viernes, 21 de junio de 2019

Tardes de sauna


Mi amigo Javier, alto, grueso y velludo, a sus cerca de sesenta años tiene un cuerpo que desde luego resulta ideal para los adictos a hombres maduros y robustos como él, entre los que desde luego me encuentro. Por ello le excita el atractivo que suele desplegar y lo provoca con gran desinhibición en cuanto se le presenta la oportunidad.

Una de las ocasiones en que se desfoga a base de bien es cuando me propone que vayamos juntos a la sauna. Ya sé que ese día lo que me va a apetecer es, más que ligar por mi cuenta, seguir de cerca cómo se mueve a sus anchas, lo que a él por su parte también le gusta, haciéndome partícipe de sus éxitos.

Ya cuando cogemos las llaves de las dos taquillas, que suelen ser consecutivas, y pasamos al vestuario, donde siempre hay cierto movimiento de los que se desvisten o visten y de los oteadores de las novedades, empiezo a no perderlo de vista. No será por falta de costumbre de verlo desnudarse integralmente, pero la forma en que lo hace allí, consciente de las miradas que recaen sobre su voluminoso cuerpo, me resulta de lo más morboso. Nos ponemos los paños para la cintura, pero él se cuida de doblarlo por la mitad para que le cubra lo menos posible. Así nos dirigimos a las duchas. Escogemos dos juntas y, mientras se enjabona, no resisto la tentación de acariciarle el culo y sobarle la polla espumante. “¡Uf! Mira como me estás poniendo”, dice al apuntarle una erección. A pesar de ella no se molesta ya en ceñirse el paño y atraviesa el espacio común para acceder a la sala de vapor, a la que le acompaño.

Así empieza el ritual que siempre sigue. Entra decidido en las brumas vaporosas, donde hay que acostumbrar la vista para empezar a captar las formas que hay por allí. Pero él ya tiene decidida su posición. Se coloca de pie a espaldas de la pared y suelta el paño sobre un banco. Como le sigo rezagado, tira de mí y nos ponemos a besarnos. Bajo la boca hacia sus tetas, que chupo y mordisqueo, a la vez que le manoseo la polla y los huevos. Sus murmullos placenteros hacen de reclamo para indicar a otros su disponibilidad. Enseguida, alguno que ya estaba dentro se le acerca y lo tantea. Yo le cedo espacio, aunque no dejo de seguir chupando una teta para darle pistas. Si el otro se amorra también, Javier lo acoge pasándole los brazos por los hombros y exagera sus murmullos, buscándole la boca para besarlo. Por supuesto el captado lleva las manos a la polla endurecida, la soba y a veces se agacha para chuparla. Hay que decir que Javier, en este lance, no hace distinción entre gordo o delgado, mayor o más joven. Lo que aprecia es el deseo que le ponen en el ataque. Es frecuente además que se junte más de uno en meterle mano. Si se trata de alguien que entra después y se acerca con el despiste inicial, Javier no duda en alargar un brazo hacia él para atraerlo. Como no a todos les gustan los gordos, hay quien se aparta, pero casi siempre caen en la incitación. En cuanto a los que se la chupan, si lo hacen a su gusto, les deja seguir hasta el límite, pero siempre controlando el placer… No es momento todavía para correrse. No siempre permanece Javier en esa posición de espaldas a la pared, pues también le gusta darse la vuelta para provocar con el culo. Le encanta que se lo soben y hasta que se restrieguen por él, con amagos de penetración, que a veces permite brevemente. No es raro que lo achuchen simultáneamente por delante y por detrás.

