domingo, 26 de febrero de 2023

Nuestros amigos franceses

Muchas son las vivencias que, a lo largo de los años, he compartido con mi amigo Javier, tantas veces protagonista de mis relatos. Me suelen surgir recuerdos de las amistades comunes que hemos ido haciendo. Unas que perduran y otras extraviadas en la distancia. En todos esos recuerdos Javier suele destacar con su extrovertida forma de relacionarse con los demás.

Yo había ligado por el chat con Jacques, un francés gordote, y simpatizamos enseguida. Resultó que venía para visitar a unos amigos y quedamos en que, para conocernos, pasaría unos días en mi casa. Nos gustamos en persona y resultó ser muy apasionado, aunque un poco torpón en la cama. Le había hablado bastante de Javier, robusto y muy salido, con el que, hacía ya algún tiempo, tenía una relación intensa, aunque abierta. Aprovechando la visita de Jacques, quise que conociera también a Javier. Cuando este vino a mi casa, se cayeron muy bien y el francés quedó prendado de él. Se dieron un buen revolcón, sin penetraciones, y Javier se mostró muy receptivo de los mimos que le dispensaba, aunque tal vez le resultara demasiado grandote y peludo para su gusto.

Tiempo después Jacques volvió por aquí con su pareja, Pierre, invitados por aquellos amigos a un chalet en la costa. No tardaron en sugerirnos que pasáramos todos un día en una playa nudista cerca de donde estaban sus amigos. A Javier le hizo mucha gracia porque, según me dijo, nunca había estado en ninguna de ellas. Pero en cuanto accedimos en grupo a la playa, fue el primero en despelotarse y tumbarse al sol. Allí conocimos además a Pierre que, para mi gusto, estaba más bueno que Jacques. Algo grueso y no tan peludo como este, era bastante simpático y enseguida congenió también con Javier. Por cierto que los dos franceses y yo nos hinchamos de hacerle fotos a Javier, que posaba sin el menor pudor. Fue una reunión muy amistosa al aire libre, todos en pelotas y sin excesos. Aunque cuando Javier y Jacques fueron a darse un largo baño, se les veía morrearse y, cuando Javier salió del agua, no le importó lo más mínimo venir hacia los demás empalmado desde la orilla. Que diera así la nota presagiaba que más tarde no dejaría de desatarse…

Los anfitriones, después de la jornada de playa, nos invitaron a tomar algo en su casa. Nudismo aparte, era una pareja cerrada, según nos habían informado los franceses, y muy simpáticos y desinhibidos ambos. Marcos era sesentón y grueso, alegre y bon vivant. Alex, el otro, bastante más joven, era un gordito muy pizpireto. Se les veía muy compenetrados. Para salir de la playa y acceder a los coches, todos nos pusimos los bañadores. Pero al llegar a la casa, de nuevo recuperamos la desnudez integral. Había un amplio patio rodeado por un bosque de pinos y en él se aprestó la pareja anfitriona a ofrecernos bebidas y un pica-pica. A pesar de la jornada playera, estábamos todos animados de nuevo, en especial Marcos que se destapó como todo un showman. Había puesto música bailonga y, en puras pelotas como estaba, se lanzó a una danza de lo más sicalíptica y divertida. Movía su sólido cuerpo con mucho estilo y meneos provocativos. Se cimbreaba, subía y bajaba los brazos, se manoseaba, removía el culo y alardeaba de los bamboleos que le daba a la polla. Alex se partía de risa entretanto y explicaba: “Es más fuerte que él. En cuanto puede, monta un numerito así. Hasta tiene ensayados los pasos… Ya le he hecho más de un vídeo”.

