viernes, 22 de marzo de 2019

Nuevas amistades (2)

Pocos días más tarde Germán me comunicó: “El chico del que os hablé estaría encantado de conocer a Javier. Le he hablado de vosotros y hasta le he enseñado el blog con las fotos. Así que ya me dirás si queréis que nos juntemos todos”. Con la aprobación de Javier, convenimos que vinieran una tarde. Javier fue el primero en llegar, algo inquieto: “A ver cómo va con el recomendado”. Tuvo una ocurrencia. “Si es tan lanzado como dice Germán y hasta ha visto mis fotos, me pongo ya en pelotas… a ver qué efecto le hace”. Dicho y hecho se quedó en cueros. Hice otro tanto. En cualquier caso pensaba darme el lote con Germán. Cuando llegó éste con su acompañante, el chico no se cortó lo más mínimo por nuestro estado. “¡Eso sí que es un buen recibimiento!”. Germán nos lo presentó como Julio y nos besó afectuoso. En especial a Javier, con el que se entretuvo más. De pronto exclamó: “¡Anda, si ya te conozco!”. Javier no caía y Julio aclaró: “Hace algún tiempo nos liamos en el vapor de la sauna ¡Qué bien me follaste! Me encantó y pareció que a ti también”. Me miró y añadió: “Tu amigo estaba allí viéndonos”. Recordé enseguida y dije a Javier: “¡Sí, hombre, sí! Pues no estabas contento ni nada de ese polvo. Te quedaron ganas de volveros a encontrar”. “¡Ah, ya caigo! Así que eras tú… Disfruté muchísimo con tu culito”, evocó al fin Javier. “Ya ves, volvemos a coincidir”, dijo Julio con picardía. “¡Qué cosas!”, rio Germán, “Así sobraban las presentaciones”.

Javier, plantado ante Julio, le preguntó sonriente: “¿Y qué te parezco ahora?”. “¡Espléndido! Mejor que en la sauna”, exclamó Julio. Demostró ser tan espabilado como había dicho Germán, porque se arrimó a Javier. “¿Puedo? Porque de eso se trata ¿no?”. Le echó los brazos al cuello y, acoplándose a su desnudez, hizo que se fundieran en un intenso morreo. Sus manos iban palpando el cuerpo de Javier llegando hasta el paquete. Javier rio. “Me la vas a poner dura”. “No deseo otra cosa”, replicó Julio. Javier se apartó para sugerirle: “¿No estarás más cómodo si te pones como yo? También quiero disfrutar de tu cuerpo”. “Si Germán también lo hace…”, replicó burlón. “¡Vaya! Ahora tengo que darle permiso”, rio Germán. Allí mismo, un tanto atropelladamente, Julio fue quedándose en cueros, al tiempo que lo hacía también Germán quien, al acabar, me echó un brazo por los hombros estrechándome. Julio tenía un cuerpo joven, delgado y lampiño, con una polla fina y larga que le penduleaba. No dejó de sorprenderme la mirada de lascivia con que lo envolvía Javier. Casi siempre lo había visto entonarse con hombres de más enjundia, como Germán sin ir más lejos. Pero por el gesto que hizo Julio al terminar de desnudarse, poniéndose de espaldas y manoseándose el culo, entendí que corporeizaba una fantasía recurrente de Javier: follarse un culo como ese, pequeño y prieto. Y el de Julio encajaba a la perfección. “Ya sabes lo que te voy a hacer ¿no?”, le dijo Javier a punto de babear. “¡Por supuesto! Para eso he venido… Y ahora ya sé cómo las gastas”, afirmó Julio. Los dos desnudos ya, volvieron a juntarse. Julio se adhería con sus largos y delgados brazos y piernas al orondo Javier, y las pollas ya erectas se chocaban. Por mi parte, no me privé de meterle mano asimismo a Germán, que me correspondía con su característica facilidad para empalmarse enseguida. De todos modos, tanto Germán como yo teníamos parte de nuestra atención fijada morbosamente en la evolución del encuentro de Javier con Julio. Por eso, cuando Javier sugirió “Nos podíamos ir a la cama ya”, se dio por descontado que no los íbamos a dejar solos. No obstante Germán y yo optamos esta vez por dejarles a ellos la cama y conformarnos para nuestros escarceos con la amplia butaca frente a ella. Claro que así satisfacíamos el morbo de ser testigos privilegiados del revolcón entre Javier y Julio.

