jueves, 25 de agosto de 2011

Difícil elección

En la página de contactos que utilizo, di con un perfil que me gustó. Era una pareja de gorditos que parecía bastante apetitosa. Los dos eran muy parecidos, con la única diferencia de que uno era un poco más peludo que el otro. En las fotos se mostraban casi desnudos y en actitudes muy cariñosas. En el texto incluido señalaban que no tenían preferencias de edad ni de aspecto físico, siempre que se estuviera dispuesto a aceptar su forma de actuar. Picado por la curiosidad, y como no tenía nada que perder, les mandé un mensaje en el que simplemente decía que me gustaban y que me interesaría contactar con ellos. No tenía muchas esperanzas, pues suponía que recibirían cantidad de propuestas. Pero no tardaron en contestar y quisieron dar más detalles sobre lo que buscaban. Explicaron que no se trataba de hacer un trío convencional, pues lo que les excitaba era que uno follara con el extraño mientras el otro miraba. Si esto me parecía bien y aceptaba, preferían reservarse la manera de proceder a la elección. Como los dos me parecían igual de buenos y su fantasía me daba mucho morbo, no tuve inconveniente en formalizar la cita.


Cuando llegué a su casa, me recibieron cubiertos con albornoces idénticos. Me sorprendió el extraordinario parecido entre ambos e, incluso, pensé que pudieran ser gemelos. Ellos estaban muy risueños y me recordaron la necesidad de elegir. Realmente era difícil optar por uno u otro y se me ocurrió jugar un poco a la indecisión. Les pedí que me permitieran ver algo más para captar algún matiz que me ayudara a tomar mi decisión. Se miraron sonrientes y simultáneamente se desprendieron de los albornoces. Lo apetecible del dúo superaba lo que ya había intuido por las fotos y, en efecto, percibí  también la leve diferencia en cuanto al vello corporal, quizás lo único que los distinguía. Alargué la inspección ocular y hasta giré a su alrededor, creciendo mi excitación ante los idénticos y seductores culos. Como sus sexos se mantenían retraídos, pedí permiso para tantearlos. Aceptaron siempre que lo hiciera a la vez. Así que con las dos manos palpé primero los huevos, hallando idénticos volumen y consistencia. Luego tomé las pollas, tan gordita la una como la otra, que descapullé con la misma facilidad. En ese momento, me advirtieron de que no debía insistir en las manipulaciones, pues éstas ya desbordarían lo pactado. De todos modos, parecían divertidos por mis titubeos, pues era evidente que lo que peor me sabía era descartar a uno de ellos. Como ya no iba a encontrar ningún elemento diferenciador más y estaba ansioso por entrar en acción, pregunté si valía jugármelo a cara o cruz. Transigieron, aunque me reprocharon que tuviera que recurrir al azar. Saqué una moneda del bolsillo y asigné la cara al de más vello. La lancé al aire y los tres nos inclinamos hacia el suelo, donde apareció la cara. No me abstuve de mirar enseguida el rostro del descartado, que se mantuvo impasible.
 
A partir de ese momento, el elegido entró en acción, ante la contemplación pasiva del otro. Con su cuerpo desnudo me abrazó y buscó mi boca, que abrió con su carnosa lengua. Mientras nos recreábamos en el húmedo beso, sus manos iban soltando botones y bajando la cremallera del pantalón. Echó mano al paquete que se abultaba dentro del slip. A mi vez, palpé sus bajos y noté cómo su gorda polla crecía. Me ayudó a acabar de desvestirme y me condujo al dormitorio, seguidos por su doble. En la habitación había dos camas individuales separadas por una mesita, lo que me hizo suponer que no dormían juntos. En uno de los lechos había una profusión de almohadones y fue ocupada por el que no había de participar, quien se tumbó vuelto hacia la otra cama. En ésta se tendió oferente el que me correspondía. No dejaba de resultarme morboso pasar al ataque al tiempo que veía al observador exhibiendo ostentosamente, como si se tratara de un precalentamiento, sus pellizcos a los pezones y sus caricias a la polla, ya bien cargada.
 
Era todo un manjar de formas redondeadas y bien proporcionadas lo que me incitaba a su disfrute. Repasé con las manos la delantera, jugando con el suave vello. Al rozar las tetillas se endurecían e intensificaban su tonalidad cárdena. Me lancé sobre ellas, primero chupando y luego mordiendo. Pese a que gemía, me dejaba hacer y dirigía su mirada hacia la otra cama, como buscando consuelo. Pero su ocupante se limitaba a aumentar la presión de sus pellizcos con expresión libidinosa. Al bajar la mano, encontré una polla mucho más contundente de lo que me había parecido en la primera inspección, completamente descapillada y húmeda. Me escurrí hacia abajo y la fui cercando con la lengua. Con la boca abierta al máximo, la engullí completa, hasta que la barbilla chocó con los huevos bien pegados. Aún me excitaba más ver cómo el otro exhibía una polla similar.
 
Aprovechando la distracción, mi pareja se dio un giro y se abalanzó sobre mí. Volvió a clavarme la polla en mi boca y se inclinó sobre la mía. Chupábamos los dos con ansia, yo casi ahogado y pataleando por sus fuertes succiones. Empecé a darle palmadas en el culo y se enardecía más a medida que las intensificaba. Hice un esfuerzo para liberarme y logré que cayera de bruces. Su oronda barriga hacía que el culo le quedara resaltado. Me puse a lamerlo y mordisquearlo mientras por debajo le sobaba los huevos y la polla. A estas alturas, el observador ya estaba erguido, de rodillas sobre la cama, y se la meneaba intermitentemente.
 
Con su culo en pompa, mi gordito me indicó con un gesto un pote con crema que había abierto sobre la mesilla. Cogí un pegote y se lo extendí por la raja, con repentinas entradas de un dedo por el agujero, que lo hacían estremecer. Me llamó la atención que el de la otra cama me había imitado y también estaba lubricándose su propio trasero. Tomé posición e inicié la follada, lenta al principio y cada vez más enérgica, animado por los bufidos del receptor. Pero no podía perder de vista que el otro se había metido un consolador y le daba el mismo ritmo que mis embestidas. Así que, entre la lasciva visión y el ardor que iba llegando a mi polla, apretándome al culo con todo el peso de mi cuerpo, en varios espasmos, quedé vacío. Una contracción del ano expulsó mi polla goteante, al tiempo que el consolador caía sobre la otra cama.

El recién follado se puso boca arriba con cara sonriente. La gorda verga se alzaba entre sus muslos y se puso a sobársela para que recobrara todo su vigor. Pero le aparté la mano y lo sustituí. Lo masturbaba a la vez que miraba al otro hacerse otro tanto. Y los resoplidos de ambos se mezclaron cuando dos chorros de idéntico caudal fueron liberados.

Acabé con la convicción de que había participado en una manera peculiar de sortear el tabú del incesto.

1 comentario:

  1. Me encantan tus historias...no sabes como me ha puesto esta!

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