Cuando considera que ya le han dado un buen repaso y le agobia el calor de los vapores, sale para darse una ducha. Luego me busca para que vayamos a tomar algo al bar. Allí su provocador exhibicionismo no cesa. Aunque lleva puesto el paño, también lo enrolla de forma que, con su corpulencia, le tape lo justo. Al apoyarse en la barra para pedir las bebidas, por detrás le asoma medio culo. Luego se encarama de lado a un taburete con los talones sobre el reposapiés, lo que le hace mantener las piernas separadas. Con el paño estirado casi al nivel de las ingles, muestra lo que le cuelga a todo el que quiera ver. Desde luego, los ojos se le van a los que pasan por allí y también a los que ocupan alguna mesa. Si las miradas son más directas, Javier las corresponde con pícaras sonrisas. Me contagio de su desvergüenza y no me privo de darle algunas caricias en las tetas e incluso en los provocadores colgantes, que el recibe complacido incluso marcando una impúdica erección. Aprovechamos para comentar lo hecho hasta el momento y lo que le apetece hacer a continuación. A partir de aquí pueden darse varias opciones según días…

Cuando decide repetir en el vapor y como ya se ha lucido suficientemente, suele seguirlo alguno que ya va a cosa hecha. Recuerdo el caso de un tipo gordote y barbudo, cuya afición principal es hacer mamadas, como yo tenía ya constatado. Entra detrás de nosotros en el vapor y enseguida localiza a Javier. No se lo piensa dos veces y se acuclilla delante de él para atrapar la polla con la boca, con la habilidad que lo caracteriza. Javier da un respingo ante la contundencia de la chupada y gime teatrero. Tras esta primera chupada, el otro se levanta y, excitado, se pone a morrear a Javier. Bien sabía yo que los morreos con lengua también le privan. Lo cual no impide sin embargo que le diga: “Tienes una polla riquísima”. “¿Sí? ¿Te gusta? La tengo llena de leche”, contesta Javier ya dispuesto. El otro, para mayor comodidad, se sienta en un banco bajo y agarra de los muslos a Javier atrayéndolo hacia él. La mamada ya es continua y Javier la disfruta con las manos sobre su cabeza y emitiendo murmullos. Ahora sí que quiere llegar hasta la final. Yo, sin interferir en la acción, me pongo a acariciar el culo de Javier, que gira la cabeza para que lo bese. Pronto se tensa y resopla. El otro sigue amorrado hasta que Javier se aparta. “¡Uf, qué pasada!”, exclama. Ya tantea buscando su paño y sale directo hacia una ducha. El otro le va detrás y se coloca en la de al lado. Se sonríen contemplándose satisfechos. “¡Qué a gusto me he quedado!”, dice Javier. “Estás buenísimo ¿Vendrás otro día?”, pregunta el otro. “No lo dudes”, afirma Javier. Este da ya por acabada la jornada y enseguida va a vestirse. Cuando se marcha, yo me quedó todavía un rato más, con ganas de descargar la calentura que me ha quedado. Y es precisamente el que se la acaba de chupar a Javier quien también me deja aliviado poco después.

No siempre la segunda incursión en la sala de vapor resulta tan productiva para Javier. A veces el que pretende acapararlo es un tío de esos pesados que tocan con poca gracia, con apretujones molestos, u otro que de buenas a primeras quiere hacerle bajar la cabeza para que se la chupe. Javier se deshace de ellos educada pero firmemente y, si no hay nada mejor, opta por salir. Entonces me dice: “Vamos a dar una vuelta”. Recorremos las zona de pasillos, cabinas y cuartos de achuche más o menos oscuros. Pero a él, con la calentura todavía incólume, se le ocurre una opción bien llamativa. Hay una sala cuadrada en cuya pared del fondo se proyectan en gran tamaño películas porno, que suelen ser de jovenzuelos folla que te folla. Una mampara separa el acceso del resto de la sala, en cuyo centro hay dos tumbonas juntas, una de ellas pegada a la mampara y la otra con un espacio hasta la bancada que bordea la sala. Todo queda crudamente iluminado por la película en proyección y no suele haber más de dos o tres personas, bien en alguna de las tumbonas, bien en los bancos detrás o al lado de éstas. Pues allí se asoma Javier, y yo lo sigo discretamente. Solo hay un hombre bastante mayor y delgado, con el paño puesto y medio adormilado, en la tumbona junto a la mampara. Javier se echa tranquilamente en la otra y yo me siento en el banco cerca de él. Pero no es el interés por la película lo que le atrae, sino la más descarada provocación. Rápidamente se despoja del paño y se despatarra con total desvergüenza. Empieza a manosearse la polla, que no tarda en endurecerse. El hombre de al lado lo mira con asombro sin atreverse a tocarlo, aunque llega a acariciarse él mismo por encima del paño. Pero la intención de Javier va más allá.

