miércoles, 14 de septiembre de 2022

Vacaciones de verano (1ª parte)

En la web de fotografías a la que me he aficionado últimamente se encuentra de todo: paisajes, edificios, plantas, animales, personas... Por supuesto hay cantidad de hombres como los que a mí me atraen, maduros y robustos, que se muestran con generosidad, tanto si se declaran gais, heteros o bisexuales. Hay gustos para todos. Pero esta abundancia, si bien muy gratificante, ya va en la línea de los otros blogs que sigo. Lo que más me está llamando la atención son los matrimonios o parejas, hablando de hombre y mujer, que aparecen exhibiéndose en las más variadas situaciones. Los hay que, declarándose nudistas, no solo aparecen como tales, sino que también se dejan ver en arrebatos de lo más íntimos. Aunque es frecuente asimismo un cierto desequilibrio en que la mayoría de las fotos sean de la mujer, incluidos primeros planos de sus partes más íntimas, mientras que el hombre, si aparece, lo suele hacer con menos alarde. Se nota que lo que más le interesa a él es enseñar a su mujer a base de bien.

También he podido tener acceso en este blog a reseñas gráficas de fiestas bastante desinhibidas entre parejas de cierta madurez. Muchas veces la excusa son los disfraces que, con una fantasía más o menos kitsch, permiten enseñar lo más que se pueda, tanto a ellas como a ellos. A veces incluso la ropa consiste tan solo en pinturas por el cuerpo. Todos posan orgullosos, en pareja o en grupo, con los sexos asomando por los imposibles taparrabos. Las fiestas se llegan a animar tanto que pueden dar pie a la acción y al intercambio de parejas. Ellos le meten mano a ellas, sin distinción entre la propia o la ajena, y ellas corresponden con desvergonzadas mamadas. Hay series fotográficas enteras de tales eventos.

Me he fijado, sin embargo, en un matrimonio estándar para, a partir de la configuración de su perfil en el blog, montarme mi propia película. Por lo que deduzco de sus imágenes, el marido, que llamaré Germán, bordea los cincuenta años, algo robusto y de rostro simpático. La mujer, Gloria, más joven, tiene formas redondeadas y es bastante tetuda, rubia y guapetona. Su galería de fotos no da demasiadas pistas. Entre paisajes y edificios, hay fotos convencionales de la pareja, es decir que están vestidos, mezcladas con bastantes de mujeres desnudas, algunas de ellas la propia esposa, en escenas domésticas en que se exhibe con generosidad. En cuanto al marido se muestra más discretamente, o vestido o, si acaso, en fotos parciales de su entrepierna, incluida alguna erección, bastante aceptables por cierto. La más completa es una en que aparece sonriente de cuerpo entero, desnudo y bien empalmado.

Este matrimonio no parece encajar en los que intervienen en aquellas fiestas orgiásticas y sus fantasías sexuales las realizarían por vías más discretas. Germán, industrial autónomo y Gloria, farmacéutica, llevan una vida desahogada en una gran ciudad. Aparte de su capricho de mostrarse en el blog, no se permiten habitualmente mayores aventuras. Sin embargo, el mes de vacaciones veraniegas lo pasan siempre en una importante urbanización nudista en la que tienen un bungalow. Y es allí donde planifican sus desahogos eróticos. La vida nocturna de la urbanización ofrece muchas oportunidades. Así hay un bastante concurrido club de swingers, que solo admite parejas para intercambiar entre ellas. Pero a nuestro matrimonio no le convence demasiado. No porque les parezca mal dicho intercambio, sino por encontrar demasiado forzada su mecánica de tener que hacerse con el lote completo de la otra pareja. Prefieren apañarse por su cuenta, con mayor libertad y más flexibilidad para sus gustos. El punto de partida consiste en que Gloria atraiga a otro hombre y que Germán se excite viéndolos follar. Que además participe de alguna otra forma dependerá de cada caso.

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Cerca del club de swingers hay un bar muy adecuado para los ligues. Lo frecuentan hombres y mujeres solitarios que buscan pareja para ser admitidos en el club de swingers. Pero también los hay abiertos a otra clase de encuentros. Además es raro que en aquel ambiente algún hombre no admita la presencia del marido, si es requisito. Las ganas de follar que llevan hacen que lo vean como un detalle menor e, incluso, puede llegar a ser un aliciente.

A este local la gente acude vestida como para salir de noche. Pero sobre todo ellas se cuidan de lucir sus encantos, con exagerados modelitos y escotes de vértigo. Germán y Gloria conocen de sobra el funcionamiento y ella va de minifalda y top ajustado. Contemplando el panorama, se apostan en la barra, Germán de pie y Gloria sentada de medio lado en un taburete. Lo cual le permite insinuantes cruces de piernas, que Germán no se priva de ir acariciando en gestos que dan a entender que está disponible.

