Ramón y Cristina eran
un matrimonio maduro cuya apacible convivencia hacía tiempo que había dejado de
lado las relaciones sexuales. Con motivo de la prejubilación de Ramón, con una
buena indemnización, Cristina se encaprichó con la idea de dejar de vivir en la
ciudad y mudarse a una población de la costa. A Ramón no le hacía demasiada
gracia, ya que la ciudad propiciaba más fácilmente los encuentros furtivos con
otros hombres, a los que se había habituado. Pero dejó hacer a su mujer, quien
se dedicó afanosa a visitar inmobiliarias. Lo cual, de paso, le permitía a él
mayor libertad de movimientos.
Como Cristina era muy
sociable, pronto trabó amistad con una agente inmobiliaria que precisamente
vivía y trabajaba en la zona deseada. Hasta el punto de que esta última invitó
a los posibles compradores a pasar un día en su casa y así, desde allí, desplegarse
en la búsqueda de la vivienda adecuada. Ramón aceptó a regañadientes, temiendo
que la jornada resultara para él una paliza.
Sin embargo, cuando
llegaron a la casa de Sofía, la agente, y Jesús, su marido, Ramón quedó
deslumbrado por la visión del anfitrión. Algo más joven que él, pero de similar
constitución robusta, encajaba exactamente en sus gustos. Pensó con pesar que
el hombre se quedaría tan tranquilo en su casa, mientras que él se vería
arrastrado por las dos mujeres a la pesada visita de inmuebles. Pero su suerte
se trocó al sugerir Sofía, con buena psicología profesional, que mejor sería
que Ramón se quedara con su marido y así ellas tendrían más libertad para
patearse todo lo pateable. A Jesús también le pareció muy bien la propuesta e
incluso intercambió con Ramón una cordial mirada, que a éste le provocó
palpitaciones. Como remate, Sofía añadió: “Y no nos esperéis para comer. Ya
tomaremos algo por ahí. Jesús sabe apañarse y no quedaréis con hambre”.
Nada más marcharse las
mujeres, Jesús dijo sonriente: “Seguro que te has quitado un peso de encima… Ya
se sabe cómo van estas cosas”. Efectivamente, Ramón se sintió muy aliviado,
aunque algo alterado por la situación creada. “Bueno. Habrá que aprovechar el
remanso de paz”, dijo Jesús. “Nos preparamos unas bebidas y nos damos un
chapuzón en la piscina ¿Te parece?”. Ramón se sintió obligado a avisar: “No
tengo traje de baño…”. Pero la respuesta de Jesús fue rápida. “Ni falta que te
hace. La piscina queda a salvo de miradas indiscretas… ¿No te importará,
verdad?”. “Por supuesto que no”, replicó Ramón, y la voz casi le temblaba.
Pero la experiencia
enseña que, en estos casos, para los primeros pasos hay que ir con pies de
plomo. Así que se imponía un tanteo previo de posibilidades por parte de ambos.
El anfitrión, Jesús, por el hecho de jugar en casa, estaba siendo el más avanzado
en soltar señales de humo.
Pasaron ambos a la
cocina para preparar unos mojitos. Jesús sacó una bandeja con cubitos de hielo
y se la pasó a Ramón. “Te dejo lo más fácil. Pícalos en la batidora y vas
llenando los vasos”. Mientras Ramón cumplía el encargo, Jesús buscó las hojitas
de menta que, casualmente, se hallaban en un pote sobre una repisa más arriba
de la cabeza de Ramón. Para alcanzarlas, Jesús, con un fingido “¡perdona!”,
quedó pegado por unos segundos a la espalda de Ramón, dando lugar a un contacto
cuya calidez traspasó a éste. El siguiente gancho no tardó en llegar.
Hallándose Jesús manipulando la menta en los vasos, pidió a Ramón: “¿Puedes
buscar una lima aquí?”. Señalaba unos cajones verduleros justo bajo la encimera
en que él trabajaba. Ramón se inclinó y, puesto que Jesús apenas se apartó, al
tirar de uno de los cajones, la mano le fue a parar sobre la bragueta de Jesús.
Sacó la lima con otro “¡perdona!”, acompañado de una risita floja.
