas en una postura rara para ser la primera vez”. “Será eso”, concede Germán.

==========================

Germán no sabe aún en lo que se mete cuando, ya próximo el final de sus vacaciones, deciden volver al bar nocturno. Van sin una idea concreta sobre lo que podrían encontrar allí. Han tenido ya bastantes y variadas aventuras, por lo que más bien están de despedida. En la barra como de costumbre toman una copa y miran distraídos a la concurrencia. Gloria, vestida extremada como siempre en estas salidas, tiene no obstante un percance. Se le engancha la minifalda en un saliente del taburete en que está sentada y se le descose parte del dobladillo. Como en el bolso de mano suele llevar unos alfileres, decide ir a los servicios para hacer un arreglo provisional y evitar que se le suelte más. Besa a Germán y le dice: “Igual tardo un poco”. Así que lo deja solo acodado a la barra. No tarda en acercarse a Germán un tipo algo más joven que él y bien parecido. Ha debido estar observándolos y dice: “¿Te has quedado solo?”. Germán, al que le cae bien el hombre, bromea: “Me temo que por poco tiempo”. El otro va al grano: “Me gustas mucho ¿sabes?”. Germán, en lugar de decirle que no le van los hombres y zanjar la cuestión, siente el impulso de tontear: “¿Ah, sí? ¿Cómo cuánto?”. “Como para darte un revolcón”, contesta el tipo. Germán no lo frena y sigue el juego: “Habría un problema, porque estoy con mi mujer”. “Pues pídele permiso. Las mujeres que vienen por aquí suelen ser muy comprensivas”, replica el otro. “Lo que pasa es que entonces a ella le gustaría vernos”, explica Germán. “¿Cómo es eso?”, pregunta aquel. Germán expone su acuerdo: “A mí me gusta verla mientras se la folla otro hombre. Lo hacemos siempre así... Justo será que ella quiera lo mismo”. “Por mí no habría problema ¿Ha pasado ya más veces?”, insiste el otro. “Parcialmente”, reconoce Germán, “Algo me ha hecho algún ligue suyo... Pero soy casi novato”. “Lo dejarás de ser conmigo”, insiste el hombre, “Me llamo Eugenio”. “Yo Germán”, se presenta también.

En ese momento aparece Gloria que se les acerca. Tal vez piensa que Germán está con alguien que le ha echado el ojo a ella. Pero pronto sabe que no se trata de eso. Germán le presenta al hombre: “Mira, Gloria, este es Eugenio. Ha visto que me dejabas solo y ha venido a ligarme”. Gloria no parece sorprendida y saluda: “¡Hola, Eugenio! ¿Has conseguido algo de este?”. “Dice que es nuevo en eso”, expone Eugenio. Entonces Gloria dispara contra Germán: “En el tiempo que llevamos aquí, te la han chupado dos tíos, se la has chupado al segundo y te has follado a un gordito. A ver si dejas ya tanto amagar y no dar”. Eugenio no puede aguantar la risa ante la sinceridad de aquel matrimonio, pero alcanza a preguntar: “¿Has visto tú todo eso?”. “¡Pues claro!”, contesta Gloria, “Si eran tíos que me follaban a mí, pero también les había hecho tilín Germán”. Este interviene cachazudo y le dice a Eugenio: “¿Ves que lo hacemos todo delante del otro?”. Y puntualiza: “Pero que la tomen también conmigo ha sido excepcional”. “Por algo se empieza”, machaca Gloria. Viendo que esta no va a ser un obstáculo, sino más bien una ayuda por lo que parece, Eugenio insiste en seducir a Germán: “Es que estás muy bueno. No me extraña que hasta los ligues de tu mujer se interesen también por ti”. A la atracción que Eugenio siente por Germán se une ahora la curiosidad por conocer los entresijos de tan singular matrimonio y la compenetración que parecen tener. Por eso pregunta: “¿Vosotros vivís cerca de aquí?”. “Sí, en la urbanización de al lado tenemos un bungalow”, contesta Gloria. Eugenio propone entonces: “¿Sería mucho pedir que me invitarais a ir con vosotros y poder charlar con más comodidad? Son muchas las cosas vuestras que me intrigan e interesan... Y desde luego sin que pretenda conseguir algo que no queráis”. Germán y Gloria se miran, y el primero acepta: “¿Por qué no?”.

Llegan en seguida y es el propio Germán, con cierto ánimo provocador, quien sugiere: “Aquí nunca vamos vestidos. Así podemos estar más cómodos”. A Eugenio por supuesto le encanta la idea, y enseguida están los tres desnudos. Los ojos de Eugenio se clavan en Germán y no se resiste a exclamar: “¡Sí que estás bueno, sí!”. Germán se siente obligado a corresponder: “Pues tú no estás nada mal”. Gloria los oye sonriente. Como la noche está muy agradable, deciden instalarse en la terraza. En torno a una mesita baja hay un sofá de dos plazas y un par de butacas. Gloria se adelanta con intención señalando el sofá: “Sentaros los dos ahí, que estaréis más cómodos. Voy a traer unas bebidas”. Así lo hacen ellos, satisfecho Eugenio y algo cortado Germán, porque además el primero susurra: “Me encanta que nos haya puesto juntos”. “Cosas de Gloria”, sonríe Germán. “Creo que si me atrajeran las mujeres me dejaría seducir por ella”, comenta Eugenio. “Me habría excitado mucho ver cómo te la follas”, replica Germán descarado. “No desvíes la cuestión”, ríe Eugenio dándole una palmada en el muslo, “Aunque me gustará que me expliquéis mejor ese rollo voyeur que os traéis”.

Ya vuelve Gloria, que dispone las bebidas en la mesita y se sienta en una butaca frente a ellos. Comenta con sorna: “¡Qué buena imagen dais!”. “¿Tú crees?”, pregunta Eugenio, que aprovecha para pasar un brazo por los hombros de Germán como posando para una foto. Germán se tensa ligeramente, pero deja que Eugenio mantenga así el brazo. Cada vez ve más claro que sus defensas ante la persistencia de Eugenio y la complicidad de Gloria se van a ir debilitando. Aunque Eugenio lo suelta ya, sigue arrimado cuando se lanza a continuar satisfaciendo su curiosidad. Y va al meollo de la cuestión: “Perdonad mi intromisión en vuestra intimidad, pero como desde el principio os habéis mostrado tan sinceros, me atrevo a preguntaros ¿Vosotros seguís follando o ya os dedicáis solo a realizar vuestras fantasías?”. Fue Germán quien contestó con rotundidad: “Como conejos y disfrutándolo como siempre”. Gloria añadió más didáctica: “Ten en cuenta que, durante el resto del año, estamos muy bien juntos y solos los dos. No nos hace falta nadie más para tener un sexo satisfactorio y variado. Es solo en nuestras vacaciones de verano, que pasamos siempre en un lugar tan sugerente como este, cuando nos desmadramos a nuestra manera. Pero siempre de común acuerdo y sin tirar cada uno por su lado. Por eso ni siquiera nos seducen los intercambios de pareja que hay por aquí de follar con el otro o la otra por separado”. Eugenio la interpela sin pelos en la lengua: “Pero al parecer tú te hinchas aquí follando con uno y con otro, mientras que Germán se conforma con mirarte haciéndolo y eso le basta para excitarse”. “Bueno”, aclara Gloria, “El otro día estuvimos en una cama redonda con otro matrimonio y Germán también se folló a la mujer... Además de hacer un sesenta y nueve con el marido”. Eugenio ríe: “¡Ah! ¿Fue así como chupaste una polla?”. Germán se defiende: “Vino sobre la marcha... y Gloria también lo hacía con la mujer”. Eugenio aprovecha para pincharle: “¿Y lo de follarte a un gordito?”. Germán se escurre como puede: “Fue casi una obra de caridad... Tuvo una eyaculación precoz con Gloria y quiso que lo consolara así”. “Bien que te gustó”, apostilla Gloria.

“Esa cuestión la veremos luego”, dice Eugenio que de momento prefiere seguir indagando, “Por lo visto, si Germán folla cuando estáis aquí es de forma excepcional... Sigo viendo cierta descompensación”. Germán, más cómodo con este tema, explica: “Es cuestión de caracteres. Gloria es más carnal y el cuerpo le pide follar con más hombres”. “No es que lo prefiera ni mucho menos a hacerlo con Germán”, interviene Gloria, “Lo otro ni lo echo en falta el resto del año. Pero cuando venimos aquí, con el nudismo y el desmadre, se me aviva el deseo. Aunque no concibo lanzarme al margen de Germán”. Este completa: “Por eso acordamos este plan de que ella hiciera lo que le pidiera el cuerpo siempre que yo pudiera verla. Claro que había que contar con la aceptación del tercero. Y la verdad es que apenas hemos tenido problema con eso. Gloria sabe seducirlos y, en este ambiente tan laxo, se acepta lo que sea con tal de echar un buen polvo... y Gloria, aunque me esté mal decirlo, es una mujer madura muy apetitosa”. “¿Y tu carácter cómo encaja esa actitud aparentemente solo contemplativa?”, pregunta Eugenio. Germán vuelve a explicar: “Mentiría si dijera que no me atraen otras mujeres. Pero yo soy más fantasioso e incluso admito que me va cierto voyeurismo. Por eso, cuando venimos aquí, no busco tanto follar como realizar la fantasía de ver a Gloria poseída por otros hombres. Me excita muchísimo y me hago unas pajas ante ellos que me dejan la mar de a gusto”. “Y si alguno le da por ahí, dejas que te la chupe”, recuerda Gloria burlona. “Es algo que ha pasado de uvas a peras”, puntualiza Germán muy digno. Eugenio ríe: “En cuanto se te recuerdan tus debilidades te defiendes como gato panza arriba”.

