martes, 27 de agosto de 2019

Deseos que se cumplen


Este relato se basa en hechos reales, aunque he de reconocer que con adornos de mi propia cosecha para reforzar la carga erótica. A los que hayan seguido las historias que protagoniza mi amigo Javier les pueden sonar algunas de las peripecias que aquí se recogen. Sobre todo porque se desarrollan en la sauna en la que Javier suele hacer de las suyas. Pero lo hago así para atender al deseo que se me ha manifestado de que convierta en relato lo sucedido en estos días de agosto. Espero que les guste.

Había creado un nuevo blog de fotos de hombres maduros y gruesos, ya que la web que utilizaba durante años cambió su política y dejó de permitir imágenes de desnudos. Así aprovechaba todo el material que tenía acumulado y en el que, por supuesto, no faltaban las fotos que le hago a mi amigo Javier. Poco a poco la nueva web ha ido adquiriendo mayor número de seguidores que también van publicando fotos del mismo tipo que las mías. Pronto vi que, casi cada día, aparecían tres o cuatro de un tipo gordote y velludo cuyas poses desenfadadas me recordaban las de Javier. Incluso en algunas lucía eslips sexys muy parecidos a los que tiene él. Tampoco se le veía la cara, en algunos casos pixelada. Me picó la curiosidad y acudí al blog de origen. En éste el autor informaba de que el blog estaba dedicado a poner fotos que le sacaba a su marido. También hacía referencia a la ciudad donde vivían y a su afición a desplazarse de vez en cuando para ir a la sauna que precisamente frecuentamos Javier y yo, juntos o por separado.

Le mandé un mensaje por el chat privado que incluye la web en el que decía que no solo me habían gustado sus fotos sino que también había encontrado un paralelismo con las que yo hago y publico de mi pareja, que son identificables porque las señalo con una J. Enseguida me contestó que le habían encantado las fotos de Javier, muy satisfecho asimismo de que su ‘gordi’ me resultara apetecible. A partir de ahí intercambiamos frecuentes mensajes, en los que fui sabiendo más de ellos. El que llevaba el blog tenía 39 años y el ‘gordi’ 58, y vivían juntos desde hacía años. También me habló de sus visitas a la sauna, donde se lo pasaban en grande, sobre todo el ‘gordi’. Igual que Javier…

Cuando me dijo que un sábado  iban a venir a la sauna, me limité a comentar que tal vez yo también iría, sin concretar más. Quería ver si los identificaba y poder observarlos en persona antes de darme a conocer. Mi interlocutor solo sabía de mí que era mayor que Javier. Había acabado de desvestirme en el vestuario y entró una pareja que buscaba sus taquillas. Enseguida supe que el más robusto era el ‘gordi’ y el más delgado, mi interlocutor. Pude confirmar la buena pinta de aquel, aunque no me había hecho demasiadas ilusiones con respecto a él, pues supuse que le irían más jóvenes, tal como era su pareja. Al menos vería cómo se desenvolvían. Así que fui a ducharme y, de momento, los perdí de vista. Era primera hora de la tarde y todavía no había demasiada gente. Fui pasando por las sala de vapor y seca sin encontrar nada interesante. Luego deambulé por los pasillos hasta ir a parar al cuarto oscuro. Pareció que aún estaba vacío y me quedé junto a la puerta para ver mejor a quien entrara.

No tardó en aparecer alguien que, por sus formas, intuí que podía ser el ‘gordi’ y me dispuse a probar suerte. También debió comprobar que no había nadie más, pero se puso a mi lado. Lo tanteé y se arrimó más a mí. Ya empezamos a meternos mano y me encantó sobar sus carnes velludas. Se notaba que iba bien salido y nos dimos un morreo de lo más sensual. De lo exaltado que estaba no recuerdo cuál de los dos propuso ir a una cabina, pero salimos rápidos a buscar una que estuviera libre. Ya con más luz tuve claro que efectivamente se trataba del ‘gordi’ y no me podía crear que hubiese sido tan fácil el ligue. Pude verle al fin la cara, de maduro guapetón y un punto de pillo.

