Mi amigo Javier, alto, grueso
y velludo, a sus cerca de sesenta años tiene un cuerpo que desde luego resulta
ideal para los adictos a hombres maduros y robustos como él, entre los que
desde luego me encuentro. Por ello le excita el atractivo que suele desplegar y
lo provoca con gran desinhibición en cuanto se le presenta la oportunidad.
Una de las ocasiones en que
se desfoga a base de bien es cuando me propone que vayamos juntos a la sauna.
Ya sé que ese día lo que me va a apetecer es, más que ligar por mi cuenta,
seguir de cerca cómo se mueve a sus anchas, lo que a él por su parte también le
gusta, haciéndome partícipe de sus éxitos.
Ya cuando cogemos las llaves
de las dos taquillas, que suelen ser consecutivas, y pasamos al vestuario,
donde siempre hay cierto movimiento de los que se desvisten o visten y de los
oteadores de las novedades, empiezo a no perderlo de vista. No será por falta
de costumbre de verlo desnudarse integralmente, pero la forma en que lo hace
allí, consciente de las miradas que recaen sobre su voluminoso cuerpo, me
resulta de lo más morboso. Nos ponemos los paños para la cintura, pero él se
cuida de doblarlo por la mitad para que le cubra lo menos posible. Así nos
dirigimos a las duchas. Escogemos dos juntas y, mientras se enjabona, no
resisto la tentación de acariciarle el culo y sobarle la polla espumante. “¡Uf!
Mira como me estás poniendo”, dice al apuntarle una erección. A pesar de ella
no se molesta ya en ceñirse el paño y atraviesa el espacio común para acceder a
la sala de vapor, a la que le acompaño.
Así empieza el ritual que
siempre sigue. Entra decidido en las brumas vaporosas, donde hay que acostumbrar
la vista para empezar a captar las formas que hay por allí. Pero él ya tiene
decidida su posición. Se coloca de pie a espaldas de la pared y suelta el paño
sobre un banco. Como le sigo rezagado, tira de mí y nos ponemos a besarnos.
Bajo la boca hacia sus tetas, que chupo y mordisqueo, a la vez que le manoseo
la polla y los huevos. Sus murmullos placenteros hacen de reclamo para indicar
a otros su disponibilidad. Enseguida, alguno que ya estaba dentro se le acerca
y lo tantea. Yo le cedo espacio, aunque no dejo de seguir chupando una teta
para darle pistas. Si el otro se amorra también, Javier lo acoge pasándole los
brazos por los hombros y exagera sus murmullos, buscándole la boca para
besarlo. Por supuesto el captado lleva las manos a la polla endurecida, la soba
y a veces se agacha para chuparla. Hay que decir que Javier, en este lance, no
hace distinción entre gordo o delgado, mayor o más joven. Lo que aprecia es el
deseo que le ponen en el ataque. Es frecuente además que se junte más de uno en
meterle mano. Si se trata de alguien que entra después y se acerca con el
despiste inicial, Javier no duda en alargar un brazo hacia él para atraerlo.
Como no a todos les gustan los gordos, hay quien se aparta, pero casi siempre
caen en la incitación. En cuanto a los que se la chupan, si lo hacen a su
gusto, les deja seguir hasta el límite, pero siempre controlando el placer… No
es momento todavía para correrse. No siempre permanece Javier en esa posición
de espaldas a la pared, pues también le gusta darse la vuelta para provocar con
el culo. Le encanta que se lo soben y hasta que se restrieguen por él, con
amagos de penetración, que a veces permite brevemente. No es raro que lo
achuchen simultáneamente por delante y por detrás.
Cuando considera que ya le
han dado un buen repaso y le agobia el calor de los vapores, sale para darse
una ducha. Luego me busca para que vayamos a tomar algo al bar. Allí su
provocador exhibicionismo no cesa. Aunque lleva puesto el paño, también lo
enrolla de forma que, con su corpulencia, le tape lo justo. Al apoyarse en la
barra para pedir las bebidas, por detrás le asoma medio culo. Luego se encarama
de lado a un taburete con los talones sobre el reposapiés, lo que le hace
mantener las piernas separadas. Con el paño estirado casi al nivel de las
ingles, muestra lo que le cuelga a todo el que quiera ver. Desde luego, los
ojos se le van a los que pasan por allí y también a los que ocupan alguna mesa.