Vayamos al primer ligue de la temporada… Germán está muy excitado ante la perspectiva de poder ver de nuevo cómo un extraño se folla a Gloria ante él. Y ella, tanto por complacer a su marido, como por el morbo de entregarse a un desconocido, está dispuesta a desplegar sus dotes de seducción. Germán, ojo avizor, manosea los muslos de Gloria y se fija en que un cuarentón de buena facha no les quita el ojo. Germán le comenta a Gloria: “Ese de ahí te está comiendo con la mirada”. “Pues no está mal”, admite ella, “¿A ti te gusta?”. “Creo que te puede echar un buen polvo”, valora Germán. Entonces Gloria hace un provocador descruce de piernas y sonríe al hombre. Este se decide a acercarse copa en mano y le suelta: “Estás muy buena”. Y añade sonriendo a Germán: “Con permiso de tu acompañante”. Gloria aprovecha para hacer las presentaciones: “Es Germán, mi marido… Yo soy Gloria”. “Yo Julio”, que advierte por si acaso, “Y solo me van las tías”. Gloria lo tranquiliza: “No hay problema. A Germán solo le gusta verme con otro tío”. A Julio no le sorprende demasiado ya que, en un ambiente como aquel, todo tiene cabida: “Si es así, entonces que disfrute viendo cómo me revuelco contigo”. Germán interviene: “Me va a encantar que la pongas bien cachonda”. Para confirmarlo, y en un gesto de camaradería, mete una mano bajo la minifalda de Gloria, que no lleva bragas, y dice: “Ya está mojada solo de pensarlo… Compruébalo si quieres”. Saca la mano y Julio no duda en meter la suya, con risas de Gloria: “¡Uy, sí! Vamos pronto… ¿Dónde lo hacemos?”. Lo invitan a su bungalow que está cerca. “Allí estaremos a gusto”, dice Gloria cogiéndose del brazo de los dos hombres.

Ya en el bungalow, y dado el entorno nudista en que se mueven, los tres consideran lo más natural quedarse en cueros enseguida. Se miran tanteando el terreno y ya Julio se muestra empalmado, con una polla de muy buen tamaño. Arrebatado se lanza sobre Gloria, que va retrocediendo hasta dejarse caer en el sofá. Julio se echa sobre ella y la morrea mientras le estruja la tetas. “¿Te gusta así?”, pregunta. “¡Me encanta!”, suspira Gloria. Julio entonces va bajando hasta quedar de rodillas enfrentado al peludo coño de Gloria y, sin dudarlo, se pone a comérselo. Ella gime mirando a Germán, que los observa sobándose la polla. Está satisfecho con que Julio no sea de los de polvo rápido y esté haciendo disfrutar a Gloria. Esta, en correspondencia, no tarda en pedir a Julio que se siente a su lado e, inclinándose sobre él, le chupa ahora la polla que tiene bien dura. Julio estalla: “¡Qué calentón tengo! ¡Ven que te folle!”. Se recolocan en el sofá. Gloria se le sienta encima y se mete la polla por el coño. Empieza a dar saltos retorciéndose a agitándosele las tetas. Julio gime hasta que, en un impulso, hace que Gloria se dé la vuelta y, arrodillada en el sofá con el torso hacia delante, le presente el trasero. Julio la ataca por detrás agarrándole las caderas. Bombea frenético, mezclando sus resoplidos con los gemidos de Gloría. Al fin se descarga con varios espasmos y se deja caer junto a Gloria. Germán, que ha estado pajeándose, se corre casi al mismo tiempo. Es el primero que habla: “¡Sensacional! ¡Qué buen polvo habéis echado! Mi he excitado mucho”. “¡Sí, joder, cómo he disfrutado!”, replica Julio. Y Gloria confirma: “Me he quedado muy a gusto”. Como ya no hace falta que se vista, para que guarde la ropa le dejan una bolsa a Julio. Este se despide satisfecho, con un par de besos a ambos: “Espero que nos volvamos a ver”. Pero Germán y Gloria no piensan lo mismo. No acostumbran repetir.

