jueves, 15 de septiembre de 2022

Vacaciones de verano (2ª parte)

Germán, más fiel a la tradición, comenta a Gloria: “Nos están saliendo tantas aventuras inesperadas que tenemos abandonado el bar de los ligues”. Ella propone entonces: “Podemos ir esta noche, si quieres… Me pondré bien sexy. Tengo ropa que solo me pongo cuando estamos aquí”. Así que Germán en plan casual y Gloria con un vestido entero de lamé, muy corto y con las tetas medio al aire, se disponen a triunfar una vez más. Hay el ambiente de costumbre y ocupan su observatorio preferido junto a la barra. Se hacen notar con manoseos y besuqueos, mientras escudriñan de reojo si se fijan en ellos. No tardan en captar que una pareja los está mirando y cuchichean entre sí. De edades similares a las suyas, él se ve algo más robusto que Germán y ella algo más delgada que Gloria. Cambiando impresiones, Gloria valora: “El tío está bastante bueno”. “Pues ella no está nada mal”, añade Germán. De todos modos, aunque en este caso se dé una coincidencia de gustos, sigue sin atraerles demasiado la idea de un intercambio de parejas puro y duro. Pero nada se pierde por averiguar de qué van los otros y Gloria eleva su copa mirándolos sonriente. El gesto basta para que se les acerquen. El hombre va directo: “Comentábamos que tenéis muy buena pinta… ¿Cuál es vuestro plan?”. Germán pone la verdad por delante: “A mí me gusta ver cómo se follan a mi mujer”. “¡A mí también!”, exclama el otro. Germán aclara aún: “Por eso no nos van demasiado los intercambios de parejas”. El otro confirma: “Eso de tú te vas con ese y yo me voy con esa tampoco nos va… Pero lo que proponemos es que yo me folle a tu mujer mientras tú se lo haces a la mía”. Gloria pide concretar: “¿Los cuatro juntos viéndonos?”. “¡Claro!”, afirma la otra, “Si os animáis, tenemos una cama muy grande para eso”. “Lo hemos hecho así bastantes veces” añade él. “¿Qué te parece?”, pregunta Germán a Gloria. “Por mí bien”, contesta ella, “Y así tú también haces algo más que mirar”. “Pues me apetece para variar”, reconoce Germán. Así que los cuatro se van al chalet de los recién conocidos, que se presentan como Andrés y Sonia. Germán y Gloria van dispuestos a dejarse guiar por los que parecen tan expertos en esa práctica bastante novedosa para ellos.

Desde luego la cama que domina la estancia principal tiene unas dimensiones extragrandes, tal como había dicho Sonia. Y los anfitriones van tomando la iniciativa. Como todavía van vestidos como estaban en el bar, Andrés se planta ante Gloria y, mientras le baja los tirantes del corto vestido, le va susurrando: “¡Qué buenorra estás! Debes ser muy ardiente”. Las tetas de Gloria, que no lleva ninguna clase de ropa interior, quedan al descubierto y a Andrés no le cuesta nada bajar la cremallera de atrás y hacer que el vestido entero caiga al suelo. Andrés le echa mano a la entrepierna, pero Gloria lo retiene: “Quiero tenerte desnudo también”. Es lo que ha hecho primero Sonia con Germán que, al soltarle el cinturón, lo impulsa a quitárselo todo. Germán enseguida desnuda asimismo a Sonia. Las dos parejas ya en cueros, una al lado de la otra, se morrean y restriegan los cuerpos. Los hombres, sobre todo Germán, no dejan de escrutar cómo se entregan sus mujeres.

Andrés da la consigna: “¡Todos a la cama!”. Una vez allí, y bien visibles los unos de los otros, Andrés sigue instruyendo a los novatos: “Disfrutemos sin prisas para que nadie vaya a alcanzar el clímax antes de tiempo y, para alargarlo, iremos haciendo cambios de pareja”. Germán calcula mentalmente: “O sea, que cuando yo esté más entusiasmado con Sonia, o ella conmigo, pasaré a revolcarme con Gloria... No deja de tener su gracia”. Ya encamados todos, Germán se pone a comerle el coño a Julia. Desde que están de vacaciones no se lo ha hecho a Gloria... Y mientras ve cómo esta le chupa la polla a Andrés. En verdad que resulta muy excitante. Pero entonces Andrés ordena: “¡Cambio!”. Le arrebata Julia a Germán y este se junta con Gloria. Antes de hacerle lo mismo que a Julia, le comenta: “Te lo estás pasando bien ¡eh!”. “Pues anda que tú...”, replica Gloria. Con chupeteos y comidas, ahora entre legítimos esposos, prosiguen un rato. Hasta que Andrés canta: “¡Sesenta y nueve!”. Germán y Gloria se desconciertan, pero los otros saben bien de qué va. Por lo pronto Germán se encuentra con que Andrés le entra por la cabeza y gatea sobre él para atraparle la polla con la boca. Pero es que además tiene sobre su cara la polla de Andrés bien tiesa. El sofoco de Germán es antológico. Ya se la había chupado un tío el otro día ¿y ahora iba a tener que chupar él también otra polla? Sin embargo, entre el gustillo que ya le estaba dando la boca de Andrés y ver a Gloria encantada sobre Julia comiéndole el coño, se llega a decir: “¡Qué leches!”. Y superando sus prejuicios, abre la boca y engulle la polla de Andrés, procurando no atragantarse y deseando que hubiera pronto un cambio, no fuera a ser que a uno de los dos se le abriera el grifo.

Germán da un respiro cuando Andrés al fin le suelta la polla, aunque aún tiene que aguantar un poco más la de este en la boca hasta que lo descabalga. La nueva consigna, y probablemente la última, es: “¡Ahora a follar ya como locos!”. Se entiende que con la pareja ajena. Todos están muy excitados. Hasta Germán reconoce que, pese a todo, la mamada de Andrés lo ha dejado muy entonado, y así lo acredita su polla endurecida. De modo que cae sobre Julia, que lo acoge con mucho agrado. Se la mete y el ver a Gloria a cuatro patas follada por detrás, lo enardece. Germán arrea a Julia con ímpetu, arrancándole grititos no menos sonoros que los de Gloria tomada por Andrés. Este mira a su vez a Germán y le propone: “A ver si nos corremos a la vez... Me falta poco”. “A mí también”, farfulla Germán. “¡Ya voy!”, le tiembla la voz a Andrés. “¡¡Siiiiii!!”, alarga el siseo Germán.

