Me
dejó intrigado el mensaje que me enviaste: “He quedado con unos amigos para que
me toquen y si quieres verlo, pues ningún problema…”. Me extrañó que
dieras a conocer tu ligue con quienes
supuse –como efectivamente era– habrías contactado por la web, pero lo que más
me sorprendió fue tu ofrecimiento de veros en acción. La verdad es que la
propuesta me interesó mucho y la entendí mejor cuando me la explicaste. Se
trataba de una pareja que buscaba un tipo como tú y que presumía de cerrada y
de que solo tenía relaciones si eran con los dos. Tú les dijiste que también
tenías un amigo y que, aunque no encajara en sus gustos, querrías que al menos
estuviera presente. Como no pusieron inconvenientes, de ahí tu invitación. Aunque
ya habíamos hecho algún trio e, incluso, cuarteto, siempre había sido con conocidos
de los dos, y con participación de todos. Precisamente, una de mis fantasías es
la de verte actuar por tu cuenta, con elegidos por ti y sin mi intervención.
Ahora no se iba a tratar de observar más o menos subrepticiamente, sino de una
presencia consentida. Esto me excitaba sobremanera y acepté encantado, quedando
claro que, para evitar interferencias, en todo caso me mantendría en un segundo
plano.
Te
habías citado en casa de la pareja. Solo conocías de ellos alguna foto y las
frases subidas de tono que os habías intercambiado. Tras las presentaciones,
enseguida quedó claro el terreno de juego. Ellos solo estaban interesados en ti,
como hombre grande, rollizo y velludo. Pero a su vez, el que ellos no
ejercieran un especial atractivo para mí facilitaba las cosas. De todos modos
confirmamos que mi papel consistiría en ver, oír y callar, sin pretensión
participativa alguna. Ni siquiera me aligeraría de ropa. Desde el primer
momento me fijé en las miradas libidinosas con que la pareja te repasaba.
Seguro que se congratulaban de haberte ligado. A ti se te notaba la excitación
de sentirte deseado e incluso de exhibirlo ante mí.
Por
lo que se refiere a los anfitriones, uno era más bien joven, delgado y lampiño.
Se declaró preferentemente pasivo. He de reconocer que tenía un buen cuerpo. El
otro, mayor, no mucho más grueso, algo velludo y canoso. Lo que más llamaba la
atención era que tenía una polla bastante grande. Todo esto lo capté cuando, en
unos preliminares algo fríos, os fuisteis
desnudando, para enseguida pasar al dormitorio, que sería el teatro de
operaciones. Por supuesto, os seguí y me acomodé en una butaca hacia un rincón.
Evidentemente eras la novedad y, por lo que a mí respecta, pese a tenerte bien
conocido, el que más me interesaba. Recordé la frase de tu mensaje “…para que
me toquen…”, pero no dudaba en que habría mucho más.
Con
una estudiada pasividad ofreciste tu cuerpo a la pareja. El joven empezó a
acariciarte el pecho y la barriga para, a continuación, aplicar la boca a tus
pezones. Siempre teatral, emitías sonoros gemidos acompasados a las chupadas
que te daba. Ya te crecía la polla y el joven se puso a sobártela. Mientras, el
mayor, a tu espalda, te tocaba el culo y llegó a ponerse en cuclillas para
darte lametones en la raja. En cuestión de pollas, así como la del joven
mostraba tan solo una discreta media erección, la del mayor iba alcanzando un
considerable volumen. Cuando la viste, llegasteis a ofrecer una atractiva
imagen plástica: te inclinaste para chuparla y el joven, sentado en el suelo
por debajo, te la chupaba a ti.
Te
propusieron que pasarais a la cama y tú, siguiendo tu tendencia natural, te
tumbaste bocabajo, removiendo el culo provocativamente. Pero ellos, cada uno a
un lado, tenían ganas de disfrutar de tu cuerpo. Te hacían girar hacia uno y
hacia el otro besándote en profundidad; a veces las dos lenguas se hundían juntas
en tu boca. Simultáneamente se redoblaron las caricias y el sobeo, en las que
tomabas parte, pellizcando y chupándoles las tetillas. El joven fue bajando
para llegar a tu polla. Te la sorbía y lamía los huevos, lo que volvía a
arrancarte gemidos. El mayor, entonces, se arrodilló junto a tu cara
ofreciéndote la suya. Lo miraste sonriendo y la alcanzaste con la boca. Así
pude verte mamado y mamando, y me excité por lo que había de venir.
Trabajada
por la boca del joven, tu polla se hallaba en máxima tensión. Entonces
aquél dijo: “Habías hablado de que querías
follarme ¿verdad?” (Supuse que sería uno de los temas que habrían salido en el
chat). Sonreíste con picardía y le pediste que se pusiera bocabajo. Él te
advirtió: “Cuando vayas a penetrarme, avisa”, y mostró un condón que puso a la
vista. El mayor os dejó espacio y quedó sentado en una esquina. Tuviste a tu
disposición ese cuerpo liso y de culo resaltado que se te entregaba. Primero te
echaste sobre él y te restregabas descargando tu peso. Le pediste al mayor si
tendrían aceite y te alargó un frasco. Ibas rociando la espalda y los glúteos,
y volvías a restregarte con más vehemencia. Echándote aceite en la mano se lo
extendiste por la raja. Cuando le metías algún dedo, el joven daba un respingo.