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Unos días después, al caer la tarde, Germán y Gloria van a pasar un rato en la piscina de la urbanización. Es bastante amplia y con recovecos, y a esa hora hay poca gente. Por supuesto desnudos, como está mandado, se relajan en la zona con burbujas. Al poco rato aparece un tipo algo mayor que Germán, pero robusto y velludo. Se remoja en la ducha más próxima a donde está la pareja y parece que se les exhiba con toda intención, incluso ostentado una polla contundente. Por lo visto esta vez los seducidos van a ser Germán y Gloria. Al entrar en la piscina el hombre se dirige hacia donde están estos y les explica con desparpajo: “También me gusta esto de las burbujitas”. Se coloca junto a ellos y suelta divertido: “Es que enseguida me ponen cachondo… Comprobadlo si queréis”. Germán recoge el guante, pero se lo pasa a Gloria con no menos descaro que el otro: “¡Anda, tócalo! Te gustan las pollas grandes”. Gloria no se arredra y tantea dentro del agua hasta dar con la polla y palparla. “Sí que está crecida, sí”, comenta sonriendo. Entonces el hombre se dirige a Germán: “No te dé corte… Toca también”. A Germán, que en principio no tiene especial interés, le puede el morbo de pensar en que es algo que sin duda no va a tardar en estar dentro de Gloria y alarga también una mano. Sopesa la polla y se permite bromear: “Haces que uno se acompleje”. “¡No, hombre, no!”, ríe el otro, “Lo que vale es saber usarla”. Y sigue charlatán: “Ya me conocéis un poco mejor… Me llamo Carlos”. Germán y Gloria le dicen también sus nombres. Y como a ella le flotan las tetas Carlos las piropea a su manera desinhibida: “Desde que las he visto me han entrado ganas de mamarlas”. “Igual te deja”, dice jocoso Germán, que prefiere que Carlos centre su interés en Gloria. Esta entonces se acerca a Carlos, que no duda en palpárselas: “¡Qué ricas las tienes!”. Pero enseguida hace una propuesta: “Si os parece, podemos ir a mi apartamento, que está aquí al lado… Así nos conoceremos más a fondo”.

Por el camino, Carlos les explica: “Yo estoy divorciado desde hace años… Mi mujer me dejó porque le doy a todo”. Este reconocimiento no puede menos que alarmar a Germán, que quiere avisar: “En realidad lo que me va, aparte de mi mujer, es ver que se la folla otro hombre”. “¡Tranquilo!”, ríe Carlos, “Se puede disfrutar de muchas formas”. Nada más entrar en el apartamento de Carlos, este cumple su deseo de hacerse con las tetas de Gloria. Tras sopesarlas con ansia se pone a chuparlas y mordisquear los pezones, arrancando grititos a la interfecta. Grititos que pasan a gemidos cuando Carlos le echa una mano al coño y se lo frota con un dedo. Cuando a Gloria le fallan ya las piernas por el gusto que siente, Carlos la reta: “¿Qué me vas a comer tú ahora?”. Dicho y hecho, se tumba cuan largo es en la cama, que hace también de diván, e impulsa a Gloria con la clara intención de que le chupe la polla, bien tiesa ya. Gloria se afana en ello encantada y ahora es Carlos quien resopla: “¡Qué boca tienes! Me vuelves loco”. Pero en su delirio se fija en que Germán se la está meneando a poca distancia. Entonces Carlos, con un gesto perentorio de la mano, lo insta a que se le acerque. Germán vacila intuyendo de qué va Carlos, pero al no querer poner una nota discordante, cede al fin y arrima la polla que también tiene tiesa. Carlos tira de ella hacia su cara, que ha girado sin alterar la postura en que Gloria se la está mamando, y la atrapa con su boca. Las chupadas de Carlos ponen a Germán la piel de gallina, aunque le ofusca estar viendo el viril cuerpo velludo al que pertenece aquella boca. Trata de autoconvencerse de que tampoco hay grandes diferencias en que a uno se la mame una boca de hombre o de mujer. El caso es que lo haga bien y ha de reconocer que Carlos lo está bordando. Cuando este lo suelta al fin, exclama: “Ahora sí que me voy a follar con ganas a tu mujer… Sigue disfrutando también con eso”. Con sus gestos desenvueltos, Carlos ya tiene despatarrada sobre la cama a Gloria, que se deja manejar encantada por ese hombretón decidido y ansía ya que le meta su contundente polla. Pero Carlos, antes de echarse sobre Gloria, aún se dirige a Germán: “No te pierdas cómo me la cepillo y quiero ver cómo te corres al mismo tiempo que yo”. Olvidada de momento la mamada imprevista, a Germán lo está poniendo como una moto el descarado comportamiento de Carlos y, muy cerca con su polla agarrada, se aguanta para poder cumplir el deseo que le ha formulado. Difícil se lo está poniendo Carlos, con la enérgicas arremetidas que le está dando a Gloria, que va gimiendo frenética. Para colmo el follador va adornando sus embates con expresiones lascivas: “¡Vaya coño tiene tu mujer! Parece que me muerda la polla”, “Te la voy a dejar bien fina”. Germán, apretándose la polla para que no se le desborde, se le contagia la exaltación de Carlos y pregunta a Gloria: “¿Te hace gozar este hombre?”. “¡Mucho!”, contesta ella con un hilo de voz. “La voy a llenar ya”, avisa Carlos. “¡Sí, échasela toda!”, lo insta Germán. “¡Sí…!”, susurra como un eco Gloria. Pero Carlos no prescinde de Germán ni en pleno clímax. Mira hacia la polla de este y le exige: “¡Córrete ya sobre mí!”. Germán deja de sujetársela y la leche se le dispara contra la cara de Carlos. Este se va descargando entre bramidos y relame la leche que le chorrea hasta la boca.