Después de la corrida simultánea quedan todos desparramados sobre la cama. Pero poco a poco van confluyendo Germán con Gloria y Andrés con Sonia. Cada pareja se arrulla como si se reencontraran. Enseguida los anfitriones proponen una celebración y traen una botella de cava, que tenían ya a punto, y unas copas. Lo toman en la misma cama, cada uno sentado a su manera. Andrés no tarda en preguntar: “¿Qué os ha parecido la experiencia?”. Germán no duda: “Muy interesante y excitante ¿verdad, Gloria?”. Ella coincide: “Desde luego. Mucho mejor que un intercambio de parejas al uso”. Germán, sin embargo, quiere sacarse una espinita y declara: “Lo que no me esperaba era lo del sesenta y nueve”. Andrés se sorprende: “No lo parecía porque me la has chupado muy bien”. Germán recula: “¡No, no! Es que no lo había hecho nunca”. Gloria les sale al paso: “Ha estado muy bien, no hay que cerrarse a nada. Julia ha sido muy dulce conmigo”. Zanjada la cuestión, la reunión va decayendo. Todos están cansados y Germán y Gloria deciden marcharse. Andrés y Sonia los despiden con cariñosos besos.

De vuelta a casa, Germán incide en el tema: “Así que te ha gustado comerle el coño a Julia... No te conocía esas aficiones”. “Y que ella me lo haga a mí”, salta Gloria, “He tenido la ocasión de probarlo y no ha estado nada mal”. Germán llega a reconocer: “Ha sido el segundo tío que me la chupa y este me ha gustado más. Pero chuparla yo...”. Gloria ríe: “Estabas en una postura rara para ser la primera vez”. “Será eso”, concede Germán.

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Germán no sabe aún en lo que se mete cuando, ya próximo el final de sus vacaciones, deciden volver al bar nocturno. Van sin una idea concreta sobre lo que podrían encontrar allí. Han tenido ya bastantes y variadas aventuras, por lo que más bien están de despedida. En la barra como de costumbre toman una copa y miran distraídos a la concurrencia. Gloria, vestida extremada como siempre en estas salidas, tiene no obstante un percance. Se le engancha la minifalda en un saliente del taburete en que está sentada y se le descose parte del dobladillo. Como en el bolso de mano suele llevar unos alfileres, decide ir a los servicios para hacer un arreglo provisional y evitar que se le suelte más. Besa a Germán y le dice: “Igual tardo un poco”. Así que lo deja solo acodado a la barra. No tarda en acercarse a Germán un tipo algo más joven que él y bien parecido. Ha debido estar observándolos y dice: “¿Te has quedado solo?”. Germán, al que le cae bien el hombre, bromea: “Me temo que por poco tiempo”. El otro va al grano: “Me gustas mucho ¿sabes?”. Germán, en lugar de decirle que no le van los hombres y zanjar la cuestión, siente el impulso de tontear: “¿Ah, sí? ¿Cómo cuánto?”. “Como para darte un revolcón”, contesta el tipo. Germán no lo frena y sigue el juego: “Habría un problema, porque estoy con mi mujer”. “Pues pídele permiso. Las mujeres que vienen por aquí suelen ser muy comprensivas”, replica el otro. “Lo que pasa es que entonces a ella le gustaría vernos”, explica Germán. “¿Cómo es eso?”, pregunta aquel. Germán expone su acuerdo: “A mí me gusta verla mientras se la folla otro hombre. Lo hacemos siempre así... Justo será que ella quiera lo mismo”. “Por mí no habría problema ¿Ha pasado ya más veces?”, insiste el otro. “Parcialmente”, reconoce Germán, “Algo me ha hecho algún ligue suyo... Pero soy casi novato”. “Lo dejarás de ser conmigo”, insiste el hombre, “Me llamo Eugenio”. “Yo Germán”, se presenta también.

En ese momento aparece Gloria que se les acerca. Tal vez piensa que Germán está con alguien que le ha echado el ojo a ella. Pero pronto sabe que no se trata de eso. Germán le presenta al hombre: “Mira, Gloria, este es Eugenio. Ha visto que me dejabas solo y ha venido a ligarme”. Gloria no parece sorprendida y saluda: “¡Hola, Eugenio! ¿Has conseguido algo de este?”. “Dice que es nuevo en eso”, expone Eugenio. Entonces Gloria dispara contra Germán: “En el tiempo que llevamos aquí, te la han chupado dos tíos, se la has chupado al segundo y te has follado a un gordito. A ver si dejas ya tanto amagar y no dar”. Eugenio no puede aguantar la risa ante la sinceridad de aquel matrimonio, pero alcanza a preguntar: “¿Has visto tú todo eso?”. “¡Pues claro!”, contesta Gloria, “Si eran tíos que me follaban a mí, pero también les había hecho tilín Germán”. Este interviene cachazudo y le dice a Eugenio: “¿Ves que lo hacemos todo delante del otro?”. Y puntualiza: “Pero que la tomen también conmigo ha sido excepcional”. “Por algo se empieza”, machaca Gloria. Viendo que esta no va a ser un obstáculo, sino más bien una ayuda por lo que parece, Eugenio insiste en seducir a Germán: “Es que estás muy bueno. No me extraña que hasta los ligues de tu mujer se interesen también por ti”. A la atracción que Eugenio siente por Germán se une ahora la curiosidad por conocer los entresijos de tan singular matrimonio y la compenetración que parecen tener. Por eso pregunta: “¿Vosotros vivís cerca de aquí?”. “Sí, en la urbanización de al lado tenemos un bungalow”, contesta Gloria. Eugenio propone entonces: “¿Sería mucho pedir que me invitarais a ir con vosotros y poder charlar con más comodidad? Son muchas las cosas vuestras que me intrigan e interesan... Y desde luego sin que pretenda conseguir algo que no queráis”. Germán y Gloria se miran, y el primero acepta: “¿Por qué no?”.