Una vez acabado el baile, Marcos, jadeante y con una sonrisa de satisfacción, saludó sin el menor recato a los que le aplaudíamos. Pero en cierta forma la provocativa danza, si bien un mero desahogo como muestra de la liberalidad con que se comportaban los anfitriones, fue el disparadero para que la contención que más o menos se había mantenido en la playa se desbordara. Así, los arrumacos que se habían hecho Jacques y Javier en la playa, y que dieron lugar a que este se nos exhibiera ya empalmado, los iban a retomar ahora mucho más intensos. Mientras Marcos había ido a refrescarse y Alex y yo charlábamos muy divertidos en un sofá, Jacques, que ya le había estado sobando el culo a Javier durante la danza, lo atrajo ahora de frente. Se morrearon abrazados y enseguida Jacques, que conocía bien los puntos débiles de Javier, paso a chuparle las tetas mientras le sobaba la polla. Lo cual acompañó Javier con sonoros suspiros que aguzaban la atención de los que ya los observábamos. Entre los que no faltaba Pierre que, de momento, dejaba hacer a su hombre. Javier, que volvía a mostrarse bien empalmado, buscó más comodidad y se dejó caer despatarrado en una butaca. Entonces el gordote Jacques se arrodilló ante él y se puso a mamársela con fruición. En ese momento volvió Marcos que se quedó mirándolos y exclamó festivo: “Veo que sigue el espectáculo”. Se arrellanó en el sofá junto a mí, que quedé pues empotrado entre los anfitriones. Muy a gusto por cierto, aunque pensé que los roces de nuestras desnudeces no irían a llegar a más.

Imperturbable seguía Jacques mamando a Javier que, entre suspiros y gemidos, no dejaba de mirarnos con descaro. Pero me di cuenta de que no tardó en centrar la vista en Pierre, que los observaba medio sentado en un taburete. La expresión concentrada de este, que contrastaba con lo obsequioso y dicharachero que se había mostrado en la playa, donde por cierto se había hinchado de hacerle fotos a Javier, no podía deberse a celos por cómo Jacques se estaba poniendo las botas. Eran declaradamente una pareja abierta y no les importaba lo que hacía uno u otro. Sin embargo, aunque en la playa había respetado la primicia de Jacques, en cuanto conoció a Javier resultó evidente que le tuvo muchas ganas. Probablemente ahora estaría barajando qué posibilidades tenía de disfrutar al fin de Javier. En cuanto a este, si bien no dejaba de gustarle la forma en que Jacques le mostraba su interés, también conocía sus limitaciones. Al conocer a Pierre en la playa seguro que le pareció como a mí, que estaba más bueno que Jacques. Así que verlo allí mirándolo y, en la postura en que estaba, incluso exhibiendo una cierta erección, le debió surgir un dilema a Javier. O bien seguía tal cual y dejaba que Jacques, que le comía la polla con tanta vehemencia, rematara la faena. Lo cual lo pondría fuera de combate al menos por un tiempo. O le daba una oportunidad a Pierre, y de paso se la daba él mismo, tomando la iniciativa de un acercamiento.

La segunda opción era evidente que se impondría. De manera que, mientras hacía subir y bajar la cabeza de Jacques a dos manos, Javier hizo más incisiva la mirada hacia Pierre, añadiendo una sonrisa y una insinuante relamida de labios. Pierre por supuesto reaccionó de inmediato. Con algo de calma se arrimó a la butaca de Javier al que, retrepado como estaba, le quedaba la cabeza a la altura de la polla de Pierre, que había adquirido aún más volumen. Javier no tuvo más que girar medio cuerpo y entreabrir los labios para atrapar la polla que gustosamente le alcanzó Pierre. Estos movimientos hicieron que Jacques interrumpiera la mamada y algo desconcertado, se levantara a medias. Y sin sentirse desairado, siguió frotando la polla de Javier, bien dura, mientras miraba cómo este se la chupaba a Pierre.

A todo esto los del sofá veíamos regocijados las marrullerías de Javier para hacerse con los dos franceses. Marcos fue muy expresivo: “¡Qué fuerte les ha cogido! ¡Van a ir a por todas!”. “Ya ves lo que has provocado con tu danza”, le repliqué. “Si lo ha hecho adrede para que salten las fieras”, rio Alex. “Ya nos habían hablado de vosotros”, comentó Marcos, “A ti se te ve más tranquilo, pero Javier es la bomba”. “A mí me lo vas a decir… No hay quien lo controle”, reconocí. “Desde esta mañana se veían las ganas que le tenían los otros dos”, observó Alex. “Es que está bien bueno”, soltó Marcos. “A ver si voy a tener que atarte”, amenazó Alex. “Como que tú no piensas lo mismo”, rio Marcos que, confianzudo, se echó sobre mí estirando un brazo para simular que le daba un cachete a Alex. Si ya me estaba excitando el numerito de Javier y compañía, tener a Marcos encima, ni que fuera unos segundos, me aceleró el pulso. Ya me habría gustado que montáramos otro trío… Pero enseguida captó nuestra atención la evolución del espectáculo que teníamos delante.