Javier ya estaba tumbado bocarriba sobre la cama y Julio se aprestó a entrarle por los pies. Inmediatamente se metió la polla en la boca. Mamó con deleite, arrancando suspiros a Javier, y solo paró para decir: “¡Qué gorda y dura la tienes!”. Javier aprovechó para expresar su deseo: “Te la voy a meter en ese culo tan precioso”. “¡Será todo tuyo otra vez!”, exclamó Julio entregado. Entonces Javier lo apartó para reservarse, pero primero lo iba a excitar al máximo. “¡Antes te la voy a comer!”. Tiró de Julio, que quedó arrodillado a su lado, y Javier de costado le agarró la polla larga y fina, frotándola primero y luego chupándola a conciencia. Se detuvo. “¿Te correrás cuando te folle?”, preguntó. “¡Sí, sí! ¡Hazlo ya!”. Javier, henchido de deseo, se incorporó hasta ponerse de rodillas. Aunque Julio se tendió bocabajo a su lado, Javier prefirió no echársele encima aplastándolo con su volumen. Manejó el flexible cuerpo para hacerlo quedar a cuatro patas. Julio, con la cara apoyada en los antebrazos cruzados, temblaba anhelante. Las manos de Javier se posaron sobre las poco carnosas nalgas, abarcándolas casi al completo. Al estirarlas, la raja se convirtió en una leve hondonada, con el ojete fruncido en el centro. Parecía inverosímil que allí pudiera caber la contundente polla de Javier. Éste se ensalivó un dedo y tanteó con él el ojete. Cuando lo metió entero, Julio emitió un suspiro quejumbroso, pero aún se afirmó más sobre las rodillas. Javier estaba excitadísimo al poder realizar una vez más su fantasía con aquel culo que parecía tan frágil. Se arrimó al fin y restregó la polla. Con una mano la dirigió y la dejó centrada. Impulsó su voluminoso cuerpo y la barriga fue cubriendo el conciso trasero. Mientras Julio exhalaba un prologado “¡aaahhh!”, se captaba que Javier no cabía en sí de gusto dentro de aquella prieta y caliente elasticidad. Empezó a bombear con suavidad, pero cuando Julio exclamó “¡Qué grande y fuerte la siento! ¡Sigue, sigue!”, ya se desbocó y arremetió con ganas. Los esfuerzos de Javier se traducían en un lúbrico meneo del orondo culo, que iba contrayendo y distendiendo en una cadencia creciente.

Este trajín de Javier nos estaba poniendo a los observadores con la calentura al máximo, a la que dábamos salida sobándonos mutuamente las endurecidas pollas, bien arrebujados en la butaca. Entretanto Javier, sin duda para retrasar la corrida, llegaba a salirse del todo, para volver a entrar con nuevas energías. Julio suplicó al fin: “¡Hazme tuyo! ¡Lléname!”. A Javier solo le dio tiempo a preguntar: “¿Te correrás tú también?”. “Me falta muy poco”, contestó Julio gimoteando. Javier se descargó bien agarrado a las lisas caderas. “¡Te la he dado toda!”, proclamó rendido. En cuanto le resbaló la polla hacia fuera, Julio se irguió para masturbarse frenéticamente. Javier estaba tan alterado que, en un movimiento incontrolado, se tendió con la cara  entre los muslos de Julio. “¡La quiero!”, reclamó  y abrió la boca. La juvenil y abundante leche le roció toda la cara en una primera explosión, que luego continuó dentro de la boca de Javier. Los dos quedaron exhaustos y Javier hubo de  alcanzar una toalla para limpiarse la cara y poder al menos abrir los ojos. “¡Joder, vaya polvazo!”, exclamó aún congestionado. “¡Qué gusto me has dado, cariño!”, le hizo eco Julio, que ya arrimaba la cara para lamer los restos de leche en la polla de Javier, lo que provocaba a éste nuevos estremecimientos.