Llegan en seguida y es el propio Germán, con cierto ánimo provocador, quien sugiere: “Aquí nunca vamos vestidos. Así podemos estar más cómodos”. A Eugenio por supuesto le encanta la idea, y enseguida están los tres desnudos. Los ojos de Eugenio se clavan en Germán y no se resiste a exclamar: “¡Sí que estás bueno, sí!”. Germán se siente obligado a corresponder: “Pues tú no estás nada mal”. Gloria los oye sonriente. Como la noche está muy agradable, deciden instalarse en la terraza. En torno a una mesita baja hay un sofá de dos plazas y un par de butacas. Gloria se adelanta con intención señalando el sofá: “Sentaros los dos ahí, que estaréis más cómodos. Voy a traer unas bebidas”. Así lo hacen ellos, satisfecho Eugenio y algo cortado Germán, porque además el primero susurra: “Me encanta que nos haya puesto juntos”. “Cosas de Gloria”, sonríe Germán. “Creo que si me atrajeran las mujeres me dejaría seducir por ella”, comenta Eugenio. “Me habría excitado mucho ver cómo te la follas”, replica Germán descarado. “No desvíes la cuestión”, ríe Eugenio dándole una palmada en el muslo, “Aunque me gustará que me expliquéis mejor ese rollo voyeur que os traéis”.

Ya vuelve Gloria, que dispone las bebidas en la mesita y se sienta en una butaca frente a ellos. Comenta con sorna: “¡Qué buena imagen dais!”. “¿Tú crees?”, pregunta Eugenio, que aprovecha para pasar un brazo por los hombros de Germán como posando para una foto. Germán se tensa ligeramente, pero deja que Eugenio mantenga así el brazo. Cada vez ve más claro que sus defensas ante la persistencia de Eugenio y la complicidad de Gloria se van a ir debilitando. Aunque Eugenio lo suelta ya, sigue arrimado cuando se lanza a continuar satisfaciendo su curiosidad. Y va al meollo de la cuestión: “Perdonad mi intromisión en vuestra intimidad, pero como desde el principio os habéis mostrado tan sinceros, me atrevo a preguntaros ¿Vosotros seguís follando o ya os dedicáis solo a realizar vuestras fantasías?”. Fue Germán quien contestó con rotundidad: “Como conejos y disfrutándolo como siempre”. Gloria añadió más didáctica: “Ten en cuenta que, durante el resto del año, estamos muy bien juntos y solos los dos. No nos hace falta nadie más para tener un sexo satisfactorio y variado. Es solo en nuestras vacaciones de verano, que pasamos siempre en un lugar tan sugerente como este, cuando nos desmadramos a nuestra manera. Pero siempre de común acuerdo y sin tirar cada uno por su lado. Por eso ni siquiera nos seducen los intercambios de pareja que hay por aquí de follar con el otro o la otra por separado”. Eugenio la interpela sin pelos en la lengua: “Pero al parecer tú te hinchas aquí follando con uno y con otro, mientras que Germán se conforma con mirarte haciéndolo y eso le basta para excitarse”. “Bueno”, aclara Gloria, “El otro día estuvimos en una cama redonda con otro matrimonio y Germán también se folló a la mujer... Además de hacer un sesenta y nueve con el marido”. Eugenio ríe: “¡Ah! ¿Fue así como chupaste una polla?”. Germán se defiende: “Vino sobre la marcha... y Gloria también lo hacía con la mujer”. Eugenio aprovecha para pincharle: “¿Y lo de follarte a un gordito?”. Germán se escurre como puede: “Fue casi una obra de caridad... Tuvo una eyaculación precoz con Gloria y quiso que lo consolara así”. “Bien que te gustó”, apostilla Gloria.

“Esa cuestión la veremos luego”, dice Eugenio que de momento prefiere seguir indagando, “Por lo visto, si Germán folla cuando estáis aquí es de forma excepcional... Sigo viendo cierta descompensación”. Germán, más cómodo con este tema, explica: “Es cuestión de caracteres. Gloria es más carnal y el cuerpo le pide follar con más hombres”. “No es que lo prefiera ni mucho menos a hacerlo con Germán”, interviene Gloria, “Lo otro ni lo echo en falta el resto del año. Pero cuando venimos aquí, con el nudismo y el desmadre, se me aviva el deseo. Aunque no concibo lanzarme al margen de Germán”. Este completa: “Por eso acordamos este plan de que ella hiciera lo que le pidiera el cuerpo siempre que yo pudiera verla. Claro que había que contar con la aceptación del tercero. Y la verdad es que apenas hemos tenido problema con eso. Gloria sabe seducirlos y, en este ambiente tan laxo, se acepta lo que sea con tal de echar un buen polvo... y Gloria, aunque me esté mal decirlo, es una mujer madura muy apetitosa”. “¿Y tu carácter cómo encaja esa actitud aparentemente solo contemplativa?”, pregunta Eugenio. Germán vuelve a explicar: “Mentiría si dijera que no me atraen otras mujeres. Pero yo soy más fantasioso e incluso admito que me va cierto voyeurismo. Por eso, cuando venimos aquí, no busco tanto follar como realizar la fantasía de ver a Gloria poseída por otros hombres. Me excita muchísimo y me hago unas pajas ante ellos que me dejan la mar de a gusto”. “Y si alguno le da por ahí, dejas que te la chupe”, recuerda Gloria burlona. “Es algo que ha pasado de uvas a peras”, puntualiza Germán muy digno. Eugenio ríe: “En cuanto se te recuerdan tus debilidades te defiendes como gato panza arriba”.

Paradójicamente, cuanto más se esfuerza Germán en dejar las cosas claras, menos se ocupa de esquivar el progresivo contacto físico de Eugenio. Este, no solo está cada vez más arrimado, sino que acompaña el continuo de sus preguntas con una vehemencia gestual en la que su mano palmea o queda posada en un muslo de Germán, en un indisimulado sobeo hasta casi rozarle el paquete. Parece que solo Gloria se fija en estos detalles, observándolos con condescendiente sonrisa.