Ya con los mojitos
listos salieron a la piscina y los dejaron junto al borde. “Es un gustazo
tomárselos en remojo”, explicó Jesús. ¿Las señales emitidas hasta ahora habían
sido suficientes para confirmar las expectativas de Ramón? En cualquier caso,
en un momento iban llegar a lo que podría considerarse ya el punto de no
retorno. Sin más preámbulo, Jesús se despojó de su ropa, imitado rápidamente
por Ramón. Ninguno rehuyó la mirada del otro al quedar enfrentados. Para restar
trascendencia, Ramón bromeó: “¡Vaya dos barrigas!”. “Muy dignas que son…”,
replicó Jesús dándole unos cariñosos toquecitos. Lo que animó a Ramón: “Yo soy
más tetudo”. “Y de pelo en pecho… Más que yo también”. Dicho esto, Jesús dio un
quiebro a las alabanzas mutuas y se giró para lanzarse al agua en un limpio
salto. Ramón pudo apreciar cómo se elevaba el abundoso y prieto culo,
suavemente velludo. Menos dado a acrobacias acuáticas, optó por usar los
escalones que lo adentraban en las frescas aguas. Jesús resurgió sonriente y
los dos se fueron acercando adonde les aguardaban los mojitos. Ahí el nivel del
agua les quedaba por debajo de las tetas, que lucían con el mojado vello y los
pezones endurecidos por el frescor. Las sonrisas y miradas que se
intercambiaban eran cada vez más explícitas. Con los codos apoyados en el borde
de la piscina frente a los respectivos vasos, no hurtaban ya los roces de un
relajado balanceo.
De pronto, como
obedeciendo a un mismo impulso, un brazo de cada uno se descolgó dentro del
agua para posarse en el trasero del otro. Ambas manos palpaban y acariciaban
las redondeadas turgencias, atrayendo a su vez los dos cuerpos entre sí. Con un
lento giro, ya frente a frente, se estrecharon en un abrazo. Las bocas se
buscaron con ansia y, abriéndose, las lenguas chocaron y se retorcieron. Al
separarse para tomar aire, Jesús comentó: “Mejor que ver casas ¿no?”. Ramón
sonrió con los ojos brillantes y, como respuesta, reanudó el beso. Ahora las
manos se sumergieron en dirección a la entrepierna del otro. Jesús dio con la
regordeta polla de Ramón endureciéndose sobre unos huevos contraídos por el
frío. Ramón encontró la verga ya levantada de Jesús. Éste entonces asió por los
muslos a Ramón, alzándolo de manera que su cogote y sus hombros reposaran en el
borde de la piscina. Pasó las piernas por los lados de su cabeza y el sexo de
Ramón flotó semisumergido. La lengua de Jesús jugó con la polla que iba
creciendo. Cuando la sorbió con labios apretados, Ramón casi pierde el
equilibrio. Anegado de placer pataleó para liberarse. Jesús lo soltó e impulsó hacia
arriba su propio cuerpo, que quedó con el torso sobre el borde de la piscina.
Su culo se alzaba ante la cara de Ramón, quien empezó a sobarlo y lamerlo con
ansia. Se hundía en la raja alargando la lengua y arrancando gemidos de gusto a
Jesús. A la vez, metía una mano entre los muslos de éste para manosearle los
huevos y la polla bien tiesa. Jesús, excitado, dio un nuevo impulso para
girarse y sentarse. Con las piernas separadas invitaba a la mamada, que Ramón
se afanó en practicarle. La deleitosa comida de polla le hizo echarse hacia
delante para alcanzar las tetas emergentes de Ramón, que palpaba y pellizcaba.
No tardó, sin embargo, en frenar la vehemencia de Ramón. “¡Para, para! No me
hagas correr todavía”. Le acarició cariñosamente la cabeza medio calva, que aún
reposaba en su regazo. “¡Anda, sal fuera!”. Ramón volvió recurrir a los
escalones y pronto estuvo de pie detrás de Jesús, aún sentado con las piernas
en remojo. Éste se giró y lamió la polla y los huevos de Ramón, que goteaban
entre el pelambre empapado. “¿Querrás follarme?”, preguntó excitado Ramón.
Ayudó a levantarse a Jesús, quien entonces proyectó su boca a las opulentas
tetas de Ramón. Las chupaba y se abría paso con la lengua entre el pelo mojado,
hasta mordisquear los pezones. En réplica, Ramón llevó sus manos a los de Jesús
para pellizcarlos.