“Voy a pasar por el baño”, dijo Javier tomando impulso para bajar de la cama. Cuando salió, Julio vino hacia nosotros y, con toda naturalidad, comentó: “Os habéis puesto cachondos ¿eh? ¡Qué fenómeno este Javier! En cuanto lo reconocí, ya recordé lo bien que folla”. Le dio una cariñosa palmada en el hombro a Germán. “Gracias por recomendarme”, dijo burlón. “Pues no te pienses que lo vas a acaparar ¿eh?”, le advirtió Germán. “¡Tranquilos!”, rio Julio, “Que ya sé que los dos vais a por Javier y me gustará ver de qué otras formas disfrutáis con él… Si no os sabe mal”. “Tú mismo has comprobado que aquí no vamos con tapujos”, aclaré por mi parte. Entonces regresó Javier, con la cara refrescada y expresión radiante. “¡Qué a gusto me he quedado!”, proclamó. Al ver la cama vacía se tumbó en ella bien despatarrado, como si no tuviera observadores alrededor. Buscada o no, aunque más bien sí, aquello era pura provocación. Por lo pronto Germán no aguantó más. Se levantó de la butaca que compartíamos y se arrimó a la cama ostentando su erección. Entonces Javier se limitó a dar unas palmadas en la zona libre de la cama, que invitaban a Germán a ocuparla. Éste no dudó en tenderse al lado de Javier y, vuelto de medio lado, apoyarle la polla en un muslo. Javier, sin inmutarse, le preguntó adulador: “¿Me he portado bien con Julio?”. “Eres tan fiera para dar por culo como para tomar”, contestó Germán, “Me he puesto negro viendo cómo te movías encima de él”. “¿Por eso estás así?”, dijo Javier llevando una mano a la polla tiesa de Germán. “Y por tenerte aquí”, dijo éste que ahora se inclinaba para chupar una teta, al tiempo que acariciaba el vientre hasta dar con la polla calmada de Javier. “Julio me ha dejado seco”. Aparentando que se avergonzaba de no tenerla en forma se giró dándole la espalda a Germán. Por supuesto que éste lo tomó más bien como una incitación y se le aplastó por detrás abrazándolo. Sus suaves movimientos evidenciaban que la polla buscaba acomodo en la raja de Javier, que mostraba una pasiva aceptación. Durante esta maniobra de acercamiento, Julio, tan pendiente de ella como yo, había ocupado la parte de la butaca que había dejado libre Germán. Así quedó arrimado a mí, aunque con menos apreturas al llenar menos espacio. A estas alturas, me gustó la cercanía de otro hombre, aunque no fuera de mi tipo.

Estaba claro que Germán no se iba a limitar a los roces por el culo de Javier. Pronto bajó la mano para cogerse la polla y llevarla al punto justo de la raja. El impulso que imprimió a su pelvis y el “¡Uhhh!” prolongado que lanzó Javier evidenciaron que había dado en el blanco. Germán empezó a moverse acompasadamente y un consentidor Javier iba dando suspiros. “¡Oh! Haces lo que quieres conmigo”, llegó a decir. “¡Anda que no te gusta ni nada!”, replicó Germán, que lo abrazaba y le besuqueaba el cogote. Esta jodienda de lado se prolongó un rato, en el que noté que la mano de Julio se desplazaba por mi muslo hasta cogerme la polla. “Tú también me gustas ¿sabes?”, me susurró. Lo miré sonriente sin decir nada y me dejé hacer. Por lo visto ya había visto bastante de la follada en la cama, porque me preguntó: “¿Te la chupo mientras miras cómo se cepillan a tu hombre?”. “¡Vaya morbo que sabe poner el chico!”, me dije. Pero contesté: “¡Claro que sí!”. De manera que, sin perderme el espectáculo de la cama, Julio se afanaba entre mis piernas con una gratificante mamada. Aunque tuvimos una interrupción…