Eugenio, cuya curiosidad por la peculiar relación de ese matrimonio, que tanto se le ha abierto, debe estar ya bastante satisfecha, no olvida ni mucho menos su finalidad última. Pillando por sorpresa a Germán, le suelta bien arrimado: “¿Sigues sintiéndote incómodo conmigo?”. Germán se lo piensa unos segundos y contesta tranquilo: “Cada vez menos... Ya lo sabes todo de mí”. “¿Entonces ya no me tienes miedo?”, vuelve a preguntarle Eugenio. Tanto a este como incluso a Gloria les sorprende la respuesta de Germán, que dice mirándolo sonriente: “No lo sé... Compruébalo tú mismo”. Entonces Eugenio vuelve a pasarle un brazo por los hombros, pero esta vez lo atrae contra él. Con las caras frente a frente, Eugenio va acercándole los labios y Germán no altera un músculo. Cuando los labios quedan juntos, Germán alza un brazo y apoya la mano en el hombro de Eugenio. Quedan así medio abrazados y Germán recibe en su boca la lengua de Eugenio, que lo morrea ya con ansia. Además su mano libre se vuelve a posar en el muslo de Germán, pero ahora avanza y acaricia su polla. Cuando Gloria ve que esta va engordando y a la de Eugenio, por efecto simpático, le ocurre otro tanto, les dice: “¿Por qué no os vais adentro?”. Eugenio entonces, ya al tanto de los usos de la pareja, contesta: “Solo si tú vienes también”. “Claro que vendrá. No me va a dejar solo en tus manos”, replica Germán con la voz algo temblona por la emoción que le estaba embargando.

Los tres van pues no solo adentro sino directamente al dormitorio. Eugenio lleva cogido a Germán por la cintura y ambos siguen mostrando sus erecciones. Germán no obstante se siente inquieto. Aunque le han llegado a excitar las caricias de Eugenio en el sofá y aún mantiene sus efectos, a lo que van ahora lo pone ansioso. Es mucho más que chupar una polla de manera incidental e incluso que dar por el culo como hizo con el gordito. La verdad es que no sabe muy bien hasta donde van a llegar. En realidad se va a tratar de un revolcón con un hombre por primera vez y, aunque parece que su cuerpo está respondiendo, en su cabeza no lo tiene tan claro. ¿El hecho de que Gloria lo esté incitando, y que no haga nada a espaldas de ella, le sirve de motivación? Sea como sea este verano está siendo más complicado de lo esperado y, por lo visto, aún le faltan cosas por hacer.

Por su parte Gloria sabe que Germán se enfrenta a una situación difícil. Así que ha optado por la discreción e instalado en la cheslón que hay en el dormitorio. Ahora se ve en la posición no participativa de Germán, habitual al menos hasta este verano. Solo estará ahí para darle apoyo moral, decida lo que decida. Sin descartar sin embargo satisfacerse por su cuenta, como por otra parte hacía Germán, si lo que ocurre en la cama le resulta excitante.

Por lo pronto Germán se deja llevar por Eugenio, que le impulsa a tenderse en la cama. Este lo hace también a su lado con el cuerpo vuelto hacia él. Así juntos le pregunta sonriente: “Mejor que el sofá ¿no?”. “Aquí estoy más en tus manos”, contesta Germán volviéndose hacia él. Por primera vez sus sexos se rozan y ahora es Germán el que ofrece los labios. Se morrean con calma, saboreándose mutuamente, hasta que Eugenio pregunta: “¿Sabes lo que te voy a hacer ahora?”. Germán contesta: “Sorpréndeme”. No obstante Eugenio le adelanta burlón: “Algo que no es nuevo para ti”. Se ´va deslizando hacia abajo mientras hace que Germán quede bocarriba. Recostado sobre un hombro, le acaricia la polla erecta. “¡Me la voy a comer!”, exclama. “Así será más cómodo que en un sesenta y nueve... Al menos en la forma en que me enredaron el otro día”, recuerda Germán. Eugenio acerca la boca y chupa la polla. Primero con suaves lamidas y luego abarcándola con los labios. Ya con la polla dentro de la boca, combina succiones y juegos de lengua con un mete y saca que va intensificando. “¡Uy, cuánto tengo que aprender!”, exclama Germán, que no deja de mirar a Gloria como diciendo: “Ya ves en lo que me llegas a meter”. Pero el gusto que siente lo va enervando y le impulsa a ofrecer a Eugenio: “Ahora yo a ti ¿no?”. Eugenio le suelta la polla y replica con cierta sorna: “Si es lo que quieres...”. Entonces intercambian las posiciones y Germán se ve encarado a la polla de Eugenio. Vuelve a recordar que la que había chupado en el sesenta y nueve le había entrado en la boca desde arriba ya tiesa, casi cortándole la respiración. Ahora es él quien tiene el dominio, como hace un momento lo ha tenido Eugenio. Atrapa directamente la polla con la boca y procura imitar a Eugenio. Lo anima notar cómo se endurece todavía más y se afana desterrando cualquier prejuicio. “¡Me has puesto a cien!”, llega a exclamar Eugenio, “No sigas así que me matas”.

Eugenio va a preparar ya el terreno para su propósito final. “¿Sabes de lo que tengo unas ganas locas?”, suelta con tono insinuante. “Tú dirás”, contesta Germán empezando a recelar. “Esto sí que sería nuevo para ti”, avisa Eugenio. “¡Vaya!”, gana tiempo Germán, “A ver que recuerde todo lo que todavía no me han hecho este verano”. “Tú lo has hecho, pero a ti todavía no”, sigue Eugenio con las adivinanzas. Germán está en un impase. Ya no le importa que Eugenio disfrute con él, y además ha llegado a cogerle gusto. Pero, si lo que quiere ahora Eugenio es darle por el culo, ya es harina de otro costal. Y no solo por la cosa de su hombría y todo eso. Ya está llegando a no saber en qué consiste, después de lo que está haciendo este verano. Con la complacencia de Gloria además. Sino por el pavor de estrenarse en lo que él mismo le había hecho al gordito. Aunque este se lo pasara en grande. Tan horrible no sería... Armándose de valor, lanza una mirada a Gloria, que observaba expectante, y consiente: “Si vas con mucho cuidado... Soy virgen”. “Ya lo sé. Me has contado tu vida”, ríe Eugenio satisfecho de su logro. A continuación se dirige a Gloria: “¿No tendréis a mano algún tipo de lubricante”. Ella afirma enseguida: “¡Sí! Hasta de sabores”. Busca en la mesilla de noche y entrega un frasquito a Eugenio: “Este es muy untuoso”. Eugenio aún le pregunta: “¿Te parece bien lo que voy a hacerle?”. “Es cosa vuestra”, contesta Gloria con cierto cinismo, y vuelve a su observatorio.

