jueves, 5 de noviembre de 2020

Distracción en confinamiento

Este es un breve relato que va a requerir un esfuerzo extra de imaginación por parte de los lectores, ya que lo que en él se describe carece del elemento visual en que se basa.

Por suerte, dentro de lo que cabe, a Javier y a mí nos pilló juntos el confinamiento. Sorteamos la etapa más dura con resignación y, al menos, en compañía. La intendencia la teníamos asegurada, ya que Javier se entretenía desplegando sus habilidades culinarias. Aunque, incluso como terapia emocional, follábamos como conejos, sobre todo Javier empezaba a echar en falta sus promiscuas expansiones. Para los nuevos lectores aclararé que Javier, amigo-amante desde hace bastantes años y quien inspira muchos de mis relatos, encarna un tipo de hombre maduro, robusto y desenfadado, con propensión a desmadrarse cuando siente la atracción que ejerce. Me distraía escribiendo algún que otro relato en mi blog y revisando las cientos de fotos que acumulaba de Javier.

Un nuevo lector de mis relatos empezó a poner comentarios entusiastas, en particular a los que tenían a Javier como protagonista. Así decía: “Me pone muy cachondo imaginarlo haciendo todas esas cosas que escribes”. Daba por sentado que existía en realidad: “¡Cómo me gustaría conocer a tu amigo Javier. Debe estar buenísimo”. Le contesté: “No creas todo lo que escribo con él de protagonista, aunque sí que tiene mucha marcha y me sirve de inspiración. Ya ves las fotos suyas que pongo para ilustrar sus relatos”. No me privé de contarle a Javier que tenía un nuevo admirador y le enseñé los mensajes. Sin dudarlo soltó: “Pues si quiere conocerme ¿para qué están los videochats? Menos es nada”. “¡Uy qué peligro! Tú delante de una cámara”, bromeé. “Ya sabe que las fotos que pones son mías”, argumentó, “Seguro que le gustará verme en movimiento”. “De sobra sé lo que entiendes tú por eso”, comenté. “Con lo aburridos que estamos todos ahora, que pase un buen rato conmigo”, dijo como si se tratara de un gesto solidario.

Mandé un mensaje al correo que figuraba en el perfil del admirador, Julio según firmaba sus comentarios: “Le he hablado a Javier de ti y está dispuesto a mantener una videoconferencia contigo. Te aviso que, con el encierro, va muy salido y, con lo exhibicionista que es, lo vas a ver mucho mejor que en las fotos que tanto te gustan. Dime si te apetece y quedamos”. Julio aceptó encantado, aunque advirtió que a él no le iba eso de despelotarse ante una cámara. Lo tranquilicé: “No te preocupes por eso. Javier se pondrá cachondo solo con que lo estés mirando. Incluso le dará más morbo”.

Concertada la cita, Javier preparó el ordenador, cuya cámara permitía un ángulo de visión más amplio, y se sentó delante con su indumentaria de andar por casa: un ajustado eslip azul claro y una camiseta estampada. Ni él ni yo teníamos idea del aspecto del admirador. Tampoco este conocía la cara de Javier, aunque sí todo lo demás. Así que lo primero que se produjo cuando llegó la llamada del admirador fue un enfrentamiento de rostros en pantalla. Resultó que el fan de Javier, todo y la agudeza con que se expresaba, era un chico de poco más de veinte años, finito y de cabello muy corto. Su cabeza, enmarcada por una camiseta blanca, fue lo único que se vio todo el tiempo. Manteniéndome fuera de cámara, no dudé de que la juventud del interlocutor iba a ser un plus de morbo para el exhibicionismo de Javier.

Este enseguida saludó: “¡Hola, Julio! Me gusta tener un admirador tan joven y guapo como tú”. Julio no pareció tener pelos en la lengua: “¡Encantado, Javier! Tienes una cara tan atractiva como todo lo que ya he podido ver”. “Así que te gusto ¿eh?”. “Cuando te imagino haciendo lo que cuentan los relatos, me pongo a cien”. Algo más vas a poder ver hoy, si quieres”. “¡Claro que sí! He conectado el PC al televisor para verte en pantalla grande”. Entonces Javier hizo zoom con la cámara para ampliar la visión a todo el busto. “¿Me ves mejor así?”. “Esa camiseta te queda muy bien”. “¿Te gustaría que me la quitara?”. “Lo estoy deseando”. Javier, con estudiada parsimonia, se subió la camiseta y alzó los brazos para sacarla por la cabeza. En la pantalla se le veía del ombligo para arriba y con las tetas apoyadas en la oronda barriga. “Es algo que ya habías visto ¿no?”, provocó Javier. “Bueno, sí. Pero ahora se te nota hasta la respiración”. “Es que me gusta que me estés mirando”. Javier se acarició removiendo el vello y luego, a dos manos, se levantó las tetas para juguetear con los pulgares en los pezones. “Los tengo muy sensibles… Mira cómo se me ponen duros”. Ensalivó lascivamente los dedos con la lengua y se los frotó. “¿Si estuvieras aquí me los chuparías? Me pondrías a tope”. “¡Joder, qué caliente eres! Lo que te haría yo…”, le temblaba la voz a Julio. “Me voy a poner de pie ¿Te apetece verme?”. Julio farfulló un “¡Sí…” suplicante.