Te incorporaste sobre tus rodillas y te untaste la polla endurecida. Entonces
fue el mayor quien se encargó de colocarte el condón. Cogiéndotela con una mano
tanteaste dos o tres veces el agujero y por fin empezaste a entrarle. Al ver la
excitación reflejada en tu cara congestionada, me di cuenta de que era la primera
vez que te veía follar así. Conmigo siempre soy yo el activo y, si en algún
zafarrancho entre varios lo habías hecho, estaría yo demasiado ocupado para
fijarme. Ahora, en mi posición de observador, verte actuar con tanta vehemencia
me puso muy cachondo.
El
joven, al principio, te recibió quieto y silencioso (ya debía estar habituado a
una polla grande) pero, cuando volcado encima, te movías con golpes de cadera,
empezó a emitir murmullos de placer. Esto te enardeció y aumentabas la
intensidad de las embestidas. Me gustaba ver las contracciones de tu culo
acompañando el bombeo. Exaltado, quisiste que la penetración fuera más intensa,
salvando el tope que hacía tu barriga. Hiciste que el joven se elevara sobre
sus rodillas y tú, más en vertical, volviste a acoplarte. El joven acusaba la
mayor contundencia de tus acometidas con quedos gemidos, mientras tu excitación
iba llegando a la cima. Poco a poco fuiste ralentizando tus movimientos hasta
derrumbarte sobre el joven, quien quedó aplanado a su vez. Tu polla fue
saliendo, arrastrando consigo la bolsa repleta del condón. El joven se liberó
de tu peso y te impulsó a ponerte bocarriba. Al tiempo que te daba un profundo
beso, te ofreció una toallita para que te limpiaras al quitarte la goma.
Tanto
el mayor como yo no perdíamos ni un detalle de vuestros actos, e incluso
llegamos a cruzar alguna mirada cómplice. Claro que nuestras actitudes habían
de ser muy distintas. Por su parte, él sobre la cama también, desnudo y estimulando
su erección, daba rienda suelta a un disfrute morboso de la posesión de su
pareja por un extraño. En tanto que yo, fiel a lo convenido, me mantenía en una
discreción absoluta, aunque llevara mi excitante procesión por dentro.
Quedaste
relajado y despatarrado. Se te notaba la satisfacción por lo realizado. Pero el
mayor estaba ya muy caliente y exhibía su gorda polla bien dispuesta. Estaba
claro lo que pretendía, y que tú también lo deseabas para completar tu placer. No
hicieron falta palabras para que te dieras la vuelta ofreciéndote. Mientras el
mayor te acariciaba la espalda y el culo, el joven se encargó de ponerle un
condón. Antes de proceder, te roció la raja con aceite y hurgó para lubricarte.
La entrada de los dedos la acompañabas con sonidos guturales. Ya listo, el
mayor dirigió su polla a tu agujero y fue metiéndotela con cuidado. No
escatimabas los gemidos y los murmullos de incitación. Una vez adentro del
todo, te hizo separar los muslos con sus rodillas e inició un mete y saca in crescendo que iba haciendo tus
delicias. Tú mismo, en un arrebato, elevaste la grupa y metiste un cojín bajo
tu barriga. Facilitabas así la penetración que tu partenaire reforzaba asiéndote de las caderas. Tenía bastante
resistencia y tú te quejabas falsamente (Bien sé que eres insaciable). “¡Me
corro!”, exclamó al fin el mayor apretándose a tu culo con fuerza. Tuvo varios
espasmos y fue saliendo, para quitarse el condón a continuación. Aún apoyó unos
segundos el grueso miembro sobre la raja. Te dejaste caer derrengado y él
preguntó: “¿Qué? ¿Bien?”. Al volver a ponerte bocarriba respondiste: “Espero
que también para vosotros”.
Desde
luego se notaba que habías colmado sus expectativas y tú te complacías en ello.
Hasta el punto de que, en ese momento en que cabía preguntarse ¿y ahora qué?,
flanqueado por los dos, te llevaste las manos a la polla. Te la sobabas como al
descuido y empezó a engordar. Entonces ellos aplicaron sus bocas a cada uno de
tus pezones, que chupaban con agrado. Pasaste del sobeo a la masturbación, sin
prisas pero sin pausas, con los ojos cerrados y expresión beatífica. En este
placentero estado, unos borbotones lechosos acabaron expandiéndose sobre tu
capullo.
Aunque
los furores sexuales parecían haber amainado, mi observación no decayó cuando
pasaron al baño. Sentado en la tapa del wáter, di fe de los retozos a que os
entregasteis los tres en la amplia ducha. Más con mimos que con lujuria, la
pareja ponía todo su entusiasmo en dejarte limpio como una patena. Dejabas con
liberalidad que las manos enjabonadas recorrieran tu cuerpo y facilitabas la
tarea apoyando los brazos en la pared y separando las piernas. Esa provocadora
actitud dio como resultado que el mayor, quien se había empalmado de nuevo
entre frote y frote, llegara a deslizarte la polla por la raja espumante y se
clavara con toda facilidad. Te retorciste voluptuoso, agradecido de la
sorpresa. El agua fue al fin diluyendo el jabón y los juegos.
Una
vez que te vestiste, la pareja, que se había limitado a ponerse toallas en la
cintura, no concretó ningún acuerdo de futuro (ya lo apañarían en el chat). Así
que nos despedimos (Y en esto me incluyo, porque también recibí los besos
protocolarios). Ni tú ni yo hicimos comentarios… en ese momento. Lo que sí
dijiste fue: “Cuando lleguemos a casa me follas otra vez”. Y vaya si tenía yo
ganas, después del calentón que había acumulado.
Joder tío que buenos eres en esto!
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