Paradójicamente, cuanto más se esfuerza Germán en dejar las cosas claras, menos se ocupa de esquivar el progresivo contacto físico de Eugenio. Este, no solo está cada vez más arrimado, sino que acompaña el continuo de sus preguntas con una vehemencia gestual en la que su mano palmea o queda posada en un muslo de Germán, en un indisimulado sobeo hasta casi rozarle el paquete. Parece que solo Gloria se fija en estos detalles, observándolos con condescendiente sonrisa.

Eugenio, cuya curiosidad por la peculiar relación de ese matrimonio, que tanto se le ha abierto, debe estar ya bastante satisfecha, no olvida ni mucho menos su finalidad última. Pillando por sorpresa a Germán, le suelta bien arrimado: “¿Sigues sintiéndote incómodo conmigo?”. Germán se lo piensa unos segundos y contesta tranquilo: “Cada vez menos... Ya lo sabes todo de mí”. “¿Entonces ya no me tienes miedo?”, vuelve a preguntarle Eugenio. Tanto a este como incluso a Gloria les sorprende la respuesta de Germán, que dice mirándolo sonriente: “No lo sé... Compruébalo tú mismo”. Entonces Eugenio vuelve a pasarle un brazo por los hombros, pero esta vez lo atrae contra él. Con las caras frente a frente, Eugenio va acercándole los labios y Germán no altera un músculo. Cuando los labios quedan juntos, Germán alza un brazo y apoya la mano en el hombro de Eugenio. Quedan así medio abrazados y Germán recibe en su boca la lengua de Eugenio, que lo morrea ya con ansia. Además su mano libre se vuelve a posar en el muslo de Germán, pero ahora avanza y acaricia su polla. Cuando Gloria ve que esta va engordando y a la de Eugenio, por efecto simpático, le ocurre otro tanto, les dice: “¿Por qué no os vais adentro?”. Eugenio entonces, ya al tanto de los usos de la pareja, contesta: “Solo si tú vienes también”. “Claro que vendrá. No me va a dejar solo en tus manos”, replica Germán con la voz algo temblona por la emoción que le estaba embargando.

Los tres van pues no solo adentro sino directamente al dormitorio. Eugenio lleva cogido a Germán por la cintura y ambos siguen mostrando sus erecciones. Germán no obstante se siente inquieto. Aunque le han llegado a excitar las caricias de Eugenio en el sofá y aún mantiene sus efectos, a lo que van ahora lo pone ansioso. Es mucho más que chupar una polla de manera incidental e incluso que dar por el culo como hizo con el gordito. La verdad es que no sabe muy bien hasta donde van a llegar. En realidad se va a tratar de un revolcón con un hombre por primera vez y, aunque parece que su cuerpo está respondiendo, en su cabeza no lo tiene tan claro. ¿El hecho de que Gloria lo esté incitando, y que no haga nada a espaldas de ella, le sirve de motivación? Sea como sea este verano está siendo más complicado de lo esperado y, por lo visto, aún le faltan cosas por hacer.

Por su parte Gloria sabe que Germán se enfrenta a una situación difícil. Así que ha optado por la discreción e instalado en la cheslón que hay en el dormitorio. Ahora se ve en la posición no participativa de Germán, habitual al menos hasta este verano. Solo estará ahí para darle apoyo moral, decida lo que decida. Sin descartar sin embargo satisfacerse por su cuenta, como por otra parte hacía Germán, si lo que ocurre en la cama le resulta excitante.

Por lo pronto Germán se deja llevar por Eugenio, que le impulsa a tenderse en la cama. Este lo hace también a su lado con el cuerpo vuelto hacia él. Así juntos le pregunta sonriente: “Mejor que el sofá ¿no?”. “Aquí estoy más en tus manos”, contesta Germán volviéndose hacia él. Por primera vez sus sexos se rozan y ahora es Germán el que ofrece los labios. Se morrean con calma, saboreándose mutuamente, hasta que Eugenio pregunta: “¿Sabes lo que te voy a hacer ahora?”. Germán contesta: “Sorpréndeme”. No obstante Eugenio le adelanta burlón: “Algo que no es nuevo para ti”. Se ´va deslizando hacia abajo mientras hace que Germán quede bocarriba. Recostado sobre un hombro, le acaricia la polla erecta. “¡Me la voy a comer!”, exclama. “Así será más cómodo que en un sesenta y nueve... Al menos en la forma en que me enredaron el otro día”, recuerda Germán. Eugenio acerca la boca y chupa la polla. Primero con suaves lamidas y luego abarcándola con los labios. Ya con la polla dentro de la boca, combina succiones y juegos de lengua con un mete y saca que va intensificando. “¡Uy, cuánto tengo que aprender!”, exclama Germán, que no deja de mirar a Gloria como diciendo: “Ya ves en lo que me llegas a meter”. Pero el gusto que siente lo va enervando y le impulsa a ofrecer a Eugenio: “Ahora yo a ti ¿no?”. Eugenio le suelta la polla y replica con cierta sorna: “Si es lo que quieres...”. Entonces intercambian las posiciones y Germán se ve encarado a la polla de Eugenio. Vuelve a recordar que la que había chupado en el sesenta y nueve le había entrado en la boca desde arriba ya tiesa, casi cortándole la respiración. Ahora es él quien tiene el dominio, como hace un momento lo ha tenido Eugenio. Atrapa directamente la polla con la boca y procura imitar a Eugenio. Lo anima notar cómo se endurece todavía más y se afana desterrando cualquier prejuicio. “¡Me has puesto a cien!”, llega a exclamar Eugenio, “No sigas así que me matas”.

Eugenio va a preparar ya el terreno para su propósito final. “¿Sabes de lo que tengo unas ganas locas?”, suelta con tono insinuante. “Tú dirás”, contesta Germán empezando a recelar. “Esto sí que sería nuevo para ti”, avisa Eugenio. “¡Vaya!”, gana tiempo Germán, “A ver que recuerde todo lo que todavía no me han hecho este verano”. “Tú lo has hecho, pero a ti todavía no”, sigue Eugenio con las adivinanzas. Germán está en un impase. Ya no le importa que Eugenio disfrute con él, y además ha llegado a cogerle gusto. Pero, si lo que quiere ahora Eugenio es darle por el culo, ya es harina de otro costal. Y no solo por la cosa de su hombría y todo eso. Ya está llegando a no saber en qué consiste, después de lo que está haciendo este verano. Con la complacencia de Gloria además. Sino por el pavor de estrenarse en lo que él mismo le había hecho al gordito. Aunque este se lo pasara en grande. Tan horrible no sería... Armándose de valor, lanza una mirada a Gloria, que observaba expectante, y consiente: “Si vas con mucho cuidado... Soy virgen”. “Ya lo sé. Me has contado tu vida”, ríe Eugenio satisfecho de su logro. A continuación se dirige a Gloria: “¿No tendréis a mano algún tipo de lubricante”. Ella afirma enseguida: “¡Sí! Hasta de sabores”. Busca en la mesilla de noche y entrega un frasquito a Eugenio: “Este es muy untuoso”. Eugenio aún le pregunta: “¿Te parece bien lo que voy a hacerle?”. “Es cosa vuestra”, contesta Gloria con cierto cinismo, y vuelve a su observatorio.

Es toda una puesta en escena. Germán queda bocabajo con las piernas separadas. Está en tensión y no sabe qué hacer con los brazos, que acaba poniendo en cruz. Eugenio comenta: “¡Qué buen culo tienes! Sería una lástima no aprovecharlo”. Germán realiza una contracción inconsciente apretando y distendiendo las nalgas. “¡Qué provocador!”, ríe Eugenio. “¿Haces ya algo o qué?”, se impacienta Germán. Pero se estremece cuando nota el frío de unas gotas que le van cayendo en el comienzo de la raja. Eugenio se ha echado también un poco de lubricante en los dedos de la mano derecha y, con la palma recta, hace cuña extendiéndolo por dentro. Cuando le roza el ojete, Germán tiembla, pero recordar que alguna vez Gloria le había metido un dedo jugando le da ánimos. Y es lo que ahora hace Eugenio, hurgando con el índice untuoso para dilatarlo. De momento Germán lo encaja bien y hasta reconoce que no le desagrada. Aunque una polla endurecida puede ser otro cantar... Pero ya no hay vuelta atrás y Eugenio le sugiere: “Si te elevas sobre las rodillas será más cómodo para los dos”. Germán obedece y queda con el cuerpo hacia delante apoyado en los codos. “¿Así está bien?”, pregunta. “¡Perfecto!”, contesta Eugenio, que se le va encajando, también de rodillas, entre las pantorrillas. Germán nota el roce de la polla bien dura, que oscila mientras Eugenio se acomoda, y todo él tiembla de temor. “Si no te relajas lo vas a estropear”, lo amonesta Eugenio, que ya está repasando la raja con la polla. Sujetándola con una mano apunta hacia donde sabe que la tiene que meter. Empuja y va entrando muy lentamente. “¡Bien, bien!”, se anima a sí mismo y a Germán de paso. Este no sabe si empezar ya a gemir o esperar un poco más. Eugenio aprieta más y Germán ya no reprime un sentido “¡Ouuuu!”. Pero Eugenio exclama: “¡Toda dentro!”.