Porque Javier, todavía con la polla de Pierre en la boca, hizo un gesto con la mano a Jacques para que se pusiera al otro lado. Así que este soltó la polla de Javier, que se balanceó bien tiesa en su entrepierna, y quedó en una posición simétrica a la de Pierre. Javier sustituyó la boca por una mano en la polla endurecida de Pierre y, equitativo, se la chupó un poco a un Jacques encantado. Pero este cambio tenía su truco, ya que Javier, como si así alcanzara mejor la polla de Jacques, se fue girando hasta quedar mostrando el culo. Sin duda Pierre captó el mensaje y enseguida pasó detrás de Javier. Primero le sobaba y hasta le daba palmadas, pero pronto le arrimó la polla, que se le había quedado bien tiesa, y se la restregaba amagando repasarle con ella la raja. Esto arrancó ya gemidos de Javier que, soltándose de Jacques, se movía también con lascivia. Por si Pierre, en aquellas circunstancias, no se lanzaba a lo que ambos deseaban, Javier no dudó en incitarlo. “¿Te atreves?”, susurró con tono persuasivo. “¡Claro que sí!”, exclamó Pierre sobreexcitado. Javier aún tuvo el detalle de preguntar a Jacques: “¿Podemos?”. Este, que ahora se agarraba la polla tras la mamada interrumpida de Javier, se limitó a encogerse de hombros. Pero, como disculpándolos, se dirigió a los del sofá y nos dirigió una media sonrisa: “Ya veis cómo van de lanzados”. Marcos entonces soltó una risotada y me dio una palmada en el muslo: “¡Hala! Que te lo van a pasar por la piedra”. “Y yo que creía que con vosotros estábamos a salvo…”, ironicé. Alex, sin disimulo, ya se tocaba el paquete: “Me están poniendo burro”.

Javier decidió que ya tenían suficientes permisos y, apostado de rodillas en la butaca agarrando el respaldo, presentó el culo a Pierre. Por más que ya estuviera curado de espanto con las acrobacias sexuales de Javier con otro u otros, me embargó una emoción especial al caer en la cuenta de que iba a ser la primera vez en que veía cómo alguien ajeno a nosotros le daba por el culo a Javier. Tenía la falsa idea de que era algo reservado a nuestra intimidad, a pesar de saber que para Javier no contaban esos límites. Y allí estaba ahora, delante de todos, ansioso de que Pierre, a quien había conocido hacía pocas horas, se lo follara. No menos excitado, Pierre lo abordó por detrás con la polla bien tiesa, de muy buen tamaño por cierto y que sin duda haría las delicias de Javier. Con una mano la dirigió a la raja del culo y empujó hasta que un sonoro quejido de Javier dio fe de que se la había metido a fondo. Pierre además, agarrado a las caderas de Javier, lo confirmó: “¡Oh, que bueno!”. Javier enseguida lo alentó pasando de la concurrencia: “¡Sí, folla, folla!”. Y tanto que se lo folló, arreándole con fuerza y arrancándole verbalizados suspiros y gemidos, que exageraba sabiéndose observado por los demás: “¡Así! ¡Dame!”, “¡Qué bien follas!”, “¡Me gusta!”. Se veía cómo el culazo de Pierre se iba contrayendo con los esfuerzos.

Entretanto Jacques, que se había pasado atrás de la butaca, acariciaba a Javier, a la vez que le acercaba la polla que le quedaba a la altura de su cara. Javier no estaba para ponerse a chupársela, pero con los empellones que le iba dando Pierre, en su frenesí llagaba a darle algún que otro lametón. Ni que decir tiene, por otra parte, que nosotros no perdíamos ripio de la escabrosa exhibición. Miré además, sin el menor disimulo, que tanto a Marcos como a Alex se les estaban endureciendo las pollas, como ya me pasaba a mí. Entonces se me ocurrió ofrecerles si querrían ponerse juntos, pero Marcos replicó: “Ya estamos bien así ¿Tú no?”. “Yo encantado”, contesté.

