Me alojaba en un hotel
y una tarde me apeteció ir a la piscina cubierta. Sobre el traje de baño me
puse un albornoz y me dirigí a ella. Sin embargo un conserje me avisó: “Siento
decirle que hemos tenido una avería en el calefactor y el agua estará todavía bastante
fría”. Desde luego no me apetecía un chapuzón en esas condiciones, pues era
pleno invierno. Pero ya que estaba, pregunté: “¿Funciona la sauna?”. “Eso sí.
Sin problema”. Así que bordeé la piscina desierta y pensé que la sauna también
lo estaría. Antes de entrar colgué el albornoz y sustituí el bañador por uno de
los paños para la cintura que había en una repisa, como era lo habitual. Entré casi
seguro de que no habría nadie, pero me llevé la sorpresa de que no era así. Y
más que sorpresa, porque me encontré con un hombre completamente desnudo que,
de pie y de espaldas a la puerta, en ese momento bebía agua de un botellín. Era
uno de esos cincuentones regordetes, ancho de espaldas y culo prieto, con una
suave pilosidad. Pronuncié un tímido “Buenas tardes”. Él paró de beber y
contestó sin mirarme con un casi inaudible “Buenas…”. Ya no siguió bebiendo y
se entretuvo en enroscar el tapón del botellín.
El nivel inferior de
los bancos de madera era más ancho que el superior, y yo subí al primero para
sentarme en el segundo, de los que hacían ángulo con los que parecía ocupar el
hombre. Conservé el paño a la cintura. Sin fijarse en mí, había dejado la
botella y ahora extendía el paño sin usar a lo largo del banco inferior. Con
toda tranquilidad se tumbó bocarriba orientado hacia el ángulo. Y aún más,
dobló la rodilla que daba a la parte interior y estiró los brazos por encima de
su cabeza. Su delantera tan libremente exhibida no desmerecía en absoluto de la
trasera. Con más vello, que se espesaba en el pubis, su desinhibida postura
hacía que los huevos y la polla, muy bien colmados, se volcaran sobre el muslo
de la pierna extendida. Tanto descaro empezó a enervarme y, como el parecía
tener los ojos cerrados, los repasé a conciencia con la vista. Embelesado estaba
cuando oí que decía. “No está muy fuerte hoy ¿verdad?”. Eso, aunque su piel
brillaba por el sudor. Contesté lo más sereno que pude. “Como ha estado
averiado el calefactor de la piscina, tal vez haya afectado también a la
sauna”. Le vio el lado positivo. “Bueno, así se resiste más tiempo”. Esta toma
de contacto me animó a abrirme el paño y dejarlo extendido hacia los lados, por
si se decidía a mirarme. Se me ocurrió añadir. “Pensé que no habría nadie
aquí”. Su comentario me sonó algo sugerente. “Ya no vendrá nadie más a esta
hora. Estarán cenando… Mejor, más tranquilos ¿no?”. “Desde luego”, dije sin
atreverme a ahondar en las sugerencias. Pero, como si esta expresión mía tan
intrascendente fuera una incitación a la voluptuosidad, bajó un brazo y lo
llevó directamente a la polla. La tocaba con suavidad como en un gesto
inconsciente. Pero pronto empezó a sobarla y levantarla de forma ya inequívoca.
“Este calorcillo…”, dejó caer con voz tenue. “Sí, relaja mucho”, dije yo. La
polla se le había ido endureciendo, convirtiéndose en una pieza aún más
deseable. Por primera vez levantó la cabeza para mirarme y su vista fue a mi
entrepierna que, como se me había ido animando, había tenido el cuidado de
enfocarla hacia él. Pero volvió a echar para atrás la cabeza, sin dejar de
manosearse la polla y, ahora también los huevos. Aproveché para cambiarme al
asiento de abajo y casi junto al ángulo.