Cuando Ramón ya
buscaba con los ojos algo sobre lo que reclinarse para materializar su ansiada
entrega, rompió el encanto el sonido del teléfono de Jesús. “Contestaré por si
acaso”, dijo éste. Su expresión fue distendiéndose en una sonrisa mientras oía
al comunicante, hasta que le respondió: “Espera un momento”. Tapando el
auricular, se dirigió a Ramón: “Es Pedro, un amigo de confianza. Explica que se
ha encontrado con nuestras mujeres y le han dicho que estábamos aquí. Se ha olido
que seguramente te habré ligado y pregunta si se puede apuntar”. Ramón se
mostró dubitativo, pero Jesús añadió: “Es como nosotros, y tiene mucha marcha.
Te gustará”. Ramón accedió y Jesús confirmó por el teléfono: “Vale, ven”. Pedro
debía estar muy cerca, porque no pasó ni un minuto y ya estaba llamando a la
puerta. Jesús se adentró en la casa, solo equipado con unas chanclas. Ramón
optó por meterse en la piscina para suavizar el encuentro con la nueva incorporación.
Aparecieron los otros
dos, y ya Pedro iba tocándole el culo a Jesús, con las risas de éste. “¡Joder,
qué bien lo teníais montado!”, exclamó Pedro. Y saludando hacia la piscina:
“Mucho gusto, Ramón. Espérame que ahora voy”. En un tris se quedó en pelotas.
Barrigón y peludo, algo más joven que los otros dos, en nada desmerecía de
ellos. Con una plancha patosa se lanzó al agua y, como un tiburón, buceó
acercándose a Ramón, que estaba entre sorprendido y encantado con la
presentación. Los roces que iba notando le erizaban los vellos. Cuando Pedro
emergió, fue bombardeado por una colchoneta inflable que había lanzado Jesús.
Éste la alcanzó y, no con pocas dificultades, trepó a ella. La visión de aquel
cuerpo exuberante y despatarrado animó a Ramón, quien, al tiempo que lo hacía
navegar, echó mano a las tetas cuyos pezones se erguían tentadores. “¡Huy! Si
me los pellizcas se me va a poner duro lo otro…”, rezongó Pedro. Lo cual animó
a Ramón, al comprobar que efectivamente la polla iba engordando. Le tomó la
delantera Jesús, ya en el agua. Rodeó el conjunto que formaban los otros y se
puso a mamársela a Pedro. Quien no pudo menos que exclamar: “¡Esto sí que es
tratar a uno a cuerpo de rey! Si me lo llego a perder…”.
Jesús entonces dijo:
“Cuando llamaste, estaba a punto de cepillarme a Ramón ¿Qué te parece si le
damos ración doble?”. Tan bien le pareció que Pedro ya estaba saltando de la
colchoneta. Interpeló a Ramón: “¿Te han follado alguna vez en remojo?”. Ramón
hubo de reconocer que no, pero la idea de entregarse a los embates submarinos
de esos dos ejemplares le daba un grandísimo morbo. Así que se dejó acorralar
hacia el borde de la piscina, en una zona en que pudiera afianzar los pies,
y apoyó firmemente los antebrazos. Le
excitó sobremanera el juego a amagar y no dar que iniciaron los otros dos. Sentía
como las dos vergas se restregaban por sus nalgas, disputándose la primacía. Al
fin quedó centrada la más larga de Jesús. Al irle entrando, algunas burbujas
subieron a la superficie. El dolor inicial de Ramón –hacía algún tiempo que no
lo distendían– se fue trocando en húmedo placer. El efecto de la inmersión
hacía que los embates de Jesús tuvieran una cadencia retardada. Después de unas
cuantas arremetidas desistió. “¡Uff, así no hay quien se corra! ¡Ya te pillaré
en seco!”. Rápidamente Pedro lo sustituyó. Su polla, más gorda, fue encajando a
presión, con lamentos por parte de Ramón. La ardiente apretura que ejercía el
conducto de éste bastó para que, con un contundente balanceo de caderas, esta
vez sí que hubiera corrida, confirmada por los resoplidos de Pedro. Cuando se
desprendió, llegaron a flotar algunas máculas traslúcidas. Jesús, quien se
había dedicado a sobar la delantera de Ramón, comentó guasón: “¡Va a haber que
pasar el aspirador…!”.