Ya en la cabina enseguida se tendió desnudo ofreciéndoseme. Allí tenía al que tanto me había gustado en las fotos, de cuerpo entero y cara sin pixelar ¡Qué bueno estaba! Me incliné sobre él y me puse a comerle por todas partes. Le chupaba las tetas, la polla los huevos y hasta alcanzaba con la lengua el ojete. Él disfrutaba y también me atraía para chupármela. De vez en cuando nos besábamos y me encantaba lo bien que lo hacía. En un momento de sosiego me identifiqué. “Soy un admirador de las fotos tuyas que pone tu pareja. Chateo mucho con él”. “Algo me ha dicho”, contestó, “Hemos venido juntos”. “Ya lo sabía”, reconocí, “Y me ha encantado conocerte”. Aunque volvimos a meternos mano, el ‘gordi’ ya frenó. “Acabo de llegar y no quiero correrme todavía”. “Claro, aprovecha bien la tarde”, dije comprensivo. Así que abandonamos la cabina y vi cómo el ‘gordi’ se perdía buscando nuevas emociones. Resignado pensé que probablemente ahí había acabado este primer encuentro.

Todavía con el ánimo agitado, al pasar por el bar vi a su pareja que tomaba tranquilo una copa. Se sorprendió al dirigirme directamente a él y entonces aproveché para darme a conocer también. “Mi ‘gordi’ anda por ahí”, me dijo. “Ya lo sé”, contesté ufano, “Acabo de estar con él”. “Ah ¿sí? Espero que te haya gustado”, se interesó. “Mucho. Fue a la primera. Nos metimos mano en el cuarto oscuro y fuimos a una cabina. Le he dicho quién era”. “Me alegra mucho que hayas disfrutado de mi ‘gordi’”, soltó con orgullo y me identifiqué con él, ya que a mí también me gusta que disfruten de Javier. “Pues ahora sigue por ahí buscando guerra”, dije. “Le encanta la sauna y se lo pasa genial”, confirmó. “¿Y tú qué? ¿No te animas?”, le pregunté. “Me lo tomo con más calma… Ahora iré a ver si encuentro algo interesante”. Como sabía que él buscaba gordos y, para mis gustos, era algo joven, lo dejé a su aire. Pero antes quise aclarar: “Aún no sabemos nuestros nombres… Yo me llamo Andrés”. “Es verdad… Yo soy Raúl y mi ‘gordi’ Ramón”. “Muy bien Raúl. Ya nos veremos más tarde”.

Volví a pulular por las distintas dependencias con el  ánimo agitado. Aunque veía pasar de vez en cuando a Ramón, contuve las ganas de volver a echarle mano para no hacerme el pesado. Pero, por otra parte, me había puesto muy caliente y dudaba de que tuviera otra ocasión de desfogarme con él. Así que busqué otros alivios. En el vapor me toqueteé con un peludo bastante apetitoso, que enseguida se dispuso a chupármela. No lo hacía nada mal, aunque no llegó a hacerme correr. Más tarde volví al cuarto oscuro. Había cierto movimiento y, al pasar por delante de un regordete que estaba sentado en el borde de la cama grande, tiró de mí. Iba al grano y se puso a chuparme la polla. Era de lo más experto y me dejé ir. Le acariciaba entretanto la cabeza y los hombros para animarlo. No se veía apenas y recordé al ‘gordi’, lo que aumentó mi excitación. Avisé de que me venía el subidón, pero el otro se amorró con más firmeza. La corrida que le solté me dejó la mar de aliviado.

Ya más relajado pasé por el bar para tomar algo. No estaba Raúl y supuse que se habría animado a buscar algún apaño. Aún me aguzó el gusanillo de curiosear lo que pudiera estar haciendo Ramón. Como no lo volví a localizar imaginé que debía estar en alguna cabina con otro ligue. Hice una última ronda dispuesto ya a darme la ducha final. Sin embargo, al pasar por delante de una cabina con la puerta semiabierta, percibí una silueta tendida que podía ser de Ramón. Un tipo estaba de pie frente a él toqueteándolo al parecer. Me demoré cerca suponiendo que pronto éste cerraría la puerta. Pero lo que ocurrió fue que el tipo salió, a saber por qué desacuerdo, y dejó la puerta tal como estaba. La tentación era demasiado irresistible para no decidirme a entrar en la cabina. Efectivamente era Ramón, que también me reconoció. Ya cerré la puerta y me arrimé a él. Mientras lo acariciaba se puso de costado para chuparme la polla. Como hacía poco que me había corrido me costaba reaccionar. Entonces me incliné para buscar con mi boca la suya. El morreo fue tan rico como lo recordaba de antes. Pero noté que tenía ganas de que me ocupara de su polla y me desplacé para chupársela. Mamé con ansia y persistencia, y el disfrute con que lo estaba recibiendo me excitaba de nuevo. Tanto disfrutaba que, sin demasiados aspavientos, me fue llenando la boca de leche. “¿Te has quedado a gusto?”, pregunté cuando me aparté. “¡Uf, no veas!”, contestó maniobrando pata incorporarse, “Voy a la ducha”. Ya volvimos a separarnos y, aunque también quise ducharme, solo encontré disponible una ducha desde la que no tenía a la vista a Ramón.