Como es habitual, hay individuos que se van asomando por el extremo de la mampara y que, al ver a Javier, tienen reacciones diversas. Alguno mira y se va, como si el espectáculo le pareciera demasiado explícito. Otros sobrepasan la mampara y se quedan allí parados atentos a los manejos de Javier, o lo imitan tocándose a su vez. A todos ellos va dirigida su incitación y sigue meneándosela con descaro. Es difícil sin embargo que alguien se anime, con tanta luz y tan a la vista. Llega un momento en que me da la impresión de que Javier no va a parar en su masturbación y que, puesto que nadie se decide atacarle, les va a ofrecer una buena corrida a los mirones. Pero de pronto un tipo cincuentón y algo llenito se decide y avanza para colocarse de pie junto a Javier. Este le sonríe y tiende una mano buscándole la polla por debajo del paño, que acaba cayendo. A partir de ese momento el espontáneo se comporta con no menos desinhibición que Javier. Se le sienta a los pies y, con el cuerpo girado, le busca la polla que frota ya bien dura. Retorciéndose le levanta una pierna para meterse debajo y lleva la boca a la entrepierna. Excitadísimo chupa la polla y lame los huevos. Javier, encantado, se deja hacer en tan lujuriosa postura, mientras el de la tumbona de al lado, casi acorralado pero espabilado con el espectáculo, se la menea por debajo del paño. Hay también un tío que sentado atrás se decide a llevar las manos a las tetas de Javier y las va sobando y pellizcando con complacencia por parte de este. El de abajo sigue mamando con ansia y Javier unas veces le sujeta la cabeza y otras la aparta para meneársela él mismo. Pero aquel parece dispuesto a sacarle todo el jugo y al menor indicio de que llega el clímax se amorra con firmeza. Javier ya se deja ir entre suspiros mientras el otro va sorbiendo su leche. Luego lame y relame hasta que Javier tira de él para abrazarlo. Pero cumplido su deseo, el otro no pide más, pues se levanta, se pone el paño y, como si solo entonces se diera cuenta del espectáculo que habían dado, se marcha rápido. Javier sigue reposando unos minutos con la respiración acelerada y en su desvergonzado despatarre. Cuando se levanta y pasa entre los mirones noto que me busca con la vista mientras se dirige a las duchas. Entonces me uno a él y, los dos bajo el agua, declara: “Ha sido estupendo”. “¿La mamada o montar el numerito?”, le pregunto irónico. “Las dos cosas”, reconoce. Luego vamos al bar y el que acaba de ser su compinche pasa un par de veces por delante de nosotros, pero se limita a sonreír… Así suelen ir las cosas en la sauna, y a Javier es lo que le encanta: disfrutar a tope sin más explicaciones.

En otra ocasión Javier llevaba un buen rato en el vapor y yo, menos resistente al calor, salía y entraba. Distinguía su voluminosa figura de pie con la espalda pegada a la pared, aunque a veces se giraba apoyando los brazos en alto. Por supuesto siempre había uno o varios que lo sobaban por todo el cuerpo, le chupaban las tetas y le mamaban la polla endurecida. Los acogía a todos con murmullos incitadores y se dejaba hacer encantado. Cuando el sofoco pudo con él, y sin prisas para correrse todavía, alcanzó el paño que había dejado en un banco y sin molestarse en cubrirse salió al exterior. Lo seguí y, después de ducharnos, decidió darse una vuelta por la zona de cabinas. Vio una abierta y entró, tumbándose desnudo sobre la cama. Dejé la puerta abierta, ya que él quería probar suerte,  y al seguir yo por el pasillo, me encontré con un conocido. Era un tipo que me había gustado porque me recordaba a Javier cuando era más joven y no tan gordo. Además se mostraba muy calentorro y hacía unas mamadas de fábula. Se alegró de verme y yo le dije que había venido con Javier, que no conocía aunque le había dado referencias. Discreto dijo: “Entonces hoy te dejaré con él”. Pero yo enseguida repliqué señalando la cabina: “No, si está ahí. Ven a verlo”. Se acercó a la puerta y, nada más vislumbrarlo, exclamó: “¡Jo, qué pedazo de tío!”. Lo invité a avanzar. “¡Pasa, pasa! Serás bien recibido”.