Si las miradas son más directas, Javier las corresponde con pícaras sonrisas.
Me contagio de su desvergüenza y no me privo de darle algunas caricias en las
tetas e incluso en los provocadores colgantes, que el recibe complacido incluso
marcando una impúdica erección. Aprovechamos para comentar lo hecho hasta el
momento y lo que le apetece hacer a continuación. A partir de aquí pueden darse
varias opciones según días…
Cuando decide repetir en el vapor
y como ya se ha lucido suficientemente, suele seguirlo alguno que ya va a cosa
hecha. Recuerdo el caso de un tipo gordote y barbudo, cuya afición principal es
hacer mamadas, como yo tenía ya constatado. Entra detrás de nosotros en el
vapor y enseguida localiza a Javier. No se lo piensa dos veces y se acuclilla
delante de él para atrapar la polla con la boca, con la habilidad que lo
caracteriza. Javier da un respingo ante la contundencia de la chupada y gime teatrero.
Tras esta primera chupada, el otro se levanta y, excitado, se pone a morrear a
Javier. Bien sabía yo que los morreos con lengua también le privan. Lo cual no
impide sin embargo que le diga: “Tienes una polla riquísima”. “¿Sí? ¿Te gusta?
La tengo llena de leche”, contesta Javier ya dispuesto. El otro, para mayor
comodidad, se sienta en un banco bajo y agarra de los muslos a Javier
atrayéndolo hacia él. La mamada ya es continua y Javier la disfruta con las
manos sobre su cabeza y emitiendo murmullos. Ahora sí que quiere llegar hasta
la final. Yo, sin interferir en la acción, me pongo a acariciar el culo de
Javier, que gira la cabeza para que lo bese. Pronto se tensa y resopla. El otro
sigue amorrado hasta que Javier se aparta. “¡Uf, qué pasada!”, exclama. Ya
tantea buscando su paño y sale directo hacia una ducha. El otro le va detrás y
se coloca en la de al lado. Se sonríen contemplándose satisfechos. “¡Qué a
gusto me he quedado!”, dice Javier. “Estás buenísimo ¿Vendrás otro día?”,
pregunta el otro. “No lo dudes”, afirma Javier. Este da ya por acabada la
jornada y enseguida va a vestirse. Cuando se marcha, yo me quedó todavía un
rato más, con ganas de descargar la calentura que me ha quedado. Y es
precisamente el que se la acaba de chupar a Javier quien también me deja
aliviado poco después.
No siempre la segunda
incursión en la sala de vapor resulta tan productiva para Javier. A veces el
que pretende acapararlo es un tío de esos pesados que tocan con poca gracia,
con apretujones molestos, u otro que de buenas a primeras quiere hacerle bajar
la cabeza para que se la chupe. Javier se deshace de ellos educada pero
firmemente y, si no hay nada mejor, opta por salir. Entonces me dice: “Vamos a
dar una vuelta”. Recorremos las zona de pasillos, cabinas y cuartos de achuche
más o menos oscuros. Pero a él, con la calentura todavía incólume, se le ocurre
una opción bien llamativa. Hay una sala cuadrada en cuya pared del fondo se
proyectan en gran tamaño películas porno, que suelen ser de jovenzuelos folla
que te folla. Una mampara separa el acceso del resto de la sala, en cuyo centro
hay dos tumbonas juntas, una de ellas pegada a la mampara y la otra con un
espacio hasta la bancada que bordea la sala. Todo queda crudamente iluminado
por la película en proyección y no suele haber más de dos o tres personas, bien
en alguna de las tumbonas, bien en los bancos detrás o al lado de éstas. Pues
allí se asoma Javier, y yo lo sigo discretamente. Solo hay un hombre bastante
mayor y delgado, con el paño puesto y medio adormilado, en la tumbona junto a
la mampara. Javier se echa tranquilamente en la otra y yo me siento en el banco
cerca de él. Pero no es el interés por la película lo que le atrae, sino la más
descarada provocación. Rápidamente se despoja del paño y se despatarra con
total desvergüenza. Empieza a manosearse la polla, que no tarda en endurecerse.