Dispuesto a pasar a la siguiente fase, Eugenio se agarra a las caderas de Germán quien, recordando lo que le había hecho al gordito, pide: “¡Mucho cuidado ahora, eh! Que así quieto aún lo aguanto”. “Pues si estás bien así, verás que aún mejora”, lo engatusa Eugenio, que ya empieza un mete y saca suave pero creciente. Germán, que se ha agarrado a un cojín, crispa las manos y va emitiendo unos lacrimosos “¡Oh, oh!” acompasados a los embates de Eugenio. Gloria, que entre el morbo de ver cómo le dan por el culo a su marido y el inalcanzable deseo que le inspira el buenorro de Eugenio, está cachonda total, no sabe interpretar si los gemidos de Germán son todavía de dolor o ya están denotando que le va cogiendo el gusto. Es el propio Germán quien aclara la cuestión verbalizando sus sensaciones. Con voz casi de pito suelta: ¡Sigue así, sigue así!”. Eugenio, entre sus esfuerzos, no se priva de mostrar una sonrisa de triunfo. El sesgo placentero que ahora adquieren los “¡Oh!” de Germán, pese a que Eugenio le arrea con ganas, casi llena de envidia a Gloria, que se autosatisface con ganas. Se veía venir que Eugenio llegaría a avisar: “¡Estoy a punto!”. “¡Sí, no salgas!”, replica Germán con la voz quebrada, “Que voy muy caliente también”. Eugenio cumple, va frenando las últimas arremetidas y se detiene, todavía clavado al culo de Germán, con la respiración agitada. “¡Qué gustazo! Parece que no te ha ido nada mal tampoco”, comenta Eugenio satisfecho. De todos modos resulta algo extraño que Germán siga en la misma postura elevado sobre las rodillas, y Eugenio le da un cachete en el culo: “No estarás esperando más ¿eh?”. Pero Germán, que se está tocando la polla que le cuelga entre los muslos, confiesa azorado: “Es que también me he corrido”. “¡He hecho carambola!”, exclama Eugenio divertido. “Ha debido ser por la novedad”, aventura Germán poniéndose con cuidado de rodillas. La polla aún le gotea. Gloria comenta excitada: “Sí que os lo habéis pasado bien”. “Tú tampoco has estado quieta”, replica Germán, dando a entender que, a pesar de todo, no le ha quitado la vista de encima. “Como tú cuando me follan a mí”, recuerda Gloria.

 Una vez los tres calmados, Eugenio no se priva de observar: “Os he tenido que someter a un tercer grado para echar un polvo con Germán... Y ha valido la pena. He alterado bastante vuestro esquema y creo que os va a dar qué pensar”. Germán reconoce: “Desde luego tendré que aclararme las ideas”. Eugenio cambia ya de tema: “Así que os marcháis pronto ¿no?”. “Sí”, afirma Gloria, “A descansar todo el año... En un par de días echamos el telón de un verano ajetreado”. “Sobre todo para mí”, musita Germán pensativo. Eugenio sabe que no hay opción de nuevas citas. Además él no vuelve todos los veranos.

==========================

Faltan dos días para que acaben las vacaciones de Germán y Gloria. Deciden ya tomárselos con tranquilidad. Disfrutarían de los últimos baños en la playa y la piscina, comerían o cenarían en los restaurantes que les gustaban, y como solían, harían un balance de lo vivido ese tiempo, con algunas novedades por cierto. Sin embargo el destino no está dispuesto a concederles calma todavía...

El primero del último día van a comer a un buen restaurant fuera de la urbanización, para lo que han tenido que vestirse. Por la tarde Gloria recuerda que tiene que ir la galería comercial que hay en la propia urbanización para comprar una bolsa de viaje, ya que la que tiene se le había roto cuando venían, y de paso algunas cosas en el super. Como el nudismo es admitido en todo el ámbito, Gloria, queriendo aprovechar los últimos momentos para disfrutar de su desnudez, va a las compras ya solo con una cartera de mano. Germán se queda en el bungalow esperándola por si luego les apetece darse un baño en la piscina.

Cuando no hace ni media hora que Gloria se ha marchado, llaman a la puerta. Germán va a abrir desnudo como está. Se encuentra con una pareja, ambos quizás un poco mayores que ellos, de aspecto muy agradable, que van asimismo desnudos. Es ella la que se presenta muy locuaz: “¡Hola! Perdona si somos inoportunos. Pero queríamos saludaros porque hace unos días que estamos en la urbanización y tenemos aquí unos amigos que también os conocen”. Germán no cae de momento porque lo que se dice amigos no tienen allí, pero hospitalario les acoge: “Mi mujer ha salido, aunque no tardará en volver... Pasad si queréis”. Entran y ahora habla el hombre: “Esos amigos nos han hablado de vosotros y nos han contado que estuvisteis en su casa. Dicen que lo pasasteis muy bien...”. “Además sin ningún tabú y todos con todos, como nos gusta a nosotros”, añade más explícita ella. Germán va atando cabos. No puede tratarse más que de los de la cama redonda. Y recuerda además que les dijeron dónde vivían, aunque no pensaban volver a encontrarse con ellos, según su costumbre. Pero se debieron ir bastante de la lengua, dándole a estos información de lo que hicieron y como lo hicieron. Al fin opta por decir: “Ah, sí! Aquello estuvo muy bien”. Y añade recalcándolo: “Lastima que mi mujer no esté aquí”. Pero ellos no se inmutan. “También tenemos muchas ganas de conocerla”, dice él. “No tenemos prisa”, completa ella, “Podemos hacer tiempo esperándola”. Germán no puede ya seguir teniéndolos allí en la entrada de pie, cuando está claro que han venido para quedarse. Así que no ve más opción que ser educado y hacerlos pasar a la sala. Mientras van allí, ella los presenta: “Mi marido se llama Ramón, y yo Patricia... Ya sabemos quiénes sois vosotros. Germán y Gloria ¿no?”. Le queda claro a Germán lo que los visitantes están buscando y ahora se fija más en ellos. Patricia tira a matrona, pero con un cuerpo bastante bien formado y mantenido. Ramón es robusto, velludo y con unos atributos envidiables. Esta característica lleva a Germán a que le recuerde, en más refinado desde luego, al operario de router. Y por asociación de ideas, teme que vayan en camino de reproducir aquella situación pero a la inversa: que cuando llegue Gloria él esté ya en manos de los recién llegados. Lo cual no resulta tan inverosímil a tenor de lo que Ramón y Patricia van a entender por lo de ‘hacer tiempo’ hasta que llegue Gloria.

Ya antes de que los invite a sentarse van a la carga al unísono. Ramón arranca: “Hemos hecho bien en venir porque nos gustas mucho a los dos ¿Verdad, Patricia?”. “Desde luego”, coincide ella, “Eres el tipo de hombre capaz de excitarnos por igual a los dos”. Germán se huele ya el rollo bisexual que dan por descontado. “¿Qué les habrán contado de él los de la cama redonda?”, se pregunta. “Ya sé, y eso te honra, que prefieres esperar a tu mujer”, admite Ramón, “¿Pero no podríamos entretanto abrazarte?”. “Te estamos deseando tanto...”, susurra Patricia. Germán no sabe qué hacer. Con la marcha que ha tenido estas vacaciones, en que ha hecho mucho más que mirar, ya no ve viene de ahí que le metan mano de un forma o de otra y, por qué negarlo, hasta le da morbo. Incluso a Gloria le han hecho gracia esos avances. Así que no pasa nada si los tres ‘hacen tiempo’ esperándola.

Germán se muestra ya más receptivo y sonríe a los otros dos con los brazos estirados separados del cuerpo y las manos abiertas en actitud de aceptación. Les falta tiempo para pegarse a Germán. El más prensil es Ramón que lo abarca con sus recios brazos sobre los hombros y los une en su cogote, mientras Patricia lo rodea por la cintura. Germán no puede menos que tender los brazos en torno los dos. Entendiendo lo de abrazar en sentido amplio, Ramón pega los labios a los de Germán y le mete la lengua. Germán ya la acoge en su boca y deja que se la recorra con ella. Patricia ya está esperando y Ramón le cede la vez. Pero cuando están enredando las lenguas, este se les une y se enzarzan en un morreo a tres. Si esto pasa por arriba, por abajo Ramón se aprieta a Germán restregándole la entrepierna. Germán comprueba ahora por contacto la contundencia del paquete de Ramón, que le había admirado al visualizarlo. Y todavía más cuando los refriegues van causando un punzante endurecimiento. Lo que admira no menos a Germán es que el choque de la polla de Ramón con su entrepierna está provocando que la suya también le vaya engordando. Por su parte Patricia, que lo que le restriega son las tetas, suelta una mano y la baja para ir palpando las pollas que entrechocan.

Este algo más que un abrazo se prolonga hasta que llega Gloria. Al abrir la puerta vocea un alegre “¡Hola!”. Pero al avanzar hacia la sala no solo se encuentra con la danza de las tres gracias, sino que resulta que no viene sola. El dilema entonces es quién da primero las ineludibles explicaciones. Por lo pronto el entrelazado se deshace y Gloria puede ver a dos hombres, uno de ellos Germán, bastante empalmados, y una mujer igualmente desnuda con el rostro sofocado. Por su parte Germán ve que a Gloria le acompaña un hombre desconocido y tan en cueros como ella. Aparenta más de cuarenta años y se ve fortachón y poco velludo. Como este se ha quedado en un discreto segundo plano, es Germán a quien le urge tratar de explicarse. Lo hace lo mejor que puede aunque de una forma un tanto deslavazada: “Estos son amigos de los que nos invitaron a la cama redonda... Les hablaron de nosotros y han querido conocernos... Les he dicho que habíamos de esperarte... y estábamos tanteándonos un poco”. “Ya lo veo, ya”, replica Gloria más divertida que incómoda. Probablemente su explicación le resulta más sencilla y se dirige a Germán: “He conocido a este amigo en el super, hemos tomado un café y ha saltado la chispa... Le he advertido de mi acuerdo contigo y no le ha visto pega. Así que hemos venido para encontrarte y ya ves...”. Le cuestión es ahora decidir si son compatibles ambas situaciones. La solución pareció hallarla el acompañante de Gloria que, sacando a relucir un gran desparpajo, soltó: “Cuantos más seamos más reiremos... Así que cada cual a lo suyo y todos viéndonos... Es como lo veo yo”. Y añadió: “Por cierto, soy Pedro y le tengo muchas ganas a Gloria, con marido o sin marido... Así de sencillo”. Se produce una cierta distensión, que Ramón aprovecha para coger del brazo a Germán, como si pensara: “Pase lo que pase, este no se me escapa ya”. Aunque aún falta un problema menor. Quedarse todos en el salón no va a resultarles cómodo. Y la cama de Germán y Gloria, aunque amplia, no es como la del otro día y quedaría insuficiente para que se revolcaran cinco. Cediendo a la aplastante lógica de que tres son más que dos, Gloria y Pedro acceden a conformarse con la cheslón, bastante confortable, que también hay en el dormitorio. Antes de que cada grupo ocupe su campo de batalla, Germán aprovecha para hacer un aparte con Gloria: “Esta vez me va a tocar batallar yo solo con esos dos”. “No te va a hacer falta calentarte mirando cómo me follan”, replica Gloria, “Pero ya has demostrado que sabes adaptarte a las situaciones”.  Germán sonríe cariñoso: “Sea como sea, no dejaré de mirarte”. “Tampoco yo a ti”, concluye Gloria.