Entramos los dos y Javier, obscenamente despatarrado, saludó al ver a contraluz al que me acompañaba: “¡Hola!”. Le dije: “Este es un conocido mío”. “¡Um!”, masculló Javier, “¿Qué tal?”. “Yo bien… y tú no hace falta que lo diga”, contestó el otro arrimándose a la cama. “¿Te gusto?”, volvió a preguntar Javier con voz zalamera y le alargó una mano. Mi conocido se la cogió y con la otra suya le acarició un muslo. “Si sigues así me voy a empalmar”, dijo Javier. “Eso me gustará”, replicó mi conocido, que ahora a dos manos intensificó el manoseo por las piernas, acercándose estratégicamente al sexo. Javier entonces le estiró del paño, que cayó al suelo. “A ver qué hay por aquí”. De sobra sabía yo que mi conocido estaba no menos bien dotado. Ante lo fluido del encuentro, ya cerré la puerta y me despojé igualmente de mi paño. Algo para mí caería… Más lanzado Javier, se giró de costado para ver de cerca y sobar la polla del otro, que a su vez ya tenía agarrada la de él. Las dos desde luego se fueron poniendo duras y Javier no se privó de darle una chupada a la de mi conocido. Pero éste ya tenía sus planes y me pidió que me tendiera al lado de Javier. Nos entró por los pies y, en medio de los dos, nos iba frotando y chupando alternativamente las pollas. Yo, más lento de reflejos, enseguida la tuve a punto. El otro lo hacía tan hábilmente como ya me constaba y Javier empezó a manifestar su agrado. “¡Uy, cariño, qué boca tienes!”. Yo estaba no menos encantado, cuando mi conocido, ya en pleno dominio de la situación, me pidió que lo abordara por detrás. Así que, totalmente excitado, bajé de la cama y me arrodillé tras él, que alzó la grupa y, sin detener la mamada de Javier, me ofreció su apetitoso culo. Le entré sin apenas esfuerzo y su cuerpo se tensó brevemente por la penetración. Lo follaba cada vez más encendido y que al mismo tiempo se la siguiera chupando a Javier, que resoplaba y le sujetaba la cabeza, me aumentaba la calentura. “¡Me voy a correr!”, avisé ya. Mi conocido asintió con la cabeza sin soltar la polla de Javier. Me descargué bien a gusto y no me salí hasta que empecé a aflojarme.

Une vez liberado por detrás, mi conocido se dio un hábil giro par quedar con el culo sobre la polla de Javier, en la que se dejó caer. Javier exclamó admirado: “¡Uf, eres insaciable!”. Mi conocido, bien encajado, se removía con pericia. “¡Joder, tío, cómo te meneas! Estoy ya a cien”, mascullaba Javier que, con un fuerte jadeo, se vació a su vez. Mi conocido se levantó y, algo tambaleante por el esfuerzo, bajó de la cama. “No ha estado nada mal ¿verdad?”, dijo con una sonrisa radiante. Ante lo agotados que nos había dejado a Javier y a mí, le pregunté no obstante: “¿Y tú qué?”. “Yo ya me apañaré. Hay tiempo ¿no? … Ahora pasamos por la ducha y os invito a tomar algo”, propuso.

Quedó claro el feeling que se había creado entre mis dos acompañantes y daba gusto estar sentado entre ellos, con sus paños mal ajustados que tapaban más bien poco. Javier, al que una vez desfogado y reconfortado con una copa ya se suele marchar, parecía que esta vez no tenía ninguna prisa. Se quedó mirando a mi conocido, que ocultaba apenas la polla sin usar, y de pronto le preguntó a la brava: “¿Me follarías ahora?”. El otro rio. “Si tienes ese capricho ¿por qué no? Lo haré muy a gusto”.