Es toda una puesta en escena. Germán queda bocabajo con las piernas separadas. Está en tensión y no sabe qué hacer con los brazos, que acaba poniendo en cruz. Eugenio comenta: “¡Qué buen culo tienes! Sería una lástima no aprovecharlo”. Germán realiza una contracción inconsciente apretando y distendiendo las nalgas. “¡Qué provocador!”, ríe Eugenio. “¿Haces ya algo o qué?”, se impacienta Germán. Pero se estremece cuando nota el frío de unas gotas que le van cayendo en el comienzo de la raja. Eugenio se ha echado también un poco de lubricante en los dedos de la mano derecha y, con la palma recta, hace cuña extendiéndolo por dentro. Cuando le roza el ojete, Germán tiembla, pero recordar que alguna vez Gloria le había metido un dedo jugando le da ánimos. Y es lo que ahora hace Eugenio, hurgando con el índice untuoso para dilatarlo. De momento Germán lo encaja bien y hasta reconoce que no le desagrada. Aunque una polla endurecida puede ser otro cantar... Pero ya no hay vuelta atrás y Eugenio le sugiere: “Si te elevas sobre las rodillas será más cómodo para los dos”. Germán obedece y queda con el cuerpo hacia delante apoyado en los codos. “¿Así está bien?”, pregunta. “¡Perfecto!”, contesta Eugenio, que se le va encajando, también de rodillas, entre las pantorrillas. Germán nota el roce de la polla bien dura, que oscila mientras Eugenio se acomoda, y todo él tiembla de temor. “Si no te relajas lo vas a estropear”, lo amonesta Eugenio, que ya está repasando la raja con la polla. Sujetándola con una mano apunta hacia donde sabe que la tiene que meter. Empuja y va entrando muy lentamente. “¡Bien, bien!”, se anima a sí mismo y a Germán de paso. Este no sabe si empezar ya a gemir o esperar un poco más. Eugenio aprieta más y Germán ya no reprime un sentido “¡Ouuuu!”. Pero Eugenio exclama: “¡Toda dentro!”.

Dispuesto a pasar a la siguiente fase, Eugenio se agarra a las caderas de Germán quien, recordando lo que le había hecho al gordito, pide: “¡Mucho cuidado ahora, eh! Que así quieto aún lo aguanto”. “Pues si estás bien así, verás que aún mejora”, lo engatusa Eugenio, que ya empieza un mete y saca suave pero creciente. Germán, que se ha agarrado a un cojín, crispa las manos y va emitiendo unos lacrimosos “¡Oh, oh!” acompasados a los embates de Eugenio. Gloria, que entre el morbo de ver cómo le dan por el culo a su marido y el inalcanzable deseo que le inspira el buenorro de Eugenio, está cachonda total, no sabe interpretar si los gemidos de Germán son todavía de dolor o ya están denotando que le va cogiendo el gusto. Es el propio Germán quien aclara la cuestión verbalizando sus sensaciones. Con voz casi de pito suelta: ¡Sigue así, sigue así!”. Eugenio, entre sus esfuerzos, no se priva de mostrar una sonrisa de triunfo. El sesgo placentero que ahora adquieren los “¡Oh!” de Germán, pese a que Eugenio le arrea con ganas, casi llena de envidia a Gloria, que se autosatisface con ganas. Se veía venir que Eugenio llegaría a avisar: “¡Estoy a punto!”. “¡Sí, no salgas!”, replica Germán con la voz quebrada, “Que voy muy caliente también”. Eugenio cumple, va frenando las últimas arremetidas y se detiene, todavía clavado al culo de Germán, con la respiración agitada. “¡Qué gustazo! Parece que no te ha ido nada mal tampoco”, comenta Eugenio satisfecho. De todos modos resulta algo extraño que Germán siga en la misma postura elevado sobre las rodillas, y Eugenio le da un cachete en el culo: “No estarás esperando más ¿eh?”. Pero Germán, que se está tocando la polla que le cuelga entre los muslos, confiesa azorado: “Es que también me he corrido”. “¡He hecho carambola!”, exclama Eugenio divertido. “Ha debido ser por la novedad”, aventura Germán poniéndose con cuidado de rodillas. La polla aún le gotea. Gloria comenta excitada: “Sí que os lo habéis pasado bien”. “Tú tampoco has estado quieta”, replica Germán, dando a entender que, a pesar de todo, no le ha quitado la vista de encima. “Como tú cuando me follan a mí”, recuerda Gloria.

 Una vez los tres calmados, Eugenio no se priva de observar: “Os he tenido que someter a un tercer grado para echar un polvo con Germán... Y ha valido la pena. He alterado bastante vuestro esquema y creo que os va a dar qué pensar”. Germán reconoce: “Desde luego tendré que aclararme las ideas”. Eugenio cambia ya de tema: “Así que os marcháis pronto ¿no?”. “Sí”, afirma Gloria, “A descansar todo el año... En un par de días echamos el telón de un verano ajetreado”. “Sobre todo para mí”, musita Germán pensativo. Eugenio sabe que no hay opción de nuevas citas. Además él no vuelve todos los veranos.

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Faltan dos días para que acaben las vacaciones de Germán y Gloria. Deciden ya tomárselos con tranquilidad. Disfrutarían de los últimos baños en la playa y la piscina, comerían o cenarían en los restaurantes que les gustaban, y como solían, harían un balance de lo vivido ese tiempo, con algunas novedades por cierto. Sin embargo el destino no está dispuesto a concederles calma todavía...

El primero del último día van a comer a un buen restaurant fuera de la urbanización, para lo que han tenido que vestirse. Por la tarde Gloria recuerda que tiene que ir la galería comercial que hay en la propia urbanización para comprar una bolsa de viaje, ya que la que tiene se le había roto cuando venían, y de paso algunas cosas en el super. Como el nudismo es admitido en todo el ámbito, Gloria, queriendo aprovechar los últimos momentos para disfrutar de su desnudez, va a las compras ya solo con una cartera de mano. Germán se queda en el bungalow esperándola por si luego les apetece darse un baño en la piscina.

