miércoles, 18 de septiembre de 2019

Deseos que se cumplen - 2


Nada más regresar a su ciudad Ramón y Raúl, éste ya me envió un mensaje. Había disfrutado como loco con Javier y hasta le había sabido a poco. Estaba deseando que se volviera a repetir. También Ramón se lo había pasado en grande y confirmaba que mis mamadas eran insuperables. Si bien yo estaba dispuesto a acudir a la sauna cada vez que ellos anunciaran que vendrían, no le podía asegurar a Raúl cuándo volvería a coincidir con Javier. Pero surgió algo que podría dar resultado. Javier tenía que asistir el viernes a una cena  en un hotel cerca de mi casa y, como de costumbre, se quedaría a dormir conmigo. Como precisamente ese sábado la pareja contaba con venir para su expansión en la sauna, tras informarles de que pasaría la noche con Javier, les hice la propuesta de que adelantaran el viaje al viernes por la tarde. “En mi casa también hay sitio para vosotros, con toda confianza. Y el sábado podéis seguir con vuestro plan… si os quedan ganas”. A Raúl le pilló por sorpresa. “No lo teníamos previsto… He de hablarlo con Ramón”. Pero añadí para agrandar el cebo: “Si venís, seguramente Javier pasará de la cena y estaremos esperándoos”. No tardó mucho Raúl en volver a chatear. “A Ramón le parece bien. Podríamos estar ahí sobre las nueve… si no es una molestia”. “Ninguna. Os recibiremos encantados”. Tras darle la dirección y explicarle dónde podrían aparcar, el asunto quedó zanjado.

Informé del plan a Javier, que comentó burlón: “Así que quieres que Raúl me vuelva a dar por el culo ¿eh?”. “Bien que lo disfrutaste”, repliqué, “Igual podrías hacérselo tú a él, que tiene un culito joven y prieto”. “Si se deja…”. No lo descartó Javier. En cuanto a su cena, quedó claro que se la saltaría. “No los voy a hacer esperar ¿no?”, resolvió decidido. Así pues, ese viernes Javier vino a mi casa un buen rato antes de las nueve, hora prevista de llegada de la pareja. Para estar preparado se dio una ducha y luego se puso a rebuscar entre sus variados eslips y tangas sexys. “Al gordito le gusta también lucir cosas así ¿no? Pues no voy a ser menos”. Escogió la última adquisición: un eslip, por llamarlo de alguna manera, blanco y semitransparente, que se ata a los lados con lacitos. Es tan mínimo que, por delante, apenas le recoge el paquete y deja al aire el pelambre del pubis, y por detrás, solo alcanza a cubrir la mitad de la raja. Muy adecuado para una recepción de impacto. Yo, más discreto, opté por unos bóxers de tela estampada. ¿Nos sorprendería también el ‘gordi’ con uno de sus modelitos?

Sonó el interfono y me dispuse a abrir la puerta. Ambos con pantalones cortos y camisas de cuadros sonreían algo cohibidos. No les sorprendió verme con los bóxers, pues sabían de sobra de qué iba el asunto. Con un par de besos a cada uno, dije: “Sois puntuales… ¡Pasad, pasad! Y estaremos todos”. En la sala aguardaba Javier de pie con su atuendo provocador. Avanzó hacia ellos y les estampó unos besos cariñosos. “Al saber que veníais he cambiado de planes para estar con vosotros”, dijo sonriente. Miraban el modelito de Javier y Raúl le comentó a Ramón: “Tendré que comprarte algo así”. “Queda muy bien”, replicó Ramón lacónico. “Y se quita muy rápido”, glosó Javier. Pero la pareja se mostró indecisa y Raúl dejó caer: “Si vamos a ponernos cómodos también, nos vendría bien ducharnos… En el coche hemos pasado mucho calor”. “¡Faltaría más!”, dije, “Os enseño el baño”. Me siguieron sin olvidar Raúl llevar consigo la bolsa que traía. Al ver la ducha, Ramón exclamó: “¡Qué grande! Ahí cabemos los dos”. Tras entregarles unas toallas, respeté su intimidad y volví a la sala. Javier había sacado ya unas cervezas. “Es lo que bebían en la sauna ¿no?”. “¡Qué atento!”, bromeé, y añadí: “Raúl te va a dejar como nuevo”. “Y a ti el gordo ¡No te jode!”, replicó.
 
