Hay situaciones
inesperadas en que te puedes encontrar con que un hombre las aprovecha para
regodearse en una provocación sin más consecuencias, por el puro placer
exhibicionista o el envío de un mensaje de complicidad erótica. Como estos dos
casos ocurridos en el metro.
Hora punta
Así, en una ocasión,
Iba en un tedioso viaje de metro. Había pocos pasajeros y yo iba sentado en el
extremo de una fila lateral. Me quedé medio adormilado, hasta que el vagón fue
llenándose de gente. Delante de mí se situó un hombre grandote y casi sesentón.
Sus brazos se veían robustos y peludos en la camisa de manga corta y además, al
sujetarse a la barra superior con uno de ellos levantado, la camisa subía
descubriendo el ombligo sombreado de vello. El paquete le quedaba justo a mi
alcance y tuve unas ganas tremendas de echarle mano. El hombre miró hacia abajo
y sonrió ante la expresión de mi cara. Con los achuchones que iba dando la
gente al tratar de buscar encaje, llegó casi a meter las piernas entre mis
rodillas, con lo que el paquete se me aproximaba cada vez más. No debía llevar
un eslip ajustado porque el bulto, cargado hacia un lado, parecía bastante
suelto. El brazo libre osciló para llevar la mano al paquete, que tocó de forma
que marcara el contorno de la polla. Era evidente que se le estaba poniendo
dura y, en mi impotencia ante la provocación, se me llenaba la boca de saliva.
Como en la posición esquinada en que estábamos nadie más que yo podía ver su
manipulación, el hombre se lo pasaba en grande luciendo la gordura de su polla.
Hasta apareció una manchita húmeda en el pantalón. Cuando se dio por
satisfecho, se la soltó, volvió a dedicarme una sonrisa sarcástica y se abrió
paso en dirección a la puerta. En la siguiente parada desapareció de mi vista.
El turista provocador
Otra vez en el metro,
eran asientos enfrentados dos y dos. Ocupé uno y, a la siguiente parada, subió
una pareja con toda la pinta de turistas. Tanto ella como él eran bastante
gruesos y se sentaron frente a mí. El hombre, que tenía justo delante, estaba
impresionante. Cincuentón, con una camiseta que marcaba las tetas sobre la
oronda barriga y bastante velludo de brazos y piernas. Llevaba un pantalón
corto cuyas perneras se la habían subido casi hasta las ingles y mostraba unos
muslos gruesos que atrajeron enseguida mi mirada. Desde luego se dio cuenta,
porque también me miró y, para mi sorpresa, me dirigió una simpática sonrisa.
La mujer entretanto iba enfrascada en descifrar un plano desplegado que casi la
tapaba. El hombre cambió ligeramente de postura de forma que los muslos le
quedaron más separados. Ahora se veía mejor el bulto del paquete que reposaba
en el asiento. Sin dejar de mirarme sonriente llevó ahí una mano para
acomodárselo. En ese momento la mujer le comentó algo del plano y él se giró
levemente hacia ella para verlo. Aprovechó entonces para estirar un poco una
pierna y meter un dedo por el borde del pantalón. Hacía como si se rascara en
un gesto mecánico, pero a todas luces captaba yo que tocaba la polla y la
impulsaba haca delante. Sacó el dedo y dejó a la mujer con sus cosas. Pero otra
vez se ajustó el paquete y parecía que la tela estaba más tensa. El resto de
trayecto combinó algún que otro toque a la entrepierna con un pautado abrir y
cerrar de muslos, que se iba acariciando con delectación. Cuando por los
altavoces avisaron de la próxima parada, la mujer le instó a prepararse para
bajar. Ya de pie los dos, mientras ellas recogía las bolsas que llevaban, el
hombre llegó a meter una pierna entre las mías. El perfil que hacía la bragueta
no dejaba dudas de que estaba empalmado. Al salir de los asientos aún pasó
suavemente una mano por mi hombro. ¿Me daba las gracias por mi atenta
contemplación?
(La foto obviamente no
es del metro, pero puede valer como ilustración…)
Gracias por volver a escribir
ResponderEliminaryo he vivido situaciones parecidas en el metro de valència, se hacia imposible disimular los empalmes que pillaba viendo a esos madurotes. muchas gracias por tus historias, son un oasis en el desierto de internet ;-)
ResponderEliminaralguna de algun revisor buenorro vendria bien
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