domingo, 17 de marzo de 2019

Nuevas amistades (1)

Conocí a Germán en la sauna. Recién llegado pasé por el vapor, sin que encontrara nada interesante. Luego di una vuelta y entré en el cuarto oscuro más pequeño. Había una pareja metiéndose mano y esperé un poco. Entonces entró un tipo grandote que me atrajo y me arrimé a él. Enseguida tomamos contacto y me gustó acariciar su pecho, de tetas bien formadas y suavemente velludo. Él también me fue tocando y pronto nos tanteamos las pollas. La suya se endurecía con facilidad. No dudó en agacharse para chuparme la mía y, cuando iba a hacerle otro tanto, tiró de mí. “Vamos a una cabina”. Me encantó su propuesta y allí, ya sin los paños en la cintura, pude comprobar mejor lo bueno que estaba. De una sólida robustez, sin que se pudiera considerar exactamente un hombre gordo, lucía una polla de muy buen tamaño que ya tenía tiesa. Nos abrazamos y besamos, recorriéndonos los cuerpos con manos y bocas. Me gustó lo cariñoso que se mostraba y la afición con que me la chupaba. Claro que también se lo hacía yo. No llegamos más allá sin embargo, probablemente porque ambos habíamos llegado hacía poco y no era cuestión de acabar tan pronto. Así que dejamos la cabina, con un “Luego nos vemos”. Aunque me quedaron ganas de curiosear cómo se manejaba por aquellos vericuetos, no llegué a dar con él de nuevo. Por otra parte empezó a rondarme la idea de que no era la primera vez que habíamos estado juntos. Debió ser hacía algún tiempo y no guardaba memoria de cómo había ido el encuentro.

Estuve un rato pululando de un lado para otro sin mayores aventuras, salvo una mamada con final feliz que me hicieron en la sauna seca. Al cabo de un buen rato, pasé por el bar y allí estaba Germán. Tomaba una copa, él solo y muy tranquilo, sentado en un taburete en una esquina de la barra, con la espalda apoyada en la pared. Tras la pregunta típica “¿Qué tal te ha ido?” y la respuesta poco concreta “No ha estado mal”, me quedé junto a él y pedí otra copa. Quise salir de dudas. “Me parece que ya habíamos estados juntos ¿verdad?”. Me gustó su contestación. “Y más que estaremos”. “¿Me habías reconocido?”. “Al principio no, pero en la cabina ya sí”. Así nos pusimos a charlar y seguí de pie porque me permitía arrimarme entre sus piernas. También se me escapaba alguna caricia. “Soy muy tocón”. “Y me encanta”. Se le tomaba confianza fácilmente. No me privé de hablarle de Javier, como mi amigo fijo, aunque en relación abierta, desde hacía muchos años. También reconocí mi afición a escribir en un blog relatos eróticos sobre hombres maduros. Germán me contó que iba mucho al gimnasio, donde también nadaba. “Así estás de cachas”, bromeé. “Bueno, procuro mantenerme”, contestó. Cuando le dije que vivía solo, enseguida dijo: “Podrías invitarme a ir a tu casa”. Quedamos en intercambiar teléfonos.

Cuando acabamos las copas, Germán bajó del taburete y tiró de mí. “¡Vamos!”. Lo seguí sin saber qué se proponía. Pero lo que quiso fue que nos metiéramos en el jacuzzi. Enseguida empezamos a toquetearnos y él jugaba metiéndose entre mis piernas. Me encantaba sobarle la polla otra vez tiesa. Cuando salimos, nos duchamos juntos y fuimos al vestuario para poner los teléfonos en los móviles. Le dije que ya me marcharía y él manifestó con sonrisa pícara: “Me quedaré todavía un rato”. A juzgar por su capacidad para seguir empalmado, aún tendría ganas  de aprovecharlo.

Esa misma noche me envió un mensaje preguntándome cómo acceder a mi blog. Al día siguiente escribió: “He leído algunos de tus relatos. Me puse a mil. Acabé pajeándome como en mucho tiempo no lo hacía”. Seguimos intercambiando mensajes hasta que quedó en vendría a mi casa.

