domingo, 6 de noviembre de 2011

Una orgía de andar por casa

Se puso en contacto conmigo una pareja gay que iban a pasar unos días en la cuidad, en un piso que les habían cedido. Su intención era organizar una “orgía” –ésta es la palabra que utilizaron– para la que estaban convocando a otras parejas u hombres sueltos de la misma condición. Ellos eran un maduro regordete y de barba canosa y un osote algo más joven, y buscaban similares. Esperaban reunir a unos veinte, como mínimo, para que la cosa resultara animada. Te propuse que acudiéramos y la idea no pudo menos que hacerte gracia.

Cuando llegamos reinaba un cierto desconcierto, pues se veía que las optimistas previsiones estaban fallando. Aunque nos llegamos a juntar unos diez, los anfitriones, a los que no se les veía muy expertos en el tema, se mostraban un poco abochornados. Así que el morbo de la situación no llegaba a prender y, entretenidos con un pica-pica, aquello empezó a asemejarse a una reunión de alcohólicos anónimos, sentados más o menos en corro y con las presentaciones de parejas y singles. Eso sí, afortunadamente, el conjunto resultaba bastante aceptable, entre daddies gorditos y osos robustos.

Nadie parecía tener muy claros los pasos a seguir, más allá de miradas oblicuas a los desconocidos, sopesando el material. …Nadie menos tú, que te dispusiste a poner picante al asunto. Discretamente te dirigiste al baño, como quien tiene una necesidad. Pero a los pocos minutos reapareciste desnudo y con una toalla ceñida a la cintura. Recuperaste tu asiento con toda naturalidad sin evitar que el cruce de la toalla se abriera y dejara a la vista tu sexo. El impacto que causaste encendió ya la chispa y marcó tendencia. Me puse de pie y me acerqué a ti. Mientras me quitaba la camisa, me abriste el pantalón y me lo bajaste. Metiéndome entre tus muslos te pusiste a chupármela. Entretanto lo demás, por su cuenta o ayudados por otro, se iban también desnudando, con variadas metidas de mano. Hice que te levantaras y, ya sin toalla, tu polla lucía bien tiesa. Los anfitriones, sin duda agradecidos porque hubieras tomado la iniciativa, se te acercaron. El maduro se agachó para mamártela y el oso, se puso a restregarse por tu espalada y a agarrarte las tetas. Estabas encantado con sus atenciones, y yo aproveché para sobar el culo del oso y alcanzarle los huevos y la polla, endurecida por tu contacto.
 
El resto del personal aún se mostraba indeciso en su desnudez y distintos grados de empalme. Pero al ver el conjunto que se aglutinaba en torno a ti, optaron por acercarse también e incorporarse al magreo. El anfitrión maduro te la debía chupar con tanto ahínco que, para no precipitar las cosas, lo apartaste con un gesto cariñoso y, levantándolo, lo besaste lascivamente. Ahora fuiste tú quien, arrodillado, te dedicaste a dar cuenta de cuanta polla se ponía al alcance de tu boca. Era todo un espectáculo ver que unas esperaban pacientemente su turno y otras, más inquietas, se te restregaban por hombros y cogote reclamando tu atención.
 
Pero tampoco se trataba de abusar y aquello solo era un aperitivo para animar el cotarro. Como de forma natural te habías erigido en director de escena, sugeriste una adecuación del espacio. Unos voluntarios cargaron con cuatro colchones procedentes de dos habitaciones, que fueron colocados juntos en el suelo del salón y cubiertos por colchas. Nos fuimos deslizando sobre el improvisado ring y se inició un indiscriminado revoltijo de caricias, lamidas y chupadas. Yo no solo disfrutaba con lo que hacía y recibía sino también viéndote en plena acción. Unas veces eras tú quien se entregaba a alguien que te mordía los pezones y luego se deslizaba hasta sujetarte las piernas en alto para comerte la polla, los huevos y el ojete. Otras, te lanzabas sobre un desprevenido para someterlo a estrujones y chupadas.
 
Sabía que, a ese nivel de excitación, ansiabas tanto penetrar como ser penetrado. Y también me había dado cuenta de lo que te atraía el culo respingón del anfitrión mayor. Por eso no me extrañó que te desplazaras hacia donde estaba él y empezaras a manosearle la raja. Su complaciente receptividad te animó a meterle un dedo ensalivado para a continuación irte montando encima. Te clavaste y, agarrándolo de los hombros, bombeabas con deleite. Entre los murmullos que se difundían por toda la colchoneta, resaltaban vuestros respectivos resoplidos de placer. Cuando al fin paraste y caíste derrengado sobre el cuerpo del follado, te llevaste una sorpresa. Porque, sin darte tiempo a separarte, cayó sobre ti el anfitrión oso y, con un certero impulso de caderas, te metió la polla hasta aplastar los huevos contra tu culo. Tu rugido, mezcla de dolor y satisfacción, lo incitaron a acelerar las arremetidas. La más fuerte y última, que debió llenarte de leche caliente, dio paso a tu liberación y también a la del maduro, que había soportado estoicamente la doble batida. Los tres, colmados, os revolcasteis entre besos y abrazos.
 
Desde luego tu proeza de hombre-sándwich incrementó la excitación del personal, ya bastante caliente, siendo además la primera follada que se producía… y de lo más espectacular. No faltó el espíritu de emulación y una pareja ya se había hecho con un single para probar fortuna. Por lo que a mí respecta, un gordito muy rico con el que habíamos practicado un delicioso 69, se dispuso a ofrecerme su apetitoso culo. Me lancé sobre la esfera amasándola y chupeteándola, y no tardé en aplicarme en un enérgico mete y saca. Pero no quiso que me corriera, pues el muy goloso prefirió que me vaciara en su boca. No me pasó por alto que nos mirabas sonriente, mientras que el anfitrión maduro te la volvía a chupar.
 
Una vez saciado el gordito, me acerqué a vosotros y metí la cabeza entre las piernas del que te la estaba mamando. Alcancé la polla con la boca y disfruté notando cómo iba adquiriendo dureza. Pero tú no quisiste permanecer ocioso y en un hábil giro para no desprenderte del mamón, llegaste a formar un triángulo para poder chupármela. Se me puso tiesa enseguida y la engullías hasta la garganta. El anfitrión maduro, al sentirse vigorizado, aprovechó para tomarse la revancha. Mientras tú seguías ocupado con mi polla, él cambió de posición y te abordó por detrás. Te penetró con tesón y a medida que te follaba tus estremecimientos se transmitían de tu boca a mi polla. Creo que fueron simultáneos los dos chorros que te llenaron por arriba y por abajo. Te incorporaste en el colmo de la excitación completamente empalmado. Con urgencia te entregaste a una frenética masturbación hasta que expeliste una leche que fui recogiendo con mi lengua.
 
Todo se iba ya apaciguando y solo faltaba que un fornido maduro acabara de dar por el culo al anfitrión oso, que yacía boca arriba con las piernas aparatosamente levantadas. Pese a percatarse de que todos estábamos pendientes de ellos, no se cortaron y llegaron al final con sonoros estertores por parte de ambos.
 
Hubo colas para la ducha, que compartimos de dos en dos, distraídos los que aguardaban pacientemente con los juegos que se montaban bajo el agua. La orgía no había estado nada mal después de todo y, cómo no, en gran parte gracias a tu iniciativa.

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