sábado, 22 de abril de 2023

Ofrecerse a los demás

Hay veces en que, mirando fotos, doy con alguna que me atrae enseguida, no solo porque el hombre que aparece como figura principal me resulta muy apetecible, sino también porque el contexto en que está tomada la foto me da un morbo especial. Entonces tiendo a echar a volar la imaginación e irme inventando una historia a partir de ese contexto.

 

Lo llamaré Juan y se ve cincuentón, gordo, rubicundo y guapetón. Le gusta lucir su cuerpo y le atraen sobre todo los hombres jóvenes, en especial si son de otras etnias. Se declara preferentemente pasivo, a mucha honra y, si se tercia, disfruta chupando las pollas que le van a entrar para ponerlas bien duras.

Ahora Juan trabaja en una ONG en un campo de refugiados subsaharianos. Hoy le ha tocado ocuparse de un grupo de jóvenes que, después del desayuno, están sentados por los salientes de una zona rocosa. Unos acaban de comer con calma, otros miran el móvil y algunos tienen la mirada perdida. Todos visten con trajes de baño largos y camisetas variopintas. Juan, sin embargo, que viene de darse un chapuzón en la playa vecina, sigue con su bañador negro, tipo bóxers cortos, no demasiado ajustado. Pasea entre los chicos interesándose por sus problemas o bromeando. Se siente muy a gusto entre ellos, resaltando con su corpachón semidesnudo. Porque Juan no es de los que acechan en los vestuarios o en las duchas, ni mucho menos mete mano por sorpresa. Su filosofía vital al respecto es muy simple. Sabe que, en este grupo, como en cualquier otra parte, siempre habrá algunos chicos que se sientan atraídos por hombres como él, aunque les parezcan inaccesibles. Por supuesto nada de menores y, en caso de duda, prefiere abstenerse. Así que no se aprovecha de esos chicos, sino que se les ofrece. Si alguno se queda fijándose en él y percibe el deseo que suscita, le sonríe con simpatía guiñándole un ojo. Da facilidades, pero deja al chico la iniciativa de seguirlo o no. Si no lo hace, todos tan amigos.

Reina la tranquilidad en el ambiente de indolencia forzada en que pasan el tiempo los chicos. Pronto se da cuenta Juan de que uno de ellos, que ni come ni se distrae con el móvil, sino que se apoya en un repecho, no le quita la vista de encima, aunque lo disimule con el gorro que le sombrea la mirada. Bien moreno, como todos, tendrá poco más de veinte años, no muy alto y ligeramente llenito. Juan capta al instante el interés del chico y, desde una cierta distancia, se le encara con los brazos en jara. Sonríe como si le preguntara: “¿Es esto lo que te gusta?”. El chico le devuelve la sonrisa, pero se tensa sorprendido. Juan hace un gesto con la cabeza y el chico, que ya lo ha entendido, le muestra con disimulo un puño cerrado con el pulgar levantado. Juan con calma se aparta del grupo y se dirige hacia el pabellón donde tiene su habitación. A esta hora no hay nadie allí, pues todos los otros encargados están en sus tareas. Juan sabe que el chico lo va a seguir y entra en su cuarto dejando la puerta entreabierta.

El chico demuestra ser avispado y sigue a distancia los pasos de Juan. En el pabellón ve que solo hay una puerta sin cerrar y se asoma con precaución. Juan está allí sonriéndole como antes y le dice: “Si quieres, pasa y cierra la puerta”. El chico, que no duda de para qué está allí, lo hace con sigilo y se queda parado a poca distancia de Juan. Mecánicamente se quita el gorro y lo mira con ojos como platos. “Parece que antes te gustaba lo que estabas viendo”, le dice Juan sonriente. “Y ahora todavía más”, replica el chico, aunque sigue serio. A Juan le gusta su desparpajo y sigue con su seducción: “Si tienes ganas de ver todavía más no hay problema”. El chico solo sigue mirándolo y Juan se baja el bañador, que cae al suelo. “¿Mejor así?”, pregunta. Muestra una polla no muy grande, en reposo sobre unos huevos más gruesos. El chico exclama con la voz temblona: “¡Jo, cómo estás!”. Juan ríe y levanta los brazos sobre la cabeza exhibiéndose. “Te gustará ver algo más ¿no?”, añade y se da la vuelta. Le interesa que al chico le atraiga en especial su culo y lo luce bien poderoso. El chico suspira con fuerza: “¡Cómo me estoy poniendo!”. Juan lo encara de nuevo y da un paso más: “También me gustaría verte”. El chico parece dispuesto pero, antes de desnudarse, quiere advertir: “Me he duchado hace un rato y llevo ropa limpia”. Información que satisface a Juan: “Los dos aseados ¡Qué bien!”. El chico se quita rápido la camiseta, pero titubea con el bañador, cuya amplitud está disimulando lo que ahora va a mostrar. Se decide al fin a bajárselo y le salta una buena polla en erección. “Bendita juventud!”, piensa Juan y dice: “Es el mejor saludo que me puedas hacer”. El chico tiene la picardía de soltar: “¿Y tú no me saludas?”. Juan ríe: “No tengo ya tanta vitalidad como tú. Pero si haces algo más que mirarme...”.