Carlos se levanta satisfecho liberando a Gloria. Sonriente, se limpia la cara con un kleenex: “Me lo he pasado en grande con vosotros”. “Has sido toda una sorpresa”, replica Germán todavía sofocado, “¿Verdad, Gloria?”. Esta, que ya se ha sentado en la cama, confirma: “Un polvo magnífico”. Ya está todo y la pareja se dispone a marcharse. Carlos besa a los dos y se despide con ironía: “Si os vuelven a entrar ganas, ya sabéis…”. Camino de su bungalow, Germán comenta: “Todo un acierto ¿eh?”. “Y ha sido él quien nos ha cazado”, ríe Gloria. Que añade burlona: “Hasta te la ha chupado ¿Te ha gustado?”. Germán contesta algo incómodo: “Se ha empeñado y, después de todo, una boca es una boca”.

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Un día Germán ha de ir a la ciudad más cercana para hacer unas gestiones. Sería algo rápido y Gloria se queda en el bungalow, porque tiene que venir un operario para cambiarles el router. En la espera, Gloria decide tomar un rato el sol en una tumbona de la terraza, desde la que podrá ver si llega el operario. Está desnuda por supuesto y, cuando un hombretón se acerca, se asoma tal cual para avisarle de que va a abrirle. No se molesta en cubrirse con nada para recibir al operario, que lleva tejanos, una camiseta negra con motivos moteros y gorrita a juego. A Gloria le causa muy buena impresión. Cuarentón grandote, de brazos robustos, está muy moreno, con una barba cerrada de días y bigote espeso. El hombre, por su parte, mira a Gloria con descaro y comenta irónico: “Nunca se acostumbra uno cuando viene a esta urbanización”. “No te sentirás incómodo ¿verdad?”, lo tutea Gloria con zalamería. “¡Qué va!”, contesta el otro, “Si yo lo que hago es ponerme a tono enseguida… O todos moros, o todos cristianos”. Dicho y hecho, suelta la bolsa que trae y en un pispás se quita los pantalones. Como no lleva calzoncillos, al momento deslumbra a Gloria con unos huevazos y un pollón que no se los salta un galgo. Gloria piensa: “Lástima que Germán no esté aquí todavía”. Haciendo ver que no capta la impresión que ha causado, el operario pregunta profesional: “Bueno ¿qué es lo que hay que cambiar en esta casa?”. Gloria, aparentado serenidad, le pide que la siga hacia el salón. El otro le va mirando el culo henchido de deseo. “¡Qué revolcón tiene la tía!”, piensa. De momento se deja la camiseta y la gorra, seguro de que así queda resaltada mejor su virilidad. El trabajo que ha de hacer es simple, solo cambiar un aparato por otro, pero se toma su tiempo. Porque además, al estar sobre una estantería, necesita subirse a algo. Ayudado por Gloria, arrastra una mesa que parece sólida y la pone delante. Utiliza como escalón intermedio una silla y, ya sobre la mesa, baja el router a cambiar con todos los cables enganchados. Por su parte Gloria, como si de repente le hubiera entrado un interés loco por la informática, no se pierde ninguno de sus movimientos. Y como el hombre es consciente de ello, mientras manipula las clavijas, borda su exhibición bajando un pierna recta sobre la silla y doblando la otra sobre la mesa. Con ello realza aún más los atributos que le cuelgan libremente de la entrepierna. Entretanto Gloria se entrega a un debate interno. Sabe que el hombre está deseando meterle mano y ella también lo ansía. Pero sin estar Germán… Claro que, si llegara cuando ya están metidos en faena, como había dicho que volvía enseguida, no se va a tomar a mal un adelantamiento en la espera. Seguro además que se pondrá a cien enseguida en cuanto vea a aquel tiarrón en acción. El operario la saca de sus cavilaciones: “Esto ya casi está. Lo ajusto arriba y listo”. Pero añade insinuante: “¿Por qué no me traes mientras un vasito de agua fresca? Me lo he ganado”.

Gloria sabe que el momento decisivo ya ha llegado. Hasta se nota duros los pezones con la idea. Con manos temblorosas llena un vaso de la nevera y vuelve al salón. El operario no ha perdido el tiempo. Con rapidez ha bajado de la mesa, se ha quitado ya camiseta y gorra, y se ha despatarrado sobre el sofá. Así lo encuentra Gloria que avanza con el vaso. Él lo coge, da un buen trago y lo deja. Entonces dice: “Yo ya he hecho mi trabajo ¿No harás el tuyo?”. Aunque sabe que lo hará de todos modos, Gloria quiere quitarse un peso de la conciencia y suelta: “Lástima que mi marido no haya llegado todavía”. El hombre se sorprende: “¿Es que le van también los tíos?”. “No es eso”, explica Gloria, “Pero siempre le gusta ver cómo me folla otro hombre”. “Cosas más raras hay por ahí”, ironiza el otro, “Pero lo podemos hacer durar hasta que llegue y aún lo puede disfrutar… No tengo prisa”. Como Gloria vacila todavía, el otro la anima: “¡Anda! Trae aquí esas tetas, que me tienen loco desde que las vi”. Si incorpora para alcanzarlas y Gloria deja ya que se las palpe. “¡Cómo me gustan!”, exclama el hombre, que acerca la cara y se pone a chupar los pezones. Gloria suspira y va doblando las piernas hasta caer de rodillas ante el operario. Este capta su intención y separa las piernas para darle cabida: “Ya sé que te gusta mi polla. No has parado de mirarla ¡Juega con ella!”. Gloria le echa mano y nota cómo se va endureciendo. Tras unos frotes, atraída irresistiblemente por su contundencia, se pone a chuparla. Ni se detiene al oír que se abre la puerta.