Cuando no hace ni media hora que Gloria se ha marchado, llaman a la puerta. Germán va a abrir desnudo como está. Se encuentra con una pareja, ambos quizás un poco mayores que ellos, de aspecto muy agradable, que van asimismo desnudos. Es ella la que se presenta muy locuaz: “¡Hola! Perdona si somos inoportunos. Pero queríamos saludaros porque hace unos días que estamos en la urbanización y tenemos aquí unos amigos que también os conocen”. Germán no cae de momento porque lo que se dice amigos no tienen allí, pero hospitalario les acoge: “Mi mujer ha salido, aunque no tardará en volver... Pasad si queréis”. Entran y ahora habla el hombre: “Esos amigos nos han hablado de vosotros y nos han contado que estuvisteis en su casa. Dicen que lo pasasteis muy bien...”. “Además sin ningún tabú y todos con todos, como nos gusta a nosotros”, añade más explícita ella. Germán va atando cabos. No puede tratarse más que de los de la cama redonda. Y recuerda además que les dijeron dónde vivían, aunque no pensaban volver a encontrarse con ellos, según su costumbre. Pero se debieron ir bastante de la lengua, dándole a estos información de lo que hicieron y como lo hicieron. Al fin opta por decir: “Ah, sí! Aquello estuvo muy bien”. Y añade recalcándolo: “Lastima que mi mujer no esté aquí”. Pero ellos no se inmutan. “También tenemos muchas ganas de conocerla”, dice él. “No tenemos prisa”, completa ella, “Podemos hacer tiempo esperándola”. Germán no puede ya seguir teniéndolos allí en la entrada de pie, cuando está claro que han venido para quedarse. Así que no ve más opción que ser educado y hacerlos pasar a la sala. Mientras van allí, ella los presenta: “Mi marido se llama Ramón, y yo Patricia... Ya sabemos quiénes sois vosotros. Germán y Gloria ¿no?”. Le queda claro a Germán lo que los visitantes están buscando y ahora se fija más en ellos. Patricia tira a matrona, pero con un cuerpo bastante bien formado y mantenido. Ramón es robusto, velludo y con unos atributos envidiables. Esta característica lleva a Germán a que le recuerde, en más refinado desde luego, al operario de router. Y por asociación de ideas, teme que vayan en camino de reproducir aquella situación pero a la inversa: que cuando llegue Gloria él esté ya en manos de los recién llegados. Lo cual no resulta tan inverosímil a tenor de lo que Ramón y Patricia van a entender por lo de ‘hacer tiempo’ hasta que llegue Gloria.

Ya antes de que los invite a sentarse van a la carga al unísono. Ramón arranca: “Hemos hecho bien en venir porque nos gustas mucho a los dos ¿Verdad, Patricia?”. “Desde luego”, coincide ella, “Eres el tipo de hombre capaz de excitarnos por igual a los dos”. Germán se huele ya el rollo bisexual que dan por descontado. “¿Qué les habrán contado de él los de la cama redonda?”, se pregunta. “Ya sé, y eso te honra, que prefieres esperar a tu mujer”, admite Ramón, “¿Pero no podríamos entretanto abrazarte?”. “Te estamos deseando tanto...”, susurra Patricia. Germán no sabe qué hacer. Con la marcha que ha tenido estas vacaciones, en que ha hecho mucho más que mirar, ya no ve viene de ahí que le metan mano de un forma o de otra y, por qué negarlo, hasta le da morbo. Incluso a Gloria le han hecho gracia esos avances. Así que no pasa nada si los tres ‘hacen tiempo’ esperándola.

Germán se muestra ya más receptivo y sonríe a los otros dos con los brazos estirados separados del cuerpo y las manos abiertas en actitud de aceptación. Les falta tiempo para pegarse a Germán. El más prensil es Ramón que lo abarca con sus recios brazos sobre los hombros y los une en su cogote, mientras Patricia lo rodea por la cintura. Germán no puede menos que tender los brazos en torno los dos. Entendiendo lo de abrazar en sentido amplio, Ramón pega los labios a los de Germán y le mete la lengua. Germán ya la acoge en su boca y deja que se la recorra con ella. Patricia ya está esperando y Ramón le cede la vez. Pero cuando están enredando las lenguas, este se les une y se enzarzan en un morreo a tres. Si esto pasa por arriba, por abajo Ramón se aprieta a Germán restregándole la entrepierna. Germán comprueba ahora por contacto la contundencia del paquete de Ramón, que le había admirado al visualizarlo. Y todavía más cuando los refriegues van causando un punzante endurecimiento. Lo que admira no menos a Germán es que el choque de la polla de Ramón con su entrepierna está provocando que la suya también le vaya engordando. Por su parte Patricia, que lo que le restriega son las tetas, suelta una mano y la baja para ir palpando las pollas que entrechocan.

Este algo más que un abrazo se prolonga hasta que llega Gloria. Al abrir la puerta vocea un alegre “¡Hola!”. Pero al avanzar hacia la sala no solo se encuentra con la danza de las tres gracias, sino que resulta que no viene sola. El dilema entonces es quién da primero las ineludibles explicaciones. Por lo pronto el entrelazado se deshace y Gloria puede ver a dos hombres, uno de ellos Germán, bastante empalmados, y una mujer igualmente desnuda con el rostro sofocado. Por su parte Germán ve que a Gloria le acompaña un hombre desconocido y tan en cueros como ella. Aparenta más de cuarenta años y se ve fortachón y poco velludo. Como este se ha quedado en un discreto segundo plano, es Germán a quien le urge tratar de explicarse. Lo hace lo mejor que puede aunque de una forma un tanto deslavazada: “Estos son amigos de los que nos invitaron a la cama redonda... Les hablaron de nosotros y han querido conocernos... Les he dicho que habíamos de esperarte... y estábamos tanteándonos un poco”. “Ya lo veo, ya”, replica Gloria más divertida que incómoda. Probablemente su explicación le resulta más sencilla y se dirige a Germán: “He conocido a este amigo en el super, hemos tomado un café y ha saltado la chispa... Le he advertido de mi acuerdo contigo y no le ha visto pega. Así que hemos venido para encontrarte y ya ves...”. Le cuestión es ahora decidir si son compatibles ambas situaciones. La solución pareció hallarla el acompañante de Gloria que, sacando a relucir un gran desparpajo, soltó: “Cuantos más seamos más reiremos... Así que cada cual a lo suyo y todos viéndonos... Es como lo veo yo”. Y añadió: “Por cierto, soy Pedro y le tengo muchas ganas a Gloria, con marido o sin marido... Así de sencillo”. Se produce una cierta distensión, que Ramón aprovecha para coger del brazo a Germán, como si pensara: “Pase lo que pase, este no se me escapa ya”. Aunque aún falta un problema menor. Quedarse todos en el salón no va a resultarles cómodo. Y la cama de Germán y Gloria, aunque amplia, no es como la del otro día y quedaría insuficiente para que se revolcaran cinco. Cediendo a la aplastante lógica de que tres son más que dos, Gloria y Pedro acceden a conformarse con la cheslón, bastante confortable, que también hay en el dormitorio. Antes de que cada grupo ocupe su campo de batalla, Germán aprovecha para hacer un aparte con Gloria: “Esta vez me va a tocar batallar yo solo con esos dos”. “No te va a hacer falta calentarte mirando cómo me follan”, replica Gloria, “Pero ya has demostrado que sabes adaptarte a las situaciones”.  Germán sonríe cariñoso: “Sea como sea, no dejaré de mirarte”. “Tampoco yo a ti”, concluye Gloria.

