(Inspirado en el vídeo Hot
Grandpa in speedos:
Llegué a la sauna de
hombres maduros que frecuento y, después de ducharme, me senté en una banqueta
para observar cómo se presentaba el panorama. No tardó en sentarse frente a mí
un tipo que enseguida atrajo mi atención. Debía rondar los sesenta años y era robusto
tirando a grueso, con un vello canoso por sus marcadas tetas y barriga. El paño
de la cintura le había quedado algo tensado, por lo que dejaba ver una
tentadora polla sobre los huevos recogidos entre los sólidos muslos. Se dio
cuenta de que lo miraba, separó un poco más las piernas y me dirigió una
sonrisa que iluminaba su agradable rostro, que evocaba un busto romano.
Correspondí a su sonrisa y entonces se levantó para dirigirse a la zona de
cabinas. Entró en una y lo seguí cerrando la puerta. Se quitó el paño y,
mientras lo extendía sobre la cama, pude acariciarle el orondo culo con su
suave pelusilla. Se tendió bocarriba, ofreciéndome relajadamente su cuerpo
entero. De pie a su lado, no dudé en empezar a acariciarle el pecho y la
barriga, lo que hizo que la polla se le fuera endureciendo. Él había
estirado un brazo para arrancarme el
paño y manosearme la entrepierna, que también se me iba animando. Llevé las
manos a su polla, que acabé de descapullar, y extendí con un dedo el juguillo
que le salía. Entonces se puso de medio lado y tiró de mí. Impulsivamente se
metió mi polla en la boca. Su deliciosa mamada me tenía paralizado, pero él, al
tiempo que chupaba con fruición, se la iba meneando. “Si sigues así, harás que
me corra”, avisé. Y siguió, hasta que me derramé sacudido por una corriente
eléctrica. Apenas pude darme cuenta de que él también se había corrido. En
cuanto liberó la boca, me dijo: “Perdona que haya ido tan rápido… Es que tenía
muchas ganas”.
Lo que precede podría
considerarse como un mero ligue de sauna, donde es frecuente el ‘aquí te pillo,
aquí te mato’, si no fuera por lo que se derivó de este encuentro y que es lo
que merece la continuidad del relato.
A pesar de su
acelerado desfogue, no pareció tener prisa para marcharse. Me invitó a tomar
algo en el bar, donde nos sentamos en una mesita con nuestras bebidas. No tuvo
el menor reparo en hablarme de él. Estaba casado y vivía en un chalet de las
afueras con su mujer, una hija abandonada por el marido y dos niñas a su cargo.
“Ya ves que estoy rodeado de mujeres… Echar mano de vez en cuando a una buena
polla me equilibra”, dijo con desenvoltura. Al reconocer que yo no tenía esos
problemas, se le ocurrió algo que me dejó parado. “Entonces te podías pasar
este fin de semana por allí… Tendremos un día muy agradable”. “¿Con toda tu
familia?”, pregunté. “¿Por qué no? Otro hombre de refuerzo me vendrá bien”.
“Pero no me conocen de nada”, objeté. “¡Mira! Yo actúo siempre con
naturalidad”, explicó, “Cuanto más natural hagas las cosas, menos resquemores
suscitas y mejor provecho puedo sacar de las situaciones”. La argumentación no
dejó de resultarme un poco peregrina, pero su simpatía y lo bueno que estaba me
decidieron a aceptar. “Pues no se hable más… El sábado a mediodía te
esperamos”. Confirmada la cita, se levantó: “Ahora ya me ducharé y me vestiré
para marcharme… Que uno tiene sus obligaciones”. “Creo que yo haré lo mismo”, dije.
“Entonces, vamos”, añadió con picardía. Aún tuvimos algunos escarceos en dos
duchas adjuntas y ya me quedé con su fornida imagen y las incógnitas que me
suscitaba la visita a la que me había comprometido.
Fácilmente di con el
chalet de mi anfitrión. Era grande y bastante moderno. Llamé al timbre que
había en el acceso a un jardín delantero. Con una botella de vino y una caja de
bombones en cada mano, me quedé sorprendido al ver que mi nuevo amigo acudiera
a abrirme en traje de baño. Era un eslip negro y ajustado, que le quedaba de
maravilla. Tras darme dos efusivos besos, dijo: “Se me olvidó avisarte de que
podríamos bañarnos en la piscina”. “Pues no he traído traje de baño”, dije yo.
“Eso lo arreglamos enseguida… Vamos a la parte de atrás”. Bordeamos un costado
del edificio y accedimos a una amplia zona ajardinada, con una magnífica
piscina, en cuya zona menos profunda chapoteaban dos niñas. En una terraza
estaban la mujer y la hija, a las que mi anfitrión me presentó simplemente como
un amigo. Me saludaron cordialmente, aunque me dio la impresión de que daban
por sentado que era al padre de familia a quien correspondía hacerme los
honores. En efecto éste dijo enseguida: “Vamos a solucionar lo de tu bañador”.