Cuando oí que la pareja salía del baño, sentí curiosidad por ver cómo aparecerían. Raúl se había limitado a ceñirse una toalla a la cintura, pero Ramón daba la nota con una provocación no menor que la de Javier. Llevaba un eslip de un blanco aún más transparente que el de Javier, con delgados ribetes azules. Por delante la cazuelita que recogía el sexo dejaba traslucir la polla y, por detrás, quedaba cubierto el culo pero la nitidez del tejido estirado mostraba la raja. Javier rio al verlo. “¡Vaya! Una dura competencia”. “Y también de barrigas”, añadí yo. Vino bien echar mano de las cervezas para no precipitar la situación y, de forma espontánea, nos fuimos acomodando todavía por parejas. Mientras Ramón se sentaba en una butaca y Raúl lo hacía en un brazo de ésta, Javier y yo ocupamos el sofá. Había cruces de miradas. Raúl clavaba la vista en el abierto de piernas Javier, cuyo muslo le iba acariciando. Pero yo contemplaba también al gordito Ramón, al que Raúl le pasaba un brazo por los hombros. Representábamos todo un ofrecimiento de próximo intercambio. Javier, el más dicharachero, entró a rememorar el encuentro en la sauna. “Lo pasamos bien aquel día ¿eh?”. “Tenía yo ganas de conocerte, le dijo Raúl, “Y cómo provocabas…”. “En la sauna pierde la vergüenza”, anoté yo, añadiendo: “Ramón tampoco se queda corto”. El aludido replicó: “Con lo poco que vamos aprovecho el tiempo… A mí ya me conocías”. “Pues hoy lo vamos a aprovechar todos”, sentenció Javier.

Dicho y hecho, Javier se puso de pie y se plantó ante Ramón y Raúl. “¿Alguien quiere soltarme los lacitos?”. No uno sino los dos llevaron una mano a cada lado y tirando a la vez desmontaron el eslip, que resbaló por los muslos. “La tienes gorda”, comentó Ramón, que se la veía de cerca por primera vez. “Más que lo puede estar si quieres”, dijo Javier provocador. Ramón no tuvo empacho de ponerse a sobársela. Raúl, al ver que le habían tomado la delantera, se levantó y atacó a Javier por arriba. Le buscó la boca con la suya y se unieron en un buen morreo. Pero a la vez le iba palpando y estrujando las tetas. Javier se tomó un respiro para exclamar: “¡Entre los dos me mataréis!”. Me empecé a escamar por lo encantado que parecía Ramón con lo dura que se le ponía en la mano la polla de Javier. A ver si me los iba a acaparar a los dos… Pero Raúl, al que no se le escapaban las dimensiones que había alcanzado la polla, se agachó para remplazar con su boca la mano de Ramón.

Ya me puse en acción y orillé a los otros para abalanzarme sobre Ramón que seguía sentado. Lo que más a mano tenía era su cara y me lancé a besarlo. Enseguida correspondió abriendo los labios y enganchando su lengua con la mía. Le acariciaba el vello de pecho y barriga, y le dije: “Te voy a comer por ahí abajo”. Se esponjó abierto de piernas. ¡Oh, sí!”. Me agaché ante él y el sutil tejido del eslip dejaba que se transparentara la polla. Lo sorprendí al sorberla con tela y todo. “¡Uh, qué morbo!”, exclamó. Y lo cierto es que la peculiar mamada también me excitó. Sin embargo de pronto Ramón se levantó y pidió: “¡Quítamelo!”. Lo hice con gran deleite y volvió a sentarse para que se la siguiera chupando. Javier, al que las chupadas de Raúl estaban llevando al límite, soltó divertido: “¡Vaya par de mamones!”. Pero liberando su polla de la boca de Raúl Javier anunció: “Me voy a la cama. Que me siga el que quiera”.