A Javier le había contado que conocí a Germán en la sauna, lo habíamos pasado muy bien e intercambiamos teléfonos. También que manifestó su deseo de venir a mi casa. “¿Y lo ha hecho?”, me preguntó Javier. “Todavía no”, reconocí. Y aproveché para hacerle publicidad. “Es un tipo muy amable y cariñoso. Además está fuertote y bien dotado, de unos cincuenta años. Tiene la misma facilidad para empalmarse que tú”. “A ver si me vas a sustituir por él”. “¡Qué va! Si le he hablado de ti… Hasta te ha visto en algunas fotos”. “¿De cuáles?”. “Las ‘decentes’ que llevo en el móvil”. Aunque confesé también: “Pero como se ha aficionado a leer mi blog de relatos, le dije que el Javier que sale en muchos de ellos eras tú… Y que las fotos que pongo al final de ellos son tuyas”. “¡Jo! Me acaba viendo en pelotas todo el mundo”, protestó. “Pues dice que estás muy bueno”. “¡Um! ¿Y va a venir a tu casa?”. “En eso hemos quedado ¿Querrías conocerlo?”. “No sé. No quiero estorbaros”. “Sabes que nunca me estorbas”. “¡Vale! Ya me dirás algo”.

Cuando concreté una cita con Germán en mi casa le comenté si le importaba también viniera Javier. “¡Ah, estupendo! Ya sabes que puedo con más de uno”, dijo. Informé a Javier del día y la hora, pero mostró cierta indiferencia, seguro que fingida. “Veré si puedo acercarme”. Germán llegó puntual y me comentó: “Vengo directo del gimnasio”. “Así que estás en plena forma”. “Como un toro”, bromeó. Apenas estábamos en los besuqueos iniciales aún vestidos y apareció Javier. Los presenté e intercambiaron un par de besos observándose mutuamente. Javier le soltó a Germán: “Creo que tú me conoces mejor que yo a ti”. Germán rio captando la alusión a las fotos”. “Pero en vivo es mejor”. Javier se mostró relajado. “Vosotros a lo vuestro… Yo me daré una ducha, porque vengo muy acalorado”. Se fue al baño y le dije a Germán: “Mejor que nos desnudemos ya. El truco de la ducha ya me lo conozco”. Así lo hicimos y, en cuanto nos toqueteamos un poco, Germán ya estaba empalmado. Fue rápido Javier con su ducha y, como me esperaba, volvió desnudo. “No he encontrado nada que ponerme”, dijo con sorna. “Ya ves que no te hace falta”, le replicó Germán mostrando sin pudor su erección. Los dos se miraban con deseo, pero no se decidían a atacarse todavía. Pensé que tampoco había que correr y era mejor que tuvieran un margen para estudiarse mutuamente. Así que propuse: “Como tenéis gustos parecidos en cuestión de bebidas ¿os iría vodka con naranja? Lo tengo a punto ¡Venid!”. Aceptaron, agradecidos de la tregua, y fuimos a la cocina. Dejé que se sirvieran a gusto y, situado en un nivel neutral, me permití alguna caricia a uno y a otro. “¡Hala! Id al sofá, que lo mío es whisky con ginger ale. Enseguida me uno”. Tardé lo mínimo pero, con el acercamiento que el sofá de dos plazas propiciaba, me encontré con que Germán ya acariciaba un muslo a Javier, que lo miraba sonriente. Me arrimé por el lado de Germán y, como sabía que le gusta chupar pollas, lo tenté con la mía. Efectivamente, sin dejar el muslo de Javier, giró la cabeza y se la metió en la boca. Mientras mamaba, su mano avanzó ya hacia la polla de Javier. Entonces le dije a éste: “Ponte de pie”. Javier obedeció y enseguida la boca de Germán pasó de mi polla a la suya. Javier recibió la chupada muy a gusto. “¡Uf, qué boca!”. Poco tardó en ponérsela dura y Javier tiró de Germán para que se levantara también. Con las mamadas Germán se había empalmado y las pollas de los dos chocaron. Empezaron a morrearse y no dudé en unirme a ellos. Pasábamos las lenguas de una boca a otra y nuestras manos iban palpando las pollas. Me aparté ligeramente para que Germán se ocupara de las tetas de Javier. Las estrujó y pellizcó, llegando al máximo la excitación de Javier cuando se puso a chuparlas y mordisquearlas. “¡Esto me mata!”, gimió Javier. Pero su idea ya estaba clara y anunció, muy clásico él: “¡Me voy a la cama!”.

