viernes, 2 de diciembre de 2016

Intercambio de parejas - Adenda


Hay quienes se han preguntado cómo se las apañó Pedro para vencer la resistencia de Javier a que le diera por el culo y si éste acabó tomándole gusto. Pues bien, todo empezó en uno de esos viajes en que las habitaciones de matrimonio del hotel se repartían armoniosamente por la noche, las esposas en una y los esposos en otra.

Habían compartido los cuatro una copiosa cena, en la que no había faltado una ingestión abundante de alcohol. Parece ser que a quien más efecto le había producido el exceso fue a Javier. Hasta el punto de que, cuando subieron a la habitación, éste se dejó caer de bruces sobre la cama vestido tan cual estaba. “Me da vueltas la cabeza”, comentó. Pedro, solícito, le dijo: “No te irás a quedar dormido así con toda la ropa puesta”. Hay que decir que era verano riguroso y que ambos vistieron para la cena elegantes pantalones de lino y polos de marca. “¡Um, déjame un ratito!”, lloriqueó Javier. “¡Venga, hombre, que yo te ayudo!”. Pedro, al que aparte de su buena intención también le daba morbo desnudar a Javier, se aprestó a sacarle la ropa. Javier, como un peso muerto, se dejaba manejar sin cambiar de posición con murmullos ininteligibles. Solo cuando Pedro le hubo sacado los calzoncillos, murmuró tontorrón: “¡Uy, qué atrevido!”. Pedro también se desnudó rápidamente.

Javier, con la cara apoyada en la almohada, soltó de pronto: “Seguro que me estás mirando el culo”. Pedro resopló. “Ya sabes que me gusta”. Tras una pausa, Javier preguntó: “¿Me lo quieres tocar un poquito?”. La blandenguería etílica que hacía bajar las defensas de Javier estaba poniendo negro a Pedro. Además, aunque éste iba también algo cargado de alcohol, el efecto en él había sido el de potenciarle la líbido. Así pues Pedro se subió a la cama y se arrodilló entre las piernas de Javier. El culo que éste pedía ahora que le tocara se le presentaba tentador con sus redondeces y suave vello. Plantó las manos sobre él con unas caricias contenidas. “¡Uy, qué bien los haces! Tienes las manos muy calientes”, farfulló Javier. “¡Tu culo sí que está caliente!”, replicó Pedro que, cada vez más excitado, le separaba ya las nalgas para abrir la raja. Pasó los dedos por ella y cosquilleó el ojete. “¿Qué buscas por ahí?”,  preguntó marrullero Javier.

Pedro tuvo ya un arrebato y llevó la cara a la raja. Sacó la lengua y le dio un lametón. “¡Oy, eso me gusta!”, exclamó Javier. Pedro siguió lamiendo y mordisqueando, alentado por los murmullos que oía. Ya no se resistió a meter el índice, que resbaló ayudado por la saliva. “¡Uf, qué bruto!”, protestó tibiamente Javier, “Ya te he dicho que por ahí no”. Pero no hizo ningún movimiento de rechazo y Pedro, manteniendo el dedo dentro, lo fue girando. “Si tienes una agujero muy ancho… ¿No notas lo bien que entra?”. Para demostrarlo sacó el dedo y lo cambió por el pulgar. Javier dio un respingo. “¡Uy, ese es más gordo!”. “Si a ti te entra cualquier cosa… ¿No me dejarías probar lo que sabes que me apetece tanto?”, pidió Pedro con tono persuasivo. “Es que tu polla me da miedo”. “¿Por qué? Con lo que te gusta chuparla”. “El culo no es como la boca”. “¿No ves lo que te estoy haciendo y no te enteras?”. Porque en este diálogo de borrachos Pedro seguía frotándole con el dedo gordo mientras con la otra mano se meneaba su polla tiesa al máximo, y Javier, sin mirarlo, hablaba premiosamente con la cara sin despegar la almohada. “Me está escociendo”, alegó. “Una polla es más suave”, insistió Pedro.

Como Javier se quedó callado, temió que se hubiera dormido. Sin embargo, de pronto soltó: “¡Pesao que eres!... ¡Hala, prueba un poco ahora que estoy medio anestesiado!”. Pedro no se lo pensó dos veces. Sacó el dedo y apuntó la polla. Su intención era proceder con la mayor delicadeza, pero se produjo un imprevisto. Entre la excitación y cierta torpeza en el autocontrol debida al alcohol, la mano en que se apoyaba para amortiguar el ataque resbaló en la superficie satinada de la colcha que Javier no se había molestado en apartar. Así que la polla se le clavó entera de un solo golpe. Javier lanzó tal aullido que Pedro se paralizó asustado. Quiso disimular la fechoría. “¡Ya está! Toda dentro”. “Te dije un poquito”, gimoteó Javier, “Pero ya que está déjala quieta ahora”. Pedro, que de momento estaba encantado con la caliente presión que sentía en la polla, dijo cínicamente: “¿Ves que no era para tanto?”. “Cómo se nota que no es tu culo”, replicó Javier quejumbroso.