Me condujo a un cobertizo junto a la piscina y le faltó tiempo para insinuarse.
“¿Qué? ¿Te gusta como me queda?”, dijo refiriéndose a su eslip, cuya cintura
aflojó para bajárselo y subírselo rápidamente. “¡Qué provocador eres,
puñetero!”, le solté. Él rio y me ofreció: “¿Te atreves con uno como éste o
prefieres unos bermudas?”. Opté por los segundos, que me parecieron más
discretos por las alteraciones que, dado el atrevimiento de que hacía gala el
amigo, pudieran sufrir mi entrepierna. Me cambié ante él y, al verme desnudo,
se relamió con comicidad. “¡Uy, lo que vamos a disfrutar!”. Mostré mis dudas.
“¿Tú crees? ¿Aquí en tu casa?”. “Tú déjame hacer a mí”, contestó. Como muestra,
antes de salir, cogió una cámara de vídeo: “Esto vamos a dejarlo a mano. Quiero
que me graves y así saldrán más picantes… Te mandaré los mejores, para que
tengas buenos recuerdos”.
En el exterior ya no
se veían a las mujeres en la terraza. Él se acercó primero a donde estaban las
nietas, que alborotaban enredadas en flotadores y pelotas. Bromeó con ellas y
volvió hacia mí. “Éstas van a su bola y no se enteran de nada. El resto de la
piscina es nuestro”. De un salto limpio se arrojó al agua. Yo lo imité y enseguida
se zambulló para bucear a mi encuentro. Se metió entre mis piernas y me hizo
perder el equilibrio. Intencionadamente se retorció conmigo bajo el agua en un
juego sin el menor disimulo pese a la indiscreta transparencia de la piscina. Cuando
salimos, enseguida me pasó la cámara. “¡Venga! A ver qué tal me sacas”. Paseó
por el borde de la piscina mirando sonriente hacia mí. Con su reducido eslip,
iba luciéndose a base de bien. Se paraba para ponerse en jarras con las piernas
separadas, o levantaba los brazos como si se fuera a tirar al agua. Luego se
sentó en el borde con los pies en remojo. Echándose hacia atrás apoyado en las
manos, estiraba el cuerpo al sol. Se había colocado la polla hacia arriba por
lo que marcaba ostentosamente el mojado bañador. Y bien que hacía él que se
notara separando los muslos. No omitió ponerse de cuatro patas y enfocarme el
culo con el trazo de la raja. Me obligué a dejar de pensar si podían estar
viéndonos las mujeres. Si esa era la naturalidad de la que había hablado… Con
un histriónico “¡Corten!” me indicó que parara.
Pronto hube de
reanudar la grabación para seguir su garbosa marcha hacia el cobertizo. Había
allí una pequeña nevera y, al agacharse para sacar una botella grande de
cerveza y levantar los brazos para buscar unas jarras en un armarito elevado,
fui haciéndole un barrido completo de su cuerpo con primeros planos muy
morbosos incluidos, que él facilitaba con lúbrica parsimonia. Mientras bebíamos
las cervezas, se quitó el bañador y se puso a secarse con una toalla. Ni que
decir tiene que lo hizo con toda la provocación de que era capaz. Lo miraba
embelesado y él se rio. “Primero lo he hecho para que me mires con esa cara de
salido que pones. Ahora me puedes filmar un poco”. Repitió la operación posando
con más malicia todavía. “Como siga así me voy a empalmar”, comentó. Se puso
otro eslip, casi más pequeño, de color azul. “No me gusta comer mojado. Con
éste cumplo también con la decencia ¿No te parece?”. “Si tú lo dices…”.
Contesté. Luego me ofreció que cambiara mi bañador por otro seco y ya fuimos a
la terraza donde estaba dispuesta la comida.
Ésta transcurrió con
cierta normalidad, ya con la familia al completo. Las niñas alborotaban
bastante y las mujeres iban y venían trayendo platos. Pese a que el elemento
femenino era mayoritario, dominaba una concepción patriarcal y el anfitrión y
yo nos dejábamos servir. Lo más llamativo fue que, cuando hubimos acabado, él
dijo: “A mí me apetece hacer una siesta ¿Querrás acompañarme?”. Me quedé de una
pieza por el desparpajo con que había hecho la propuesta delante de todos y
solo pude responder con un tímido “¡Vale!”. Así que nos levantamos y lo seguí
al interior de la casa. Entramos en una habitación y cerró la puerta
empujándola tan solo. Ver el tipo de cama y alguna prenda femenina me hizo
preguntar: “¿Éste es vuestro dormitorio?”. “Sí, claro. No nos íbamos al ir al
de las niñas”, contestó haciendo gala de su naturalidad. Aunque añadió: “No te
molestará ¿verdad?”. “A mí no”, dije, “Estás en tu casa”. Él ya se había
quitado el bañador y yo también lo hice. Tiró de mí para echarnos en la cama.