Javier tomó la delantera y miré divertido a Germán. “Ya sabes lo que te toca”. “Lo sé, lo sé”, replicó socarrón. Javier estaba estirado bocabajo, en una oferta inequívoca de su culo. Al sentir que Germán se subía en la cama, soltó anhelante: “¿Me vas a follar?”. Pero Germán no tenía prisa. “¡Shhh!”, susurró, “Aún te tengo que calentar más”. Se echó sobre él y le restregó el pecho subiendo y bajando, mientras la polla tiesa le repasaba los muslos. Javier gimoteaba. Pronto forzó que tuviera que ponerse bocarriba y además me pidió: “Ven aquí al lado”. De momento me aposté de rodillas junto a Javier, ansioso por ver cómo se lo trabajaba Germán. Este pasaba de chuparle las tetas a jugar con la polla y los huevos. Frotaba la una y cosquilleaba los otros. Ante la tremenda calentura de Javier, me incliné para juntar mi boca a la suya y la forma intensa en que nos besábamos parecía servirle de consuelo. Pero solté a Javier porque Germán, sin soltar su polla, con la otra mano buscó la mía. Me erguí sobre las rodillas y se puso a chupármela. Javier aprovechó la ocasión para sustraerse de Germán y girar de nuevo el cuerpo. Germán se centró ya en él y tiró hacia arriba de sus caderas. Javier se reafirmó en la posición y hasta tiró de la almohada para doblársela bajo la barriga. “¡Métemela ya!”. Aunque Germán prefirió seguir jugando. “¡A ver este culo tan precioso!”, exclamó dándole un tortazo. “¡Aquí lo tienes! ¡Hazlo tuyo!”, suplicó Javier meneándose. Pero Germán se afanó antes en sobar las nalgas y separarlas, para hundir la cara en ella a continuación. A juzgar por las expresiones arrebatadas de Javier, las lamidas y comidas de la raja debían llegar bien a fondo. “¡Sí, qué lengua tienes!”, “¡Ay, cómo muerdes!”, “Me pones a cien”, “Quiero ya tu polla”, iba gimoteando in crescendo. Al fin Germán se lanzó y le pegó una clavada que la hizo entrar entera al primer impulso. Javier añadió a un bramido unas imprecaciones: “¡Auhhh! ¡Qué polla más gorda! ¡Cómo me quema!”. Germán se afianzó aún más dentro de Javier. “Es lo que querías ¿no?”. “¡Sí, sí, me encanta! ¡Fóllame con ganas!”, reclamaba Javier. Germán no se hizo de rogar y se lanzó a arremeter con ímpetu. No solo arrancaba gemidos de Javier a cada envite, sino que lo enervaba con parones y salidas momentáneas. “¡No, no! ¡Sigue dentro! ¡Quiero más!”, imploraba Javier. Yo, casi sin darme cuenta, me la meneaba cerca de la cara de Germán, que llegó a avisarme: “¡Tú, no te precipites, que luego te remato!”. Por mucho que aguantó Germán, para mayor calentamiento de Javier, su excitación iba llegando a tope. “Te voy a llenar”, avisó. “¡Sí, sí, la quiero toda”!, afirmó Javier. Germán fue sustituyendo las últimas arremetidas por seguidos espasmos. “¡Uf, qué polvo más bueno!”, exclamó saliéndose poco a poco de Javier. Éste apartó la almohada de debajo y fue girándose poco a poco. “¡Qué follada!”, exclamó a su vez. Enseguida empezó a sobarse la polla para ponérsela dura otra vez. “¡Qué ganas tengo de correrme!”. Se la meneaba con energía mientras Germán me instaba a tenderme al lado. “Ahora me la vas a dar”. Se puso a chupármela y, entre la excitación que llevaba acumulada y su buen hacer, no deseé otra cosa que vaciarme  en su boca. Lo hice casi al mismo tiempo que Javier se corría y nuestros resoplidos se mezclaron. Germán se irguió ya sobre las rodillas sonriendo. “¡Vaya dos! ¡Qué a gusto me habéis dejado!”.

En esta ocasión no pareció que a Javier le fuera a dar la modorra que suele ser habitual cuando ha quedado satisfecho. Con su leche diseminada por la barriga, se levantó de la cama. “Voy a limpiarme un poco”. Fue al baño y Germán y yo lo aguardamos aún sobre la cama. Germán bromeó. “Yo me he vaciado en su culo y tú en mi boca. Así que no hemos dejado rastro de leche”. Aproveché para sondearlo. “Me da la impresión de que os habéis entendido muy bien”. “¡Oh, sí! Hacía tiempo que no me follaba un culo tan acogedor… ¡Y qué pasión le pone Javier!”. “Has sabido calentarlo a tope”. “De eso se trataba ¿no?”, rio Germán. “Mejor no podía haber salido… A mí también me has puesto contento”, reconocí. “Que me haya gustado Javier no desmerece lo que me gustas tú”, aclaró. Tuve el arrebato de ponerme a besarlo y acariciarlo, aunque previne divertido: “Pero no te vayas a empalmar ya otra vez”. “No será mi culpa”, rio.