El hombre de al lado lo mira con asombro sin atreverse a tocarlo, aunque llega
a acariciarse él mismo por encima del paño. Pero la intención de Javier va más
allá.
Como es habitual, hay
individuos que se van asomando por el extremo de la mampara y que, al ver a
Javier, tienen reacciones diversas. Alguno mira y se va, como si el espectáculo
le pareciera demasiado explícito. Otros sobrepasan la mampara y se quedan allí
parados atentos a los manejos de Javier, o lo imitan tocándose a su vez. A
todos ellos va dirigida su incitación y sigue meneándosela con descaro. Es
difícil sin embargo que alguien se anime, con tanta luz y tan a la vista. Llega
un momento en que me da la impresión de que Javier no va a parar en su masturbación
y que, puesto que nadie se decide atacarle, les va a ofrecer una buena corrida
a los mirones. Pero de pronto un tipo cincuentón y algo llenito se decide y
avanza para colocarse de pie junto a Javier. Este le sonríe y tiende una mano
buscándole la polla por debajo del paño, que acaba cayendo. A partir de ese
momento el espontáneo se comporta con no menos desinhibición que Javier. Se le
sienta a los pies y, con el cuerpo girado, le busca la polla que frota ya bien
dura. Retorciéndose le levanta una pierna para meterse debajo y lleva la boca a
la entrepierna. Excitadísimo chupa la polla y lame los huevos. Javier,
encantado, se deja hacer en tan lujuriosa postura, mientras el de la tumbona de
al lado, casi acorralado pero espabilado con el espectáculo, se la menea por
debajo del paño. Hay también un tío que sentado atrás se decide a llevar las
manos a las tetas de Javier y las va sobando y pellizcando con complacencia por
parte de este. El de abajo sigue mamando con ansia y Javier unas veces le sujeta
la cabeza y otras la aparta para meneársela él mismo. Pero aquel parece
dispuesto a sacarle todo el jugo y al menor indicio de que llega el clímax se
amorra con firmeza. Javier ya se deja ir entre suspiros mientras el otro va
sorbiendo su leche. Luego lame y relame hasta que Javier tira de él para
abrazarlo. Pero cumplido su deseo, el otro no pide más, pues se levanta, se
pone el paño y, como si solo entonces se diera cuenta del espectáculo que
habían dado, se marcha rápido. Javier sigue reposando unos minutos con la
respiración acelerada y en su desvergonzado despatarre. Cuando se levanta y
pasa entre los mirones noto que me busca con la vista mientras se dirige a las
duchas. Entonces me uno a él y, los dos bajo el agua, declara: “Ha sido
estupendo”. “¿La mamada o montar el numerito?”, le pregunto irónico. “Las dos
cosas”, reconoce. Luego vamos al bar y el que acaba de ser su compinche pasa un
par de veces por delante de nosotros, pero se limita a sonreír… Así suelen ir
las cosas en la sauna, y a Javier es lo que le encanta: disfrutar a tope sin
más explicaciones.
En otra ocasión Javier
llevaba un buen rato en el vapor y yo, menos resistente al calor, salía y
entraba. Distinguía su voluminosa figura de pie con la espalda pegada a la
pared, aunque a veces se giraba apoyando los brazos en alto. Por supuesto
siempre había uno o varios que lo sobaban por todo el cuerpo, le chupaban las
tetas y le mamaban la polla endurecida. Los acogía a todos con murmullos
incitadores y se dejaba hacer encantado. Cuando el sofoco pudo con él, y sin
prisas para correrse todavía, alcanzó el paño que había dejado en un banco y
sin molestarse en cubrirse salió al exterior. Lo seguí y, después de ducharnos,
decidió darse una vuelta por la zona de cabinas. Vio una abierta y entró, tumbándose
desnudo sobre la cama. Dejé la puerta abierta, ya que él quería probar
suerte, y al seguir yo por el pasillo,
me encontré con un conocido. Era un tipo que me había gustado porque me
recordaba a Javier cuando era más joven y no tan gordo. Además se mostraba muy
calentorro y hacía unas mamadas de fábula. Se alegró de verme y yo le dije que
había venido con Javier, que no conocía aunque le había dado referencias.