De momento todo va quedando aclarado, aunque a Germán le intrigan todavía algunas cosas y trata de aclarárselas mentalmente. Le está pareciendo que a Ramón y Patricia no les importa mucho que Gloria no se vaya a integrar en el grupo. Solo con él se bastan y sobran. Y la misma Gloria debe estar más a gusto apañándose con su ligue que añadiéndose al incierto trío que se ha encontrado por sorpresa. Así que él, Germán, se ve llevado casi en volandas a la cama por sus dos admiradores, dispuestos a descargar en él sus lujuriosas fantasías. Por otra parte pronto se va a dar cuenta de que Patricia tiene una función secundaria en relación con su marido. No es que se vaya a limitar a mirar, como le basta a él con las folladas a Gloria, en unas circunstancias más ‘normales’ que en las que se han visto envueltos últimamente. Está casi seguro de que la participación de Patricia se va a limitar a lo justo y necesario para el mayor placer de Ramón. Es este pues el que más temor inspira a Germán. No tardará en ir comprobando todo ello.

Así que van tomando posiciones en la cama y a Germán no le dan más opción que tumbarse bocarriba. Enseguida Patricia le entra por las piernas y se pone a chuparle a polla. Le da bastante gusto y, sintiéndose más relajado, se le va poniendo dura. De pronto se encuentra con las rodillas peludas de Ramón clavadas a los lados de su cara. Nota que se va inclinando y ve la polla morcillona oscilando sobre su cara. “Bueno, ya sé lo que me toca. Los de la cama redonda se lo han debido contar todo y estos hacen lo mismo”, se dice, “Pero tragarme este pollón va a ser de nota”. Resignado y, por qué no, con cierto morbo abre la boca, que se le llena al instante del carnoso apéndice. Apenas le da trabajo, porque es el propio Ramón quien bombea follándole la boca. Pero hay cambios y Germán nota que Patricia le ha soltado la polla. Acto seguido Ramón proyecta su humanidad por encima de Germán y toma el relevo de Patricia. “¡Vaya!”, piensa Germán, “También hay sesenta y nueve”. Reconoce que Ramón se la chupa aún mejor que Patricia, que por cierto no sabe a dónde ha ido a parar. Como Ramón, afanado con la polla de Germán y, aunque mantiene la suya en la boca de este, ha parado de follársela, Germán procura también hacerlo bien. Pero el pollón, de lo duro que se ha puesto, ya no le cabe entera en la boca, y lo que mejor se le da es ir recorriendo el capullo con la lengua. Ramón va emitiendo sonidos guturales, que aumentan de diapasón con el juego de la lengua de Germán en su polla. Pero de pronto, no solo suelta la polla de Germán, sino que incorporándose también saca la suya de la boca de este. Entonces exclama: “¡Uy, qué caliente me has puesto! No podía aguantarme más”. “¡Menos mal!”, piensa Germán, “Solo habría faltado que se vaciara en mi boca... y no habría sido una corrida pequeña”.

Al quedar libre, siquiera de momento, Germán puede ver lo que ocurre en el entorno. Parece que por ahora todo va de mamadas, porque Gloria, en la cheslón, se la está haciendo a Pedro muy entusiasmada. A Germán le gusta que, en cuanto la ha mirado, ella haya girado la cara unos instantes y le sonría. Por otra parte, Germán ve ahora que Patricia, una vez que lo dejó preparado para ofrecerlo a su marido, ha estado observando el sesenta y nueve y, por donde todavía tiene la mano, ha debido estar estimulándose los bajos. A Germán le hace gracia el paralelismo con lo que hace él cuando contempla a Gloria en acción. Pero Patricia, al darse cuenta de que Germán la mira, le dice con toda naturalidad: “Es que me excita mucho ver a Ramón, tan grandullón como es, entusiasmado con otro hombre... Y tú, tan macho como se te ve, le estás encantando”. Sin embargo, lo que inquieta ahora a Germán es qué más pretenderá hacer Ramón con él después del primer calentón. Pensar que tenga la idea de follárselo le produce sudor frío. Si bien se había estrenado unos días antes con Eugenio y lo había llegado a disfrutar, ni la polla ni la vehemencia de Ramón eran para nada tranquilizadoras. No sintiéndose con ánimos de complacer en esa cuestión a Ramón, tendría que buscar algún subterfugio para escurrir el bulto. Por eso se le abre el cielo cuando Ramón, de rodillas en la cama, le suelta muy excitado: “Estoy disfrutando tanto contigo que, para completarlo, me gustaría que me follaras”. Como Germán, todavía en shock, parece dudar, Ramón añade: “¿O prefieres que te lo haga yo?”. “¡No, no!”, se agarra a un clavo ardiendo Germán, “Es que me ha emocionado que me lo pidas... Estaba deseando follarte. Eres un hombre tan apetecible”. Carga las tintas, por si el otro se desdice. “¡Oh, qué ganas de tenerte dentro!”, concluye Ramón. Y para prepararse adecuadamente recurre a los servicios de Patrícia: “¿Verdad que habías traído un poco de lubricante?”. Ramón se pone a cuatro patas con el culo en pompa y Patricia, solícita, le va untando la raja. Germán, al que la tensión vivida le ha aflojado la lívido, necesita entonarse y para ello le inspira más mirar cómo Pedro se está follando ricamente a Gloria al estilo perro que contemplar a Patricia engrasando el culo recio y peludo que pronto va a penetrar. Es muy diferente al rosado y suave del gordito que le sirvió de estreno.

Germán, que se ha entonando lo suficiente, cree que ya podrá cumplir cuando oye a Patricia decirle a Ramón: “Así te va a entrar muy bien”. Pero al ir a ponerse detrás, Patricia, tan atenta ella, detiene a Germán. “Espera un momento”. Y con las manos untuosas le da unos buenos frotes a la polla. Mientras Ramón, esperando ansioso, comenta: “Qué pocas veces puedo disfrutar de algo así”. Y Patricia, sin dejar de frotar la polla de Germán, replica como si se tuviera que disculpar: “Yo te consigo los que puedo. Hay que ser discretos. Aquí lo tendremos mejor”. Germán, para destensarse, dedica a Patricia un indulgente comentario: “Si sigues así, me va a pasar algo antes de meterla”. Patricia, riéndole la gracia, lo suelta enseguida: “Sí, la tienes muy dura ya”. Germán todavía no tiene demasiado por la mano esta práctica y menos con un culo como aquél. Así que respira hondo y se lanza a clavarla con ímpetu. La lubricación hace su efecto y se asombra de tenerla toda dentro de golpe. Ramón emite un quejido, pero a continuación exclama: “¡Oh, que gusto! ¡Folla con ganas!”. Es lo que no le falta ya a Germán al sentir el calor que envuelve su polla. Se pone a arrear sin la menor contención, lo que entusiasma a Ramón: “¡Qué polla más buena! ¡Follas de maravilla!”. Germán, aunque no la ve ahora, sabe que Gloria, haga lo que haga, lo está mirando, y eso lo anima. Si Ramón sigue gimiendo encantado, a Germán ya va empezando a hacerle efecto el bombeo. Considera prudente avisar: “Me va a venir ya”. Es Patricia, que ha vuelto a autosatisfacerse, la que contesta por Ramón exaltada: “¡Vacíate dentro! Es lo que queremos!”. Germán, que ya lo está deseando, se agita a medida que va soltando fuertes descargas y, cuando estás menguan, exclama desmayado: “¡Ya!”. Oye como un eco la voz de Ramón que sigue inmóvil: “¿Ya? ¿Me la has echado toda?”. “No me queda nada ya”, balbucea Germán que saca la polla y queda sentado en los talones. Para su sorpresa, Patricia se le arrima, baja la cabeza y recoge con la lengua el goteo de la polla. Luego se tiende junto a Ramón, que yace ya lleno de satisfacción. La calma momentánea que se produce queda sin embargo rota por la salida de Pedro: “¡Sí señor! Como si hubieras estado dando por el culo toda la vida”. Germán gira la mirada y ve que, con la mano echada por el hombro, Pedro le toca una teta a Gloria, que bien follada sonríe no menos satisfecha que Ramón. Germán lamenta que, aunque estuvieran cerca, es la primera vez que se pierde completo el revolcón a su mujer. “¡Cómo se han complicado las cosas este verano!”, piensa.

Ramón y Patricia bajan ya de la cama, y detrás de ellos Germán, que se acerca a Gloria y Pedro. Como le ha hecho gracia la broma de este, le apetece devolvérsela: “Si has terminado ya con mi mujer y te apetece, aún puedo contigo”. Enseguida se les unen Ramón y Patricia. El primero se dirige a Gloria muy versallesco y pretencioso: “Aunque he disfrutado mucho con tu marido, siento que las circunstancias hayan hecho que no te haya podido atender como me hubiera gustado”. Y Patricia añade picarona: “Y nosotras dos podríamos haber jugado un poco también”. Gloria zanja la cuestión: “Lo importante es que todos lo hayamos pasado bien ¿Verdad, Germán?”. Acaba haciéndole un guiño.