De momento todo va quedando aclarado, aunque a Germán le intrigan todavía algunas cosas y trata de aclarárselas mentalmente. Le está pareciendo que a Ramón y Patricia no les importa mucho que Gloria no se vaya a integrar en el grupo. Solo con él se bastan y sobran. Y la misma Gloria debe estar más a gusto apañándose con su ligue que añadiéndose al incierto trío que se ha encontrado por sorpresa. Así que él, Germán, se ve llevado casi en volandas a la cama por sus dos admiradores, dispuestos a descargar en él sus lujuriosas fantasías. Por otra parte pronto se va a dar cuenta de que Patricia tiene una función secundaria en relación con su marido. No es que se vaya a limitar a mirar, como le basta a él con las folladas a Gloria, en unas circunstancias más ‘normales’ que en las que se han visto envueltos últimamente. Está casi seguro de que la participación de Patricia se va a limitar a lo justo y necesario para el mayor placer de Ramón. Es este pues el que más temor inspira a Germán. No tardará en ir comprobando todo ello.

Así que van tomando posiciones en la cama y a Germán no le dan más opción que tumbarse bocarriba. Enseguida Patricia le entra por las piernas y se pone a chuparle a polla. Le da bastante gusto y, sintiéndose más relajado, se le va poniendo dura. De pronto se encuentra con las rodillas peludas de Ramón clavadas a los lados de su cara. Nota que se va inclinando y ve la polla morcillona oscilando sobre su cara. “Bueno, ya sé lo que me toca. Los de la cama redonda se lo han debido contar todo y estos hacen lo mismo”, se dice, “Pero tragarme este pollón va a ser de nota”. Resignado y, por qué no, con cierto morbo abre la boca, que se le llena al instante del carnoso apéndice. Apenas le da trabajo, porque es el propio Ramón quien bombea follándole la boca. Pero hay cambios y Germán nota que Patricia le ha soltado la polla. Acto seguido Ramón proyecta su humanidad por encima de Germán y toma el relevo de Patricia. “¡Vaya!”, piensa Germán, “También hay sesenta y nueve”. Reconoce que Ramón se la chupa aún mejor que Patricia, que por cierto no sabe a dónde ha ido a parar. Como Ramón, afanado con la polla de Germán y, aunque mantiene la suya en la boca de este, ha parado de follársela, Germán procura también hacerlo bien. Pero el pollón, de lo duro que se ha puesto, ya no le cabe entera en la boca, y lo que mejor se le da es ir recorriendo el capullo con la lengua. Ramón va emitiendo sonidos guturales, que aumentan de diapasón con el juego de la lengua de Germán en su polla. Pero de pronto, no solo suelta la polla de Germán, sino que incorporándose también saca la suya de la boca de este. Entonces exclama: “¡Uy, qué caliente me has puesto! No podía aguantarme más”. “¡Menos mal!”, piensa Germán, “Solo habría faltado que se vaciara en mi boca... y no habría sido una corrida pequeña”.

Al quedar libre, siquiera de momento, Germán puede ver lo que ocurre en el entorno. Parece que por ahora todo va de mamadas, porque Gloria, en la cheslón, se la está haciendo a Pedro muy entusiasmada. A Germán le gusta que, en cuanto la ha mirado, ella haya girado la cara unos instantes y le sonría. Por otra parte, Germán ve ahora que Patricia, una vez que lo dejó preparado para ofrecerlo a su marido, ha estado observando el sesenta y nueve y, por donde todavía tiene la mano, ha debido estar estimulándose los bajos. A Germán le hace gracia el paralelismo con lo que hace él cuando contempla a Gloria en acción. Pero Patricia, al darse cuenta de que Germán la mira, le dice con toda naturalidad: “Es que me excita mucho ver a Ramón, tan grandullón como es, entusiasmado con otro hombre... Y tú, tan macho como se te ve, le estás encantando”. Sin embargo, lo que inquieta ahora a Germán es qué más pretenderá hacer Ramón con él después del primer calentón. Pensar que tenga la idea de follárselo le produce sudor frío. Si bien se había estrenado unos días antes con Eugenio y lo había llegado a disfrutar, ni la polla ni la vehemencia de Ramón eran para nada tranquilizadoras. No sintiéndose con ánimos de complacer en esa cuestión a Ramón, tendría que buscar algún subterfugio para escurrir el bulto. Por eso se le abre el cielo cuando Ramón, de rodillas en la cama, le suelta muy excitado: “Estoy disfrutando tanto contigo que, para completarlo, me gustaría que me follaras”. Como Germán, todavía en shock, parece dudar, Ramón añade: “¿O prefieres que te lo haga yo?”. “¡No, no!”, se agarra a un clavo ardiendo Germán, “Es que me ha emocionado que me lo pidas... Estaba deseando follarte. Eres un hombre tan apetecible”. Carga las tintas, por si el otro se desdice. “¡Oh, qué ganas de tenerte dentro!”, concluye Ramón. Y para prepararse adecuadamente recurre a los servicios de Patrícia: “¿Verdad que habías traído un poco de lubricante?”. Ramón se pone a cuatro patas con el culo en pompa y Patricia, solícita, le va untando la raja. Germán, al que la tensión vivida le ha aflojado la lívido, necesita entonarse y para ello le inspira más mirar cómo Pedro se está follando ricamente a Gloria al estilo perro que contemplar a Patricia engrasando el culo recio y peludo que pronto va a penetrar. Es muy diferente al rosado y suave del gordito que le sirvió de estreno.