Germán entra en la sala y mira estupefacto a Gloria arrodillada entre las piernas de un tipo con aspecto casi de facineroso. Pero este lo saluda cordial, bien retrepado con Gloria entre las piernas: “Tú debes ser el marido… Ya os he puesto el router y hacíamos tiempo mientras venías”. Germán lo encaja bien y replica irónico: “Muy bien empleado por lo que veo”. Gloria al fin suelta la polla del operario y se vuelve para mirar a Germán. Como la polla, tiesa y ensalivada, queda a la vista, Gloria la señala para explicarse: “¿Entiendes que no te haya podido esperar?”. Germán contempla ahora la polla y dice indulgente: “Puedo hacerme cargo… ¡Sigue, sigue!”. El operario, que ya ha asumido el rollo que se trae ese matrimonio, incita a Germán: “¡Venga! Ponte cómodo que aún queda lo mejor”. Germán pasa por el baño y enseguida vuelve ya en pelotas. Gloria ha reanudado la mamada, pero el operario se fija en Germán y suelta: “Qué pena que seas tan estricto como me han dicho. Porque con lo apetitosos que estáis los dos de buena gana haría doblete”. “Vosotros a lo vuestro”, elude Germán la sugerencia y procura no acercarse demasiado. El operario parece conformarse con la situación y suelta: “¡Venga, nena, ahora deja que te coma el chocho, que me has abierto las ganas”. Hay un cambio en el sofá y es Gloria quien se abre de piernas y el otro se agacha plantándole la cara sobre la entrepierna. No se arrodilla, como había hecho Gloria, sino que solo flexiona las rodillas y separa las piernas. Con lo cual el badajo se ve desde atrás bailando mientras le come el coño. Es lo que observa asombrado Germán, al que no dejan de excitarle las tragaderas que está demostrando su mujer con aquel hombre. Porque los lengüetazos que le está dando hacen que Gloria gima y grite de gusto. Le pilla por sorpresa que el operario se detenga un momento para mirarlo. Por lo visto mantiene su fijación con Germán. “¡Anda, si estás empalmado!”, exclama, “Pues podías meterme la mano por debajo y pajearme mientras sigo dándole gusto a tu mujer”. A Germán le da vértigo el meneo de aquel culo peludo con todo lo que le cuelga. Ya no le sorprende sin embargo que Gloria pida exaltada: “¡Fóllame ya!”. Con lo cual lo saca del apuro. La jodienda del operario es espectacular. Se incorpora, levanta las piernas de Gloria y las apoya en sus hombros. Así le clava el pollón y Gloria grita. Pero suena más a placer que a dolor. Aunque a Germán le dan sudores fríos al imaginar aquello dentro de su mujer. “¡Sí! ¿A que te gusta?”, exclama el operario que se pone a bombear. “¡Cómo la siento!¡Sigue, sigue!”, replica Gloria jadeando. Germán se la está meneando ya y, cuanto más arremete el otro a Gloria, más se excita. Hasta el punto de ver que no puede resistirse más. Y siente además un deseo irreflexivo de que el operario lo vea rendirse. Así que se pone frente a él y, al lado del sofá, va soltando chorros de leche. El otro suelta una risotada sin dejar de menearse: “¡Anda, si aguanto yo más!”. Pero la corrida del marido le ha dado morbo y ya le viene la descarga. Como no podía ser menos esta es aparatosa, prolongada y ruidosa. Sin embargo enseguida se pone de pie con la polla todavía tiesa y goteando. “¡Un buen polvo, sí señor!”, proclama. “Muerta me has dejado”, musita Gloria que se ha quedado inmóvil sobre el sofá. Germán va a su lado y le dice: “Parece que no te ha ido nada mal ¿eh? Yo también me he excitado mucho”. Gloria va recuperando el resuello: “Ya ves. Cuando menos te lo esperas…”. “Salta la liebre”, completa el operario, “Aunque aquí el que ha dado el salto del tigre he sido yo”. Ya va a recuperar su ropa y, una vez que está como llegó, se despide: “Mucho gusto ¡eh! Veréis cómo internet os va ahora como un rayo”.