Pierre estaba tan excitado que no tardó en soltar resoplidos. Y Javier, intuyendo que se acercaba el final, quiso aprovecharlo al máximo: “¡No se te ocurra salirte! ¡Dámela toda!”. Al poco Pierre se detuvo jadeante tras las arremetidas finales. A partir de aquí todo se desarrolló en una vorágine. Al apartarse Pierre, Javier cayo desmadejado en la butaca y empezó a avivarse la polla. Entonces Jacques, intuyendo la necesidad de correrse también que acuciaba a Javier, se agachó entre sus piernas y se puso a chupársela. Cuando Pierre fue recuperando el resuello, al vernos a los del sofá en plena acción, comentó entre asombrado y coñón: “También vosotros ¿eh?”. Porque ya lo tres, en sana camaradería, nos las habíamos estado meneando, cada uno la suya, a cuenta de la escabrosa jodienda.

Pero Javier aún estaba ocupado y, en un momento dado, desplazó a Jacques en el dominio de su polla. Ahora era él quien se la meneaba ostentosamente despatarrado en la butaca. Jacques, dócil, estaba de pie a su lado meneándosela a su vez y mirándolo con devoción. Como los tres del sofá seguíamos dándole a nuestras polla, aquello parecía un concurso de cuál se correría primero. Javier, cómo no, era el más explícito en sus resoplidos y suspiros. En este contexto, el que antes sucumbió fue Alex, cuyo gimoteo alertó a los demás, que proseguimos con mayor ahínco. Tal vez por afinidad, lo secundó Marcos, que rugió mientras se vaciaba. Javier al fin se corrió entre resoplidos y, casi simultáneamente, Jacques soltó su leche al lado y yo me pringué la mano en el sofá. El que estaba tan pancho tomándose un refresco era Pierre, satisfecho de haberse llevado al huerto a aquel pedazo de hombre, del que ya le había hablado Jacques y que había podido conocer aquel día en la playa en su desvergonzada desnudez.

Después de tan tórrido fin de jornada, Javier y yo nos tuvimos que marchar. Pero antes Javier, muy espléndido él, se ofreció a Jacques y a Pierre para hacerles una paella, su obra maestra, en mi casa unos días después. Lo que aceptaron encantados. Javier iba a triunfar desde luego en el aspecto culinario, pero lo más memorable de ese día sería la intensa sobremesa que propició con no menor entusiasmo. Con todo ya a punto y erigido en anfitrión, dio una cálida acogida a los invitados. Cálida en el sentido en que él lo entendía, o sea, provocativo y disponible. Después del despelote colectivo del otro día, no era cuestión de repetirse desde el primer momento. Así que llevaba una camiseta que le quedaba corta con uno de sus eslips de talla inferior a la suya. Los recién llegados captaron el mensaje y ya alargaron los besos en la boca que les daba Javier, que se dejaba manosear complaciente por uno y por otro. Los dos venían muy veraniegos, aunque no tan impúdicos como Javier, con pantalones cortos y camisetas. Más o menos como estaba yo.

La paella, y en especial su lucimiento con ella, eran lo primero ahora para Javier. Sentados los demás en torno a la mesa, la presentó orgulloso, recibiendo las alabanzas correspondientes. Él mismo se encargó de ir sirviendo y escoger los tropezones para cada uno. Al ir alargando los platos no se privó sin embargo de arrimarse provocador con comentarios picantes, lo que le valió sobeos al culo o agarradas del paquete. Tuvo que reajustarse el eslip antes de sentarse también. Este modus operandi se repitió con la amplia oferta gastronómica, regada con abundancia de vinos y cava. No faltaron los cafés y las copas, que acabaron de entonarnos a todos. Tanto que ya no hicieron falta más preliminares, porque Javier, sorpresivamente, se levantó, se quitó camiseta y eslip, y soltó: “Me voy a la cama”. Era una invitación cargada de lascivia y, una vez que Javier emprendió la marcha, los otros tres no desnudamos ya con rapidez y fuimos al dormitorio. Y allí estaba Javier en la cama tumbado bocabajo pidiendo guerra. No hicimos exactamente lo que se dice un cuarteto, porque sobre la marcha cada uno fue administrando por su cuenta la excitación común a todos.

