jueves, 6 de diciembre de 2012

Oferta morbosa


Me dejó intrigado el mensaje que me enviaste: “He quedado con unos amigos para que me toquen y si quieres verlo, pues ningún problema…”. Me extrañó que dieras  a conocer tu ligue con quienes supuse –como efectivamente era– habrías contactado por la web, pero lo que más me sorprendió fue tu ofrecimiento de veros en acción. La verdad es que la propuesta me interesó mucho y la entendí mejor cuando me la explicaste. Se trataba de una pareja que buscaba un tipo como tú y que presumía de cerrada y de que solo tenía relaciones si eran con los dos. Tú les dijiste que también tenías un amigo y que, aunque no encajara en sus gustos, querrías que al menos estuviera presente. Como no pusieron inconvenientes, de ahí tu invitación. Aunque ya habíamos hecho algún trio e, incluso, cuarteto, siempre había sido con conocidos de los dos, y con participación de todos. Precisamente, una de mis fantasías es la de verte actuar por tu cuenta, con elegidos por ti y sin mi intervención. Ahora no se iba a tratar de observar más o menos subrepticiamente, sino de una presencia consentida. Esto me excitaba sobremanera y acepté encantado, quedando claro que, para evitar interferencias, en todo caso me mantendría en un segundo plano.

Te habías citado en casa de la pareja. Solo conocías de ellos alguna foto y las frases subidas de tono que os habías intercambiado. Tras las presentaciones, enseguida quedó claro el terreno de juego. Ellos solo estaban interesados en ti, como hombre grande, rollizo y velludo. Pero a su vez, el que ellos no ejercieran un especial atractivo para mí facilitaba las cosas. De todos modos confirmamos que mi papel consistiría en ver, oír y callar, sin pretensión participativa alguna. Ni siquiera me aligeraría de ropa. Desde el primer momento me fijé en las miradas libidinosas con que la pareja te repasaba. Seguro que se congratulaban de haberte ligado. A ti se te notaba la excitación de sentirte deseado e incluso de exhibirlo ante mí.

Por lo que se refiere a los anfitriones, uno era más bien joven, delgado y lampiño. Se declaró preferentemente pasivo. He de reconocer que tenía un buen cuerpo. El otro, mayor, no mucho más grueso, algo velludo y canoso. Lo que más llamaba la atención era que tenía una polla bastante grande. Todo esto lo capté cuando, en unos preliminares algo fríos, os fuisteis  desnudando, para enseguida pasar al dormitorio, que sería el teatro de operaciones. Por supuesto, os seguí y me acomodé en una butaca hacia un rincón. Evidentemente eras la novedad y, por lo que a mí respecta, pese a tenerte bien conocido, el que más me interesaba. Recordé la frase de tu mensaje “…para que me toquen…”, pero no dudaba en que habría mucho más.
 
Con una estudiada pasividad ofreciste tu cuerpo a la pareja. El joven empezó a acariciarte el pecho y la barriga para, a continuación, aplicar la boca a tus pezones. Siempre teatral, emitías sonoros gemidos acompasados a las chupadas que te daba. Ya te crecía la polla y el joven se puso a sobártela. Mientras, el mayor, a tu espalda, te tocaba el culo y llegó a ponerse en cuclillas para darte lametones en la raja. En cuestión de pollas, así como la del joven mostraba tan solo una discreta media erección, la del mayor iba alcanzando un considerable volumen. Cuando la viste, llegasteis a ofrecer una atractiva imagen plástica: te inclinaste para chuparla y el joven, sentado en el suelo por debajo, te la chupaba a ti.
 
Te propusieron que pasarais a la cama y tú, siguiendo tu tendencia natural, te tumbaste bocabajo, removiendo el culo provocativamente. Pero ellos, cada uno a un lado, tenían ganas de disfrutar de tu cuerpo. Te hacían girar hacia uno y hacia el otro besándote en profundidad; a veces las dos lenguas se hundían juntas en tu boca. Simultáneamente se redoblaron las caricias y el sobeo, en las que tomabas parte, pellizcando y chupándoles las tetillas. El joven fue bajando para llegar a tu polla. Te la sorbía y lamía los huevos, lo que volvía a arrancarte gemidos. El mayor, entonces, se arrodilló junto a tu cara ofreciéndote la suya. Lo miraste sonriendo y la alcanzaste con la boca. Así pude verte mamado y mamando, y me excité por lo que había de venir.
 
Trabajada por la boca del joven, tu polla se hallaba en máxima tensión. Entonces aquél  dijo: “Habías hablado de que querías follarme ¿verdad?” (Supuse que sería uno de los temas que habrían salido en el chat). Sonreíste con picardía y le pediste que se pusiera bocabajo. Él te advirtió: “Cuando vayas a penetrarme, avisa”, y mostró un condón que puso a la vista. El mayor os dejó espacio y quedó sentado en una esquina. Tuviste a tu disposición ese cuerpo liso y de culo resaltado que se te entregaba. Primero te echaste sobre él y te restregabas descargando tu peso. Le pediste al mayor si tendrían aceite y te alargó un frasco. Ibas rociando la espalda y los glúteos, y volvías a restregarte con más vehemencia. Echándote aceite en la mano se lo extendiste por la raja. Cuando le metías algún dedo, el joven daba un respingo. Te incorporaste sobre tus rodillas y te untaste la polla endurecida. Entonces fue el mayor quien se encargó de colocarte el condón. Cogiéndotela con una mano tanteaste dos o tres veces el agujero y por fin empezaste a entrarle. Al ver la excitación reflejada en tu cara congestionada, me di cuenta de que era la primera vez que te veía follar así. Conmigo siempre soy yo el activo y, si en algún zafarrancho entre varios lo habías hecho, estaría yo demasiado ocupado para fijarme. Ahora, en mi posición de observador, verte actuar con tanta vehemencia me puso muy cachondo.
 