Javier nos pilló en acción. “¿Estorbo?”. “¿A estas alturas preguntas eso?”, ironizó Germán. Pero añadió: “Ahora pasaré también por el baño”. Cuando se fue, Javier no perdió la ocasión de comentarme: “¡Vaya ligue que has hecho!”. “Y bien que lo has disfrutado”. “No me iba a hacer el estrecho”. “Si has estado anchísimo…Sobre todo tu culo”. “¡Sí que folla bien, sí!”. Enseguida propuso: “Vamos a preparar otra copa… Ya vendrá Germán”. Así que fuimos a la cocina  para disponer las bebidas. Germán no tardó en unírsenos. “¡Qué buena idea!”, dijo. Una vez servidos todos, aproveché para ir al baño. Al volver encontré a Germán, ya empalmado, chupándole las tetas y sobándole la polla a Javier, que se dejaba hacer entregado. Entonces me di el gusto de arrodillarme entre ellos e írselas chupando alternativamente. Como aquello no era de momento más que un calentón residual, pronto se separaron y yo me levanté. “¡Venga! Vamos a lo que hemos venido”. Así que cada uno puso atención a su bebida y nos sentamos en torno a la mesa de la cocina. A Javier le dio por sacar el tema de sus fotos diciéndole a Germán: “Así que al golfo éste le faltó tiempo para enseñarte las fotos que me hace por aquí”. Como aludido intervine. “Solo vio las que llevo en el móvil, en que estás muy decente”. “Y guapísimo”, añadió Germán. “Pero luego le dijiste cuáles eran las que hay en el blog para que me viera ya en pelotas… Así no se ha sorprendido hoy”. “Con esas fotos ya te cogí ganas. Son de lo más provocativas”, reconoció Germán, “Por cierto, que con ese blog ya tengo material para mirar cuando estoy aburrido en casa y hacerme unas buenas pajas a tu salud”. “¿Ves? Ya tienes otro seguidor”, le dije a Javier, “Con lo que te gusta que te diga cuántos likes recibe cada foto”. Germán tuvo una idea. “Pues si yo no desmerezco, no me importaría hacer un tándem y posar juntos”. “Eso sería fabuloso. Porno total”, comenté. “¿Todavía más?”, protestó Javier, “Solo me faltaba aparecer tomando por el culo”. “Si hasta te he sacado metiéndote juguetes”. “Bueno, bueno”, zanjó Javier, “Hoy estamos a lo que estamos”. “Vale, pero ya hablaremos”, dijo Germán que parecía muy dispuesto y me hizo un guiño.

Javier se levantó para ponerse más hielo y, de paso, un chorro de vodka. Germán lo imitó. “¿Puedo yo también?”. Pero, mientras Javier iba desprendiendo los cubitos bajo el grifo, Germán se puso a tocarle el culo. “¡Uhhh!”, murmuró Javier sin hacerle ascos ni mucho menos, sino incluso removiéndolo provocativamente. Intuí que la cosa podía volver a ponerse seria. Ya la mano de Germán repasaba la raja. “¡Uy, cómo me gusta lo que tienes aquí!”. Javier se dejaba hacer y soltó el recipiente de los cubitos. Sin girase llevó una mano atrás y dio con la polla ya endurecida de Germán. Éste, que ahondaba con un dedo, masculló. “¡Qué abierto sigues todavía!”. “¡Oh!”, suspiró Javier sintiendo el dedo, “¿Vas a metérmela otra vez?”. “La tengo a punto”, dijo Germán centrándose detrás y acoplándose. Javier entonces se desplazó para poder apoyar los codos en la encimera. Con el culo en pompa pidió: “¡Venga!”. Germán se cogió la polla con una mano y la apuntó a la raja. Fue entrando con suavidad esta vez hasta quedar completamente pegado a Javier. “¡Uhhh, cómo me gusta!”, exclamó éste, que se puso a removerse para sentirla mejor. Germán empezó a bombear. “¿Así quieres?”. “¡Sí, sí! ¡Qué bien lo haces!”. Siguieron un rato y yo veía que Javier se iba relamiendo de gusto. Esta vez sí que era puro vicio. Ver ahora cómo se iba contrayendo por el esfuerzo el culo de Germán sobre el de Javier me hizo subir un calentón. No resistí más sentado y me fui acercando a ellos sobándome la polla, aunque sin querer interferir. Germán declaró: “Estoy muy caliente pero me va a costar correrme otra vez”. “No importa. Aún me queda leche tuya dentro”, aceptó Javier. Germán entonces fue frenando y se salió. Pero como siguió estimulándose manualmente, Javier tuvo un repente. Fue rápido a sentarse en una silla y, abierto de piernas, tiró de Germán para se metiera en medio. “¡Dámela!”, pidió. Esto excitó más a Germán, que aceleró el pajeo. Los meneos que le daba a la polla hacían que está oscilara entre las tetas y la cara de Javier. “¡Ya, ya!”, avisó Germán. Javier se acercó más para recibir la leche, que ya brotaba salpicándole el pecho y la barbilla. Cuando Germán detuvo la mano, Javier acercó la boca para lamer el goteo final. Germán retrocedió exhausto para apoyarse en la encimera y Javier, pasándose la lengua por labios y barbilla, soltó jocoso: “¿Podré tomarme ya mi copa en paz?”.