==========================

El último día de estancia en el bungalow, mientras salen de la urbanización con todo cargado en el coche, Germán reflexiona en voz alta: “Me temo que mis fantasías eróticas se han ido complicando este verano. Vine solo con la de voyeur y ahora me voy además con la de bisexual y por lo visto, para colmo, tanto activo como pasivo. El verano próximo vamos a tener doble trabajo: buscar hombres que te follen y otros que me den por el culo, o que les dé yo a ellos. Igual debería especializarme en una u otra cosa”. Gloria le replica: “Dedicarnos a los bisexuales sería muy práctico para satisfacer a los dos. Aunque con el gancho que estás teniendo para los hombres, me restarías protagonismo”. Germán concluye: “Tenemos tiempo para pensarlo de aquí al verano próximo”.

==========================

De las fotos que han inspirado el relato:


miércoles, 14 de septiembre de 2022

Vacaciones de verano (1ª parte)

En la web de fotografías a la que me he aficionado últimamente se encuentra de todo: paisajes, edificios, plantas, animales, personas... Por supuesto hay cantidad de hombres como los que a mí me atraen, maduros y robustos, que se muestran con generosidad, tanto si se declaran gais, heteros o bisexuales. Hay gustos para todos. Pero esta abundancia, si bien muy gratificante, ya va en la línea de los otros blogs que sigo. Lo que más me está llamando la atención son los matrimonios o parejas, hablando de hombre y mujer, que aparecen exhibiéndose en las más variadas situaciones. Los hay que, declarándose nudistas, no solo aparecen como tales, sino que también se dejan ver en arrebatos de lo más íntimos. Aunque es frecuente asimismo un cierto desequilibrio en que la mayoría de las fotos sean de la mujer, incluidos primeros planos de sus partes más íntimas, mientras que el hombre, si aparece, lo suele hacer con menos alarde. Se nota que lo que más le interesa a él es enseñar a su mujer a base de bien.

También he podido tener acceso en este blog a reseñas gráficas de fiestas bastante desinhibidas entre parejas de cierta madurez. Muchas veces la excusa son los disfraces que, con una fantasía más o menos kitsch, permiten enseñar lo más que se pueda, tanto a ellas como a ellos. A veces incluso la ropa consiste tan solo en pinturas por el cuerpo. Todos posan orgullosos, en pareja o en grupo, con los sexos asomando por los imposibles taparrabos. Las fiestas se llegan a animar tanto que pueden dar pie a la acción y al intercambio de parejas. Ellos le meten mano a ellas, sin distinción entre la propia o la ajena, y ellas corresponden con desvergonzadas mamadas. Hay series fotográficas enteras de tales eventos.

Me he fijado, sin embargo, en un matrimonio estándar para, a partir de la configuración de su perfil en el blog, montarme mi propia película. Por lo que deduzco de sus imágenes, el marido, que llamaré Germán, bordea los cincuenta años, algo robusto y de rostro simpático. La mujer, Gloria, más joven, tiene formas redondeadas y es bastante tetuda, rubia y guapetona. Su galería de fotos no da demasiadas pistas. Entre paisajes y edificios, hay fotos convencionales de la pareja, es decir que están vestidos, mezcladas con bastantes de mujeres desnudas, algunas de ellas la propia esposa, en escenas domésticas en que se exhibe con generosidad. En cuanto al marido se muestra más discretamente, o vestido o, si acaso, en fotos parciales de su entrepierna, incluida alguna erección, bastante aceptables por cierto. La más completa es una en que aparece sonriente de cuerpo entero, desnudo y bien empalmado.

Este matrimonio no parece encajar en los que intervienen en aquellas fiestas orgiásticas y sus fantasías sexuales las realizarían por vías más discretas. Germán, industrial autónomo y Gloria, farmacéutica, llevan una vida desahogada en una gran ciudad. Aparte de su capricho de mostrarse en el blog, no se permiten habitualmente mayores aventuras. Sin embargo, el mes de vacaciones veraniegas lo pasan siempre en una importante urbanización nudista en la que tienen un bungalow. Y es allí donde planifican sus desahogos eróticos. La vida nocturna de la urbanización ofrece muchas oportunidades. Así hay un bastante concurrido club de swingers, que solo admite parejas para intercambiar entre ellas. Pero a nuestro matrimonio no le convence demasiado. No porque les parezca mal dicho intercambio, sino por encontrar demasiado forzada su mecánica de tener que hacerse con el lote completo de la otra pareja. Prefieren apañarse por su cuenta, con mayor libertad y más flexibilidad para sus gustos. El punto de partida consiste en que Gloria atraiga a otro hombre y que Germán se excite viéndolos follar. Que además participe de alguna otra forma dependerá de cada caso.

==========================

Cerca del club de swingers hay un bar muy adecuado para los ligues. Lo frecuentan hombres y mujeres solitarios que buscan pareja para ser admitidos en el club de swingers. Pero también los hay abiertos a otra clase de encuentros. Además es raro que en aquel ambiente algún hombre no admita la presencia del marido, si es requisito. Las ganas de follar que llevan hacen que lo vean como un detalle menor e, incluso, puede llegar a ser un aliciente.

A este local la gente acude vestida como para salir de noche. Pero sobre todo ellas se cuidan de lucir sus encantos, con exagerados modelitos y escotes de vértigo. Germán y Gloria conocen de sobra el funcionamiento y ella va de minifalda y top ajustado. Contemplando el panorama, se apostan en la barra, Germán de pie y Gloria sentada de medio lado en un taburete. Lo cual le permite insinuantes cruces de piernas, que Germán no se priva de ir acariciando en gestos que dan a entender que está disponible.

Vayamos al primer ligue de la temporada… Germán está muy excitado ante la perspectiva de poder ver de nuevo cómo un extraño se folla a Gloria ante él. Y ella, tanto por complacer a su marido, como por el morbo de entregarse a un desconocido, está dispuesta a desplegar sus dotes de seducción. Germán, ojo avizor, manosea los muslos de Gloria y se fija en que un cuarentón de buena facha no les quita el ojo. Germán le comenta a Gloria: “Ese de ahí te está comiendo con la mirada”. “Pues no está mal”, admite ella, “¿A ti te gusta?”. “Creo que te puede echar un buen polvo”, valora Germán. Entonces Gloria hace un provocador descruce de piernas y sonríe al hombre. Este se decide a acercarse copa en mano y le suelta: “Estás muy buena”. Y añade sonriendo a Germán: “Con permiso de tu acompañante”. Gloria aprovecha para hacer las presentaciones: “Es Germán, mi marido… Yo soy Gloria”. “Yo Julio”, que advierte por si acaso, “Y solo me van las tías”. Gloria lo tranquiliza: “No hay problema. A Germán solo le gusta verme con otro tío”. A Julio no le sorprende demasiado ya que, en un ambiente como aquel, todo tiene cabida: “Si es así, entonces que disfrute viendo cómo me revuelco contigo”. Germán interviene: “Me va a encantar que la pongas bien cachonda”. Para confirmarlo, y en un gesto de camaradería, mete una mano bajo la minifalda de Gloria, que no lleva bragas, y dice: “Ya está mojada solo de pensarlo… Compruébalo si quieres”. Saca la mano y Julio no duda en meter la suya, con risas de Gloria: “¡Uy, sí! Vamos pronto… ¿Dónde lo hacemos?”. Lo invitan a su bungalow que está cerca. “Allí estaremos a gusto”, dice Gloria cogiéndose del brazo de los dos hombres.

Ya en el bungalow, y dado el entorno nudista en que se mueven, los tres consideran lo más natural quedarse en cueros enseguida. Se miran tanteando el terreno y ya Julio se muestra empalmado, con una polla de muy buen tamaño. Arrebatado se lanza sobre Gloria, que va retrocediendo hasta dejarse caer en el sofá. Julio se echa sobre ella y la morrea mientras le estruja la tetas. “¿Te gusta así?”, pregunta. “¡Me encanta!”, suspira Gloria. Julio entonces va bajando hasta quedar de rodillas enfrentado al peludo coño de Gloria y, sin dudarlo, se pone a comérselo. Ella gime mirando a Germán, que los observa sobándose la polla. Está satisfecho con que Julio no sea de los de polvo rápido y esté haciendo disfrutar a Gloria. Esta, en correspondencia, no tarda en pedir a Julio que se siente a su lado e, inclinándose sobre él, le chupa ahora la polla que tiene bien dura. Julio estalla: “¡Qué calentón tengo! ¡Ven que te folle!”. Se recolocan en el sofá. Gloria se le sienta encima y se mete la polla por el coño. Empieza a dar saltos retorciéndose a agitándosele las tetas. Julio gime hasta que, en un impulso, hace que Gloria se dé la vuelta y, arrodillada en el sofá con el torso hacia delante, le presente el trasero. Julio la ataca por detrás agarrándole las caderas. Bombea frenético, mezclando sus resoplidos con los gemidos de Gloría. Al fin se descarga con varios espasmos y se deja caer junto a Gloria. Germán, que ha estado pajeándose, se corre casi al mismo tiempo. Es el primero que habla: “¡Sensacional! ¡Qué buen polvo habéis echado! Mi he excitado mucho”. “¡Sí, joder, cómo he disfrutado!”, replica Julio. Y Gloria confirma: “Me he quedado muy a gusto”. Como ya no hace falta que se vista, para que guarde la ropa le dejan una bolsa a Julio. Este se despide satisfecho, con un par de besos a ambos: “Espero que nos volvamos a ver”. Pero Germán y Gloria no piensan lo mismo. No acostumbran repetir.