Desde luego los tres fuimos detrás de Javier, que nada más entrar se tumbó en la cama bocarriba y bien despatarrado con la polla tiesa. A partir de ese momento empezaron a suceder cosas que escapaban a mis previsiones. Ramón riendo le dijo a Raúl: “Mira, está como en la sauna”. Se refería sin duda al numerito de Javier en la sala de vídeo. Pero asimismo quedó claro que la polla de Javier tenía encantado a Ramón, que trepó a la cama y no solo la agarró de nuevo sino que se la metió en la boca. “¿También tú?”, dijo Javier dejándose hacer. No le pasó por alto lo descolocado que pareció quedar Raúl y, con un gesto de la mano, lo reclamó a su lado. “¡Ven aquí!”. Al arrimarse Raúl, Javier giró la cara para alcanzarle la polla. “La tienes muy rica ¿Me la meterás después?”. De momento se puso a chupársela, mientras Ramón, a cuatro patas, se afanaba con la de Javier. Mi opción fue entonces pasarme detrás de Ramón y ocuparme de su culo. Sobé sus redondeces suavemente velludas y me animé a darle lametones y chupadas por la raja. Al meter la mano entre sus muslos encontré la polla completamente mojada.

Aún más inesperado fue que Ramón, deteniendo la mamada para no gastar las energías de Javier, se alzara con el rostro congestionado para pedirle: “¿Me la querrás meter?”. Javier entonces, a tope de excitación, declaró: “¡Os follaré a los dos!”. Yo sabía que le tenía ganas al culo juvenil de Raúl, pero que estuviera dispuesto a dar el mismo trato al gordo y velludo de Ramón solo se entendía como fruto de un calenturiento arrebato de ir a por todas. Por eso, cuando Ramón, tomando otra vez la delantera, se tendió bocabajo, Javier no dudó en arrodillarse detrás. Como yo había dejado bien ensalivada la raja de Ramón, quien también se lo había hecho a la polla de Javier, éste no tuvo más que dejarse caer para clavarse limpiamente. “¡Oh, qué gorda!”, clamó Ramón. “Tú lo has querido”, dijo Javier encajándose a fondo, “¡Qué calor más bueno!”. Los meneos que inició arrancaban berridos a Ramón, que hicieron de reclamo para que Raúl se colocara a cuatro patas a su lado. Entonces Javier, sin insistir con Ramón, hizo el cambio de culo. Más manejable Raúl, y tal vez más estrecho, Javier se asió a sus caderas para afinar la entrada. Apretó las nalgas  y empujó hasta que la barriga le quedó sobre el coxis de Raúl, que acusó el impacto con un gemido. “¡Qué ganas tenía también!”, declaró Javier afianzándose para el bombeo. “¡Y yo!”, lloriqueó Raúl. Javier, ya recalentado en el culo de Ramón, puso todo su entusiasmo en el disfrute del de Raúl. “¡Qué gusto me da!”. “¡Sí, dame, dame!”, lo alentaba Raúl. A todo esto Ramón se había puesto bocarriba y, contemplando esta segunda follada, empezó a meneársela. Fue la mía para meter baza y lanzarme a chuparle la polla. Javier, a tope de excitación, avisaba: ¡Me está viniendo! ¿La quieres?”. “¡Sí, sí, lléname!”, pedía Raúl. Ante lo cual Ramón me sujetó la cabeza no lo fuera a soltar. Javier resopló descargándose y mi boca se fue llenando de la leche de Ramón.

“¡Wof, qué pasada!”, se oyó la voz de Javier, que hubo de hacerse un hueco entre Ramón y Raúl para dejarse caer derrengado en la cama. “Ha estado muy bien”, sentenció Ramón que había gozado por detrás y por delante. “¡Cómo me ha gustado tenerte dentro!”, le dijo Raúl a Javier acariciándolo. “Los dos lo hemos tenido”, puntualizó Ramón. “¡Vaya culos más tragones!”, rio Javier. Yo también me recuperaba de la mamada a Ramón. Pero más lúcido que los demás sugerí que nos tomáramos un receso y, si tanto folleteo les había abierto el apetito, picar algo que encontraran en la cocina.