En esta ocasión, pareció que Jacques tuvo claro que había de ceder a Pierre el primer ataque a Javier. En efecto Pierre, en cuanto lo vio en ese plan provocador, le entró por los pies de la cama y se echó sobre él. “¡Qué bueno estás!”, le dijo con su marcado acento francés. Javier que había permanecido con la cara oculta en la almohada, al identificarlo, la giró levemente y replicó con tono mimoso: “¿Te gusto como el otro día?”. Como respuesta, Pierre se puso a besuquearlo por el cogote con susurros casi inaudibles. Verlo así encima de Javier nos tenía sobrecogidos a Jacques y a mí, que habíamos quedado de pie junto a la cama. Pierre fue bajando por el cuerpo, que chupeteaba y mordisqueaba, hasta que se irguió sobre las rodillas entre las piernas de Javier, que había separado. Estaba ya vigorosamente empalmado. Lo cual no había dejado de notar Javier, que meneó el culo incitador. Jacques, tenso, me pasó un brazo por la espalda y yo le sobé el culo.

Se percibía el deseo tanto en Pierre como en Javier. El primero, dispuesto a tomar posesión de este, palmeó sobre las nalgas y Javier puso los brazos en cruz en actitud de entrega. Pierre se acopló entre los muslos y empezó a empujar. A medida que iba entrando sonaba un tenue gemido de beneplácito emitido por Javier. Pero cuando Pierre empezó a arrearle ya entró en delirio, crispando las manos sobre las sábanas y agitando la cabeza a un lado y a otro. Por supuesto con sus típicas exclamaciones: “¡Sí, folla!”, “¡Oh, qué buena polla tienes!”, “¡Me gusta!” … Pierre, concentrado, no le hacía demasiado caso e iba a la suya. Entretanto Jacques, arrimado a mí e impactado al ver así a su hombre, se puso instintivamente a sobarse la polla. Yo también estaba excitado, desde luego, con ese morbo que me daba ver a Javier en acción. Pierre le estaba poniendo tanto ahínco que empezó a aflojar poco a poco. Javier lo notó y le preguntó con la voz entrecortada: “¿Te has corrido?”. “Todavía no”, contestó Pierre resoplando. Sacó la polla y quedó sentado en los talones. “Necesitaba un descanso”, reconoció. A Javier tampoco le vino mal un alto en el camino y fue dándose la vuelta para ponerse bocarriba. Sonreía satisfecho y dijo: “Me estabas matando”.

Ya hubo una recomposición de la escena. Pierre se echó hacia un lado, sin dejar de mirar la delantera de Javier. Entonces llegó el momento de Jacques, que ya no se resistió a subirse a la cama y ponerse a acariciar a Javier. Este bromeó mientras se recuperaba: “¿Cómo me has dejado en manos de esta fiera?”. “Aguanta mucho”, confirmó Jacques por propia experiencia. Pierre los miraba sonriendo socarrón. Intuí que no había acabado todavía. Javier, en un estado beatífico, se dejaba hacer por Jacques, que ahora le sobaba con suavidad la polla. Me animé entonces a sacar partido de Pierre. Como este seguía arrodillado junto a los otros dos, me puse detrás. Le planté las manos en los hombros y le susurré: “Creo que lo has dejado con ganas de más”. Giró la cara sonriente: “Ya me lo está volviendo a calentar Jacques”. En efecto, este se había inclinado sobre Javier y le chupaba la polla. Me sorprendió agradablemente que Pierre, en su excitación sostenida, me ofreciera los labios. Por supuesto junté los míos y el morreo me entonó. “Tiéndete al lado”, le dije entonces. Pierre lo hizo y me puse a chupársela. Mientras la polla se endurecía de nuevo en mi boca, hasta me dio morbo que estuviera recién salida del culo de Javier.