Germán, que se ha entonando lo suficiente, cree que ya podrá cumplir cuando oye a Patricia decirle a Ramón: “Así te va a entrar muy bien”. Pero al ir a ponerse detrás, Patricia, tan atenta ella, detiene a Germán. “Espera un momento”. Y con las manos untuosas le da unos buenos frotes a la polla. Mientras Ramón, esperando ansioso, comenta: “Qué pocas veces puedo disfrutar de algo así”. Y Patricia, sin dejar de frotar la polla de Germán, replica como si se tuviera que disculpar: “Yo te consigo los que puedo. Hay que ser discretos. Aquí lo tendremos mejor”. Germán, para destensarse, dedica a Patricia un indulgente comentario: “Si sigues así, me va a pasar algo antes de meterla”. Patricia, riéndole la gracia, lo suelta enseguida: “Sí, la tienes muy dura ya”. Germán todavía no tiene demasiado por la mano esta práctica y menos con un culo como aquél. Así que respira hondo y se lanza a clavarla con ímpetu. La lubricación hace su efecto y se asombra de tenerla toda dentro de golpe. Ramón emite un quejido, pero a continuación exclama: “¡Oh, que gusto! ¡Folla con ganas!”. Es lo que no le falta ya a Germán al sentir el calor que envuelve su polla. Se pone a arrear sin la menor contención, lo que entusiasma a Ramón: “¡Qué polla más buena! ¡Follas de maravilla!”. Germán, aunque no la ve ahora, sabe que Gloria, haga lo que haga, lo está mirando, y eso lo anima. Si Ramón sigue gimiendo encantado, a Germán ya va empezando a hacerle efecto el bombeo. Considera prudente avisar: “Me va a venir ya”. Es Patricia, que ha vuelto a autosatisfacerse, la que contesta por Ramón exaltada: “¡Vacíate dentro! Es lo que queremos!”. Germán, que ya lo está deseando, se agita a medida que va soltando fuertes descargas y, cuando estás menguan, exclama desmayado: “¡Ya!”. Oye como un eco la voz de Ramón que sigue inmóvil: “¿Ya? ¿Me la has echado toda?”. “No me queda nada ya”, balbucea Germán que saca la polla y queda sentado en los talones. Para su sorpresa, Patricia se le arrima, baja la cabeza y recoge con la lengua el goteo de la polla. Luego se tiende junto a Ramón, que yace ya lleno de satisfacción. La calma momentánea que se produce queda sin embargo rota por la salida de Pedro: “¡Sí señor! Como si hubieras estado dando por el culo toda la vida”. Germán gira la mirada y ve que, con la mano echada por el hombro, Pedro le toca una teta a Gloria, que bien follada sonríe no menos satisfecha que Ramón. Germán lamenta que, aunque estuvieran cerca, es la primera vez que se pierde completo el revolcón a su mujer. “¡Cómo se han complicado las cosas este verano!”, piensa.

Ramón y Patricia bajan ya de la cama, y detrás de ellos Germán, que se acerca a Gloria y Pedro. Como le ha hecho gracia la broma de este, le apetece devolvérsela: “Si has terminado ya con mi mujer y te apetece, aún puedo contigo”. Enseguida se les unen Ramón y Patricia. El primero se dirige a Gloria muy versallesco y pretencioso: “Aunque he disfrutado mucho con tu marido, siento que las circunstancias hayan hecho que no te haya podido atender como me hubiera gustado”. Y Patricia añade picarona: “Y nosotras dos podríamos haber jugado un poco también”. Gloria zanja la cuestión: “Lo importante es que todos lo hayamos pasado bien ¿Verdad, Germán?”. Acaba haciéndole un guiño.

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El último día de estancia en el bungalow, mientras salen de la urbanización con todo cargado en el coche, Germán reflexiona en voz alta: “Me temo que mis fantasías eróticas se han ido complicando este verano. Vine solo con la de voyeur y ahora me voy además con la de bisexual y por lo visto, para colmo, tanto activo como pasivo. El verano próximo vamos a tener doble trabajo: buscar hombres que te follen y otros que me den por el culo, o que les dé yo a ellos. Igual debería especializarme en una u otra cosa”. Gloria le replica: “Dedicarnos a los bisexuales sería muy práctico para satisfacer a los dos. Aunque con el gancho que estás teniendo para los hombres, me restarías protagonismo”. Germán concluye: “Tenemos tiempo para pensarlo de aquí al verano próximo”.

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De las fotos que han inspirado el relato:


8 comentarios:

  1. Excelente final! Ojalá pronto lleguen nuevas inspiraciones para tan grandiosas historias.

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  2. Gracias Victor! Sigues siendo el mejor, menudas pajas me he pegado!

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  3. muy rico victor pero deviste dejar que ramon tambien clavara a german ... un beso y no te demores porfa

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  4. Muchas Gracias por este y por cada uno de los Relatos anteriores.
    Estoy todos los días revisando si has publicado un nuevo relato.

    Soy un gran aficionado a leer Relatos Eróticos, y eres el mejor con gran diferencia.

    Muchas, Muchas Gracias.

    Y no tatdes....

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  5. Gracias …
    … cuando más del comisario ?

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  6. Otro fan de tus relatos, durante este tiempo atrás releyendo y redisfrutando los anteriores. Esta segunda parte relata mis más deseados sueños exóticos. Yo como Germán soy un casado maduro y grandote, bisex y versatil, lastima que mi mujer no sea como Gloria

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  7. Gracias gracias de veras! Gran relato 😁🙌🐍Pensé q quizás iban a hacer trencito Germán, Ramón y Patricia.

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  8. Muy buen relato, como todos. Gracias

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