Después de la brega que había tenido, normalmente me habrían entrado ganas de marcharme ya. Sin embargo me quedé remoloneando para, al menos, poder despedirme de la pareja, que por lo visto seguían aprovechando la tarde cada uno por su lado. Opté por tomarme algo en el bar y me senté en una mesa. El primero en aparecer fue Raúl. Venía sofocado y pidió una cerveza en la barra. Le hice una seña para que se sentara a mi mesa. “¿Qué tal te ha ido?”, le pregunté enseguida. “¡Uf! He estado con un gordo que había conocido otro día”. “Son tus favoritos ¿eh?”, bromeé, “Por cierto ¿qué hace tu ‘gordi’?”. “Se está duchando. Ahora viene… Creo que necesitará tomarse un descanso. Ya me ha contado que ha estado contigo”. “Sí, lo he pillado por segunda vez. Es un calentorro de cuidado”. Raúl añadió: “Por cierto que me ha dicho que la chupas genial, que nunca se la habían chupado como tú”. Desde luego le había hecho una buena mamada como colofón de nuestro segundo encuentro, con corrida en la boca incluida, pero no esperaba tanta alabanza. “¡Vaya! me alegro de que le gustara tanto. Él también la chupa muy bien”. Y era cierto, pues me encantó cada vez que lo hacía. Aparte de lo bien que besaba.

No hubo tiempo para entrar en más detalles, porque ya apareció Ramón en busca de Raúl. Todavía mojado irradiaba una viril sensualidad, sujeto de cualquier manera el paño con una mano. Casi no podía creerme que acabara de tener un par de revolcones con él. Al vernos se acercó a la mesa. “De ti hablábamos”, le dijo Raúl. “¡Um!”, sonrió, “Voy por una cerveza y vuelvo”. No tardó en sentarse frente a mí y, desajustándose el paño, me mostraba lo que hacía poco le había comido. “Así que os habíais hecho buenos amigos”, comentó socarrón. “Algo de culpa has tenido tú, con tanta foto provocativa”, repliqué en el mismo tono. “A éste que le gusta exhibirme”, dijo mirando Raúl y acariciándole un muslo. “Pues menos mal que pude cazarte al vuelo, porque no has parado en toda la tarde”, comenté. “Para un día que vengo…”, contestó. “Como el que yo me sé”, dije pensando en Javier. Di ya la sesión por acabada y me despedí. Ya seguiríamos chateando. Ellos se quedaron para aprovechar al máximo su viaje.

En cuanto Ramón y Raúl volvieron a casa, retomé el chat con éste, que era el que llevaba el blog. Por supuesto le mostré mi satisfacción por haber podido disfrutar de Ramón, con cuyas fotos tanto había fantaseado. Raúl, con ese orgullo que sentía con su ‘gordi’, también estaba contento de que hubiéramos llegado a estar juntos. Pero a su vez se le reavivó el deseo de conseguir algo similar con Javier. “Un día que volvamos podrías traerlo a la sauna”, insistía. Ya le había hablado a Javier de mi relación a través del blog con la pareja, así como del intercambio de fotos del ‘gordi’ y de él. “El más joven está prendado de ti”, dije sabiendo que esas cosas le halagaban. Después de mi encuentro en la sauna, le conté que había ligado con el gordo y que ahora el joven estaba empeñado en conocerlo. Javier no tuvo entonces el menor inconveniente en que fuéramos los dos a la sauna coincidiendo con  la venida de la pareja. Entretanto aproveché para ilustrar a Raúl, algo tímido, sobre los usos y costumbres de Javier en la sauna. Como la de meterse en primer lugar en el vapor y allí dejarse meter mano. También que si le sobaban e incluso chupaban las tetas se ponía a cien. “Lo demás depende de tu habilidad”, dejé sentado a Raúl.

Javier y yo llegamos a la sauna y, al salir del vestuario, pasamos por el bar. Ramón y Raúl estaban en la barra y sobretodo este último clavó la mirada en Javier con su paño doblado por la mitad para que tapara lo menos posible. “Ven que te voy a presentar”, le dije a Javier, “Estos son los amigos de los que te había hablado”. Con su cordialidad habitual Javier repartió besos, lo que no debía esperar la pareja, aunque hizo las delicias de Raúl. Pero Javier no perdonaba su ritual así que se excusó. “Voy la ducha. Luego nos vemos”. Fui con él y aproveché para preguntarle: “¿Qué te ha parecido?”. Contestó ambiguo: “Bueno, son tus amigos”. Pero añadió: “El gordito para ti. El otro no está nada mal. Será cuestión de ver si me quiere trabajar”.