El estar tan arrimados Pierre y Javier iba pronto a hacer saltar chispas. Con las pollas entregadas a mi boca y a la de Jacques, Pierre, al que se la había puesto bien dura, le soltó a Javier: “¡Te la metería otra vez!”. Por más ganas que Javier tuviera de correrse ya, por las artes de Jacques o por su propia cuenta, la propuesta de Pierre le resultó tan tentadora que, como si hiciera una concesión, replicó: “¡Venga, fóllame más!”. Hubo entonces un reajuste de posiciones. Jacques y yo nos replegamos a los pies de la cama, mientras Javier ponía de nuevo el culo a disposición de Pierre. Pero esta vez lo hizo más a su gusto, tirando de la almohada y metiéndosela bajo la barriga. Alzado así, se ofrecía para una penetración más a fondo. Este gesto excitó tanto a Pierre que se agarró todavía con más ansias a los costados de Javier y se clavó enérgico. Javier, al que la entrada de la polla de Pierre no le pillaba ya por sorpresa, lanzó un profundo gemido: “¡Ay qué rica!”. La follada se convirtió ya en una explosión de deseo por parte de ambos. Pierre arreaba sofocado y Javier lloriqueaba con la cara aplastada en la sábana. Entretanto Jacques y yo, incapaces de apartarles la vista, nos la meneábamos magnetizados. Pierre aún llegó a articular: “¡Ya no voy a parar!”. Y Javier suplicó: “¡No, sigue, sigue!”. Pierre se corrió al fin entre jadeos y siguió un silencio como si el tiempo se hubiera detenido. Pero pronto acabó derrumbándose exhausto sobre Javier.

Entonces se produjo un revoltijo porque Javier, tras sacarse la almohada de debajo y tratar de volverse bocarriba, casi echa a Pierre de la cama. Este tuvo que agarrarse a Javier y quedaron medio entrelazados. Javier, no menos desfallecido, aún llegó a exclamar: “¡Qué pasada!”. Solo entonces me fijé que Jacques se limpiaba la polla con una esquina de la sábana. Yo no había llegado a tanto. Nadie intervino ya cuando Javier, que seguía despatarrado y como ido, empezó a sobarse la polla. No necesitaba ninguna ayuda para lo que tanto lo acuciaba ahora. Así que nos ofreció el espectáculo de un pajeo continuado que desembocó en una corrida que le llegó más arriba del ombligo.

Los demás empezamos ya a recomponernos. Pierre se bajó tambaleante de la cama y yo, atento, le pasé a Javier una toallita para que se limpiara. Mientras Pierre iba al baño, Javier, que seguía desmadejado en la cama pasándose la toallita por la entrepierna, comentó risueño a Jacques: “¡Vaya con Pierre! Me ha vuelto a dejar muerto”. Jacques, entre la visión de su hombre follándose desaforado a Javier y el pajón que se había hecho a su costa mientras los contemplaba, todavía estaba espeso y exclamó: “¡Qué fuerte!”. Entonces le di un achuchón cariñoso a Jacques y le dije divertido: “Parece que la follada te ha calentado mucho”. “Antes de haber conocido a Javier, no había visto a Pierre hacerlo así con otro hombre”, reconoció. “Javier también se ha destapado con él”, coincidí, “Las dos veces que se han visto ha querido que Pierre se lo folle”. Javier ya había bajado de la cama y también necesitaba usar el baño. Al cruzarse con Pierre que salía se dieron un beso de pasada. Pierre sonreía socarrón mientras acababa de secarse frente a los dos cómplices de su fechoría. “Ha estado bien ¿verdad?”, dijo con cinismo. Ya refrescado también Javier, fuimos a la cocina, donde aún quedaban los restos de la comida. A todos nos apetecían bebidas refrescantes y, mientras las consumíamos, aunque seguíamos en pelotas, charlábamos animados como si no hubiera pasado nada. Fue una de los revolcones a Javier que más me ha excitado. Seguramente por ser en mi cama, en la que, aparte de mí, todavía no se lo había follado nadie más.