Por si no queda claro, Juan tiende los brazos hacia el chico, que no duda en acogerse a ellos. Quedan abrazados y a Juan le encanta el golpeteo entre sus muslos de la polla del chico. Como a este le queda a la altura de la cara, se pone a chuparle una de las pronunciadas tetas. “¡Uhhh”, ulula Juan, “Así vas a conseguir cualquier cosa de mí”. La promesa anima al chico, que va alternando las tetas. Mientras, baja una mano y va a dar con la polla de Juan, que ya ha empezado a engordar. “¡Qué bien!”, exclama y se inclina para chuparla. No es tan larga como la suya, pero le entusiasma la dureza alcanzada. “¡Qué rica está ya!”. La posición es incómoda y Juan retrocede hasta caer de espaldas en la cama con las rodillas dobladas por fuera. El chico se agacha entre sus piernas y continúa la mamada, ahora con más vehemencia. Juan suspira de placer, pero sabe que no deben seguir así más tiempo. Tiene otras prioridades. “¡Para, por favor! Que me estás matando”, gimotea. Y en compensación hace que sea el chico quien se eche en la cama. A Juan le entusiasma la polla tiesa del chico, pensando en lo que va a poder disfrutarla. Y como preliminar, se lanza a chuparla con no menor ímpetu que el que había puesto el chico. Dura, tiesa y flexible, es justo el tipo de polla que ahora desea tener bien adentro. Y para que esto suceda, una vez saboreada y comprobada su valía, se detiene y pide al chico: “¿Me la meterás ya?”. Como le parece que el chico titubea, tal vez porque no ha llegado a tener claro cuál es el propósito final de Juan, este le pregunta: “¿Tienes experiencia en eso?”. El chico contesta: “Alguna... Pero nunca con un hombre como tú”. Juan lo considera suficiente y va girándose en la cama: “¡Pues venga! Ahora me lo podrás hacer”. Mientras Juan dobla las rodillas alzando el culo, el chico se frota la polla y confirma emocionado: “¡Qué ganas tengo!”. La expectación no es menor en Juan que ansía la penetración de esa polla joven y potente. El chico se acopla entre las piernas de Juan y contempla el orondo culo que le está ofreciendo. Dirige la polla con la mano y da un golpe certero. Juan va emitiendo un ¡Ohhh! prolongado a medida que la polla va profundizando. “¡Sí, qué adentro la siento!”, exclama. El chico, cada vez con más seguridad, va arreándole con soltura y Juan gime, pero con alegría: “¡Qué bueno! ¿Te gusta también?”. El chico responde solo con resoplidos, concentrado en la follada. Aunque todo llega, quizás algo pronto para los dos, que se esfuerzan para retener el placer. “¡Ya me viene!”, avisa el chico. “¡A mí también!”, le sorprende al propio Juan. Entre estertores y rugidos sordos entremezclados, cada uno da salida a lo que ya no pueden retener. Tras inmovilizarse ambos unos segundos, el chico saca la polla todavía tiesa y se aparta para que Juan se estire y vaya poniéndose bocarriba. Es este el primero que habla: “¿Te ha gustado?”. “Con locura”, farfulla en chico. “Me has dejado en la gloria”, confirma Juan. El chico entonces se fija en la mancha que ha quedado en la sábana. “¿Te has corrido también?”, pregunta. Juan asiente: “Me pasa cuando me dan tanto gusto como el que me has dado tú, Amin”. Este se sorprende: “¿Sabías mi nombre?”. “Os conozco a todos”, ríe Juan.

Ya se levantan y son conscientes de que no es prudente seguir allí más rato. El chico se viste y Juan le dice: “Sal tú primero. Esperaré un poco”. Antes de dejar la habitación, el chico pregunta: “¿Volveremos a hacerlo?”. Juan, que sigue desnudo, sonríe: “Demos tiempo al tiempo”. Cuando se queda solo, se lavotea la entrepierna y enjuaga la sábana. Con el calor se secará rápido. Vuelve a ponerse el bañador satisfecho y con la conciencia muy tranquila, se dirige calmoso a seguir con sus tareas. Tanto él como el chico han obtenido lo que deseaban.