Pero Javier seguía aguantando la polla bien adentro, como si se hubiera acostumbrado a ella. Pedro entonces fue sacándola poco a poco, pero solo para volverla a meter. “Me da mucho gusto ¿sabes?”. “Ahora me ha dolido menos”, reconoció Javier. Pedro ya fue a por todas y se puso a bombear, primero con más suavidad, pero luego con energía. “¡Oh, oh, cómo me arreas!”, exclamaba Javier. “Estoy ya muy caliente”, decía Pedro. “¿Te vas a correr?”. “No tardaré ¿Te está gustando?”. “No sé… Es raro. Dale un poco más”. A Javier le parecía que el dolor inicial, aunque persistía, lo iba superando una sensación que, en su brumosa mente, no sabría definir. Cuando Pedro avisó “¡Ya me viene!”, a Javier no le habrían sobrado unas arremetidas más. Pedro dejó caer todo su cuerpo sobre el de Javier, que notó cómo la polla se iba retrayendo y le salía del culo. Las emociones y la borrachera se combinaron letalmente, dejándolos sin ánimos para cualquier comentario. Ambos cayeron en un sueño profundo.

A las pocas horas, ya de día, Javier se despertó con una descarada erección. Pedro se burló. “Lo has debido pasar muy bien esta noche”. Javier recordó. “Cómo te aprovechaste de mí ¿eh?”. “¡Calla! Si lo estabas deseando… No hacías más que provocarme”, siguió Pedro. “Si tú lo dices…”, zanjó Javier, que no quería  polemizar sobre el tema. Sin embargo añadió: “El caso es que ahora me arde el culo y tengo una calentura tremenda”. “¡Claro!”, dijo Pedro que estaba de muy buen humor, “Te quedaste dentro el gusto que te di y ahora quiere tener salida”. “Será eso”, replicó Javier con la mente todavía algo espesa. Pedro se sintió generoso. “¿Quieres que te la chupe?”. “¡Uy, sí! Me vendrá de coña”. Pero Javier aprovechó para reivindicar: “Para compensar que anoche te saliste con la tuya ¿aguantarás mi polla en la boca hasta después de que me corra?”. Porque, así como Javier cada vez que le hacía una mamada se tragaba bien a gusto la leche de Pedro, aunque éste también se la mamaba muy eficientemente, todavía se las apañaba para que la leche no le entrara en la boca. Y esto a Javier no le hacía gracia. Pedro consideró, puesto que Javier al fin se había dejado dar por el culo, que era justo aceptarle ese capricho. Así pues, se amorró a la polla de Javier y se esmeró chupándola y lamiéndola. “¡Uf, cómo necesitaba esto hoy!”, exclamó Javier encantado. Esta vez Pedro incrementó la succión pese a notar que Javier empezaba a resoplar y su cuerpo temblaba. A éste le encantó vaciarse al completo en la boca de Pedro, que tragaba hasta el final. Cuando se hubo relamido quiso aclarar: “¿Así que voy a poder seguir usando tu culo?”. Javier, acabado de satisfacer, concedió: “¿Por qué no? Me gustará volverlo a hacer cuando no esté borracho”.

Cuando más tarde se encontraron con sus mujeres, los encontraron más risueños que de costumbre. Entonces ellos explicaron enigmáticos: “Hemos hecho algo que vosotras nunca podréis hacer”. Pero la impertinente Rita le soltó a Pedro algo que los dejó perplejos: “No me digas que por fin le has dado por el culo a Javier ¡Ya era hora!”. ¿Cómo lo habría adivinado?

3 comentarios:

  1. Está muy pero muy bien, me masturbe durante casi todo el relato para luego terminar con la foto, sigue así por favor

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  2. Por Diós!!! Victor... Me masturbo mas ahora a los 46 años con tus relatos que a los 18 años... Soy de Buenos Aires Argentina y me gustaría conocerte (en fotos al menos). Soy José.

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    1. Gracias, pero prefiero que cada uno me imagine como quiera. También hay morbo ahí...

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