Javier se levantó de la mesa y se fue apartando para mostrarse de cuerpo entero, ya solo con el pequeño eslip, que apenas alcanzaba a cubrir el vello del pubis. “¿Qué tal ahora?”, preguntó Javier posando con las piernas algo separadas y los brazos en jarra. “¡Impresionante!”, exclamó Julio, pero añadió provocador: “Aunque muy discreto todavía”. Javier rio: “No seas impaciente”. Porque guardaba una carta, que ni yo tenía prevista. Con gestos lentos, fue aflojando el eslip hasta echarlo abajo. La sorpresa fue que aún llevaba uno de los últimos regalitos que le había hecho: Una prenda casi más escandalosa que un simple tanga formada por dos triángulos de tejido blanco muy sutil que enlazaban en las caderas unas finísimas cintas. La parte delantera le recogía justo los huevos y la polla, que tensaba la delgada tela. Para mayor inri, esta se había humedecido aumentando la transparencia. Así se mostró a pantalla completa: “Esto no te lo esperabas ¿eh?”. “¡Jo, qué cosa más provocativa! ¿De dónde la has sacado?”, se admiró Julio. “Un regalo de mi novio ¿Me queda bien?”. Javier se iba girando y, de espaldas, se pudo ver que el triángulo trasero solo subía hasta medio culo y, por su finura, transparentaba la raja entera. “¡Qué morbo!”, exclamó Julio. “¡Sí, me da mucho!... ¡Mira!”. Javier, otra vez de frente, se puso a pellizcarse los pezones con cara de vicio, mientras la polla iba estirándose ostensiblemente en el minúsculo receptáculo. Julio, en la ventana que había quedado minimizada, abría los ojos como platos.

Javier echó más leña al fuego: “¡Cómo me gustaría que me lo quitaras!”. “¡A mordiscos te lo haría!”, estalló Julio. “¡Qué morbo me daría!”, suspiró Javier, “Si quieres lo hago yo”. “Lo estoy deseando”, masculló Julio. Javier entonces soltó una de las lazadas laterales y el triángulo delantero se aflojó, aunque quedó enganchado en la polla. Soltó el otro lado y los dos triángulos se volcaron hacia abajo, pero aún quedaban sujetos entre los muslos. “Está encajado. Tendré que tirar ¿Lo hago para ti?”. “¡Sííí!”, susurró Julio. Javier dio un estirón y quedó con el taparrabos en la mano. La polla, libre ya, se agitó bien tiesa. Javier se exhibió ya completamente en cueros: “Así es como me has visto en las fotos”. “Pero esto es mucho mejor. Estás impresionante”. “Me pone cachondo que me mires”. “Yo estoy ya negro”. “¿Sí? Pues me la voy a tocar para ti”.

Mientas se sobaba con voluptuosidad la polla, Javier se iba acercando lentamente, hasta que en la pantalla se recortó desde del ombligo hasta la mitad de los muslos. El manoseo que continuó lo adornaba con lascivia verbal: “¿Ves qué gorda está?”, “Mira el juguillo que me sale del capullo”, “¿Te gustan mis huevos?”, “Se me han puesto duros”, … Julio, con cara de asombro, parecía incapaz de articular palabra. Javier, sin dejar de sobarse, se fue alejando mientras decía: “Si sigo así no me voy a poder controlar… Y todavía tengo más cosas para ti”. Javier no iba a descuidar ninguna parte de su anatomía. De nuevo de cuerpo entero se dio la vuelta. “Creo que mi culo también te provoca sueños húmedos”. “¡Cómo te digo! Lo tienes de vértigo”. Javier, con un provocativo contoneo, fue acercándose de espaldas hasta calcular que quedaba en un plano medio. Se dio varios cachetes en cada nalga: “¡Cómo me pone esto! ¡Ojalá me lo estuvieras haciendo tú”. Se lo sobaba luego: “Lo tengo gordo ¿eh?... ¿Te gusta?”. “¡Me encanta!”, gimoteaba Julio mientras Javier tiraba hacia los lados para abrirse la raja. Echándose hacia delante para resaltar más el culo, apartó tanto las nalgas que llegaba a verse el ojete. “¿Ves lo abierto que está? Me hace chup-chup”. “¡Uuufff! Lo que te cabrá ahí dentro”, suspiraba Julio. “Con lo que le gusta tragar una buena polla…”, remachó Javier. Pero una vez que la raja recuperó su estado natural, no acabó ahí la exhibición. Se inclinó aún más con el culo en pompa, de modo que al separar los mulos le colgaban, magníficos, los huevos. Se metió una mano por delante para presionar la polla e hizo que le asomara el capullo por debajo de la bolsa. “¡Qué pornográfico llegas a ser!”, estalló Julio, “¡Cómo me estás poniendo!”.