==========================

Unos días después, al caer la tarde, Germán y Gloria van a pasar un rato en la piscina de la urbanización. Es bastante amplia y con recovecos, y a esa hora hay poca gente. Por supuesto desnudos, como está mandado, se relajan en la zona con burbujas. Al poco rato aparece un tipo algo mayor que Germán, pero robusto y velludo. Se remoja en la ducha más próxima a donde está la pareja y parece que se les exhiba con toda intención, incluso ostentado una polla contundente. Por lo visto esta vez los seducidos van a ser Germán y Gloria. Al entrar en la piscina el hombre se dirige hacia donde están estos y les explica con desparpajo: “También me gusta esto de las burbujitas”. Se coloca junto a ellos y suelta divertido: “Es que enseguida me ponen cachondo… Comprobadlo si queréis”. Germán recoge el guante, pero se lo pasa a Gloria con no menos descaro que el otro: “¡Anda, tócalo! Te gustan las pollas grandes”. Gloria no se arredra y tantea dentro del agua hasta dar con la polla y palparla. “Sí que está crecida, sí”, comenta sonriendo. Entonces el hombre se dirige a Germán: “No te dé corte… Toca también”. A Germán, que en principio no tiene especial interés, le puede el morbo de pensar en que es algo que sin duda no va a tardar en estar dentro de Gloria y alarga también una mano. Sopesa la polla y se permite bromear: “Haces que uno se acompleje”. “¡No, hombre, no!”, ríe el otro, “Lo que vale es saber usarla”. Y sigue charlatán: “Ya me conocéis un poco mejor… Me llamo Carlos”. Germán y Gloria le dicen también sus nombres. Y como a ella le flotan las tetas Carlos las piropea a su manera desinhibida: “Desde que las he visto me han entrado ganas de mamarlas”. “Igual te deja”, dice jocoso Germán, que prefiere que Carlos centre su interés en Gloria. Esta entonces se acerca a Carlos, que no duda en palpárselas: “¡Qué ricas las tienes!”. Pero enseguida hace una propuesta: “Si os parece, podemos ir a mi apartamento, que está aquí al lado… Así nos conoceremos más a fondo”.

Por el camino, Carlos les explica: “Yo estoy divorciado desde hace años… Mi mujer me dejó porque le doy a todo”. Este reconocimiento no puede menos que alarmar a Germán, que quiere avisar: “En realidad lo que me va, aparte de mi mujer, es ver que se la folla otro hombre”. “¡Tranquilo!”, ríe Carlos, “Se puede disfrutar de muchas formas”. Nada más entrar en el apartamento de Carlos, este cumple su deseo de hacerse con las tetas de Gloria. Tras sopesarlas con ansia se pone a chuparlas y mordisquear los pezones, arrancando grititos a la interfecta. Grititos que pasan a gemidos cuando Carlos le echa una mano al coño y se lo frota con un dedo. Cuando a Gloria le fallan ya las piernas por el gusto que siente, Carlos la reta: “¿Qué me vas a comer tú ahora?”. Dicho y hecho, se tumba cuan largo es en la cama, que hace también de diván, e impulsa a Gloria con la clara intención de que le chupe la polla, bien tiesa ya. Gloria se afana en ello encantada y ahora es Carlos quien resopla: “¡Qué boca tienes! Me vuelves loco”. Pero en su delirio se fija en que Germán se la está meneando a poca distancia. Entonces Carlos, con un gesto perentorio de la mano, lo insta a que se le acerque. Germán vacila intuyendo de qué va Carlos, pero al no querer poner una nota discordante, cede al fin y arrima la polla que también tiene tiesa. Carlos tira de ella hacia su cara, que ha girado sin alterar la postura en que Gloria se la está mamando, y la atrapa con su boca. Las chupadas de Carlos ponen a Germán la piel de gallina, aunque le ofusca estar viendo el viril cuerpo velludo al que pertenece aquella boca. Trata de autoconvencerse de que tampoco hay grandes diferencias en que a uno se la mame una boca de hombre o de mujer. El caso es que lo haga bien y ha de reconocer que Carlos lo está bordando. Cuando este lo suelta al fin, exclama: “Ahora sí que me voy a follar con ganas a tu mujer… Sigue disfrutando también con eso”. Con sus gestos desenvueltos, Carlos ya tiene despatarrada sobre la cama a Gloria, que se deja manejar encantada por ese hombretón decidido y ansía ya que le meta su contundente polla. Pero Carlos, antes de echarse sobre Gloria, aún se dirige a Germán: “No te pierdas cómo me la cepillo y quiero ver cómo te corres al mismo tiempo que yo”. Olvidada de momento la mamada imprevista, a Germán lo está poniendo como una moto el descarado comportamiento de Carlos y, muy cerca con su polla agarrada, se aguanta para poder cumplir el deseo que le ha formulado. Difícil se lo está poniendo Carlos, con la enérgicas arremetidas que le está dando a Gloria, que va gimiendo frenética. Para colmo el follador va adornando sus embates con expresiones lascivas: “¡Vaya coño tiene tu mujer! Parece que me muerda la polla”, “Te la voy a dejar bien fina”. Germán, apretándose la polla para que no se le desborde, se le contagia la exaltación de Carlos y pregunta a Gloria: “¿Te hace gozar este hombre?”. “¡Mucho!”, contesta ella con un hilo de voz. “La voy a llenar ya”, avisa Carlos. “¡Sí, échasela toda!”, lo insta Germán. “¡Sí…!”, susurra como un eco Gloria. Pero Carlos no prescinde de Germán ni en pleno clímax. Mira hacia la polla de este y le exige: “¡Córrete ya sobre mí!”. Germán deja de sujetársela y la leche se le dispara contra la cara de Carlos. Este se va descargando entre bramidos y relame la leche que le chorrea hasta la boca.

Carlos se levanta satisfecho liberando a Gloria. Sonriente, se limpia la cara con un kleenex: “Me lo he pasado en grande con vosotros”. “Has sido toda una sorpresa”, replica Germán todavía sofocado, “¿Verdad, Gloria?”. Esta, que ya se ha sentado en la cama, confirma: “Un polvo magnífico”. Ya está todo y la pareja se dispone a marcharse. Carlos besa a los dos y se despide con ironía: “Si os vuelven a entrar ganas, ya sabéis…”. Camino de su bungalow, Germán comenta: “Todo un acierto ¿eh?”. “Y ha sido él quien nos ha cazado”, ríe Gloria. Que añade burlona: “Hasta te la ha chupado ¿Te ha gustado?”. Germán contesta algo incómodo: “Se ha empeñado y, después de todo, una boca es una boca”.

==========================

Un día Germán ha de ir a la ciudad más cercana para hacer unas gestiones. Sería algo rápido y Gloria se queda en el bungalow, porque tiene que venir un operario para cambiarles el router. En la espera, Gloria decide tomar un rato el sol en una tumbona de la terraza, desde la que podrá ver si llega el operario. Está desnuda por supuesto y, cuando un hombretón se acerca, se asoma tal cual para avisarle de que va a abrirle. No se molesta en cubrirse con nada para recibir al operario, que lleva tejanos, una camiseta negra con motivos moteros y gorrita a juego. A Gloria le causa muy buena impresión. Cuarentón grandote, de brazos robustos, está muy moreno, con una barba cerrada de días y bigote espeso. El hombre, por su parte, mira a Gloria con descaro y comenta irónico: “Nunca se acostumbra uno cuando viene a esta urbanización”. “No te sentirás incómodo ¿verdad?”, lo tutea Gloria con zalamería. “¡Qué va!”, contesta el otro, “Si yo lo que hago es ponerme a tono enseguida… O todos moros, o todos cristianos”. Dicho y hecho, suelta la bolsa que trae y en un pispás se quita los pantalones. Como no lleva calzoncillos, al momento deslumbra a Gloria con unos huevazos y un pollón que no se los salta un galgo. Gloria piensa: “Lástima que Germán no esté aquí todavía”. Haciendo ver que no capta la impresión que ha causado, el operario pregunta profesional: “Bueno ¿qué es lo que hay que cambiar en esta casa?”. Gloria, aparentado serenidad, le pide que la siga hacia el salón. El otro le va mirando el culo henchido de deseo. “¡Qué revolcón tiene la tía!”, piensa. De momento se deja la camiseta y la gorra, seguro de que así queda resaltada mejor su virilidad. El trabajo que ha de hacer es simple, solo cambiar un aparato por otro, pero se toma su tiempo. Porque además, al estar sobre una estantería, necesita subirse a algo. Ayudado por Gloria, arrastra una mesa que parece sólida y la pone delante. Utiliza como escalón intermedio una silla y, ya sobre la mesa, baja el router a cambiar con todos los cables enganchados. Por su parte Gloria, como si de repente le hubiera entrado un interés loco por la informática, no se pierde ninguno de sus movimientos. Y como el hombre es consciente de ello, mientras manipula las clavijas, borda su exhibición bajando un pierna recta sobre la silla y doblando la otra sobre la mesa. Con ello realza aún más los atributos que le cuelgan libremente de la entrepierna. Entretanto Gloria se entrega a un debate interno. Sabe que el hombre está deseando meterle mano y ella también lo ansía. Pero sin estar Germán… Claro que, si llegara cuando ya están metidos en faena, como había dicho que volvía enseguida, no se va a tomar a mal un adelantamiento en la espera. Seguro además que se pondrá a cien enseguida en cuanto vea a aquel tiarrón en acción. El operario la saca de sus cavilaciones: “Esto ya casi está. Lo ajusto arriba y listo”. Pero añade insinuante: “¿Por qué no me traes mientras un vasito de agua fresca? Me lo he ganado”.

