Se puso en contacto conmigo una
pareja gay que iban a pasar unos días en la cuidad, en un piso que les habían
cedido. Su intención era organizar una “orgía” –ésta es la palabra que
utilizaron– para la que estaban convocando a otras parejas u hombres sueltos de
la misma condición. Ellos eran un maduro regordete y de barba canosa y un osote
algo más joven, y buscaban similares. Esperaban reunir a unos veinte, como
mínimo, para que la cosa resultara animada. Te propuse que acudiéramos y la
idea no pudo menos que hacerte gracia.
Cuando llegamos reinaba un cierto
desconcierto, pues se veía que las optimistas previsiones estaban fallando.
Aunque nos llegamos a juntar unos diez, los anfitriones, a los que no se les
veía muy expertos en el tema, se mostraban un poco abochornados. Así que el
morbo de la situación no llegaba a prender y, entretenidos con un pica-pica,
aquello empezó a asemejarse a una reunión de alcohólicos anónimos, sentados más
o menos en corro y con las presentaciones de parejas y singles. Eso sí, afortunadamente, el conjunto resultaba bastante
aceptable, entre daddies gorditos y
osos robustos.
Nadie parecía tener muy claros
los pasos a seguir, más allá de miradas oblicuas a los desconocidos, sopesando
el material. …Nadie menos tú, que te dispusiste a poner picante al asunto.
Discretamente te dirigiste al baño, como quien tiene una necesidad. Pero a los
pocos minutos reapareciste desnudo y con una toalla ceñida a la cintura.
Recuperaste tu asiento con toda naturalidad sin evitar que el cruce de la
toalla se abriera y dejara a la vista tu sexo. El impacto que causaste encendió
ya la chispa y marcó tendencia. Me puse de pie y me acerqué a ti. Mientras me
quitaba la camisa, me abriste el pantalón y me lo bajaste. Metiéndome entre tus
muslos te pusiste a chupármela. Entretanto lo demás, por su cuenta o ayudados
por otro, se iban también desnudando, con variadas metidas de mano. Hice que te
levantaras y, ya sin toalla, tu polla lucía bien tiesa. Los anfitriones, sin
duda agradecidos porque hubieras tomado la iniciativa, se te acercaron. El
maduro se agachó para mamártela y el oso, se puso a restregarse por tu espalada
y a agarrarte las tetas. Estabas encantado con sus atenciones, y yo aproveché
para sobar el culo del oso y alcanzarle los huevos y la polla, endurecida por
tu contacto.
El resto del personal aún se
mostraba indeciso en su desnudez y distintos grados de empalme. Pero al ver el
conjunto que se aglutinaba en torno a ti, optaron por acercarse también e incorporarse
al magreo. El anfitrión maduro te la debía chupar con tanto ahínco que, para no
precipitar las cosas, lo apartaste con un gesto cariñoso y, levantándolo, lo
besaste lascivamente. Ahora fuiste tú quien, arrodillado, te dedicaste a dar
cuenta de cuanta polla se ponía al alcance de tu boca. Era todo un espectáculo
ver que unas esperaban pacientemente su turno y otras, más inquietas, se te restregaban
por hombros y cogote reclamando tu atención.
Pero tampoco se trataba de abusar
y aquello solo era un aperitivo para animar el cotarro. Como de forma natural
te habías erigido en director de escena, sugeriste una adecuación del espacio.
Unos voluntarios cargaron con cuatro colchones procedentes de dos habitaciones,
que fueron colocados juntos en el suelo del salón y cubiertos por colchas. Nos
fuimos deslizando sobre el improvisado ring
y se inició un indiscriminado revoltijo de caricias, lamidas y chupadas. Yo no
solo disfrutaba con lo que hacía y recibía sino también viéndote en plena
acción. Unas veces eras tú quien se entregaba a alguien que te mordía los
pezones y luego se deslizaba hasta sujetarte las piernas en alto para comerte
la polla, los huevos y el ojete. Otras, te lanzabas sobre un desprevenido para
someterlo a estrujones y chupadas.
Sabía que, a ese nivel de
excitación, ansiabas tanto penetrar como ser penetrado. Y también me había dado
cuenta de lo que te atraía el culo respingón del anfitrión mayor. Por eso no me
extrañó que te desplazaras hacia donde estaba él y empezaras a manosearle la
raja. Su complaciente receptividad te animó a meterle un dedo ensalivado para a
continuación irte montando encima. Te clavaste y, agarrándolo de los hombros,
bombeabas con deleite. Entre los murmullos que se difundían por toda la colchoneta,
resaltaban vuestros respectivos resoplidos de placer. Cuando al fin paraste y
caíste derrengado sobre el cuerpo del follado, te llevaste una sorpresa.
Porque, sin darte tiempo a separarte, cayó sobre ti el anfitrión oso y, con un
certero impulso de caderas, te metió la polla hasta aplastar los huevos contra
tu culo. Tu rugido, mezcla de dolor y satisfacción, lo incitaron a acelerar las
arremetidas. La más fuerte y última, que debió llenarte de leche caliente, dio
paso a tu liberación y también a la del maduro, que había soportado
estoicamente la doble batida. Los tres, colmados, os revolcasteis entre besos y
abrazos.
Desde luego tu proeza de
hombre-sándwich incrementó la excitación del personal, ya bastante caliente,
siendo además la primera follada que se producía… y de lo más espectacular. No
faltó el espíritu de emulación y una pareja ya se había hecho con un single para probar fortuna. Por lo que a
mí respecta, un gordito muy rico con el que habíamos practicado un delicioso
69, se dispuso a ofrecerme su apetitoso culo. Me lancé sobre la esfera
amasándola y chupeteándola, y no tardé en aplicarme en un enérgico mete y saca.
Pero no quiso que me corriera, pues el muy goloso prefirió que me vaciara en su
boca. No me pasó por alto que nos mirabas sonriente, mientras que el anfitrión
maduro te la volvía a chupar.
Una vez saciado el gordito, me
acerqué a vosotros y metí la cabeza entre las piernas del que te la estaba
mamando. Alcancé la polla con la boca y disfruté notando cómo iba adquiriendo dureza.
Pero tú no quisiste permanecer ocioso y en un hábil giro para no desprenderte
del mamón, llegaste a formar un triángulo para poder chupármela. Se me puso
tiesa enseguida y la engullías hasta la garganta. El anfitrión maduro, al
sentirse vigorizado, aprovechó para tomarse la revancha. Mientras tú seguías
ocupado con mi polla, él cambió de posición y te abordó por detrás. Te penetró
con tesón y a medida que te follaba tus estremecimientos se transmitían de tu
boca a mi polla. Creo que fueron simultáneos los dos chorros que te llenaron
por arriba y por abajo. Te incorporaste en el colmo de la excitación
completamente empalmado. Con urgencia te entregaste a una frenética
masturbación hasta que expeliste una leche que fui recogiendo con mi lengua.
Todo se iba ya apaciguando y solo
faltaba que un fornido maduro acabara de dar por el culo al anfitrión oso, que
yacía boca arriba con las piernas aparatosamente levantadas. Pese a percatarse
de que todos estábamos pendientes de ellos, no se cortaron y llegaron al final
con sonoros estertores por parte de ambos.
Hubo colas para la ducha, que
compartimos de dos en dos, distraídos los que aguardaban pacientemente con los
juegos que se montaban bajo el agua. La orgía no había estado nada mal después
de todo y, cómo no, en gran parte gracias a tu iniciativa.
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