De pronto Germán se salió y se volvió hacia nosotros. Javier, sorprendido, le preguntó: “¿Te vas?”. “Espera y verás”, contestó Germán. Javier se puso bocarriba para ver qué pasaría y Germán nos pidió: “¿Me ayudáis a mantenerle levantadas las piernas?”. Julio y yo nos apuntamos enseguida al juego y, antes de que Javier reaccionara, ya teníamos cada uno una pierna subida en alto, haciendo que la polla se le volcara sobre la barriga y ésta sobre el pecho, y que el culo quedara bien expuesto. Germán no tuvo más que meterse arrodillado entre las piernas y clavar de nuevo la polla limpiamente. Javier, afirmando las manos a ambos lados, debió acusar el cambio en la forma de entrarle porque se quejó. “¡Uy! Ahora la siento más gorda”. “Gorda es como te la voy a poner”, le dijo Germán quien, al no tener que sujetarle las piernas, podía sobarle la polla mientras le arreaba. Entretanto Julio y yo nos manteníamos abrazados a nuestra respectiva pierna y me hizo gracia que Julio además la fuera besuqueando. Javier le pilló pronto el gusto al nuevo enfoque. “¡Sí, sí! Y ahora ya no te vayas”, pedía. “¿Qué haces con mi polla? ¡Cómo me calientas!”. “Nos vamos a correr a la vez”, anunció Germán. “Si yo ya lo he hecho con Julio”. “Pues ahora conmigo… Tú puedes”. Germán persistía en el bombeo mientras frotaba la polla, que ya había endurecido, y apartaba las manos de Javier cada vez que éste intentaba hacerse con su control. “¡Ay cómo me estás poniendo! ¡Córrete tú ya y déjame a mí!”. Pero Germán persistía. “¿Qué? ¿Te viene? A mí ya me falta poco”. “¡Sí, me voy a correr!”, lloriqueaba Javier. “¡Pues vamos allá!”. Germán frotó la polla con energía y, cuando Javier empezó a echar leche, sacó la suya rápidamente y se le vació encima. El bajo vientre de Javier quedó así inundado y ya le soltamos las piernas, que cayeron a plomo. “¡Qué salvajada!”, exclamó Javier con la voz quebrada. “¿Es que no te ha gustado?”, le retó Germán. “Eso sí”, reconoció Javier.

“¡Necesito una ducha!”, exclamó Javier braceando para ponerse de pie. “¡Te ayudo!”, soltó Julio dispuesto a ir con él. Javier hizo un gesto de indolente resignación. “Haz lo que quieras… ¡Qué me va a importar hoy la privacidad a estas alturas!”. Cuando entraron en el baño, Germán comentó: “Javier es increíble. Se deja hacer lo que se quiera”. “Con su volumen parecía de goma con las patas en alto”, añadí. Reímos los dos, pero Germán también recordó: “Por cierto, perdona que interrumpiera la mamada que te estaba haciendo Julio por el capricho que me dio de follarme a Javier así”. “Sí que me la hacía bien, sí”, admití. “Pues no te vas a quedar a medias”. Germán tiró de mí e hizo que me echara en la cama. Con un hábil juego de manos y boca, enseguida me puso a tono. No paró hasta que me corrí bien a gusto. “Me encanta beberme tu leche”, afirmó relamiéndose. “No será más que follarte a Javier”, bromeé. “Todo me gusta”, dijo diplomático. En esto reaparecieron Javier y Julio. Los dos venían acabando se secarse con sendas toallas. Germán preguntó con guasa: “¿Qué tal ha ido esa ducha?”. “Me ha enjabonado muy bien”, respondió Javier socarrón.