Gloria sabe que el momento decisivo ya ha llegado. Hasta se nota duros los pezones con la idea. Con manos temblorosas llena un vaso de la nevera y vuelve al salón. El operario no ha perdido el tiempo. Con rapidez ha bajado de la mesa, se ha quitado ya camiseta y gorra, y se ha despatarrado sobre el sofá. Así lo encuentra Gloria que avanza con el vaso. Él lo coge, da un buen trago y lo deja. Entonces dice: “Yo ya he hecho mi trabajo ¿No harás el tuyo?”. Aunque sabe que lo hará de todos modos, Gloria quiere quitarse un peso de la conciencia y suelta: “Lástima que mi marido no haya llegado todavía”. El hombre se sorprende: “¿Es que le van también los tíos?”. “No es eso”, explica Gloria, “Pero siempre le gusta ver cómo me folla otro hombre”. “Cosas más raras hay por ahí”, ironiza el otro, “Pero lo podemos hacer durar hasta que llegue y aún lo puede disfrutar… No tengo prisa”. Como Gloria vacila todavía, el otro la anima: “¡Anda! Trae aquí esas tetas, que me tienen loco desde que las vi”. Si incorpora para alcanzarlas y Gloria deja ya que se las palpe. “¡Cómo me gustan!”, exclama el hombre, que acerca la cara y se pone a chupar los pezones. Gloria suspira y va doblando las piernas hasta caer de rodillas ante el operario. Este capta su intención y separa las piernas para darle cabida: “Ya sé que te gusta mi polla. No has parado de mirarla ¡Juega con ella!”. Gloria le echa mano y nota cómo se va endureciendo. Tras unos frotes, atraída irresistiblemente por su contundencia, se pone a chuparla. Ni se detiene al oír que se abre la puerta.

Germán entra en la sala y mira estupefacto a Gloria arrodillada entre las piernas de un tipo con aspecto casi de facineroso. Pero este lo saluda cordial, bien retrepado con Gloria entre las piernas: “Tú debes ser el marido… Ya os he puesto el router y hacíamos tiempo mientras venías”. Germán lo encaja bien y replica irónico: “Muy bien empleado por lo que veo”. Gloria al fin suelta la polla del operario y se vuelve para mirar a Germán. Como la polla, tiesa y ensalivada, queda a la vista, Gloria la señala para explicarse: “¿Entiendes que no te haya podido esperar?”. Germán contempla ahora la polla y dice indulgente: “Puedo hacerme cargo… ¡Sigue, sigue!”. El operario, que ya ha asumido el rollo que se trae ese matrimonio, incita a Germán: “¡Venga! Ponte cómodo que aún queda lo mejor”. Germán pasa por el baño y enseguida vuelve ya en pelotas. Gloria ha reanudado la mamada, pero el operario se fija en Germán y suelta: “Qué pena que seas tan estricto como me han dicho. Porque con lo apetitosos que estáis los dos de buena gana haría doblete”. “Vosotros a lo vuestro”, elude Germán la sugerencia y procura no acercarse demasiado. El operario parece conformarse con la situación y suelta: “¡Venga, nena, ahora deja que te coma el chocho, que me has abierto las ganas”. Hay un cambio en el sofá y es Gloria quien se abre de piernas y el otro se agacha plantándole la cara sobre la entrepierna. No se arrodilla, como había hecho Gloria, sino que solo flexiona las rodillas y separa las piernas. Con lo cual el badajo se ve desde atrás bailando mientras le come el coño. Es lo que observa asombrado Germán, al que no dejan de excitarle las tragaderas que está demostrando su mujer con aquel hombre. Porque los lengüetazos que le está dando hacen que Gloria gima y grite de gusto. Le pilla por sorpresa que el operario se detenga un momento para mirarlo. Por lo visto mantiene su fijación con Germán. “¡Anda, si estás empalmado!”, exclama, “Pues podías meterme la mano por debajo y pajearme mientras sigo dándole gusto a tu mujer”. A Germán le da vértigo el meneo de aquel culo peludo con todo lo que le cuelga. Ya no le sorprende sin embargo que Gloria pida exaltada: “¡Fóllame ya!”. Con lo cual lo saca del apuro. La jodienda del operario es espectacular. Se incorpora, levanta las piernas de Gloria y las apoya en sus hombros. Así le clava el pollón y Gloria grita. Pero suena más a placer que a dolor. Aunque a Germán le dan sudores fríos al imaginar aquello dentro de su mujer. “¡Sí! ¿A que te gusta?”, exclama el operario que se pone a bombear. “¡Cómo la siento!¡Sigue, sigue!”, replica Gloria jadeando. Germán se la está meneando ya y, cuanto más arremete el otro a Gloria, más se excita. Hasta el punto de ver que no puede resistirse más. Y siente además un deseo irreflexivo de que el operario lo vea rendirse. Así que se pone frente a él y, al lado del sofá, va soltando chorros de leche. El otro suelta una risotada sin dejar de menearse: “¡Anda, si aguanto yo más!”. Pero la corrida del marido le ha dado morbo y ya le viene la descarga. Como no podía ser menos esta es aparatosa, prolongada y ruidosa. Sin embargo enseguida se pone de pie con la polla todavía tiesa y goteando. “¡Un buen polvo, sí señor!”, proclama. “Muerta me has dejado”, musita Gloria que se ha quedado inmóvil sobre el sofá. Germán va a su lado y le dice: “Parece que no te ha ido nada mal ¿eh? Yo también me he excitado mucho”. Gloria va recuperando el resuello: “Ya ves. Cuando menos te lo esperas…”. “Salta la liebre”, completa el operario, “Aunque aquí el que ha dado el salto del tigre he sido yo”. Ya va a recuperar su ropa y, una vez que está como llegó, se despide: “Mucho gusto ¡eh! Veréis cómo internet os va ahora como un rayo”.

==========================

Hacía un día muy agradable y Germán y Gloria deciden pasar la mañana en la playa y comer luego en un chiringuito que tiene unas tapas bastante buenas. Sin más equipo que unas gafas de sol, unas chanclas y una bolsa con un par de toallas, enseguida acceden a la zona de playa más cercana a su urbanización. No hay un exceso de gente y pueden disfrutar cómodamente de baños en el mar y ratos de tomar el sol. Les gusta aquella playa nudista y la naturalidad con que todo tipo de cuerpos se muestran con desinhibición. También se fijan en algunos tipos de hombres y mujeres, bromeando sobre lo que les gustaría hacer con ellos. Cuando van al chiringuito prefieren quedarse en la barra y así, con unas cervezas, ir pidiendo de las tapas que van sacando al mostrador y que más les apetecen. Están ya con las segundas cervezas y casi ahítos de tapas cuando entra en el chiringuito un personaje que les llama la atención. Es un tipo gordito de cerca de cuarenta años, de formas orondas en su completa desnudez. De piel muy clara tostada por el sol, con escaso vello dorado sobre todo en los brazos, unas tetas firmes se le desbordan sobre la pronunciada barriga. Bajo esta luce una polla regordeta y medio descapullada que resalta sobre unos huevos muy pegados a la entrepierna. Una gorrita y unas gafas redondeadas enmarcan un rostro ancho y agradable. Lo más curioso es que, además de una mochila abultada colgada a la espalda, lleva botas de marcha y un bastón de montañero. Desde luego resulta exótico en aquella playa. Se acerca a la barra y, tras dejar la mochila en el suelo, pide una botella grande de agua. El barman, que lo debe conocer, le dice jovial: “¿Qué? Otra de tus marchas para soltar quilos ¿no?”. “He estado de acampada por las montañas de aquí detrás y me he dado un buen tute… Pero ya ves de qué poco me sirve”, contesta palmeándose la barriga. Enseguida se pone a beber con ansia de la botella.

Gloria comenta a Germán: “¿Has visto qué gordito tan mono?”. “¿Te gusta?”, pregunta Germán extrañado. Gloria replica: “Después de los tíos tan fuertotes que me han pasado por la piedra últimamente, no estaría mal dejarse querer por alguien tan tierno como ese”. Germán, complaciente, sugiere: “Probemos a ver si le caes en gracia”. Toma la iniciativa y se acerca al gordito: “¡Hola! Perdona, pero te hemos oído y resulta que mi mujer es muy aficionada al montañismo… No esperábamos que hubiera alguien como tú aquí”. El gordito, que había entrado sofocado sin fijarse en quiénes estaban en el chiringuito, casi se atraganta. Primero mira a Germán, que le sonreía cordialmente. Pero enseguida alarga la visión hacia Gloría que, de frente a él, se le muestra en toda su exuberancia. Ella se le acerca entonces y le planta por las buenas un par de besos, tras lo cual dice: “Sí, le he comentado a mi marido que me parecías muy interesante”. Al gordito se le suben los colores y logra farfullar: “Debo parecer un bicho raro con todo este equipo aquí”. “¡Qué va!”, lo ataja Gloria, “Si tienes muy buen aspecto tal como estás”. Germán interviene para suavizar la directa que está poniendo Gloria: “Nosotros hemos acabado de comer… ¿Qué harás tú ahora?”. El gordito, abrumado por tantas atenciones, explica: “En la playa hace demasiado calor a esta hora y debería irme de vuelta… Pero ya no a pie, claro. Lo malo es que todavía falta bastante para que pase el autobús”. Se lo ha puesto a huevo a Germán, que le propone: “¿Por qué no nos acompañas a nuestra urbanización? Estaremos más frescos en la piscina de allí… A mi mujer le encantará”. Gloria remacha: “Me gustará que nos conozcamos mejor”. “Si no es molestia…”, accede el gordito. Al hacer las presentaciones dice que lo llamen Toni y, como empieza a hablarles de usted, le exigen que los tutee: “Por favor, no somos tan mayores”. Toni se carga su mochila y Gloria, pegándose a su lado, le pregunta vaguedades sobre sus experiencias de montañista. Mientras Germán, detrás de ellos, encarna su papel de marido complaciente. Está acostumbrado y le gusta mirar el culo de su mujer, pero el de Toni, tan redondito y sonrosado, le produce una casi imperceptible turbación.