Durante unos días Juan no tiene turno con el grupo de chicos. Cuando por fin le toca, allí está Amin, que le sonríe de lejos. Juan lleva esta vez un chándal de pantalón corto con la parte de arriba abierta. Acusa el recibo de la sonrisa de Amin, que le ha abierto el apetito, y va de un lado para otro charlando con los chicos. Amin se ha ido a un lugar algo más apartado y Juan se le acerca. Habla con naturalidad: “Hoy tengo poco tiempo. Pero si quieres, cuando me veas salir, puedes venir donde ya sabes”. A Amin se le ilumina la cara y, al cabo de un rato, deja que Juan desaparezca de la vista. Dando un cierto rodeo Amin va a parar a la ya conocida habitación. Juan está ya en cueros y le apremia: “¡Venga, algo rápido!”. Amin se lo quita todo y se abalanza sobre Juan. Le come las tetas y enseguida está ya empalmado. Busca la polla de Juan, pero este le dice: “¡Fóllame ya!”. Ni siquiera se echa en la cama, sino que apoya los codos en el escritorio y pone el culo en pompa: “¡Así mismo!”. Amin no vacila en clavarle la polla y, agarrado a las caderas de Juan, le zumba con energía. Juan exclama: “¡Oh, qué ganas tenía!”. “Pues anda que yo...”, replica Amin con la voz entrecortada. Le pone tanto empeño que no tarda en murmurar: “¡Ya viene, ya!”. Juan aprieta el culo para que no se le vaya a escapar la polla y Amin tensa el cuerpo mientras se corre. “¡Uf, qué polvazo!”, farfulla al salirse. Juan se yergue sofocado. “¿Tú qué?”, le pregunta Amin. Juan contesta como si tal cosa: “No tengo tiempo ahora. Cuando esté más tranquilo me haré una paja a tu salud”. Amin ríe, se viste y marcha. Juan espera un poco, se pone el chándal y sale también con el cuerpo bien a gusto.

A pesar de esta relación ‘especial’ de Juan con Amin, ambos hablan de vez en cuando con la misma naturalidad que emplea Juan con todos los chicos. En una ocasión, sin embargo, Amin hace un gesto disimulado que Juan entiende como que quiere decirle algo más íntimo. Juan se aleja y, cuando Amin se cambia a una zona más despejada, vuelve para hablar con más discreción. Amin explica: “Nadir, el mejor amigo que tengo aquí y de absoluta confianza, tiene las mismas inclinaciones que yo. Varias veces me ha hablado de lo mucho que le gustas y está convencido de que hemos hecho algo. Como me fío de él, se lo he reconocido y no para de decir que ojalá pudiera él también...”. Al principio a Juan no le hace mucha gracia que Amin se haya ido de la lengua. Pero conoce a Nadir y sabe que es un chico muy noble. Incluso lo ve de lejos ahora y se fija mejor en él. Poco mayor que Amin, es más alto y espigado. Entonces invita a Amin a continuar: “¿Y a qué viene todo eso?”. Aunque no duda de por dónde van los tiros. Amin se sincera: “¿Sería mucho pedir que la próxima vez que nos veamos venga conmigo?”. “¿Para follarme los dos?”, pregunta a su vez Juan irónico. “Bueno...”, Amin se piensa cómo suavizarlo, “Como es algo que te gusta tanto...”. Juan ríe: “¡Cómo me has calado ¿eh?!”. Reflexiona y decide: “Hoy no va a ser... Pero cuando veas que me rasco las dos orejas será que lo puedes traer”.