La desaparición de Javier en el baño, seguido por Julio, me hace surgir la idea de recrearla con todo el morbo que permite la imaginación… Javier, zombi total después del tute que le habíamos dado, como primera medida se sentó en el wáter. “Voy a aliviarme antes”. “¿Cómo es que meas sentado?”, preguntó curioso Julio. Javier estaba tan pasota que contestaba mecánicamente incluso preguntas de lo más personales. “Es más cómodo y no salpicas”. Javier puso cara de satisfacción cuando hubo acabado de soltar un buen chorro. Luego se sacudió la polla, pero siguió con las manos en las rodillas. “Podías haberte meado en la ducha ¿No te gusta?”, volvió a preguntar Julio indiscreto. “Lo suelo hacer mientras espero que el agua salga caliente, pero ahora me urgía y así también me repongo un poco aquí sentado”. “Me encanta verte así”. “Pues vale”, replicó indiferente Javier. Desde luego, con la barriga casi reposando en la tapa y las piernas abiertas, Javier daba una imagen de impúdica intimidad. Julio se puso delante y llevó las manos a sus hombros. “Esto te relajará”. Masajeaba hasta el cogote con una pasiva aceptación de Javier, que sin embargo hizo notar: “Te estás empalmando”. “Es lo que me pasa contigo”. “La tienes muy larga y fina”. “¿Te gusta?”. Sin contestar, Javier, como una distracción mientras recibía el masaje, palpó la polla. “¡Qué dura está! ¿No te gusta meterla?”. “A veces lo hago. Pero me entra con demasiada facilidad y no me llego a correr… Prefiero que me metan una polla gorda como la que tienes tú”. “Esta tuya debe llegar muy a fondo”, insistió Javier. “Si quieres, ahora en la ducha la pruebas”, concedió Julio. “Ya veremos… Germán me ha dejado el culo escocido”. Javier se levantó ya y arrancó un trozo de papel. Se lo pasó por el culo y se lo enseñó a Julio. “¿Ves? Aún me queda leche”. Tan escatológica intimidad no parecía incomodar ni mucho menos a Julio. “Me gusta que no te cortes conmigo”. “Tú has querido meterte aquí. No voy a ir con pudores”, sentenció Javier. Julio ofreció: “Voy a abrir el agua para que esté ya caliente cuando entres”. Javier le dejó hacer y esperó al otro lado de la mampara trasparente. “¿Te importa que mee?”, preguntó Julio. “Como quieras. El agua se lo lleva todo”. Julio soltó un potente y prolongado chorro marcando una pronunciada curva. “Como se nota que eres joven”, comentó Javier. Después de sacudirse la polla y dejar correr el agua, Julio dijo: “Ya la tienes calentita”. Dejó pasar a Javier, que se colocó bajo el agua. “¡Uf, qué gusto!”. Se fue girando para que le llegara a todas partes y, una vez bien remojado, Julio le pidió: “¿Me dejas que te enjabone?”. “Ahí tienes el gel”, aceptó Javier. Cortó el agua y se quedó en espera. Julio se echó abundante gel en las manos y empezó a extenderlo por la delantera a partir de las tetas. “¡Cómo me gusta hacer esto!”. “¡Que es enjabonar no meter mano, eh!”, advirtió Javier con poco convencimiento, porque los manoseos en las tetas, con detenimiento en los pezones, le arrancaban resoplidos. Julio no dejaba detalle y pidió que levantara los brazos para el acceso a las axilas. Javier obedecía dejándose manejar. Luego Julio fue deslizando las manos por la barriga hasta llegar a la entrepierna. Se esmeró en dispersar el gel por la polla y los huevos. Con los dedos resbalosos cosquilleaba estos y rodeaba el capullo. “Me la estás poniendo gorda”, avisó Javier. “Me encanta cómo crece”, seguía Julio. “Pues no estoy yo ahora para más experimentos”. Julio no insistió e hizo que Javier se diese la vuelta. Repasada la espalda, las manos de Julio se centraron en recorrer las nalgas. Y ahí ya Javier empezó a relajar su aplomo. Inclinó el torso y apoyó las manos en la pared con el culo salido y espumante. Julio vertió un poco más de gel en el comienzo de la raja. “Por aquí hará falta que limpie bien, con todo lo que te ha metido Germán”. “Con cuidado, que lo tengo muy sensible”, avisó Javier separando las piernas. Julio repasaba la raja con los dedos y, al atinar con el ojete, uno se introdujo sin el menor esfuerzo. “¡Uf!”, dio un respingo Javier sin oponer resistencia al entra y sale con que el dedo jabonoso resbalaba. “Así, bien limpito”, se justificaba Julio. Pero Javier cayó en la tentación de llevar una mano hacia tras y tantear en el aire. Julio supo qué buscaba y le acercó la polla. “La tienes dura otra vez ¿eh?”. “¿Quieres probarla?”, ofreció enseguida Julio. “¡Vale! Un poquito”. Julio acertó a la primera. “¡Qué abierto estás!”. “De las folladas de Germán… Pero ésta me llega muy adentro”. “¿Te molesta?”. “¡Qué va! La noto muy suave… Muévete un poco”. “Si quieres… Pero no me correré”. “¡Da igual! Es para sentirla mejor”. Julio atendió el capricho de Javier y meneó las caderas “¡Oh, qué a fondo me llega!”. Javier disfrutó algo más hasta que dijo: “Será mejor que pares ya… Esto es puro vicio”. Julio se salió, pero gimoteó: “Me gustaría meneármela mirándote”. “¡Vale! Hazlo mientras me enjuago”. Javier volvió a abrir el agua y se metió debajo. Tuvo el detalle, para animar a Julio, de hacerse unos enjuagues de lo más sensuales. Se estrujaba las tetas y aclaraba la espuma de la entrepierna sobándose la polla y los huevos. Asimismo se iba girando y estiraba los glúteos para que el agua se le deslizara por la raja. Julio lo contemplaba sin parar de frotarse la polla, hasta que le brotó leche en abundancia que se mezclaba con el agua que corría por el fondo. “¡Hala! Enjuágate tú también”, le dijo Javier, que salió  de la ducha para coger una toalla. Julio acabó pronto y tomó otra toalla. Pero no pudo resistir la tentación, mientras Javier se secaba por delante, de ponerse él a hacérselo por detrás. Javier se lo facilitaba con no disimulada voluptuosidad, ofreciendo el culo e incluso separando las piernas para que Julio le pasara la toalla por la raja y por los bajos… El resto ya conecta con su vuelta al dormitorio donde estábamos Germán y yo.