Tras la ducha, y también según ritual, pasamos al vapor. Javier se apostó en pie de espaldas a la pared y, antes de que llegara más gente, nos morreamos y sobamos un poco. A medida que entraban nos observaban y alguno se atrevía a toquetear a Javier. Era bien recibido y se afanaba con las tetas y la polla, que ya tenía dura. En esta ocasión, yo estaba sobre todo pendiente de si Raúl se decidía a aparecer. No lo hacía y Javier, tras más metidas de mano y alguna mamada sin consecuencias, Decidió salir y volver a ducharse. Entonces recordé que tanto Raúl como Ramón no eran aficionados a los sudores del vapor y la sauna, y preferían las actividades de secano. Ellos se lo perdían…

Cuando estábamos en las dos duchas junto a la puerta que da al bar, y que quedan a la vista, entró Raúl. Quedó pasmado al ver desnudo y en remojo a Javier. Éste no se inmutó, sino que más bien se dejaba mirar y provocaba tocándose con complacencia la entrepierna. Raúl, para disimular su azoramiento pero sin apartar la vista, se sentó en el banco que había al lado. Javier tranquilamente acabó de enjuagarse y se puso el paño. “¿Damos una vuelta?”, me dijo con voz alta para que se le oyera. Eso sí que era dar facilidades. Así que al pasar le hice un gesto a Raúl para que se animara a seguirnos.

Desfilamos con calma por el pasillo de las cabinas y Javier optó por desviarse hacia el cuarto oscuro pequeño detrás de la sala de vídeo. Había solo una pareja dándose el lote Y Javier se colocó en la pared de enfrente soltando el paño en el camastro que tenía al lado. Para no tapar la vista me senté en la esquina y le toqueteé la polla. Al fin apareció Raúl, que enseguida localizó a Javier. Ya me quedé quieto discretamente. La penumbra envalentonó a Raúl para ponerse delante de Javier. Éste no dudó en llevar las manos sobre los hombros, lo que produjo en Raúl un  patente efecto electrizante. Vi que seguía los consejos que le había dado en el chat, de que si trabajaba las tetas de Javier lo pondría a cien. En efecto empezó a acariciárselas y Javier lo alentó con su panoplia de suspiros y gemidos. Además tomó la iniciativa y le acercó la cara para besarse. Luego le bajó la cabeza para que pasara de sobarle las tetas a chupárselas. Raúl lo hizo con ansia, lo que aumentó los sollozos de Javier, y con una mano tanteó para alcanzarle la polla. Al encontrarla bien dura, se deslizó hasta quedar en cuclillas. La chupaba entusiasmado y Javier se dejaba hacer bien a gusto.

En ese momento asomó Ramón, cuya silueta identifiqué enseguida. Intentó situarse entre los que estábamos allí y no tardó en reconocer a Raúl agachado bajo la barriga de Javier. Entonces me puse de pie y tiré de Ramón susurrándole al oído: “Parece que esos dos han conectado”. Directamente nos pusimos a morrearnos y sobarnos al lado de los otros dos. “¿Me la comerás también?”, preguntó Ramón. “¡Claro! Te lo voy a comer todo”, contesté. “Y yo a ti”. Cosa que me excitó aún más. Pero hubo un cambio en los vecinos. Como Javier no querría vaciarse tan pronto, hizo levantarse a Raúl y, mientras volvían a besarse, le buscó la polla. Le debió gustar lo que tocó –y doy fe de que, por lo visto en alguna foto en que se le ve empalmado, Raúl está muy bien dotado–, porque se fue dando la vuelta y puso el culo en pompa en una postura incitadora. Raúl, que no se lo esperaría, empezó a restregarle la polla por detrás sin atreverse a más. Sin embargo Javier sí que sabía lo que quería y llevó atrás una mano para dirigir la polla a la raja. Raúl apretó entonces y Javier, con una sonoridad que debió llegar hasta la sala de vídeo, soltó: “¡Uf, cariño, qué grande y rica!”. Raúl bombeaba lleno de excitación, alentado por los lúbricos jadeos de Javier. “¡Sí, sí! ¡Cómo me gusta!”.

Ramón, al ver a su hombre follándose a Javier, tuvo una reacción que me pilló por sorpresa. Los bordeó y tirando de mí se subió de pie sobre el camastro. Supe enseguida lo que quería y me amorré a su polla mamando sin parar. Así quedamos enzarzados, cada pareja en los suyo. Raúl y Ramón dieron muestra de una coordinación absoluta porque, cuando el primero gimió un “¡Me viene!”, la boca se me llenó de la leche del segundo. Aunque entretanto había ido entrando y saliendo más gente, que nos miraban curiosos o hacían lo suyo, nos habíamos abstraído por completo en nuestros emparejamientos.