A partir de entonces Juan se da cuenta de que Nadir no se separa de Amin, que le habrá dado la buena nueva, y espera paciente el gesto mágico. Pero Juan no puede siempre tener disponibilidad para hacer de las suyas, y llevarse nada menos que a dos a la vez requiere aún más discreción. Sin embargo, no tarda mucho en encontrar una ocasión propicia. Un compañero viene a relevarlo y Juan dice que se va a descansar un rato. Antes de marcharse, sin mirar siquiera hacia donde están Amin y Nadir, se da un par de estirones en los lóbulos de las orejas. Está seguro de que el mensaje ha sido captado y, ya en su habitación, decide esperar desnudo a los chicos. Así el impacto, sobre todo en Nadir, será mayor. Entra primero Amin, seguido de Nadir. “¡Wow!”, exclama este al ver a su deseado Juan sonriendo en cueros. Juan bromea: “Me han dicho que este gordinflón te gusta mucho”.  Ante el mutismo momentáneo de Nadir, Amin intercede: “Tanto como a mí”. “¡Eso!”, consigue articular Nadir. Amin, que se erige como maestro de ceremonias, le dice con un punto de ingenuidad: “Lo podemos tocar ¿sabes?”. Esto provoca a Juan una carcajada: “Tocar y más... Bien que lo sabes, Amin”. Este, reconociendo que se ha quedado corto en su información, afirma: “Y tanto... Mucho más”. Juan se planta ya: “Pues aquí me tenéis... Todo vuestro”. Pero Amin cae en la cuenta de algo: “Vamos a desnudarnos primero”. Juan, divertido con el atolondramiento de los chicos, se pone a sobarse la polla mirándolos. Ya tiene visto de sobra a Amin y ahora centra su atención en el cuerpo de Nadir. Si la polla de Amin le gusta por lo larga y lo bien que le entra, la que presenta Nadir destaca por lo gorda. “Buen combinado”, piensa Juan.

Ya tiene Juan bastante hinchada la polla y Amin asesora a Nadir: “Vamos a comerle primero las tetas. Verás cómo le gusta”. Es el primero en amorrarse a una de ellas, imitado ya por Nadir, que se ocupa de la otra. Que le chupen y mordisqueen las dos a la vez excita sobremanera a Juan que los estrecha contra él. Las pollas ya erectas de los tres entrechocan continuamente. Una vez más Amin marca los tiempos: “Vamos a chupársela”. Entre los dos arrastran a Juan a la cama y lo empujan para que caiga desmadejado sobre ella. Amin, generoso, le cede a vez a su amigo: “¡Hala, empieza tú!”. Nadir se lanza a manosear y chupar la polla de Juan, que gime y manotea. Pero Amin no va a quedar ocioso entretanto, porque Juan llega a pedirle: “¡Dame la tuya!”. Amin corre a ponerse a horcajadas sobre la cabeza de Juan y le mete en la boca la flexible polla. Juan la sujeta con los labios para que no se le escape en el sube y baja que le da Amin. Pero Juan no solo quiere chupar también la polla de Nadir, sino que, ante la perspectiva de una doble follada, prefiere que el primero sea Amin, para que luego Nadir le meta su polla más gorda. Así que suelta la polla de Amin y le dice: “Métemela tú ahora”. Pero a la vez hace una finta con su cuerpo y, a cuatro patas, inclina el torso para alcanzar con la boca la polla de Nadir. Amin, ante el culazo levantado sobre las rodillas de Juan, no duda en clavársela y ponerse a zumbarle. Juan gime, pero con la boca llena con la polla de Nadir, al que le parece un sueño que el hombre de sus fantasías se la esté chupando con tanto entusiasmo.

Amin, entre su excitación creciente y el morbo añadido de ver lo que están haciendo Juan y Nadir mientras él folla, ni se molesta en avisar. Solo sus sacudidas y jadeos dan señales de su corrida. Juan entonces deja de mamar a Nadir y, recién follado, necesita unos momentos de sosiego. Pero al ver que Nadir parece desasosegado con el cambio, lo tranquiliza: “También me vas a follar”. Por su parte Amin necesita poco tiempo para estar en condiciones de meter baza de nuevo. Arrogándose por veteranía autoridad sobre el cuerpo de Juan, despatarrado e indefenso ahora sobre la cama, no renuncia a tomar cierta parte activa en la follada de Nadir. Agarra una pierna de Juan y la levanta en vertical, a la vez que insta a Nadir: “Súbele la otra”. Nadir lo hace sin entender muy bien todavía para qué. Entonces Amin se pasa detrás de Juan y sujeta las dos piernas. Cuando Nadir ve ahora en alto las gordas nalgas de Juan, con la raja expuesta, y la polla volcada sobre la barriga, ya lo tiene claro. Amin además subraya: “Así te lo follarás la mar de bien”. Por su parte Juan se ha dejado hacer con un morboso regusto y se pregunta no sin cierto regodeo: “¿Dónde habrán aprendido esa postura?”.