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Hacía un día muy agradable y Germán y Gloria deciden pasar la mañana en la playa y comer luego en un chiringuito que tiene unas tapas bastante buenas. Sin más equipo que unas gafas de sol, unas chanclas y una bolsa con un par de toallas, enseguida acceden a la zona de playa más cercana a su urbanización. No hay un exceso de gente y pueden disfrutar cómodamente de baños en el mar y ratos de tomar el sol. Les gusta aquella playa nudista y la naturalidad con que todo tipo de cuerpos se muestran con desinhibición. También se fijan en algunos tipos de hombres y mujeres, bromeando sobre lo que les gustaría hacer con ellos. Cuando van al chiringuito prefieren quedarse en la barra y así, con unas cervezas, ir pidiendo de las tapas que van sacando al mostrador y que más les apetecen. Están ya con las segundas cervezas y casi ahítos de tapas cuando entra en el chiringuito un personaje que les llama la atención. Es un tipo gordito de cerca de cuarenta años, de formas orondas en su completa desnudez. De piel muy clara tostada por el sol, con escaso vello dorado sobre todo en los brazos, unas tetas firmes se le desbordan sobre la pronunciada barriga. Bajo esta luce una polla regordeta y medio descapullada que resalta sobre unos huevos muy pegados a la entrepierna. Una gorrita y unas gafas redondeadas enmarcan un rostro ancho y agradable. Lo más curioso es que, además de una mochila abultada colgada a la espalda, lleva botas de marcha y un bastón de montañero. Desde luego resulta exótico en aquella playa. Se acerca a la barra y, tras dejar la mochila en el suelo, pide una botella grande de agua. El barman, que lo debe conocer, le dice jovial: “¿Qué? Otra de tus marchas para soltar quilos ¿no?”. “He estado de acampada por las montañas de aquí detrás y me he dado un buen tute… Pero ya ves de qué poco me sirve”, contesta palmeándose la barriga. Enseguida se pone a beber con ansia de la botella.

Gloria comenta a Germán: “¿Has visto qué gordito tan mono?”. “¿Te gusta?”, pregunta Germán extrañado. Gloria replica: “Después de los tíos tan fuertotes que me han pasado por la piedra últimamente, no estaría mal dejarse querer por alguien tan tierno como ese”. Germán, complaciente, sugiere: “Probemos a ver si le caes en gracia”. Toma la iniciativa y se acerca al gordito: “¡Hola! Perdona, pero te hemos oído y resulta que mi mujer es muy aficionada al montañismo… No esperábamos que hubiera alguien como tú aquí”. El gordito, que había entrado sofocado sin fijarse en quiénes estaban en el chiringuito, casi se atraganta. Primero mira a Germán, que le sonreía cordialmente. Pero enseguida alarga la visión hacia Gloría que, de frente a él, se le muestra en toda su exuberancia. Ella se le acerca entonces y le planta por las buenas un par de besos, tras lo cual dice: “Sí, le he comentado a mi marido que me parecías muy interesante”. Al gordito se le suben los colores y logra farfullar: “Debo parecer un bicho raro con todo este equipo aquí”. “¡Qué va!”, lo ataja Gloria, “Si tienes muy buen aspecto tal como estás”. Germán interviene para suavizar la directa que está poniendo Gloria: “Nosotros hemos acabado de comer… ¿Qué harás tú ahora?”. El gordito, abrumado por tantas atenciones, explica: “En la playa hace demasiado calor a esta hora y debería irme de vuelta… Pero ya no a pie, claro. Lo malo es que todavía falta bastante para que pase el autobús”. Se lo ha puesto a huevo a Germán, que le propone: “¿Por qué no nos acompañas a nuestra urbanización? Estaremos más frescos en la piscina de allí… A mi mujer le encantará”. Gloria remacha: “Me gustará que nos conozcamos mejor”. “Si no es molestia…”, accede el gordito. Al hacer las presentaciones dice que lo llamen Toni y, como empieza a hablarles de usted, le exigen que los tutee: “Por favor, no somos tan mayores”. Toni se carga su mochila y Gloria, pegándose a su lado, le pregunta vaguedades sobre sus experiencias de montañista. Mientras Germán, detrás de ellos, encarna su papel de marido complaciente. Está acostumbrado y le gusta mirar el culo de su mujer, pero el de Toni, tan redondito y sonrosado, le produce una casi imperceptible turbación.

Toni queda admirado de la hermosa piscina. Germán y Gloria se dan una ducha rápida y entran ya en la piscina en espera de Toni, que ha de quitarse las botas y opta por una ducha más a fondo después de la caminata. Mientras lo observan, Gloria deja claro lo bien que le cae: “No me digas que no es una ricura”. “Tiene su gracia”, reconoce Germán, “Pero igual se asusta cuando se dé cuenta de lo que pretendemos. Parece muy cándido”. “Los mosquitas muertas a veces dan sorpresas”, replica Gloria. “Tú sí que entiendes de hombres”, ríe Germán. Ya limpio, Toni baja sonriente los escalones de la piscina y se acerca a ellos. Exclama inocentón: “¡Oh, qué gusto! Sois muy amables”. Gloria lanza la primera flecha: “Es que me gustas mucho”. Se le arrima más de lo correcto rozándolo con las tetas. Toni, subidos de nuevo los colores, replica desconcertado: “Tú a mí también. Pero…”. Ha mirado de reojo a Germán que los observa al lado y, dándose por aludido, aclara: “Ya he notado cómo os gustáis y me parece muy bien”. Como si con eso suavizara la cosa, Toni reconoce: “Tú también me gustas”. Gloria evita que Germán dé más explicaciones y avanza: “Podíamos pasar un buen rato en nuestro bungalow…”. “¿Los tres?”, pregunta Toni, como si eso lo tranquilizara. “¡Claro! Me gustará veros”, precisa más Germán.

Ya en el bungalow, a donde Toni ha arrastrado su equipo de montañero, este se sincera: “Vosotros diréis… Soy un poco torpe para estas cosas. Sobre todo con mujeres de bandera como tú. No se suelen fijar en mí”. “Pero te gustamos ¿no? Porque yo sí que me he fijado en ti”, replica Gloria. “¡Pues claro! Pero con esta pinta no he tenido muchas oportunidades”. “No serás virgen ¿verdad?”, pregunta entonces Germán. “Bueno, según se mire”, contesta Toni, “Porque por detrás me la ha metido algún hombre. Parece que mi culo sí que les resulta atractivo... Y no digo que me disguste”. Pero Gloria, que al fin y al cabo era quien le había echado el ojo, fue a lo suyo: “Conmigo puedes desquitarte. Esa pinta tuya que dices a mí me encanta”. Tiene el morbo añadido de desvirgar al gordito. “¡¿Sí?!”, pregunta Toni incrédulo. “Vamos a la cama y lo comprobarás”, le dice Gloria con una sonrisa seductora. Germán llega a pensar con un punto de orgullo: “Es toda una profesional, por no llamarla de otra forma”. Gloria está convencida de que, si adopta una actitud de entrega pasiva, el gordito no va a saber qué hacer. Así que, una vez en el dormitorio, empieza por abrazarlo. Sus tetas se aplastan sobre las de él, casi tan gordas y que le quedan un poco más bajas. De momento Toni titubea, pero acaba ciñéndola con sus brazos. Luego Gloria le ofrece los labios, que Toni besa con torpeza. Pero ella hurga con la lengua y sorbe la suya. Toni las enreda con sordos gemidos y mira de soslayo a Germán, que los contempla satisfecho.

Gloria ha ido arrinconando a Toni hasta el borde de la cama y le incita: “¡Anda, échate!”. Toni se tumba bocarriba en una actitud de rendición, aunque su polla regordeta ya acusa el efecto de los achuchones de Gloria. Esta entonces se mete entre sus piernas y se pone a chupársela. Toni suspira y pone los brazos en cruz. Pero, cuando Gloria intensifica la mamada, empieza a pellizcarse los pezones. Germán se ha subido a la cama junto a ellos y, sentado sobre los talones, se la va meneando. Entiende mejor la atracción que ha sentido Gloria por aquel cuerpo tan tierno al tiempo que viril. Al verlo, Toni tiende una mano hacia él. Germán se la coge y, comprendiendo la intención del gesto de Toni, no duda en llevar la mano de este a su sexo. Toni le va palpando la polla y los huevos mirando hacia ellos e incrementa los suspiros mientras Gloria no ceja en las chupadas. Pero esta no va a querer que el desvirgue de Toni acabe ahí y se propone que sea completo. Aparta la cara de la polla, que aparece bien tiesa y descapullada. Es corta, pero ha crecido en anchura. Gloria trepa con las rodillas a los lados de cuerpo de Toni hasta quedar erguida sobre la entrepierna de este. Guía la polla con una mano y acierta a metérsela. Aprieta clavándosela a fondo y Toni lanza un gemido. Ya ha soltado a Germán y crispa las manos en las sábanas. Gloria se inclina levemente hacia delante y empieza a dar saltitos. Toni tiene ahora ante él las tetas de Gloria agitadas con sus meneos. Pero ocurre algo no previsto, aunque previsible. Antes de que Gloria pueda llegar a algún clímax, Toni se agita y gime. Resulta que, falto de control, se ha corrido prematuramente. Al pobre Toni el placer sentido se le amarga por lo que le parece un fracaso. Cuando Gloria lo descabalga se queda lloriqueando con la polla goteándole: “¡Qué torpe he sido! Te he dejado a medias sin que pudieras disfrutar”. “¿Cómo que no he disfrutado?”, lo ataja Gloria, “Me he puesto cachonda chupándotela y luego teniéndote dentro hasta que te has corrido”. Germán quiere consolarlo también y se señala la polla tiesa: “Y mira cómo me he empalmado viéndoos”. Entonces Toni empieza a demostrar que sabe más de lo que parece: “Pero ninguno de los dos os habéis corrido... Y no vayáis a decir que eso es lo de menos para que me conforme”. Como ni a Gloria ni a Germán se les ocurre qué más decir, Toni se yergue sobre las rodillas y suelta: “Todavía puedo hacer que disfrutéis más de mí... Hay dos cosas que haría muy a gusto con los dos. Le puedo comer el coño a Gloria, que la lengua la manejo mejor que la polla. Y mientras tanto tú, Germán, podías darme por el culo. Así los dos os correríais conmigo y todos felices”. Esta mezcla de candidez y perversión deja perplejos a los interpelados. Germán es el primero en reaccionar: “Es que yo eso no lo he hecho nunca...”. Pero Gloria, a quien le ha dado morbo la oferta y que además se siente responsable de la frustración del gordito, es terminante con Germán: “O los dos o ninguno... Ya la metiste en la boca de otro tío y no se acabó el mundo. Metiéndosela a Toni, que es tan generoso y tierno, seguro que va a ser un placer nuevo para ti. Y eso no te va a hacer menos hombre”. Abrumado por la filípica de Gloria, Germán evoca la sensación que había tenido al mirar el culo de Toni cuando todavía no podía imaginar la oferta que ahora le ha hecho. Entre una cosa y otra quiere convencerse de que no pierde nada con probarlo. Decidido ya, le dice a Gloria: “¡Vale! Que empiece contigo y yo me iré preparando por detrás”. “Así me gusta”, lo anima Gloria, “No nos vayas a fallar”. Es ahora ella quien se echa en la cama ofreciéndose con las piernas abiertas. Toni se arrodilla entre ellas y, cuidando de no apretar demasiado las suyas, se inclina hacia delante hasta alcanzar con la boca el coño de Gloria. Germán puede ver ahora el cuerpo de Toni hecho una bola tersa y sonrosada, con las nalgas de un suave vello dorado que apenas sombrea la raja. Toni ha empezado a trabajar a Gloria con lametones y chupadas, y no debe ser nada torpe en esto porque ella no tarda en gemir acariciándole la monda cabeza. El goce de Gloria entona a Germán, que cada vez encuentra más apetecible lo que está a punto de hacer. Su propio cuerpo se lo está confirmando ya que está alcanzando una fuerte erección. Va arrastrándose de rodillas hasta topar con los muslos el culo de Toni. Nota que este, todo y lo atareado que está con Gloria, lo tensa y relaja suavemente en un gesto incitador. Germán, que él mismo se admira de lo dura que se le ha puesto la polla, tantea con cierto miedo por terreno desconocido y va apretando para acertar dónde introducirse. De pronto nota que le resbala la polla como cuchillo que se hunde en mantequilla y se encuentra atrapado en la calidez del culo de Toni. Este emite un suspiro, pero no altera el trabajo de su lengua. Más bien lo intensifica haciendo que Gloria gima aún más. La excitación de esta crece además al ver a su hombre volcado sobre Toni. Germán ya sabe lo que sigue y, sujetado a las anchas caderas del gordito, bombea a un ritmo creciente ¡Y cómo le está gustando! El calor que va sintiendo en la polla le está subiendo hasta hacer que su corazón acelere sus latidos y su cabeza se vea envuelta en un vértigo. Los gritos cada vez más orgásmicos de Gloria le dan la puntilla y nota ya que la leche se le está escapando impetuosamente. Le tiembla todo el cuerpo y Toni lo percibe y va deteniendo las succiones a Gloria, que tiene ya una respiración acompasada. Cuando a Germán se le escurre la polla hacia fuera, Toni voltea sus redondas carnes y alcanza a lamer el goteo. Con media cara humedecida por los flujos de Gloria y rastros de la leche de Germán, sentado como un buda en medio de los dos, los mira lleno de satisfacción: “¿Veis como ahora sí que os he dejado a gusto? Me he podido sacar la espinita de mi fracaso de antes”. Gloria reacciona: “De fracasado nada. Si te las sabes todas”. Toni replica con falsa modestia: “Menos follar, lo demás se me da bastante bien”. Germán acaba reconociendo: “Pues yo no me esperaba que meterla en un culo gordo me iba a calentar tanto”. Toni acaba riendo: “Lo tengo muy tragón”.

3 comentarios:

  1. Ufff. Cómo me puso esto. Ver la evolución de Germán en sus experiencias de intercambio me encantó! Ya mismo voy a la segunda parte.

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  2. hola victor espero en la ausencia estuvieses bien de salud me hacian falta tus relatos ... un beso

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  3. Hombreeee Victor!!!
    Despues de mucho tiempo sin publicar, y yo día a día mirando tu página por si sonaba la flauta. El mismo día que publicastes este relato, dejé todo para disfrutar con tu lectura. He tardado un poco en escribirte. Muchisimas Gracias por estos Relatos que me hacen pasar muy buenos momento.
    Continúa escribiendo, lo haces muy, muy bien. Relatos llenos de Morbo y Excitación.

    Muchas, Muchas Gracias

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