Una vez desenganchados los cuatro nos abrimos paso para ir en busca de las duchas. Había bastante gente y tuvimos que dispersarnos para encontrar alguna libre. Cuando me reencontré con Javier no me privé de comentarle: “Con qué ganas te ha cogido el chico ¿eh?”. “Me ha dejado el culo la mar de contento”, contestó con sorna. De momento no vimos a los otros dos y como Javier, al igual que yo, todavía estábamos sin corrernos, nos decidimos a proseguir la aventura. Javier estaba lanzado y no se le ocurrió otra cosa que provocar al máximo. Para ello, como ya había hecho en otras ocasiones, se fue directo a la sala de vídeo. Sorprendiendo al que yacía adormilado en la tumbona junto a la pared, se estiró en la de al lado. Se abrió el paño y, sin el menor recato, se puso a sobarse la polla y endurecérsela. Me senté en el banco que hay detrás, presintiendo lo que sin duda estaba a punto de pasar. Como suele ocurrir ante la visión del corpachón de Javier entregado a sus desvergonzados tocamientos, había curiosos que, tras asomarse a la sala, se sentaban en el banco de enfrente o incluso se arrimaban a la tumbona por si a Javier se le antojaba echarles mano. Pero él se mantenía imperturbable ocupándose de sí mismo. De todos modos yo, para dar a entender que no estaba solo, pasé los brazos por detrás del respaldo y me puse a sobarle las tetas. Momento en que apareció Raúl quien, al encontrar a Javier provocando de esa forma, no se lo pensó dos veces y trepó entre las piernas para alcanzarle la polla con la boca. Justo lo que estaba esperando Javier. Éste se dejaba gustoso mamar, suspirando y acariciando la cabeza de Raúl, que a veces apartaba para prolongar el goce y meneársela él.

Tampoco fue inesperado que entonces se asomara también Ramón. Tras ves a su hombre afanado con la polla de Javier rodeó las tumbonas y vino hacia donde estaba yo. Excitado como me había puesto con el espectáculo, me levante y lo agarré. Juntamos las bocas con besos ansiosos y Ramón bajó una mano para buscar mi polla. Poco le costó ponérmela dura y aproveché para susurrarle: “¿Has visto cómo la chupa tu marido?”. Aun fascinado por lo que ocurría en la entrepierna de Javier, Ramón no se iba a quedar corto. Se puso a frotarme enérgicamente la polla y, agachándose, hizo un intento de alcanzármela con la boca. La estrechez del espacio entre el banco y la tumbona de Javier le dificultaba sin embargo la mamada, por más que traté de facilitarla al subir un pie al banco y abrirme de piernas. Pero yo estaba ya tan cachondo con todo aquello que quise que me rematara manualmente. Así que, bien agarrado a mi polla, Ramón me pajeó sin parar mientras nos morreábamos y le sobaba el culo. Muy a gusto me corrí en su mano.

Entretanto Raúl y Javier proseguían su faena en pública exhibición. Javier, que morbosamente había estado aguantando todo lo que podía, sacó de pronto la polla de la boca de Raúl y aceleró el orgasmo con su propia mano. En cuanto la leche empezó a brotar Raúl recuperó la polla y chupó hasta que Javier se hubo vaciado. Éste ya se levantó jadeante y salió disparado camino de las duchas. Lo mismo hice yo y allí me lo encontré rebosante de satisfacción. “Creo que he acertado presentándote a mi nuevo conocido”, le dije. “Me ha dado un repaso completo”, replicó. También me preguntó: “¿Y tú con el gordito qué?”. “Me la ha meneado a base de bien detrás de tu tumbona”, contesté.

Los cuatro confluimos en el bar y, de pie junto a la barra, Javier, con su desenvoltura natural y como si no acabáramos de tener una intensa jodienda, se interesó por el lugar y el trabajo de la pareja, de lo que yo le había informado muy someramente. Hasta que decidió que ya era hora de marcharse. Se despidió con besos a los dos y yo, aunque aún me quedaría un rato, lo acompañé al vestuario. Aunque la actitud de Javier mientras se vestía era la de cualquier otra de nuestras visitas a la sauna, yo estaba seguro de que el repaso de Raúl lo había dejado encantado. Por mi parte no volví a ver a la pareja, que seguramente querría seguir aprovechando el viaje. Ya hablaría con Raúl por el chat.