Discreto dijo: “Entonces hoy te dejaré con él”. Pero yo enseguida repliqué
señalando la cabina: “No, si está ahí. Ven a verlo”. Se acercó a la puerta y,
nada más vislumbrarlo, exclamó: “¡Jo, qué pedazo de tío!”. Lo invité a avanzar.
“¡Pasa, pasa! Serás bien recibido”.
Entramos los dos y Javier,
obscenamente despatarrado, saludó al ver a contraluz al que me acompañaba:
“¡Hola!”. Le dije: “Este es un conocido mío”. “¡Um!”, masculló Javier, “¿Qué
tal?”. “Yo bien… y tú no hace falta que lo diga”, contestó el otro arrimándose
a la cama. “¿Te gusto?”, volvió a preguntar Javier con voz zalamera y le alargó
una mano. Mi conocido se la cogió y con la otra suya le acarició un muslo. “Si
sigues así me voy a empalmar”, dijo Javier. “Eso me gustará”, replicó mi
conocido, que ahora a dos manos intensificó el manoseo por las piernas,
acercándose estratégicamente al sexo. Javier entonces le estiró del paño, que
cayó al suelo. “A ver qué hay por aquí”. De sobra sabía yo que mi conocido
estaba no menos bien dotado. Ante lo fluido del encuentro, ya cerré la puerta y
me despojé igualmente de mi paño. Algo para mí caería… Más lanzado Javier, se
giró de costado para ver de cerca y sobar la polla del otro, que a su vez ya
tenía agarrada la de él. Las dos desde luego se fueron poniendo duras y Javier
no se privó de darle una chupada a la de mi conocido. Pero éste ya tenía sus
planes y me pidió que me tendiera al lado de Javier. Nos entró por los pies y,
en medio de los dos, nos iba frotando y chupando alternativamente las pollas.
Yo, más lento de reflejos, enseguida la tuve a punto. El otro lo hacía tan
hábilmente como ya me constaba y Javier empezó a manifestar su agrado. “¡Uy,
cariño, qué boca tienes!”. Yo estaba no menos encantado, cuando mi conocido, ya
en pleno dominio de la situación, me pidió que lo abordara por detrás. Así que,
totalmente excitado, bajé de la cama y me arrodillé tras él, que alzó la grupa
y, sin detener la mamada de Javier, me ofreció su apetitoso culo. Le entré sin
apenas esfuerzo y su cuerpo se tensó brevemente por la penetración. Lo follaba
cada vez más encendido y que al mismo tiempo se la siguiera chupando a Javier,
que resoplaba y le sujetaba la cabeza, me aumentaba la calentura. “¡Me voy a
correr!”, avisé ya. Mi conocido asintió con la cabeza sin soltar la polla de
Javier. Me descargué bien a gusto y no me salí hasta que empecé a aflojarme.
Une vez liberado por detrás,
mi conocido se dio un hábil giro par quedar con el culo sobre la polla de
Javier, en la que se dejó caer. Javier exclamó admirado: “¡Uf, eres
insaciable!”. Mi conocido, bien encajado, se removía con pericia. “¡Joder, tío,
cómo te meneas! Estoy ya a cien”, mascullaba Javier que, con un fuerte jadeo,
se vació a su vez. Mi conocido se levantó y, algo tambaleante por el esfuerzo,
bajó de la cama. “No ha estado nada mal ¿verdad?”, dijo con una sonrisa
radiante. Ante lo agotados que nos había dejado a Javier y a mí, le pregunté no
obstante: “¿Y tú qué?”. “Yo ya me apañaré. Hay tiempo ¿no? … Ahora pasamos por
la ducha y os invito a tomar algo”, propuso.
Quedó claro el feeling que se había creado entre mis
dos acompañantes y daba gusto estar sentado entre ellos, con sus paños mal
ajustados que tapaban más bien poco. Javier, al que una vez desfogado y
reconfortado con una copa ya se suele marchar, parecía que esta vez no tenía
ninguna prisa. Se quedó mirando a mi conocido, que ocultaba apenas la polla sin
usar, y de pronto le preguntó a la brava: “¿Me follarías ahora?”. El otro rio.