Aunque lo mío no es tener una despensa bien surtida, Javier y Ramón se apañaron para preparar pan con tomate y jamón, una tabla de quesos y algunos encurtidos. Tampoco faltó vino tinto. Raúl y yo los dejábamos hacer y era para ver a los dos gordos en pelotas esmerándose en disponerlo todo. Hasta el punto que Raúl, embelesado, me comentó: “Qué buenos están los dos ¿verdad?”. No pude menos que asentir. Dimos cuenta con ganas de todo lo preparado y las dos botellas de vino que llegamos a apurar contribuyeron a caldear el ambiente. “No sé vosotros, pero esto me deja como nuevo”, alardeó Javier. “A mí todavía me escuece el culo”, reconoció Ramón, “¡Vaya polla que te gastas!”. “Yo solo la había probado con la boca, pero en el culo no me lo esperaba… Y me ha encantado”, dijo Raúl. “Ha sido Ramón el que me ha provocado y no os iba a dejar con las ganas”, bromeó Javier. “Es que mi chico es muy completito. Le da a todo”, intervine dándole un cariñoso achuchón. Lo cual dio pie para que Javier le soltara a Raúl: “Por cierto, recuerda que me has de hacer un trabajito y esta noche aún estoy virgen por detrás”. “No se me olvida, no”, replicó Raúl, “Me estoy reservando para ti. Así que cuando quieras”. Javier hizo entonces una provocación de las suyas y, poniéndose de pie, se apoyó con los codos en la encimera y meneó el culo en pompa. “Mira cómo se muere de ganas”. Pero Ramón intervino: “¡Yep! No corráis tanto que tengo una idea”. Quedamos pendientes y expuso: “Esas fotos en que estás atado en la cama tienen mucho morbo ¿No sería una buena forma de darte por el culo?”. Javier hizo un remilgo teatrero. “¡Uy! ¿Queréis torturarme?”. Entonces acogí la sugerencia. “¡Venga, pues no te va a gustar ni nada! Y entre los tres te dejamos listo en un santiamén”. Enseguida fui a buscar el material y, cuando volví a la cocina para decir que ya tenía todo, Javier estaba arrimado entre las piernas de Raúl, que seguía sentado, provocándolo. “¿Me querrás follar atado? Me pongo caliente solo de pensarlo”. “¡Ya te estás empalmando, so vicioso!”, le solté, “Vamos a prepararlo”. Había traído muñequeras y tobilleras, que entre los tres le fuimos ajustando. Javier se dejaba hacer dócilmente. Pasé una cuerda por las argollas de las muñequeras, que quedaron unidas a la espalda. “Así que vais a abusar de mí ¿eh?”, soltó Javier melodramático, aunque la polla se le estaba poniendo dura.

Lo echamos bocabajo en la cama y dejarlo inmovilizado fue rápido. Entre los tres atamos bien tensadas las cuerdas de muñequeras y tobilleras a las patas de la cama con brazos y piernas en aspa. Javier enseguida se puso a menar el culo provocando. “¡Qué cachondo estoy!”. Le metí una mano entre los muslos y palpé la polla. “Sí que la tiene dura, sí ¡Tocad, tocad!”, incité. Raúl ya tenía bastante con meneársela preparándose para el ataque. Pero Ramón se apuntó al juego. Con más energía que yo hurgó por los bajos de Javier. “Dura, dura”, confirmo. “Si la tengo aplastada… Me vais a hacer correr”, lloriqueó Javier. Eché más leña al fuego y dije a Ramón: “Dale unos tortazos para que se calme”. Ramón no dudó en ponerse a dar palmadas en las nalgas de Javier, que sin embargo soltaba: “¡Uy, cómo me castigas! Estoy echando fuego”. Entonces ofrecí a Ramón un sobrecito de lubricante. “¿Quieres prepararlo para que le entre bien tu chico?”. Encantado con el ofrecimiento, Ramón rompió el sobre y lo fue vaciando por la raja de Javier. Aún más, empezó a meterle los dedos por el ojete. “¡Jo, qué abierto estás!”. “¡Sí! Está deseando una polla”, reclamó Javier.