Fingió sin duda sorpresa ante mi movimiento. “¿Qué haces?”. “Aquí hay más
calor”, contesté. Soltó una risita cínica y se movió de forma que la pierna que
mantenía recta le resbalara fuera del asiento. La polla se veía aún más tiesa.
Pero diciendo “Aún me voy a caer…”, se enderezó y se puso de pie.
Justo sobre el ángulo
había un receptáculo con brasas incandescentes y, a su lado, un cubo con agua y
un cazo. Para alcanzar éste, se echó hacia delante, teniendo que rozar su
pierna con la mía, y con la polla tiesa muy cerca de mi cara. Impasible sacó
agua y la vertió poco a poco sobre las brasas, haciendo elevarse un vapor
perfumado. Yo estaba ya acariciándole un muslo, pues no me atreví todavía a
agarrarle por las buenas la polla. Pero su
sutil “¡Uuuum!” y que siguiera arrimado una vez soltado el cazo, me
alentaron para acariciársela. Él repitió el “¡Uuuum!”, y añadió: “¿Te gusta?”.
Contesté: “Me gustas todo tú”. Emitió otra risita y dijo algo que no me
esperaba, al menos tan pronto. “Anda, súbete”. Me senté pues en el banco
superior y echó mano a mi entrepierna. “Hay que animarte también”, dijo.
Después de unas breves caricias a mi polla se la metió sin más en la boca.
Chupaba de maravilla, pero hice que parara a tiempo porque no quería correrme
todavía. Bajé del banco y me quedé de pie frente al él. “¿Me follas?”, preguntó
de sopetón. Sin esperar respuesta, se acodó en el banco de arriba y removió
insinuantemente el apetitoso culo. “¿Así, sin lubricar?”, previne. “Ya estoy
sudado. Tú empuja y verás como entra… Me gusta sentirla apretada”. De modo que
apunté la polla con una mano y presioné con fuerza”. La cerrazón fue cediendo y
él exclamó: “¡Aaajjj, me gusta este dolor! ¡Métela toda!”. Esto me excitó más;
me agarré a sus caderas y llegué a tope. “¡Qué gusto de polla! ¡Arrea fuerte!”.
Empecé a darle enérgicas arremetidas y el frotar de mi polla en aquel interior
caliente que la atrapaba me enervaba. “¡Así, así! ¡Me gusta!”, pregonaba él su
placer. “¿Te viene ya? ¡La quiero toda dentro!”. Esta incitación agotaba mi
capacidad de aguante y me corrí como si se me escapara el alma. Mi parón le
llevó a decir: “¿Ya? ¡No te salgas todavía, que no se escurra nada!”. Me
mantuve bien apretado hasta que mi polla decreciente fue resbalando al
exterior. “¡Uf, qué follada! ¡Qué falta me hacía!”, declaró al incorporarse.
“Yo también la he disfrutado” añadí.
Cuando vi que recogía
su toalla, le pregunté: “¿No quieres correrte?”. “Prefiero no hacerlo”, y
explicó con toda naturalidad, “Mi mujer estará arriba esperando que cumpla y,
si me corro ahora, luego no se me levantará”. “Así que esto te ha servido para
cargar pilas”, dije irónico. “No lo dudes… Seguiré sintiendo tu polla quemando
en mi culo”. Sonrió y fue a ducharse.
gracias majo muchas gracias por ponernos todo burros con estos maravillosos y morbosos relatos un besazo majo sigue entreteniéndonos e ilusionándonos por favor
ResponderEliminarHola soy pakoso. Delicioso relato y tan realista que yo he sido casado con mujer y muchas veces me han follado para cargar pilas y luego cumplir con ella.
ResponderEliminarGracias. He conocido bastantes casados y me inspiran historias como ésta.
EliminarQue hermoso daddy
EliminarQue hermoso daddy
EliminarEstupendo relato, como todos los tuyos. Gracias por compartirlo
ResponderEliminarUna vez mas gracias por el relato que me dejó a mil. Soy casado y espero que me pase esto del relato.
ResponderEliminarSaludos a todos y suerte...
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