De modo que volvieron a la cabina, y yo desde luego me apunté, no dispuesto a perdérmelo. Javier se tiró de bruces sobre la cama, con el culo bien expuesto. Mi conocido se lo tomó con calma. Se puso detrás y, primero, se dedicó a sobar las nalgas gordas y suavemente velludas, metiendo también el canto de las manos por la raja. Javier tensaba ansioso el cuerpo. Luego el otro se inclinó para acercar la cara. Las intensas lamidas y los mordisqueos por los bordes de la raja hacían estremecer a Javier. “¡Uy, cómo me estás poniendo!”. Mientras tanto mi conocido se la iba meneando para afianzarla y, cuando estuvo a punto, apuntó la polla y se dejó caer. “¡Ooohhh!”, soltó Javier al sentirla dentro. “¿Te gusta?”, preguntó el otro. “¡Cómo te digo! ¡Sigue, sigue!”. Mi conocido empezó a arrear con ganas y Javier se explayaba de gusto. “¡Qué polla más buena tienes! ¡Cómo me gusta!”. El compenetrado disfrute que se traían dando y tomando era todo un espectáculo. Mi conocido jugaba a retardarse, con salidas por sorpresa y bruscas clavadas. Lo cual volvía loco a Javier, que gemía y lo alentaba a la vez. “¡Qué bruto! ¡No pares! ¡Folla, folla!”. “¡Qué culo tienes más caliente!”, replicaba el otro, cada vez más excitado. “Entre los dos me habéis dejado antes lleno de leche. Ahora te voy a dar la mía”, avisó. “¡Sí, córrete!”, lo alentó Javier. Mi conocido incrementó con vehemencia el mete y saca hasta que, con todo el cuerpo en tensión, se apretó para descargarse en varios espasmos. “¡Joder, todo lo que me ha salido!”, exclamó. “¡Uf, cómo me has dejado el culo!”, coreó Javier. La polla de mi conocido salió brillante de humedad y empezó a amorcillarse. Ayudó a Javier a ponerse bocarriba e intuí que la cosa no había acabado.

Una buena follada activa siempre la líbido de Javier y, pese a haberse corrido ya poco antes, la que le había arreado mi conocido le avivó el deseo. Así que siguió despatarrado y se puso a manosearse la polla con evidente intencionalidad. Mi conocido se rio. “Aún te quedan reservas ¿eh?”. “¡Uy, sí! Me has vuelto a poner muy caliente”, afirmó Javier. “Vamos a ayudarte”. Mi conocido me invitó a cooperar y, entre los dos, fuimos dando chupadas y mamadas a la polla de Javier, que ya estaba endurecida de nuevo. También íbamos acariciándolo y estrujándole las tetas. “¡Oh, qué gusto me dais!”, decía él. Pero ya le urgía  el desfogue y desplazó nuestras bocas para tomar el dominio manual de su polla. Se la meneó con energía y, cuando brotó el primer borbotón de leche, mi conocido arrimó la lengua para irla recogiendo. Javier se estremeció con el roce pero lo dejó sorber hasta que limpió la polla. “¡Uf, qué buen remate!”, exclamó Javier que, mientras se levantaba, dijo a mi conocido haciéndose la víctima: “Has hecho conmigo lo que has querido”. El otro rio con ganas. “¡Anda que no os lo habéis pasado bien los dos…!”. Ya plegamos velas y mi conocido, como despedida, nos dijo: “Si volvemos a encontrarnos, ya sabéis…”.


6 comentarios:

  1. Me psrece que ya lei antes este relato, es una redicion acaso?.

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  2. Ya paso mas de un mes, y agosto esta a la vuelta de la esquina. ¿Hay alguna señal de vida tuya siquiera?.

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    1. Gracias por tu interés pero voy escaso de material y me tocan vacaciones

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  3. Disfruta de las vacaciones y recopila muchas experiencias para futuros relatos.
    Buenas vacaciones crack.

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