Pedro y Jesús, entre
bromas, empujaron a Ramón, cuyas piernas aún le temblaban, para que se sentara
en el borde de la piscina. Separándole los muslos, comprobaron que la polla se
le había aflojado tras la doble enculada. Pero el juego iba a seguir. Así que forzaron
a Ramón para que se echara hacia atrás y subiera los pies hasta la altura del
culo. Dejándolo despatarrado de este modo, se disputaron ojete, huevos y polla
con lamidas y chupadas. La panza de Ramón se agitaba y él, entregado, se
estrujaba las tetas. No tardó la polla en endurecerse y la doble mamada en la
que se aplicaron los otros dos iba desbordando la capacidad de aguante de
Ramón. “¡Ay, ay, ay… canallas, que me vais a dejar vacío!”. La boca de Pedro
hizo el resto y su lengua fue lamiendo la leche emergente. Desplazándolo, aún
pudo Jesús rebañar las últimas gotas. “¡Joder, la habéis tomado conmigo…”,
exclamó Ramón exhausto y dejando caer en aspa sus extremidades. “Eres la
novedad… y bien rica”, replicó Jesús.
Éste cambió de tercio.
“Por cierto ¿quién tiene hambre? Que no solo se vive de pollas”. La idea fue
bienvenida, así que distribuyó el trabajo. “Pedro, ya sabes cómo se enciende la
barbacoa. Y tú, Ramón, ayúdame a traer lo que encontremos por la nevera”. En
una desnuda camaradería, no tardaron en tener dispuesta sobre la mesa
abundancia de comida y bebida. No faltaron los achuchones y las puyas procaces,
en su disfrute del remanso de libertad.
Una vez saciados, Jesús ya estaba
exhibiendo su polla tiesa y dirigiéndose a Ramón: “¡Oye! ¿Te acuerdas de que me
quedé a medias?”. Entre resignado y deseoso, Ramón vio cómo los otros
despejaban la mesa y hacía que se tendiera de bruces sobre ella. Su culo quedó
disponible para la lascivia de Jesús, quien ya se echaba en la verga unas gotas
de la aceitera. Sin el freno del agua, Jesús bombeó a gusto agarrado a los
muslos de Ramón. Como la cabeza de éste sobresalía de la mesa, Pedro aprovechó
para hacerle chupar su polla regordeta. Penetrado de esta forma, por arriba y
por abajo, Ramón apenas podía contener sus bufidos. Jesús se corrió al fin ufano y todavía se mantuvo
dentro a la espera de que Pedro descargara en la boca de Ramón. Éste quedó
medio atragantado y fue tanteando para recuperar el equilibrio. “¡Me habéis
convertido en vuestra puta, eh!”, pudo llegar a exclamar. “Y bien a gusto… ¿o
no?”, replicó Jesús.
Pero el tiempo les
había pasado volando y Jesús reconoció la frenada y detención de un coche ante
la casa. Miró subrepticiamente por una ventana. “¡Coño, ya están aquí!”.
Precipitadamente repartió unos trajes de baño y los tres quedaron seráficamente
sentados en butacas. Las dos esposas aparecieron conversando. Sofía se dirigió
risueña a los hombres: “Ya se ve que os habéis apañado la mar de bien”. Ramón
entonces preguntó a Cristina: “¿Qué, has encontrado algo que te guste?”. Ella
contestó: “Huy, la cosa está complicada. Creo que tendremos que venir más
veces…”. Las miradas que se cruzaron los tres infractores solo las entendieron
ellos.
Muy bueno, como todos tus relatos y la eleccion de las fotografias es perfecta, como siempre.
ResponderEliminarMuchas gracias, eso anima.
EliminarMmmmm, como siempre, leyendo tus relatos me descargo la mar de agusto antes de irme a dormir. ¡Los echaba de menos!
ResponderEliminarGracias
Exelente relatos!! me exitan muchisimo, espero que pronto subas otro nuevo
ResponderEliminarWao, ya hacia falta deslecharme con un nuevo relato. Muchas gracias. Ya hasta los he momorizado de tanto leer los anteriores al masturbarme. Hacia falta otra buena historia.
ResponderEliminarExcelente relato animos muchacho queremos leer mas de ti muy buenas las fotos
ResponderEliminarhombre que ya extrañaba estos relatos, son de lo mejor!!! sin querer sonar exigente, a la espera del siguiente...
ResponderEliminarEnhorabuenaaaaaaaaaa, eres un maquina tio, menudo pajote me he echo
ResponderEliminarLas fotos increibles, el relato inigualable, q mas puedo pedir q participar en un relato asi
ResponderEliminarBuenisimo, fabuloso....Pero como en la mayoria de los relatos que se encuentran hoy en internet, sin saber las caracteisticas fisicas de los protagonistas., ni las edades....No lo entiendo, la verdad. No se si es una moda, o lo que es.....
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