Raúl, ya en plena forma, se arrodilló entre las piernas abiertas de Javier y contempló impresionado lo que se le ofrecía. “¡Cómo me pone verte así! Esto tiene más morbo que en la sauna”. Pero antes Ramón, al que sin duda le excitaba lo que se disponía a hacer su chico, le frotó la polla con el lubricante sobrante. Javier insistió. “¡Venga, métela ya!”. Raúl se dejó caer y la polla le resbaló por la raja hasta dar con el ojete, en el que entró al completo de un solo impulso. “¡Ah, qué buena! ¡Sigue ahí!”, exclamó Javier. “¡Um, qué bien se está aquí adentro!”, añadió Raúl encajándose. Empezó a moverse. “¡Cómo me gusta tu culo!”. “¡Todo tuyo! ¡Destrózame!”, replicó Javier. Ya fue un continuo de embestidas, con Raúl sofocado y Javier alentando. “¡Sí, sí, no pares!”. Ramón y yo, a cada lado de la cama, nos excitábamos como si presenciáramos un combate de lucha libre, con Javier inmovilizado y Raúl dándole caña agarrándole de las caderas. De pronto Javier pidió: “Metedme algo debajo para que me entre más”. Eché mano a un almohadón y empujé para que le levantara la barriga, todo lo que permitía la tensión de las ataduras. Con el gordo culo alzado efectivamente Raúl pudo incorporarse más y bombear con mayor precisión. “¡Así te siento aún más adentro! ¡Folla, folla!”, se exaltaba Javier. “No sé si podré aguantar mucho más”, casi se disculpó Raúl. “Cuando estés, dámela toda”, pidió Javier. Raúl hizo lo posible por resistir, pero ya no tardó en aflojar las embestidas, al tiempo que sus resoplidos iban in crescendo. Cuando al fin se detuvo, Javier suspiró: “Me has llenado ¡qué bien!”. “¡Vaya que sí! ¡Qué polvazo!”, musitó Raúl saliendo del culo. Pero claro, Javier no pudo moverse de como estaba. No obstante proclamó: “¡Ah, qué a gusto me he quedado!”.

Lo que fuera a pasar con Javier a continuación quedó en las manos de Ramón y mías. Pese a que Javier, una vez bien follado, ansiaba la liberación de las ataduras, pidió con cierta desconfianza: “Ya me podéis soltar ¿no?”. Pero lo que hicimos de momento fue deshacer los nudos de las patas de la cama. Cuando Javier se fue volviendo bocarriba y relajaba las extremidades, no tuvimos más que intercambiar los cabos de las cuerdas y tensarlas de nuevo en torno a las patas. Javier protestó: “¡Joder, con las ganas que tengo de meneármela!”. Lo cual es el colofón indispensable para él después de una enculada. Los esfuerzos para alcanzarse con una mano la polla, todavía flácida por el aplastamiento que había sufrido, eran inútiles. “¡Quiero correrme!”, gimoteó. Ramón, que demostraba una vez más su querencia por la polla de Javier, soltó: “Eso tiene arreglo”. Dispuesto a hacer recuperar al miembro todo su esplendor, se acomodó entre las piernas abiertas de Javier y se aplicó a un juego de lo más perverso, para exasperación de Javier. Sin usar todavía las manos, introducía la lengua sobre los huevos y levantaba con ella el capullo, que sorbía de sopetón. Chupaba un poco, soltaba la polla e iba lamiendo por los contornos. Javier se debatía y gemía, pero lo que se metía Ramón en la boca ganaba dureza rápidamente. ¡Qué caliente me ponía ver al gordito agazapado entre los muslos de Javier y con el culo en pompa! Así que le di la primacía en sus maniobras de calentamiento. “¡Necesito correrme!”, suplicó Javier exaltado. Entonces Ramón cambió de táctica. Se enderezó sobre las rodillas y sustituyó la boca por las manos. Con lo ensalivada que estaba la polla, el frote al que la sometió Ramón era fluido. Pero éste, al contrario de Javier, no tenía prisa. Porque tras unas enérgicas refriegas, paraba en seco y, con la polla agarrada con una mano, iba restregando la palma de la otra por el capullo. “¡Cabronazo, que me matas!”, se retorcía Javier. Pero yo sabía de sobra que estas ‘crueldades’ lo excitaban sobremanera. Por eso hice mi contribución y me volqué sobre su torso para ir mordisqueándole las tetas. También le arrimaba mi polla a una de las manos atadas y la agarraba con desespero. Las dilaciones de Ramón no impidieron sin embargo que Javier estallara al fin. Con un reiterado y lastimero “¡Ah, ah, ah!”, empezó a derramar leche sobre los dedos de Ramón, que fue suavizando la frotación hasta soltar la polla tiesa. Ésta, liberada ya, osciló con un burbujeo residual. “¡Qué fuerte!”, clamó Javier con voz entrecortada y dejó de batallar con las ataduras.