“Te prometo que esta vez no iré tan rápido como en la sauna”, dijo abrazándome.
Me cohibía que fuéramos a hacer lo que parecía mientras se oían voces de las
niñas y pasos por el corredor. Él notó mi tensión. “No te preocupes. Saben que
no han de molestar”. “Como es natural”, dije con cierta ironía. Ya me olvidé de
todo y dejé que me metiera mano ¡Y cómo lo hacía! Con energía y suavidad a la
vez, me iba recorriendo el cuerpo con manos y boca. Cuando se metió mi polla en
la boca, lo frené. “Para, que ya sé cómo las gastas”. Delicadamente lo aparté y
me aboqué sobre él. Ahora fui yo quien se puso a devorar su cuerpo. Lo
apretujaba y lamía con ansia, arrastrando la lengua por sus velludas tetas.
Bajé hasta su sexo que se henchía retador. Sorbía sus huevos al tiempo que le
sobaba la polla. Cuando me la metí en la boca, gimió tan fuerte que temí que se
oyera en toda la casa. Mamé sin saber si me dejaría llegar al final. Pero él me
detuvo con voz fuerte. “¡Fóllame ahora!”. Se puso bocabajo y levantó un poco el
cuerpo para meterse un almohadón bajo la barriga. Su culo orondo y velludo se
me ofreció en toda su contundencia. Aunque mi erección se mantenía firme, temí
que lo precario de nuestra intimidad y las sonoras indiscreciones del dueño de
la casa me jugaran una mala pasada. No obstante me arrodillé tras él y apunté
la polla hacia la raja. Me apremió. “¡Clávate sin miedo!”. Lo hice sin apenas
dificultad y, cuando estuve bien adentro, toda la excitación se me reavivó.
Había soltado un estrepitoso aullido pero inmediatamente añadió: “¡Sí, sí,
fóllame!”. Como no dejaba de sentirme algo tenso, me iba a costar alcanzar el
clímax, lo cual hacía que se alargara su disfrute, que manifestaba sin rodeos.
“¡Oh, cómo me está gustando!”, “¡Joder, qué bien lo haces!”, “¡Qué follada más
buena!”. Yo resoplaba intensificando el bombeo cuando me sorprendió. “No te
corras dentro. Quiero beberme tu leche”. Así que me desenganché y él se dio una
vuelta rápida. Desplazándome sobre las rodillas quedé frente a su cara. Abrió
la boca para que le metiera la polla. Ahora sí que, con su intensa succión,
sentí el latigazo del orgasmo y me vacié notando cómo iba sorbiendo mi leche.
Al soltarme, exclamó sonriente: “¡Qué rica estaba!”. Despatarrado y feliz, la
polla se le volvía a levantar y endurecer. A pesar de mi agotamiento, me lancé
sobre ella para chuparla. Me dejó hacer unos instantes hasta que dijo: “Ya
acabo yo”. Se masturbó con delectación y no tardó mucho en empezar a resoplar,
ralentizando la frotación, y borbotones de abundante semen fueron brotando del
capullo y resbalando sobre su puño. Sacudió la mano pringosa y exclamó: “¡Uou,
qué a gusto me he quedado!”. Se limpió las manos y el vientre con la misma
sábana sobre la que habíamos yacido. Di por inútil ya hacerle notar que se
quedaría manchada.
Se levantó de la cama
y, desnudo como estaba, abrió la puerta. “Vamos a darnos un bañito”. “¿Así?”,
pregunté. “Están viendo la tele”, dio como pretexto. De todos modos cogí mis
bermudas para al menos cubrirme la delantera mientras lo seguía. Antes de
acceder a la piscina, pasó por el cobertizo para traer la cámara. “Así me
podrás volver a grabar en pelotas”. La dejó al alcance en el borde. “Antes
vamos a remojarnos”. Nos tiramos al agua y él comentó: “¡Qué bien viene esto
después del polvazo que hemos echado!”. No tardó en señalarme la cámara.
“Aprovecha ahora”. Hizo el muerto resaltando las protuberancias de tetas y
barriga, mientras se tocaba ostentosamente la polla. Bocabajo evolucionaba para
poner el culo en pompa fuera del agua. No se privó de salir y repetir, solo que
ahora desnudo, las poses que ya había hecho por la mañana, echándose hacia
atrás con las piernas separadas, o a cuatro patas mostrando el culo y los
huevos colgantes. Yo grababa inquieto y miraba de reojo continuamente hacia la
casa. Se dio por satisfecho y yo salí ya de la piscina. Me fui rápido hacia el
cobertizo. Me siguió riendo. “Ni que fuera tan grave que te vean el culo”.