Nadir se posiciona de rodillas en la cama y algo flexionado tras la culata alzada de Juan. Tiene que apretar para meter la polla y Juan la siente como si le encajaran un tapón. Compara con la más ligera de Amin y reconoce que, cada una en su estilo, le encantan ambas. Pero ahora se concentra en adaptarse a la presión que lo perfora y se alivia con un gemido. Como esperaba, la cosa mejora a medida que la polla de Nadir lo va frotando por dentro. Y Nadir también va encontrando más fluidez para moverse. Además, para hacerlo con más ímpetu se va cogiendo a las piernas que Amin mantiene sujetas. Follador y follado están cada vez más compenetrados y lo exteriorizan a su manera. Juan lloriquea sofocado por la opresión del pecho que ejerce su barriga agitada por los meneos de Nadir y sobre la que además va golpeteando su propia polla. Por su parte Nadir sonoriza sus arremetidas con resoplidos y jadeos. No tanto por el ejemplo que le ha dado Amin, como porque el descontrol le viene de repente, Nadir tampoco avisa. Pero no hace falta porque está claro lo que ocurre cuando detiene el bombeo, se aprieta muy fuerte contra el culo de Juan y, bramando, se abraza con tanta energía a sus piernas que se las llega a arrebatar a Amin. Pero a este no le importa, porque su atención se dirige a la leche que brota de la polla de Juan y que se le extiende por la barriga. Con la misma resolución con que Nadir había agarrado las piernas de Juan,  se las suelta ahora, haciendo que caigan a plomo a ambos lados.

Nadir deja libre a Juan y baja de la cama. Juan, aturdido, sigue panza arriba y exclama: “¡Cómo me habéis dejado... ¡”. Amin se compadece y lo ayuda a irse levantando. Juan, sentado con las piernas fuera de la cama, echa mano a un paño para limpiarse la barriga y los bajos. “Os consiento demasiado... Mirad lo que habéis hecho conmigo”, dice sudoroso, “Me duele todo”. Los chicos se visten ya, pero Juan les pide que no salgan juntos. Le hace un gesto a Amin, al que no le importa salir el primero. Entiende que Juan quiera que Nadir lo conozca mejor. En efecto, cuando Amin se marcha Juan pregunta a Nadir: “¿Qué te ha parecido que Amin haya querido compartirme contigo?”. Nadir sonríe: “Es muy buen amigo y sabía cuánto que me gustabas”. “¿Y te ha merecido la pena venir?”, vuelve a preguntar Juan. “¡Cómo no!”, contesta Nadir, “Ha sido increíble poder estar con alguien como tú. Nunca había disfrutado tanto”. “No exageres”, ríe Juan, “También me ha gustado mucho lo que me has hecho”. La pregunta de Nadir era inevitable: “¿Podremos repetir?”. Juan razona: “Es un poco arriesgado que volváis a venir juntos... Pero ya veré la forma de poder estar con uno o con otro”. Nadir se va ya esperanzado.

Aparte de la discreción con que debe administrar las citas con Amin y Nadir, Juan también tiene claro su deseo de seguir disfrutando del placer que ambos le dan, sin preferencias por uno u otro. Amin le hace gozar con su polla larga que le llega muy al fondo y Nadir, con la suya que lo dilata a tope. Pero también lo estimula poder satisfacer la necesidad que ellos tienen de gozar con alguien como él. Por todo ello va a tratar de dosificar los encuentros a gusto de todos, alternando entre los chicos con ponderación. Esta seguro por lo demás que la leal amistad entre ellos aleja cualquier riesgo de rivalidad.

Así que sin prisas, dejando un tiempo prudente entre cada contacto, sigue con sus señales secretas, bien a Amin, bien a Nadir. Y los chicos se adaptan a respetar un turno, de modo que si uno se folla a Juan, ya sabe que al otro le toca la próxima vez. Los encuentros van según las circunstancias. Desde revolcones en la cama, en que las folladas más elaboradas, mamadas mutuas incluidas como aperitivos, provocan las corridas espontáneas de Juan, a rápidas enculadas de las que luego Juan se resarce por propia mano. Entretanto Juan sigue tratando con ellos como con los demás chicos, sin excesos de confianza ni privilegios. Les basta con que Juan se les entregue tan generosamente.

Así van transcurriendo las monótonas jornadas, en que los dos chicos encuentran la vía de escape que suponen para ellos las relaciones con Juan, y este obtiene una limpia satisfacción de ellas. Hasta que, al cabo de un tiempo, resulta que, formando parte de un grupo más heterogéneo, Amin y Nadir van a ser trasladados para formalizar su estatuto de refugiados. En cuanto se entera, Juan quiere felicitarlos y despedirlos. Va a verlos y departe alegremente con ellos. Incluso los besa con cariño antes de que se marchen. No deja de apenarle, sin embargo, la separación, con lo bien que se han portado con él. Pero, optimista y generoso, ya volverá a estar disponible para quienes libremente quieran disfrutar con él.