Cuando desatamos las cuerdas, Javier, con la respiración agitada, flexionaba codos y rodillas mientras que le quitábamos también muñequeras y tobilleras. Tras unos instantes de relajado estiramiento, Javier fue levantándose con dificultad hasta sentarse en el borde de la cama. Se puso de pie y anunció: “Voy al baño”. Y en la habitación quedamos los tres: Raúl que, después de follarse a Javier, había presenciado lo que vino a continuación recuperándose en una butaca; recuperación que parecía plena a juzgar por la erección que le había provocado la  agitada masturbación hecha por su hombre. Ramón que, todavía de rodillas en la cama, se regodeaba de su crapulosa actuación y cuya polla mojada denotaba la calentura acumulada. Y yo, no menos excitado, que aproveché el vacío dejado en la cama por Javier y me arrastré bocarriba hasta poner mi cara bajo la polla de Ramón. Éste facilitó encantado que me la metiera en la boca y a su vez se volcó sobre mí para atrapar también mi polla con sus labios. Ambos mamábamos con ansia y, aunque mi visión quedaba bastante limitada, por la forma en que empezó a zarandearse el cuerpo de Ramón, percibí que Raúl se nos había unido para empitonar el culo vacante. De forma continuada, creo que primero me corrí yo, luego tragué la leche de Ramón y los resoplidos de Raúl indicaron que también se había descargado. Todo sin que ni una gota de leche cayera al exterior. A todo esto Javier, que entretanto había vuelto, nos contempló divertido y comento socarrón: “¡Vaya tres!...Y yo cuatro”.

Fuimos pasando por el baño y a Javier, que nos había precedido, se le ocurrió descorchar una botella de cava. Había llenado las copas y, cuando nos juntamos, brindamos muy contentos todos. Pero el vértigo de lo ocurrido aquella noche no evitó que concluyéramos que era hora de pensar en dormir. Aparte de la habitación con la cama en que habíamos estado retozando, tenía otra con una cama no tan grande pero suficiente para dos personas. En una situación normal se habría asignado esta última para la pareja invitada. Pero la normalidad no era la regla esa noche y Javier propuso hacer un sorteo. Recurrimos a las pajitas de distintos tamaños y los dos que sacaran las más largas irían a la cama grande y los de las más pequeñas, a la otra. Aunque al parecer no hubo ningún amaño, correspondió la primera a Javier y Raúl, y la segunda a Ramón y yo. Así que, cada oveja con su pareja de la suerte, fuimos a acostarnos para un merecido descanso.

La verdad es que me gustó mucho que me tocara Ramón para poder dormir abrazado a sus redondeces de vello suave. Él cayó enseguida en un sueño profundo y yo me fui adormilando mientras lo acariciaba. Cuando ya se hizo de día, me despertaron unos ruidos inconfundibles para mí. Eran los bufidos y exabruptos que Javier profiere cuando le están dando por el culo. No dudé de que Raúl le estaría suministrando una ración de propina.

Entre duchas y una mínima puesta en orden, llegó la hora en que Ramón y Raúl tenían que volver a casa. Por sus cambalaches con los turnos de trabajo habían sustituido el sábado por el viernes, renunciando así a su esparcimiento sabatino en la sauna. “Ha valido la pena y de todos modos hoy poco íbamos a hacer allí… Estamos saturados”, comentó Raúl. Ramón y yo decidimos acompañarlos hasta donde tenían el coche y, de paso, desayunar juntos en un bar cercano. No se habló mucho, aunque flotaba en el ambiente que a cada cual le bailaba por la mente la remembranza de noche tan bien aprovechada. Cuando los despedimos, bromeé con Javier: “No querrás que volvamos a casa para que te folle ¿verdad?”. “¡Uf! Por hoy mejor que no”, resopló socarrón.