El joven, al principio, te recibió quieto y silencioso (ya debía estar habituado a una polla grande) pero, cuando volcado encima, te movías con golpes de cadera, empezó a emitir murmullos de placer. Esto te enardeció y aumentabas la intensidad de las embestidas. Me gustaba ver las contracciones de tu culo acompañando el bombeo. Exaltado, quisiste que la penetración fuera más intensa, salvando el tope que hacía tu barriga. Hiciste que el joven se elevara sobre sus rodillas y tú, más en vertical, volviste a acoplarte. El joven acusaba la mayor contundencia de tus acometidas con quedos gemidos, mientras tu excitación iba llegando a la cima. Poco a poco fuiste ralentizando tus movimientos hasta derrumbarte sobre el joven, quien quedó aplanado a su vez. Tu polla fue saliendo, arrastrando consigo la bolsa repleta del condón. El joven se liberó de tu peso y te impulsó a ponerte bocarriba. Al tiempo que te daba un profundo beso, te ofreció una toallita para que te limpiaras al quitarte la goma.
 
Tanto el mayor como yo no perdíamos ni un detalle de vuestros actos, e incluso llegamos a cruzar alguna mirada cómplice. Claro que nuestras actitudes habían de ser muy distintas. Por su parte, él sobre la cama también, desnudo y estimulando su erección, daba rienda suelta a un disfrute morboso de la posesión de su pareja por un extraño. En tanto que yo, fiel a lo convenido, me mantenía en una discreción absoluta, aunque llevara mi excitante procesión por dentro.

Quedaste relajado y despatarrado. Se te notaba la satisfacción por lo realizado. Pero el mayor estaba ya muy caliente y exhibía su gorda polla bien dispuesta. Estaba claro lo que pretendía, y que tú también lo deseabas para completar tu placer. No hicieron falta palabras para que te dieras la vuelta ofreciéndote. Mientras el mayor te acariciaba la espalda y el culo, el joven se encargó de ponerle un condón. Antes de proceder, te roció la raja con aceite y hurgó para lubricarte. La entrada de los dedos la acompañabas con sonidos guturales. Ya listo, el mayor dirigió su polla a tu agujero y fue metiéndotela con cuidado. No escatimabas los gemidos y los murmullos de incitación. Una vez adentro del todo, te hizo separar los muslos con sus rodillas e inició un mete y saca in crescendo que iba haciendo tus delicias. Tú mismo, en un arrebato, elevaste la grupa y metiste un cojín bajo tu barriga. Facilitabas así la penetración que tu partenaire reforzaba asiéndote de las caderas. Tenía bastante resistencia y tú te quejabas falsamente (Bien sé que eres insaciable). “¡Me corro!”, exclamó al fin el mayor apretándose a tu culo con fuerza. Tuvo varios espasmos y fue saliendo, para quitarse el condón a continuación. Aún apoyó unos segundos el grueso miembro sobre la raja. Te dejaste caer derrengado y él preguntó: “¿Qué? ¿Bien?”. Al volver a ponerte bocarriba respondiste: “Espero que también para vosotros”.
 
Desde luego se notaba que habías colmado sus expectativas y tú te complacías en ello. Hasta el punto de que, en ese momento en que cabía preguntarse ¿y ahora qué?, flanqueado por los dos, te llevaste las manos a la polla. Te la sobabas como al descuido y empezó a engordar. Entonces ellos aplicaron sus bocas a cada uno de tus pezones, que chupaban con agrado. Pasaste del sobeo a la masturbación, sin prisas pero sin pausas, con los ojos cerrados y expresión beatífica. En este placentero estado, unos borbotones lechosos acabaron expandiéndose sobre tu capullo.
 
Aunque los furores sexuales parecían haber amainado, mi observación no decayó cuando pasaron al baño. Sentado en la tapa del wáter, di fe de los retozos a que os entregasteis los tres en la amplia ducha. Más con mimos que con lujuria, la pareja ponía todo su entusiasmo en dejarte limpio como una patena. Dejabas con liberalidad que las manos enjabonadas recorrieran tu cuerpo y facilitabas la tarea apoyando los brazos en la pared y separando las piernas. Esa provocadora actitud dio como resultado que el mayor, quien se había empalmado de nuevo entre frote y frote, llegara a deslizarte la polla por la raja espumante y se clavara con toda facilidad. Te retorciste voluptuoso, agradecido de la sorpresa. El agua fue al fin diluyendo el jabón y los juegos.
 
Una vez que te vestiste, la pareja, que se había limitado a ponerse toallas en la cintura, no concretó ningún acuerdo de futuro (ya lo apañarían en el chat). Así que nos despedimos (Y en esto me incluyo, porque también recibí los besos protocolarios). Ni tú ni yo hicimos comentarios… en ese momento. Lo que sí dijiste fue: “Cuando lleguemos a casa me follas otra vez”. Y vaya si tenía yo ganas, después del calentón que había acumulado.

1 comentario: