Pocos días más tarde Germán me comunicó: “El chico del que os hablé
estaría encantado de conocer a Javier. Le he hablado de vosotros y hasta le he
enseñado el blog con las fotos. Así que ya me dirás si queréis que nos juntemos
todos”. Con la aprobación de Javier, convenimos que vinieran una tarde. Javier
fue el primero en llegar, algo inquieto: “A ver cómo va con el recomendado”.
Tuvo una ocurrencia. “Si es tan lanzado como dice Germán y hasta ha visto mis
fotos, me pongo ya en pelotas… a ver qué efecto le hace”. Dicho y hecho se
quedó en cueros. Hice otro tanto. En cualquier caso pensaba darme el lote con
Germán. Cuando llegó éste con su acompañante, el chico no se cortó lo más
mínimo por nuestro estado. “¡Eso sí que es un buen recibimiento!”. Germán nos
lo presentó como Julio y nos besó afectuoso. En especial a Javier, con el que
se entretuvo más. De pronto exclamó: “¡Anda, si ya te conozco!”. Javier no caía
y Julio aclaró: “Hace algún tiempo nos liamos en el vapor de la sauna ¡Qué bien
me follaste! Me encantó y pareció que a ti también”. Me miró y añadió: “Tu
amigo estaba allí viéndonos”. Recordé enseguida y dije a Javier: “¡Sí, hombre,
sí! Pues no estabas contento ni nada de ese polvo. Te quedaron ganas de
volveros a encontrar”. “¡Ah, ya caigo! Así que eras tú… Disfruté muchísimo con
tu culito”, evocó al fin Javier. “Ya ves, volvemos a coincidir”, dijo Julio con
picardía. “¡Qué cosas!”, rio Germán, “Así sobraban las presentaciones”.
Javier, plantado ante Julio, le preguntó sonriente: “¿Y qué te
parezco ahora?”. “¡Espléndido! Mejor que en la sauna”, exclamó Julio. Demostró
ser tan espabilado como había dicho Germán, porque se arrimó a Javier. “¿Puedo?
Porque de eso se trata ¿no?”. Le echó los brazos al cuello y, acoplándose a su
desnudez, hizo que se fundieran en un intenso morreo. Sus manos iban palpando
el cuerpo de Javier llegando hasta el paquete. Javier rio. “Me la vas a poner
dura”. “No deseo otra cosa”, replicó Julio. Javier se apartó para sugerirle: “¿No
estarás más cómodo si te pones como yo? También quiero disfrutar de tu cuerpo”.
“Si Germán también lo hace…”, replicó burlón. “¡Vaya! Ahora tengo que darle
permiso”, rio Germán. Allí mismo, un tanto atropelladamente, Julio fue
quedándose en cueros, al tiempo que lo hacía también Germán quien, al acabar,
me echó un brazo por los hombros estrechándome. Julio tenía un cuerpo joven, delgado y
lampiño, con una polla fina y larga que le penduleaba. No dejó de sorprenderme
la mirada de lascivia con que lo envolvía Javier. Casi siempre lo había visto
entonarse con hombres de más enjundia, como Germán sin ir más lejos. Pero por
el gesto que hizo Julio al terminar de desnudarse, poniéndose de espaldas y
manoseándose el culo, entendí que corporeizaba una fantasía recurrente de
Javier: follarse un culo como ese, pequeño y prieto. Y el de Julio encajaba a
la perfección. “Ya sabes lo que te voy a hacer ¿no?”, le dijo Javier a punto de
babear. “¡Por supuesto! Para eso he venido… Y ahora ya sé cómo las gastas”,
afirmó Julio. Los dos desnudos ya, volvieron a juntarse. Julio se adhería con
sus largos y delgados brazos y piernas al orondo Javier, y las pollas ya
erectas se chocaban. Por mi parte, no me privé de meterle mano asimismo a
Germán, que me correspondía con su característica facilidad para empalmarse
enseguida. De todos modos, tanto Germán como yo teníamos parte de nuestra
atención fijada morbosamente en la evolución del encuentro de Javier con Julio.
Por eso, cuando Javier sugirió “Nos podíamos ir a la cama ya”, se dio por
descontado que no los íbamos a dejar solos. No obstante Germán y yo optamos
esta vez por dejarles a ellos la cama y conformarnos para nuestros escarceos
con la amplia butaca frente a ella. Claro que así satisfacíamos el morbo de ser
testigos privilegiados del revolcón entre Javier y Julio.
Javier ya estaba tumbado bocarriba sobre la cama y Julio se
aprestó a entrarle por los pies. Inmediatamente se metió la polla en la boca. Mamó
con deleite, arrancando suspiros a Javier, y solo paró para decir: “¡Qué gorda
y dura la tienes!”. Javier aprovechó para expresar su deseo: “Te la voy a meter
en ese culo tan precioso”. “¡Será todo tuyo otra vez!”, exclamó Julio
entregado. Entonces Javier lo apartó para reservarse, pero primero lo iba a
excitar al máximo. “¡Antes te la voy a comer!”. Tiró de Julio, que quedó
arrodillado a su lado, y Javier de costado le agarró la polla larga y fina,
frotándola primero y luego chupándola a conciencia. Se detuvo. “¿Te correrás
cuando te folle?”, preguntó. “¡Sí, sí! ¡Hazlo ya!”. Javier, henchido de deseo, se
incorporó hasta ponerse de rodillas. Aunque Julio se tendió bocabajo a su lado,
Javier prefirió no echársele encima aplastándolo con su volumen. Manejó el
flexible cuerpo para hacerlo quedar a cuatro patas. Julio, con la cara
apoyada en los antebrazos cruzados, temblaba anhelante. Las manos de Javier se
posaron sobre las poco carnosas nalgas, abarcándolas casi al completo. Al
estirarlas, la raja se convirtió en una leve hondonada, con el ojete fruncido
en el centro. Parecía inverosímil que allí pudiera caber la contundente polla
de Javier. Éste se ensalivó un dedo y tanteó con él el ojete. Cuando lo metió
entero, Julio emitió un suspiro quejumbroso, pero aún se afirmó más sobre las
rodillas. Javier estaba excitadísimo al poder realizar una vez más su fantasía
con aquel culo que parecía tan frágil. Se arrimó al fin y restregó la polla.
Con una mano la dirigió y la dejó centrada. Impulsó su voluminoso cuerpo y la
barriga fue cubriendo el conciso trasero. Mientras Julio exhalaba un prologado
“¡aaahhh!”, se captaba que Javier no cabía en sí de gusto dentro de aquella
prieta y caliente elasticidad. Empezó a bombear con suavidad, pero cuando Julio
exclamó “¡Qué grande y fuerte la siento! ¡Sigue, sigue!”, ya se desbocó y
arremetió con ganas. Los esfuerzos de Javier se traducían en un lúbrico
meneo del orondo culo, que iba contrayendo y distendiendo en una cadencia
creciente.
Este trajín de Javier nos estaba poniendo a los observadores con
la calentura al máximo, a la que dábamos salida sobándonos mutuamente las
endurecidas pollas, bien arrebujados en la butaca. Entretanto Javier, sin duda
para retrasar la corrida, llegaba a salirse del todo, para volver a entrar con
nuevas energías. Julio suplicó al fin: “¡Hazme tuyo! ¡Lléname!”. A
Javier solo le dio tiempo a preguntar: “¿Te correrás tú también?”. “Me falta
muy poco”, contestó Julio gimoteando. Javier se descargó bien agarrado a las
lisas caderas. “¡Te la he dado toda!”, proclamó rendido. En cuanto le resbaló
la polla hacia fuera, Julio se irguió para masturbarse frenéticamente. Javier
estaba tan alterado que, en un movimiento incontrolado, se tendió con la
cara entre los muslos de Julio. “¡La
quiero!”, reclamó y abrió la boca. La
juvenil y abundante leche le roció toda la cara en una primera explosión, que
luego continuó dentro de la boca de Javier. Los dos quedaron exhaustos y Javier
hubo de alcanzar una toalla para
limpiarse la cara y poder al menos abrir los ojos. “¡Joder, vaya polvazo!”,
exclamó aún congestionado. “¡Qué gusto me has dado, cariño!”, le hizo eco
Julio, que ya arrimaba la cara para lamer los restos de leche en la polla de
Javier, lo que provocaba a éste nuevos estremecimientos.
“Voy a pasar por el baño”, dijo Javier tomando impulso para
bajar de la cama. Cuando salió, Julio vino hacia nosotros y, con toda naturalidad,
comentó: “Os habéis puesto cachondos ¿eh? ¡Qué fenómeno este Javier! En cuanto
lo reconocí, ya recordé lo bien que folla”. Le dio una cariñosa palmada en el
hombro a Germán. “Gracias por recomendarme”, dijo burlón. “Pues no te pienses
que lo vas a acaparar ¿eh?”, le advirtió Germán. “¡Tranquilos!”, rio Julio,
“Que ya sé que los dos vais a por Javier y me gustará ver de qué otras formas
disfrutáis con él… Si no os sabe mal”. “Tú mismo has comprobado que aquí no
vamos con tapujos”, aclaré por mi parte. Entonces regresó Javier, con la cara
refrescada y expresión radiante. “¡Qué a gusto me he quedado!”, proclamó. Al
ver la cama vacía se tumbó en ella bien despatarrado, como si no tuviera
observadores alrededor. Buscada o no, aunque más bien sí, aquello era pura
provocación. Por lo pronto Germán no aguantó más. Se levantó de la butaca que
compartíamos y se arrimó a la cama ostentando su erección. Entonces Javier se
limitó a dar unas palmadas en la zona libre de la cama, que invitaban a Germán
a ocuparla. Éste no dudó en tenderse al lado de Javier y, vuelto de medio lado,
apoyarle la polla en un muslo. Javier, sin inmutarse, le preguntó adulador:
“¿Me he portado bien con Julio?”. “Eres tan fiera para dar por culo como para
tomar”, contestó Germán, “Me he puesto negro viendo cómo te movías encima de
él”. “¿Por eso estás así?”, dijo Javier llevando una mano a la polla tiesa de
Germán. “Y por tenerte aquí”, dijo éste que ahora se inclinaba para chupar una
teta, al tiempo que acariciaba el vientre hasta dar con la polla calmada de
Javier. “Julio me ha dejado seco”. Aparentando que se avergonzaba de no tenerla
en forma se giró dándole la espalda a Germán. Por supuesto que éste lo tomó más
bien como una incitación y se le aplastó por detrás abrazándolo. Sus suaves
movimientos evidenciaban que la polla buscaba acomodo en la raja de Javier, que
mostraba una pasiva aceptación. Durante esta maniobra de acercamiento, Julio,
tan pendiente de ella como yo, había ocupado la parte de la butaca que había
dejado libre Germán. Así quedó arrimado a mí, aunque con menos apreturas al
llenar menos espacio. A estas alturas, me gustó la cercanía de otro hombre,
aunque no fuera de mi tipo.
Estaba claro que Germán no se iba a limitar a los roces por
el culo de Javier. Pronto bajó la mano para cogerse la polla y llevarla al
punto justo de la raja. El impulso que imprimió a su pelvis y el “¡Uhhh!”
prolongado que lanzó Javier evidenciaron que había dado en el blanco. Germán empezó
a moverse acompasadamente y un consentidor Javier iba dando suspiros. “¡Oh!
Haces lo que quieres conmigo”, llegó a decir. “¡Anda que no te gusta ni nada!”,
replicó Germán, que lo abrazaba y le besuqueaba el cogote. Esta jodienda de
lado se prolongó un rato, en el que noté que la mano de Julio se desplazaba por
mi muslo hasta cogerme la polla. “Tú también me gustas ¿sabes?”, me susurró. Lo
miré sonriente sin decir nada y me dejé hacer. Por lo visto ya había visto
bastante de la follada en la cama, porque me preguntó: “¿Te la chupo mientras
miras cómo se cepillan a tu hombre?”. “¡Vaya morbo que sabe poner el chico!”,
me dije. Pero contesté: “¡Claro que sí!”. De manera que, sin perderme el
espectáculo de la cama, Julio se afanaba entre mis piernas con una gratificante
mamada. Aunque tuvimos una interrupción…
De pronto Germán se salió y se volvió hacia nosotros. Javier,
sorprendido, le preguntó: “¿Te vas?”. “Espera y verás”, contestó Germán. Javier
se puso bocarriba para ver qué pasaría y Germán nos pidió: “¿Me ayudáis a
mantenerle levantadas las piernas?”. Julio y yo nos apuntamos enseguida al
juego y, antes de que Javier reaccionara, ya teníamos cada uno una pierna
subida en alto, haciendo que la polla se le volcara sobre la barriga y ésta
sobre el pecho, y que el culo quedara bien expuesto. Germán no tuvo más que
meterse arrodillado entre las piernas y clavar de nuevo la polla limpiamente.
Javier, afirmando las manos a ambos lados, debió acusar el cambio en la forma
de entrarle porque se quejó. “¡Uy! Ahora la siento más gorda”. “Gorda es como
te la voy a poner”, le dijo Germán quien, al no tener que sujetarle las
piernas, podía sobarle la polla mientras le arreaba. Entretanto Julio y yo nos
manteníamos abrazados a nuestra respectiva pierna y me hizo gracia que Julio
además la fuera besuqueando. Javier le pilló pronto el gusto al nuevo enfoque.
“¡Sí, sí! Y ahora ya no te vayas”, pedía. “¿Qué haces con mi polla? ¡Cómo me
calientas!”. “Nos vamos a correr a la vez”, anunció Germán. “Si yo ya lo he
hecho con Julio”. “Pues ahora conmigo… Tú puedes”. Germán persistía en el bombeo
mientras frotaba la polla, que ya había endurecido, y apartaba las manos de
Javier cada vez que éste intentaba hacerse con su control. “¡Ay cómo me estás
poniendo! ¡Córrete tú ya y déjame a mí!”. Pero Germán persistía. “¿Qué? ¿Te
viene? A mí ya me falta poco”. “¡Sí, me voy a correr!”, lloriqueaba Javier.
“¡Pues vamos allá!”. Germán frotó la polla con energía y, cuando Javier empezó
a echar leche, sacó la suya rápidamente y se le vació encima. El bajo vientre
de Javier quedó así inundado y ya le soltamos las piernas, que cayeron a plomo.
“¡Qué salvajada!”, exclamó Javier con la voz quebrada. “¿Es que no te ha
gustado?”, le retó Germán. “Eso sí”, reconoció Javier.
“¡Necesito una ducha!”, exclamó Javier braceando para ponerse de
pie. “¡Te ayudo!”, soltó Julio dispuesto a ir con él. Javier hizo un gesto de
indolente resignación. “Haz lo que quieras… ¡Qué me va a importar hoy la
privacidad a estas alturas!”. Cuando entraron en el baño, Germán comentó:
“Javier es increíble. Se deja hacer lo que se quiera”. “Con su volumen parecía
de goma con las patas en alto”, añadí. Reímos los dos, pero Germán también
recordó: “Por cierto, perdona que interrumpiera la mamada que te estaba
haciendo Julio por el capricho que me dio de follarme a Javier así”. “Sí que me
la hacía bien, sí”, admití. “Pues no te vas a quedar a medias”. Germán tiró de
mí e hizo que me echara en la cama. Con un hábil juego de manos y boca,
enseguida me puso a tono. No paró hasta que me corrí bien a gusto. “Me encanta
beberme tu leche”, afirmó relamiéndose. “No será más que follarte a Javier”,
bromeé. “Todo me gusta”, dijo diplomático. En esto reaparecieron Javier y
Julio. Los dos venían acabando se secarse con sendas toallas. Germán preguntó
con guasa: “¿Qué tal ha ido esa ducha?”. “Me ha enjabonado muy bien”, respondió
Javier socarrón.
La
desaparición de Javier en el baño, seguido por Julio, me hace surgir la idea de
recrearla con todo el morbo que permite la imaginación… Javier, zombi total después del tute que le habíamos
dado, como primera medida se sentó en el wáter. “Voy a aliviarme antes”.
“¿Cómo es que meas sentado?”, preguntó curioso Julio. Javier estaba tan pasota
que contestaba mecánicamente incluso preguntas de lo más personales. “Es más
cómodo y no salpicas”. Javier puso cara de satisfacción cuando hubo acabado de
soltar un buen chorro. Luego se sacudió la polla, pero siguió con las manos en
las rodillas. “Podías haberte meado en la ducha ¿No te gusta?”, volvió a
preguntar Julio indiscreto. “Lo suelo hacer mientras espero que el agua salga
caliente, pero ahora me urgía y así
también me repongo un poco aquí sentado”. “Me encanta verte así”. “Pues vale”,
replicó indiferente Javier. Desde luego, con la barriga casi reposando en la tapa
y las piernas abiertas, Javier daba una imagen de impúdica intimidad. Julio se
puso delante y llevó las manos a sus hombros. “Esto te relajará”. Masajeaba
hasta el cogote con una pasiva aceptación de Javier, que sin embargo hizo
notar: “Te estás empalmando”. “Es lo que me pasa contigo”. “La tienes muy larga
y fina”. “¿Te gusta?”. Sin contestar, Javier, como una distracción mientras
recibía el masaje, palpó la polla. “¡Qué dura está! ¿No te gusta meterla?”. “A
veces lo hago. Pero me entra con demasiada facilidad y no me llego a correr… Prefiero
que me metan una polla gorda como la que tienes tú”. “Esta tuya debe llegar muy
a fondo”, insistió Javier. “Si quieres, ahora en la ducha la pruebas”, concedió
Julio. “Ya veremos… Germán me ha dejado el culo escocido”. Javier se levantó ya
y arrancó un trozo de papel. Se lo pasó por el culo y se lo enseñó a Julio.
“¿Ves? Aún me queda leche”. Tan escatológica intimidad no parecía incomodar ni
mucho menos a Julio. “Me gusta que no te cortes conmigo”. “Tú has querido
meterte aquí. No voy a ir con pudores”, sentenció Javier. Julio ofreció: “Voy a
abrir el agua para que esté ya caliente cuando entres”. Javier le dejó hacer y
esperó al otro lado de la mampara trasparente. “¿Te importa que mee?”, preguntó
Julio. “Como quieras. El agua se lo lleva todo”. Julio soltó un potente y
prolongado chorro marcando una pronunciada curva. “Como se nota que eres
joven”, comentó Javier. Después de sacudirse la polla y dejar correr el agua,
Julio dijo: “Ya la tienes calentita”. Dejó pasar a Javier, que se colocó bajo
el agua. “¡Uf, qué gusto!”. Se fue girando para que le llegara a todas partes
y, una vez bien remojado, Julio le pidió: “¿Me dejas que te enjabone?”. “Ahí
tienes el gel”, aceptó Javier. Cortó el agua y se quedó en espera. Julio se
echó abundante gel en las manos y empezó a extenderlo por la delantera a partir
de las tetas. “¡Cómo me gusta hacer esto!”. “¡Que es enjabonar no meter mano,
eh!”, advirtió Javier con poco convencimiento, porque los manoseos en las
tetas, con detenimiento en los pezones, le arrancaban resoplidos. Julio no
dejaba detalle y pidió que levantara los brazos para el acceso a las axilas.
Javier obedecía dejándose manejar. Luego Julio fue deslizando las manos por la
barriga hasta llegar a la entrepierna. Se esmeró en dispersar el gel por la
polla y los huevos. Con los dedos resbalosos cosquilleaba estos y rodeaba el
capullo. “Me la estás poniendo gorda”, avisó Javier. “Me encanta cómo crece”,
seguía Julio. “Pues no estoy yo ahora para más experimentos”. Julio no insistió
e hizo que Javier se diese la vuelta. Repasada la espalda, las manos de Julio
se centraron en recorrer las nalgas. Y ahí ya Javier empezó a relajar su
aplomo. Inclinó el torso y apoyó las manos en la pared con el culo salido y
espumante. Julio vertió un poco más de gel en el comienzo de la raja. “Por aquí
hará falta que limpie bien, con todo lo que te ha metido Germán”. “Con cuidado,
que lo tengo muy sensible”, avisó Javier separando las piernas. Julio repasaba
la raja con los dedos y, al atinar con el ojete, uno se introdujo sin el menor
esfuerzo. “¡Uf!”, dio un respingo Javier sin oponer resistencia al entra y sale
con que el dedo jabonoso resbalaba. “Así, bien limpito”, se justificaba Julio.
Pero Javier cayó en la tentación de llevar una mano hacia tras y tantear en el
aire. Julio supo qué buscaba y le acercó la polla. “La tienes dura otra vez
¿eh?”. “¿Quieres probarla?”, ofreció enseguida Julio. “¡Vale! Un poquito”.
Julio acertó a la primera. “¡Qué abierto estás!”. “De las folladas de Germán…
Pero ésta me llega muy adentro”. “¿Te molesta?”. “¡Qué va! La noto muy suave…
Muévete un poco”. “Si quieres… Pero no me correré”. “¡Da igual! Es para
sentirla mejor”. Julio atendió el capricho de Javier y meneó las caderas “¡Oh,
qué a fondo me llega!”. Javier disfrutó algo más hasta que dijo: “Será mejor
que pares ya… Esto es puro vicio”. Julio se salió, pero gimoteó: “Me gustaría
meneármela mirándote”. “¡Vale! Hazlo mientras me enjuago”. Javier volvió a
abrir el agua y se metió debajo. Tuvo el detalle, para animar a Julio, de hacerse
unos enjuagues de lo más sensuales. Se estrujaba las tetas y aclaraba la espuma
de la entrepierna sobándose la polla y los huevos. Asimismo se iba girando y
estiraba los glúteos para que el agua se le deslizara por la raja. Julio lo
contemplaba sin parar de frotarse la polla, hasta que le brotó leche en abundancia
que se mezclaba con el agua que corría por el fondo. “¡Hala! Enjuágate tú
también”, le dijo Javier, que salió de
la ducha para coger una toalla. Julio acabó pronto y tomó otra toalla. Pero no
pudo resistir la tentación, mientras Javier se secaba por delante, de ponerse
él a hacérselo por detrás. Javier se lo facilitaba con no disimulada voluptuosidad,
ofreciendo el culo e incluso separando las piernas para que Julio le pasara la
toalla por la raja y por los bajos… El resto ya conecta con su vuelta al
dormitorio donde estábamos Germán y yo.
Al juntarnos de nuevo los cuatro, sentí la responsabilidad de
anfitrión. “Hemos ido tan lanzados desde el principio, que no me ha dado tiempo
a ofrecer siquiera algo de beber”. “Nunca es tarde”, afirmó Javier, “Y ahora
nos vendrá de perlas”. Nos desplazamos a la cocina y allí cada uno escogió lo
que le apetecía. Reconfortados con nuestras bebidas, dábamos una imagen de sana
confraternidad, desprovista de connotaciones sexuales, si se prescinde de que
estábamos en pelotas y que cada vez que nos cruzábamos se escapaba algún
manoseo.
Javier, por lo demás, pese a la brega que había tenido, o tal vez
precisamente por ella, se mostraba radiante de satisfacción. Teniendo en cuenta
que Germán y Julio mantenían un comedido distanciamiento sexual y que a mí no
me atraía demasiado Julio, Javier debía ser consciente de que era en él en
quien habían confluido los deseos de los demás. Por ello se sentía a gusto
manteniéndose de pie, con el culo relajadamente apoyado en la encimera. Lo cual
hacía que los demás, sentados frente a él, no dejáramos de pensar en lo
apetecible que resultaba en su voluptuosa desnudez. “Parece que vuelvas a pedir
guerra”, le hizo notar Germán. Entonces, con la euforia recobrada, Javier no se
privó de desvelar: “En la ducha Julio me la ha metido también”. Confirmaba así
algo de lo que yo había imaginado que ocurría en el baño. “¿Ah, sí? Creía que
eso no le iba”, se extrañó Germán. Julio se ruborizó y quiso explicar: “Ha sido
sin correrme. Javier quería probarla”. “Lo que tú no consigas…”, le dijo
divertido Germán a Javier. Éste le soltó provocador: “Pues no sé cuál me gusta
más. La tuya me dilata a tope, pero la de Julio entra muy a fondo”. “Entonces
ya sabes, días alternos”, se burló Germán. Julio bromeó relajado: “A mí no me
lieis, que yo ya pongo el culo”.
Nadie habló esta vez de cena, tan agotados como estábamos. Y menos
Javier, al que no le quedaban fuerzas para ponerse a hacer de cocinillas. Así
que tácitamente se impuso lo de cada mochuelo a su olivo. Germán y Julio se
asearon y vistieron. Javier y yo nos rezagamos para despedirlos, aún en
pelotas, con efusivos besos y achuchones. No se concretó nada, aunque flotaba
en el aire la eventualidad de futuros encuentros. Al quedarnos solos Javier no
se contuvo de comentar: “Un día muy completito ¿no te parece?”. “Desde luego te
has superado, dando y tomando por todos tus agujeros”, confirmé. “Espero que
hayan quedado contentos”. “No lo dudes”. Finalmente Javier pidió: “¿Me quedo a
dormir contigo?”. “Ya contaba con eso”, acepté.