Toni queda admirado de la hermosa piscina. Germán y Gloria se dan una ducha rápida y entran ya en la piscina en espera de Toni, que ha de quitarse las botas y opta por una ducha más a fondo después de la caminata. Mientras lo observan, Gloria deja claro lo bien que le cae: “No me digas que no es una ricura”. “Tiene su gracia”, reconoce Germán, “Pero igual se asusta cuando se dé cuenta de lo que pretendemos. Parece muy cándido”. “Los mosquitas muertas a veces dan sorpresas”, replica Gloria. “Tú sí que entiendes de hombres”, ríe Germán. Ya limpio, Toni baja sonriente los escalones de la piscina y se acerca a ellos. Exclama inocentón: “¡Oh, qué gusto! Sois muy amables”. Gloria lanza la primera flecha: “Es que me gustas mucho”. Se le arrima más de lo correcto rozándolo con las tetas. Toni, subidos de nuevo los colores, replica desconcertado: “Tú a mí también. Pero…”. Ha mirado de reojo a Germán que los observa al lado y, dándose por aludido, aclara: “Ya he notado cómo os gustáis y me parece muy bien”. Como si con eso suavizara la cosa, Toni reconoce: “Tú también me gustas”. Gloria evita que Germán dé más explicaciones y avanza: “Podíamos pasar un buen rato en nuestro bungalow…”. “¿Los tres?”, pregunta Toni, como si eso lo tranquilizara. “¡Claro! Me gustará veros”, precisa más Germán.

Ya en el bungalow, a donde Toni ha arrastrado su equipo de montañero, este se sincera: “Vosotros diréis… Soy un poco torpe para estas cosas. Sobre todo con mujeres de bandera como tú. No se suelen fijar en mí”. “Pero te gustamos ¿no? Porque yo sí que me he fijado en ti”, replica Gloria. “¡Pues claro! Pero con esta pinta no he tenido muchas oportunidades”. “No serás virgen ¿verdad?”, pregunta entonces Germán. “Bueno, según se mire”, contesta Toni, “Porque por detrás me la ha metido algún hombre. Parece que mi culo sí que les resulta atractivo... Y no digo que me disguste”. Pero Gloria, que al fin y al cabo era quien le había echado el ojo, fue a lo suyo: “Conmigo puedes desquitarte. Esa pinta tuya que dices a mí me encanta”. Tiene el morbo añadido de desvirgar al gordito. “¡¿Sí?!”, pregunta Toni incrédulo. “Vamos a la cama y lo comprobarás”, le dice Gloria con una sonrisa seductora. Germán llega a pensar con un punto de orgullo: “Es toda una profesional, por no llamarla de otra forma”. Gloria está convencida de que, si adopta una actitud de entrega pasiva, el gordito no va a saber qué hacer. Así que, una vez en el dormitorio, empieza por abrazarlo. Sus tetas se aplastan sobre las de él, casi tan gordas y que le quedan un poco más bajas. De momento Toni titubea, pero acaba ciñéndola con sus brazos. Luego Gloria le ofrece los labios, que Toni besa con torpeza. Pero ella hurga con la lengua y sorbe la suya. Toni las enreda con sordos gemidos y mira de soslayo a Germán, que los contempla satisfecho.

Gloria ha ido arrinconando a Toni hasta el borde de la cama y le incita: “¡Anda, échate!”. Toni se tumba bocarriba en una actitud de rendición, aunque su polla regordeta ya acusa el efecto de los achuchones de Gloria. Esta entonces se mete entre sus piernas y se pone a chupársela. Toni suspira y pone los brazos en cruz. Pero, cuando Gloria intensifica la mamada, empieza a pellizcarse los pezones. Germán se ha subido a la cama junto a ellos y, sentado sobre los talones, se la va meneando. Entiende mejor la atracción que ha sentido Gloria por aquel cuerpo tan tierno al tiempo que viril. Al verlo, Toni tiende una mano hacia él. Germán se la coge y, comprendiendo la intención del gesto de Toni, no duda en llevar la mano de este a su sexo. Toni le va palpando la polla y los huevos mirando hacia ellos e incrementa los suspiros mientras Gloria no ceja en las chupadas. Pero esta no va a querer que el desvirgue de Toni acabe ahí y se propone que sea completo. Aparta la cara de la polla, que aparece bien tiesa y descapullada. Es corta, pero ha crecido en anchura. Gloria trepa con las rodillas a los lados de cuerpo de Toni hasta quedar erguida sobre la entrepierna de este. Guía la polla con una mano y acierta a metérsela. Aprieta clavándosela a fondo y Toni lanza un gemido. Ya ha soltado a Germán y crispa las manos en las sábanas. Gloria se inclina levemente hacia delante y empieza a dar saltitos. Toni tiene ahora ante él las tetas de Gloria agitadas con sus meneos. Pero ocurre algo no previsto, aunque previsible. Antes de que Gloria pueda llegar a algún clímax, Toni se agita y gime. Resulta que, falto de control, se ha corrido prematuramente. Al pobre Toni el placer sentido se le amarga por lo que le parece un fracaso. Cuando Gloria lo descabalga se queda lloriqueando con la polla goteándole: “¡Qué torpe he sido! Te he dejado a medias sin que pudieras disfrutar”. “¿Cómo que no he disfrutado?”, lo ataja Gloria, “Me he puesto cachonda chupándotela y luego teniéndote dentro hasta que te has corrido”. Germán quiere consolarlo también y se señala la polla tiesa: “Y mira cómo me he empalmado viéndoos”. Entonces Toni empieza a demostrar que sabe más de lo que parece: “Pero ninguno de los dos os habéis corrido... Y no vayáis a decir que eso es lo de menos para que me conforme”. Como ni a Gloria ni a Germán se les ocurre qué más decir, Toni se yergue sobre las rodillas y suelta: “Todavía puedo hacer que disfrutéis más de mí... Hay dos cosas que haría muy a gusto con los dos. Le puedo comer el coño a Gloria, que la lengua la manejo mejor que la polla. Y mientras tanto tú, Germán, podías darme por el culo. Así los dos os correríais conmigo y todos felices”. Esta mezcla de candidez y perversión deja perplejos a los interpelados. Germán es el primero en reaccionar: “Es que yo eso no lo he hecho nunca...”. Pero Gloria, a quien le ha dado morbo la oferta y que además se siente responsable de la frustración del gordito, es terminante con Germán: “O los dos o ninguno... Ya la metiste en la boca de otro tío y no se acabó el mundo. Metiéndosela a Toni, que es tan generoso y tierno, seguro que va a ser un placer nuevo para ti. Y eso no te va a hacer menos hombre”. Abrumado por la filípica de Gloria, Germán evoca la sensación que había tenido al mirar el culo de Toni cuando todavía no podía imaginar la oferta que ahora le ha hecho. Entre una cosa y otra quiere convencerse de que no pierde nada con probarlo. Decidido ya, le dice a Gloria: “¡Vale! Que empiece contigo y yo me iré preparando por detrás”. “Así me gusta”, lo anima Gloria, “No nos vayas a fallar”. Es ahora ella quien se echa en la cama ofreciéndose con las piernas abiertas. Toni se arrodilla entre ellas y, cuidando de no apretar demasiado las suyas, se inclina hacia delante hasta alcanzar con la boca el coño de Gloria. Germán puede ver ahora el cuerpo de Toni hecho una bola tersa y sonrosada, con las nalgas de un suave vello dorado que apenas sombrea la raja. Toni ha empezado a trabajar a Gloria con lametones y chupadas, y no debe ser nada torpe en esto porque ella no tarda en gemir acariciándole la monda cabeza. El goce de Gloria entona a Germán, que cada vez encuentra más apetecible lo que está a punto de hacer. Su propio cuerpo se lo está confirmando ya que está alcanzando una fuerte erección. Va arrastrándose de rodillas hasta topar con los muslos el culo de Toni. Nota que este, todo y lo atareado que está con Gloria, lo tensa y relaja suavemente en un gesto incitador. Germán, que él mismo se admira de lo dura que se le ha puesto la polla, tantea con cierto miedo por terreno desconocido y va apretando para acertar dónde introducirse. De pronto nota que le resbala la polla como cuchillo que se hunde en mantequilla y se encuentra atrapado en la calidez del culo de Toni. Este emite un suspiro, pero no altera el trabajo de su lengua. Más bien lo intensifica haciendo que Gloria gima aún más. La excitación de esta crece además al ver a su hombre volcado sobre Toni. Germán ya sabe lo que sigue y, sujetado a las anchas caderas del gordito, bombea a un ritmo creciente ¡Y cómo le está gustando! El calor que va sintiendo en la polla le está subiendo hasta hacer que su corazón acelere sus latidos y su cabeza se vea envuelta en un vértigo. Los gritos cada vez más orgásmicos de Gloria le dan la puntilla y nota ya que la leche se le está escapando impetuosamente. Le tiembla todo el cuerpo y Toni lo percibe y va deteniendo las succiones a Gloria, que tiene ya una respiración acompasada. Cuando a Germán se le escurre la polla hacia fuera, Toni voltea sus redondas carnes y alcanza a lamer el goteo. Con media cara humedecida por los flujos de Gloria y rastros de la leche de Germán, sentado como un buda en medio de los dos, los mira lleno de satisfacción: “¿Veis como ahora sí que os he dejado a gusto? Me he podido sacar la espinita de mi fracaso de antes”. Gloria reacciona: “De fracasado nada. Si te las sabes todas”. Toni replica con falsa modestia: “Menos follar, lo demás se me da bastante bien”. Germán acaba reconociendo: “Pues yo no me esperaba que meterla en un culo gordo me iba a calentar tanto”. Toni acaba riendo: “Lo tengo muy tragón”.