Cuando Javier volvió a ponerse de frente estaba escandalosamente empalmado. Se acercó lo suficiente a la cámara para un primer plano de su entrepierna. “¡Qué caliente estoy ya! No voy a poder aguantarme”. “¿Qué vas a hacer?”, preguntó ansioso Julio. “¿Tú qué crees? Vas a ver cómo me saco la leche”. “¡Madre mía! ¿Eso también?”. Javier se arrimó al borde de la mesa del ordenador y ajustó la cámara. Apoyó ahí los huevos, sobre los que destacaba la polla gorda y tiesa. Empezó a sobársela con suavidad. “Mira qué mojada la tengo. Me resbala la mano”. Era para ver la expresión de un Julio enmudecido. Javier fue dando ya más intensidad al pajeo. “¡Uf, qué gusto! ¡Qué ganas tengo!”. “Yo también lo estoy haciendo”, llegó a confesar Julio. Esto inflamó aún más a Javier: “¿Sí? ¿Te correrás conmigo?”. Fue disminuyendo el frote: “¡Mira! Me va a salir… ¡Ya, ya, ya!”. La leche de Javier empezó a desparramarse sobre la mesa, mientras Julio emitía bufidos. Tras unos segundos, Javier hizo subir la cámara para enfocar su cara sofocada con una sonrisa de vicio total. Y como única variación en la imagen centrada en su rostro que había mantenido todo el tiempo, Julio levantó una mano para mostrarla goteando leche. “¡Qué pasada!”, exclamó.

Como si no hubiera pasado nada, ahora se veían solo dos caras que charlaban amistosamente… de no ser por el contenido de la conversación. “¿Qué te ha parecido?”, empezó preguntado Javier satisfecho. “Me ha cogido un calentón que no veas… Bueno, las consecuencias sí que las has visto”, contestó Julio. “¿Pensabas que sería tan golfo?”. “No imaginé que llegarías a tanto… Eres increíble”. “Algo hay que hacer aquí encerrado ¿no? Así no se pierde práctica”. “Eso no te debe faltar”. “Pues me ha gustado mucho que me vieras”. “¿No te ha importado que yo solo haya mirado?”. “Cada uno hace lo que quiere y hasta me ha parecido más original”. “¿Haces mucho esto?”. “¿Así por el chat? La verdad es que no. Se me ocurrió cuando mi amigo me habló de ti”. “¡Qué suerte he tenido entonces!”. “Bueno, pues ya sabes… A ver si otro día te vuelvo a animar a que te hagas otra pajita a mi salud. Ya has visto que a mí no me cuesta nada”. “¿De verdad? Me encantaría”. Con esas expresiones de buenos deseos se cortó ya la videoconferencia.

Cuando Javier se levantó delante del ordenador, exclamó: “¡Uf, qué calentón me ha dado!”. “Ya lo he visto… y Julio también”, repliqué todavía asombrado del verismo que le había puesto a su exhibición, “Parecía que dominabas el medio”. “Nada más ponerme me ha salido rodado”, dijo con cierto orgullo. “Anda que si Julio lo ha grabado…”, comenté. “No creo. Es muy mono, pero parecía bastante pardillo”, contestó. “¿Porque no ha sido tan desvergonzado como tú?”, me reí, “Igual ahora estás siendo trendig topic”. “Tendría su gracia”, dijo sin darle más importancia. “Sea como sea, hoy Julio se habrá quedado a gusto”, reconocí. No me extrañó demasiado que Javier soltara: “Pues si tienes algún otro lector que quiera distraerse durante el confinamiento, estoy dispuesto a hacerle pasar un buen rato también”.

Si el lector ha llegado hasta aquí, tal vez le venga bien una ayuda a su imaginación con esto: 


 

 

2 comentarios:

  1. Aquí hay otro voluntario ��‍♂️��.
    Madre mía que cachondo tu amigo Javier, si me pongo a cien leyendo lo que hace me imagino que pasaría si lo viera en acción, siempre un placer leer tus relatos, estoy seguro que una gran ayuda para mucha gente en estos tiempos que estamos viviendo, muchas gracias

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  2. Que gusto da descubrir un nuevo relato tuyo..si javier hiciera videos online arrasaría seguro..pues se de buena mano que tiene un montón de admiradores..y yo me incluyo el primero de todos..besos

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