Javier cogió un paño de cocina, lo mojó un poco bajo el grifo y se limpió la boca y el pecho. Luego lo tiró al suelo. “Esto a la lavadora”. Sin embargo ahora se limitó a sacar un botellín de gaseosa de la nevera y se la bebió a morro con el culo apoyado en la encimera. La pregunté a Germán qué le apetecía. “Con agua fresca me conformo ya”. Me apunté también y puse dos vasos. Pero Germán, al coger el suyo, lo miró y soltó burlón: “Aunque no le diría que no a un poco más de leche”. Sonó a boutade, a la que Javier replicó en plan fardón más que nada. Tocándose la polla, dijo: “Pues a mí aún me debe quedar alguna. Después de que me follen, ya sabéis…”. Germán tuvo una salida inesperada. “Eso va de mi cuenta”. Se fue hacia Javier. “Anda, siéntate ahí”. Le señaló la encimera donde estaba apoyado y hasta lo ayudó a impulsarse para que subiera el culo. Javier estaba tan sorprendido que se dejó hacer y quedó con las piernas colgando. Germán le separó los muslos y se puso a manosearle la polla y los huevos. “¡Qué fiera eres! ¿Me la quieres poner dura otra vez?”, rio Javier. “Eso y más”, soltó Germán. Y en ello se afanó. Cuando la polla cogió cuerpo con los frotes, se inclinó para metérsela en la boca. Mamó con fruición y Javier supo que no iba a cejar hasta sacarle la leche. “¡Joder, cómo chupas!”. A veces le sujetaba la cabeza, pero enseguida la soltaba para dejar que se moviera a su aire. Javier me miraba incrédulo y le dije riendo: “No te extrañe. Es un comepollas consumado”. Germán no paraba, agarrado a los muslos de Javier, cuya respiración se aceleraba. Llegó un momento en que dijo: “No sé si podré”. Solo entonces levantó la cabeza Germán: “Eso dije yo antes”. Y retomó las chupadas con decisión. “Sí que me viene, sí”, gimoteó al poco Javier, “¡Uy, uy, uy! ¡Oooh!”. Desplomó los brazos a los costados. Germán no se apartó hasta que hubo tragado y relamido todo lo que al fin había soltado Javier. Se levantó sonriente. “Ahora me vendrá bien el agua”. Todavía se le ocurrió decirme: “¿Y tú qué?”. “A mí ni te acerques”, bromeé, “Que ya he echado el cierre”.