“Si tienes ese capricho ¿por qué no? Lo haré muy a gusto”.
De modo que volvieron a la
cabina, y yo desde luego me apunté, no dispuesto a perdérmelo. Javier se tiró
de bruces sobre la cama, con el culo bien expuesto. Mi conocido se lo tomó con
calma. Se puso detrás y, primero, se dedicó a sobar las nalgas gordas y
suavemente velludas, metiendo también el canto de las manos por la raja. Javier
tensaba ansioso el cuerpo. Luego el otro se inclinó para acercar la cara. Las
intensas lamidas y los mordisqueos por los bordes de la raja hacían estremecer
a Javier. “¡Uy, cómo me estás poniendo!”. Mientras tanto mi conocido se la iba
meneando para afianzarla y, cuando estuvo a punto, apuntó la polla y se dejó
caer. “¡Ooohhh!”, soltó Javier al sentirla dentro. “¿Te gusta?”, preguntó el
otro. “¡Cómo te digo! ¡Sigue, sigue!”. Mi conocido empezó a arrear con ganas y
Javier se explayaba de gusto. “¡Qué polla más buena tienes! ¡Cómo me gusta!”.
El compenetrado disfrute que se traían dando y tomando era todo un espectáculo.
Mi conocido jugaba a retardarse, con salidas por sorpresa y bruscas clavadas.
Lo cual volvía loco a Javier, que gemía y lo alentaba a la vez. “¡Qué bruto!
¡No pares! ¡Folla, folla!”. “¡Qué culo tienes más caliente!”, replicaba el
otro, cada vez más excitado. “Entre los dos me habéis dejado antes lleno de
leche. Ahora te voy a dar la mía”, avisó. “¡Sí, córrete!”, lo alentó Javier. Mi
conocido incrementó con vehemencia el mete y saca hasta que, con todo el cuerpo
en tensión, se apretó para descargarse en varios espasmos. “¡Joder, todo lo que
me ha salido!”, exclamó. “¡Uf, cómo me has dejado el culo!”, coreó Javier. La
polla de mi conocido salió brillante de humedad y empezó a amorcillarse. Ayudó
a Javier a ponerse bocarriba e intuí que la cosa no había acabado.
Una buena follada activa
siempre la líbido de Javier y, pese a haberse corrido ya poco antes, la que le
había arreado mi conocido le avivó el deseo. Así que siguió despatarrado y se
puso a manosearse la polla con evidente intencionalidad. Mi conocido se rio.
“Aún te quedan reservas ¿eh?”. “¡Uy, sí! Me has vuelto a poner muy caliente”,
afirmó Javier. “Vamos a ayudarte”. Mi conocido me invitó a cooperar y, entre los
dos, fuimos dando chupadas y mamadas a la polla de Javier, que ya estaba
endurecida de nuevo. También íbamos acariciándolo y estrujándole las tetas.
“¡Oh, qué gusto me dais!”, decía él. Pero ya le urgía el desfogue y desplazó nuestras bocas para
tomar el dominio manual de su polla. Se la meneó con energía y, cuando brotó el
primer borbotón de leche, mi conocido arrimó la lengua para irla recogiendo.
Javier se estremeció con el roce pero lo dejó sorber hasta que limpió la polla.
“¡Uf, qué buen remate!”, exclamó Javier que, mientras se levantaba, dijo a mi
conocido haciéndose la víctima: “Has hecho conmigo lo que has querido”. El otro
rio con ganas. “¡Anda que no os lo habéis pasado bien los dos…!”. Ya plegamos
velas y mi conocido, como despedida, nos dijo: “Si volvemos a encontrarnos, ya
sabéis…”.
Me psrece que ya lei antes este relato, es una redicion acaso?.
ResponderEliminarEs posible. Algo había escrito sobre saunas.
EliminarYa paso mas de un mes, y agosto esta a la vuelta de la esquina. ¿Hay alguna señal de vida tuya siquiera?.
ResponderEliminarGracias por tu interés pero voy escaso de material y me tocan vacaciones
EliminarDisfruta de las vacaciones y recopila muchas experiencias para futuros relatos.
ResponderEliminarBuenas vacaciones crack.
Gracias, igualmente
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