Al juntarnos de nuevo los cuatro, sentí la responsabilidad de anfitrión. “Hemos ido tan lanzados desde el principio, que no me ha dado tiempo a ofrecer siquiera algo de beber”. “Nunca es tarde”, afirmó Javier, “Y ahora nos vendrá de perlas”. Nos desplazamos a la cocina y allí cada uno escogió lo que le apetecía. Reconfortados con nuestras bebidas, dábamos una imagen de sana confraternidad, desprovista de connotaciones sexuales, si se prescinde de que estábamos en pelotas y que cada vez que nos cruzábamos se escapaba algún manoseo.

Javier, por lo demás, pese a la brega que había tenido, o tal vez precisamente por ella, se mostraba radiante de satisfacción. Teniendo en cuenta que Germán y Julio mantenían un comedido distanciamiento sexual y que a mí no me atraía demasiado Julio, Javier debía ser consciente de que era en él en quien habían confluido los deseos de los demás. Por ello se sentía a gusto manteniéndose de pie, con el culo relajadamente apoyado en la encimera. Lo cual hacía que los demás, sentados frente a él, no dejáramos de pensar en lo apetecible que resultaba en su voluptuosa desnudez. “Parece que vuelvas a pedir guerra”, le hizo notar Germán. Entonces, con la euforia recobrada, Javier no se privó de desvelar: “En la ducha Julio me la ha metido también”. Confirmaba así algo de lo que yo había imaginado que ocurría en el baño. “¿Ah, sí? Creía que eso no le iba”, se extrañó Germán. Julio se ruborizó y quiso explicar: “Ha sido sin correrme. Javier quería probarla”. “Lo que tú no consigas…”, le dijo divertido Germán a Javier. Éste le soltó provocador: “Pues no sé cuál me gusta más. La tuya me dilata a tope, pero la de Julio entra muy a fondo”. “Entonces ya sabes, días alternos”, se burló Germán. Julio bromeó relajado: “A mí no me lieis, que yo ya pongo el culo”.

Nadie habló esta vez de cena, tan agotados como estábamos. Y menos Javier, al que no le quedaban fuerzas para ponerse a hacer de cocinillas. Así que tácitamente se impuso lo de cada mochuelo a su olivo. Germán y Julio se asearon y vistieron. Javier y yo nos rezagamos para despedirlos, aún en pelotas, con efusivos besos y achuchones. No se concretó nada, aunque flotaba en el aire la eventualidad de futuros encuentros. Al quedarnos solos Javier no se contuvo de comentar: “Un día muy completito ¿no te parece?”. “Desde luego te has superado, dando y tomando por todos tus agujeros”, confirmé. “Espero que hayan quedado contentos”. “No lo dudes”. Finalmente Javier pidió: “¿Me quedo a dormir contigo?”. “Ya contaba con eso”, acepté.


1 comentario:

  1. Buen relato, bastante cargado de sexo como me gusta. Sobre todo cuando le abren bien las piernas a Javier.

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