Manifesté que ya debía vestirme para marcharme. Mientras lo hacía, me dijo: “Lo
he pasado estupendamente contigo. Espero que tú también… Aunque me parece que
has sufrido un poco”. “Es que tienes una jeta…”. Volvió a reír. “¿Qué te dije
de la naturalidad? No pasa nada”. “Tú sabrás… Pero sí que me ha encantado estar
aquí contigo”. No olvidó tomar nota de mi correo electrónico para mandarme lo
filmado.
Volvimos a la casa
para que me despidiera de la familia. Él se limitó a ceñirse una toalla a la
cintura. Me trataron tan cordialmente como a la llegada, sin la menor sombra de
suspicacia. Incluso la mujer me dijo: “Confío en que hayas tenido un día
agradable. Mi marido es muy acaparador”. Les di las gracias y él me acompañó a
la salida. Me besó en los labios y me dijo: “Cuando veas las películas, igual
te entran ganas de volver”.
Al cabo de unos días
me llegó una serie de archivos de vídeo. Me apresuré a irlos viendo y entonces,
sin los nervios que tuve en su grabación, pude apreciar toda la voluptuosidad
de sus poses. Y no solo la que les ponía él, sino en la forma en que yo mismo
hacía su seguimiento. Acompañaba un texto: “¿Ves cómo con naturalidad se puede
hacer casi de todo? Espero que mirándolos te animes a venir otro día. Mi culo
te lo agradecerá”.
Muchas gracias. Una vez más muy bueno el relato, un muy sugerente el vídeo del enlace.
ResponderEliminarEstupendo y muy morbos relato. otra vez has logrado recordarme buenos días pasados en la piscina de mi amigo José, en su pueblo cerca de Guadalajara. Aunque no igual que en tu relato, allí nos juntamos algunas veces varios amigos de unas característica físicas muy semejantes a tus dos tíos del relato y nos hacemos de todo con la máxima libertad, allí es donde comprendí que mi culo es de lo mas vicioso que tengo una de las veces me follaron todos los que estábamos, nunca me habían llenado tanto de leche.
ResponderEliminarEs de lo mas rico follarse un culo lefado. Que suavidad y cuando le llenas y sacas tu polla chorreando.....siempre hay una boca golosa por limpiarla. Está riquísima y excitante esa mixtura.
Eliminarmuchas gracias por otro relato morboso joder que gusto una situación asi tan natural un besazo majo
ResponderEliminarVenga ese relato nuevo...que estamos anciosos de abrir el enlace y encontrarnos con un nuevo relato tuyo. Y calentarnos, por supuesto....jejejeje
ResponderEliminarExtraño tanto entrar a este blog y poder fascinarme con la lectura de tus morbosos relatos. Un gran saludo desde Sonora, México!
ResponderEliminarWow si que a pasado tiempo desde tu último relato... los extraño espero estés bien cuidate
ResponderEliminarEspero que vuelvas pronto
ResponderEliminarTodos estamos esperando con ansias que vuelvas a escribir, ojala y solo sea una pausa para agarrar inspiración, espero que todo este bien. Saludos!
ResponderEliminarEspero que todo vaya bien, por favor vuelve a escribir, tus relatos son muy buenos
ResponderEliminarMe extraña mucho que lleves tanto tiempo sin subir un relato nuevo....pero mas me extraña aun, que no hagas ningun comentario y nos digas algo...Yo creo que todas las semanas como minimo, entro a la pagina a ver si hay algo...Pero ya veo que ni comentarios, ni relatos....Por favor hombre, dinos algo...Por lo menos que nos quedemos tranquilos. Es que si no estoy equivocado, desde abril no has aparecido por tu pagina.....Un saludo desde el sur
ResponderEliminarEntiendo tu estado de ánimo con la naturalidad como se desarrollaba tu estancia en el chalet.
ResponderEliminarPero una vez dentro del dormitorio y ante la presencia de ese culo tan soberbio......Tu polla se puso al corriente y ese culo fue follado como su dueño lo deseaba.
Me recuerdo algo muy parecido que me ocurrió a mi. Estaba indeciso y un poco cortado. Pero cuando el tío que me había llevado, se despelotó en el dormitorio y además se puso unas braguitas y me ofreció su grupa........toda mi lujuria y morbo se desató y le eche 2 polvos sin sacarla......¡¡Que gusto!!...El maduro (55) estaba buenísimo. Nos seguimos viendo y disfrutando de nuestros atributos.
A ver si te animas y vuelves a escribir otro nuevo relato que esperamos que sea pronto.
ResponderEliminarEstoy preocupado por ti. ¿Te encuentras bien? Hace mucho tiempo que no escribes ningún relato. Te echamos de menos
ResponderEliminarVuelve pronto
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