Desde luego Javier se lo estaba pasando en grande. La habilidad con que Germán había conseguido hacer con él lo que quería le había resultado muy estimulante. Tanto es así que, sin prisas para dar por concluida la reunión, propuso: “Ya puestos podría preparar algo y así cenamos… Seguro que encuentro cosas por aquí”. La pregunté a Germán: “¿Qué te parece?”. “Por mí estupendo. Estoy muy a gusto con vosotros… Podría echar una mano”. “Cuidado con lo que entiendes tú por echar una mano”, bromeó Javier. “Con las cosas de comer no se juega”, replicó Germán riendo. Javier empezó a sacar huevos, embutidos, quesos… Germán le dijo: “Mientras te ocupas de los fuegos, como hay fruta, haré una macedonia, que nos irá bien”. Javier se puso un delantal a cuadros con peto, más que nada para protegerse de salpicaduras, aunque a todas luces pequeño para su volumen. Germán pelaba fruta, y yo abría una botella de vino y cortaba pan que había comprado por la mañana. La estampa de Javier con el delantal y el culo al aire me hizo comentarle a Germán: “¿No está para una foto?”. “¡Venga!”, me animó. “¡Jo, ya estamos con eso!”, protestó Javier, “Pero sin incordiar ¿eh?”. Fui a buscar mi cámara y Javier simuló ignorar que le hacía fotos. Pero bien que se cuidaba de que le enfocara el culo. Incluso al notar que lo tomaba de perfil, hacía que el delantal se le separara para que se le viera el paquete. “¡Cómo sabes posar!”, le alabó Germán. “¿Ah, sí? ¡Pues toma!”, soltó Javier. Se puso de frente y, levantándose el delantal, mostró sus bajos. Enseguida retomó muy serio sus tareas. Le dije a Germán: “¿Aprovecho contigo?”. “¡Vale!”. Apartó un poco de la mesa la silla en que estaba sentado y separó las piernas. Lo capté mientras cortaba a rodajas un plátano. Entretanto Javier había dispuesto en dos bandejas las viandas calientes y las frías. Se quitó el delantal. “¡Listo!”. Se me ocurrió proponer: “¿Por qué no posáis juntos?”. Germán no dudó en ponerse al lado de Javier. Cogidos de las cinturas, los retraté por delante y por detrás. “¡Cómo le van a gustar a los seguidores de mi blog!”, comenté.

Lista la mesa, nos dispusimos a dar cuenta con buena gana de la cena improvisada. Javier bromeó. “No sé si podré sentarme. Todavía me hace chupchup el culo”. Le reprendí: “¡Venga, no sigas provocando y comamos en paz!”. Así lo hicimos y llegó un momento en que Javier se puso solemne. “No le hemos hecho hasta ahora, pero creo que deberíamos brindar por el éxito de nuestro encuentro”. Chocamos nuestras copas y Germán declaró sonriente: “Ya me siento como uno más”. Se levantó y nos besó cariñosamente.

Ya relajados, el tema sexual volvió a estar presente. Germán le dijo a Javier: “¿Sabes lo que me ha encantado de ti, aparte de que estás muy bueno?”. “A ver por dónde sales”, contestó Javier halagado. “La naturalidad con que muestras lo que disfrutas cuando te penetran. Lo hace aún más excitante”. “De eso se trata ¿no? Me gusta y me lo paso en grande cuando me lo hacen bien y con cariño”. “Ya ves, a mí eso no me va demasiado”, reconoció Germán. Javier me miró sonriente. “Ya sois dos”. Entonces intervine. “Javier en eso es muy completo. Le van las dos cosas… Aunque con limitaciones ¿verdad?”. “Bueno, sí”, admitió Javier, “No me atrae para eso cualquier culo. Los prefiero más bien pequeños y lisos”. “De eso me libro ¿no?”, rio Germán. Javier quiso aclarar: “Tu culo es perfecto en un cuerpo como el tuyo, que eres muy atractivo al completo. Por eso me gusta ponerme en tus manos. Pero la verdad, no me veo con mi barriga tratando de metértela. Se me da mejor un culo más manejable”. “Para llegar más a fondo ¿eh?”, bromeó Germán. Pero no tardó en ocurrírsele una sugerencia para Javier. “Pues conozco a un tipo de poco más de veinte años, guapito y espigado, que me ronda para que le dé por el culo. Como no me van tan jóvenes, siempre paso de ello… Igual estaría encantado contigo”. Javier puso cara de asombro y yo le dije riendo a Germán: “Parece que seas Papá Noel”. El asunto quedó ahí y, con esta deriva de la sobremesa, dimos la jornada por concluida. Javier y Germán salieron juntos. Supuse que cada uno se iría a su casa. No creí que todavía les quedaran ánimos para otra cosa. Me fui a dormir bien a gusto, aún impresionado por el choque de planetas que se había producido en mi casa… Sin embargo iba a quedarse pequeño en comparación con lo que se montaría próximamente.


2 comentarios:

  1. Que buen morbo entre German y Javier. Este ultimo si que sabe hacerse desear, me encantaria que lo invitaran a una orgia y que le den como solo el se merece, en un relato bien largo, o en varias partes. ¿Que te parece la idea Victor?.

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    1. Habrá en breve una segunda parte. El personaje de Javier da mucho juego... Tendré en cuenta tu sugerencia, a ver lo que se me ocurre.

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