sábado, 16 de abril de 2011

Tus pinitos como porno-star

Me he divertido mucho leyendo este relato en el que me cuentas la oferta que te llegó, a través de tu agencia de escorts tan peculiares, para que intervinieras en un rodaje cinematográfico:

Un productor de películas porno se puso en contacto con mi agencia para que les propusiera a alguno de sus representados para tomar parte en un sketch que se disponía a filmar. Se trataba del remake de un clásico sobre osos maduros con actores nuevos y técnica mejorada. Me ofrecieron esta oportunidad y no dudé en aceptar experiencia tan excitante.


El lugar ya lo conocía, pues era el mismo en que hice mi presentación en sociedad, pero el aspecto era radicalmente distinto, lleno de telones, mamparas y focos, así como operarios moviéndose frenéticamente. Nunca había participado en este tipo de cosas pero me picaba la curiosidad, dispuesto a disfrutar de lo que fuera. Mi primera sorpresa y a la vez alegría fue la aparición  del fornido maestro de ceremonias cuya polla tanto me había impresionado… y hecho gozar. Lo acompañaba un perfecto ejemplar de oso, peludo y barbudo, sin duda actor profesional. Pensé que, si tenía que entendérmelas con semejante pareja, la aventura iba a merecer la pena.
 
En esta ocasión se cubrían con unos cortos albornoces que dejaban al aire sus robustas piernas. Yo esperaba que me correspondiera algo similar y me dispuse a  despelotarme, pero me dijeron que, de momento, estaba bien con mi pantalón corto y mi camisa abierta. Pues mi papel era el de un vecino que espiaba a una pareja mientras ésta retozaba en el jacuzzi de su jardín. Aunque no había visto la película original, no tenía que preocuparme por el guión y me aconsejaron que me dejara llevar para lograr así mayor espontaneidad.
 
Se creó una atmósfera nocturna, pese a las cámaras y flashes que iban captando el más mínimo detalle, y la pareja, entre abrazos y caricias,  se dirigió lentamente hacia el jacuzzi. Se fueron sacando el uno al otro los albornoces, besándose y tocándose tórridamente. El maestro de ceremonias estrujaba y mordía las velludas tetas del oso y éste a su vez le estimulaba los bajos, logrando que la polla que ya me era bien conocida alcanzara todo su volumen. Yo podía seguirlo por diversos monitores que emitían las tomas. La cámara se recreaba ahora en el soberbio culo de oso, quien, al girarse, lució ya una verga tiesa nada desdeñable. Empujándose juguetonamente el uno al otro acabaron metiéndose en el jacuzzi. Se formó un revuelo de cuerpos entre espuma, y ahora fue cuando comenzó mi papel. Me colocaron tras una celosía para espiar sin ser visto. Las cámaras me enfocaban pellizcándome los pezones y sobándome el paquete de manera que el capullo ya asomaba por la pernera. Todo muy espontáneo por mi excitación natural al verme así filmado y, sobre todo, por el deseo que me inspiraban mis compañeros de sketch. De buena gana me habría saltado el guión lanzándome al jacuzzi para retozar con ellos.
 
 Pero en el momento en que el maestro estaba sentado en el borde y recibía una mamada, hube de caer aparatosamente sobre la celosía llevado por mi entusiasmo y así quedar al descubierto frente a los espiados.  De un salto el que estaba sentado salió del todo y se lanzó sobre mí inmovilizándome entre sus fuertes brazos. Entretanto el oso, también ya fuera del agua, aprovechó para atarme las manos a la espalda y taparme los ojos con un pañuelo. No me pedían explicaciones ni yo tenía que darlas puesto que lo sucedido resultaba obvio, y aplicaron directamente su castigo. Me desgarraron camisa y pantalón y, mientras uno me empujaba, el otro tiró de mi polla, que conservaba la erección pese al sobresalto, para guiarme al plató que representaba un dormitorio.
 
Me hicieron sentar en una silla cerca de la cama pasando las manos atadas tras el respaldo y ligándome los tobillos a las patas delanteras. Esto hacía que mi barriga quedara resaltada y el paquete me colgara sobresaliendo del asiento. Así me quedé y lamentaba que las exigencias del guión me privaran de seguir viendo al menos la actuación de la pareja pues por las voces y gemidos que oía era evidente que había una gran follada sobre la cama. Yo simulaba forcejear para liberarme, lo que también debía ser enfocado por las cámaras.
 
Los actores comentaron que ya era el momento de dar más marcha a mi castigo. Al poco sentí que un pecho peludo se restregaba sobre mi barriga y que me soltaban las ligaduras de los tobillos. Aproveche para apretar los muslos contra el cuerpo que tenía tan próximo, pero bruscamente otras manos me los volvieron a abrir para proceder a una sustitución. El roce de la pelambre pectoral cambió a un golpeteo de algo más duro y contundente. Era la polla de quien volcado sobre mí manipulaba para desligarme los brazos del respaldo. Algo entumecido hice ademán de incorporarme, pero el de la polla dura seguía presionándome mientras su compinche me ceñía con unas correas brazos y piernas. Al fin me levantaron y a empujones, simulando un gran cabreo, me colocaron boca abajo sobre la cama. Allí quede tirado a ciegas y notaba moverse el colchón por los manejos de los otros dos.
 
Pero hubo una interrupción en el rodaje. Por lo visto, la forma en que yo movía el culo pidiendo guerra no era lo más indicado para expresar el terror a la violación que requería el guión. Así que me adapté y empecé a retorcerme como queriendo desasirme.
 
En ese trance se pusieron ya en marcha los supuestos castigos que con los ojos tapados no podía prever. Untaron aceite por todo mi culo y empecé a notar que me metían dedos por el agujero, con entradas más o menos enérgicas, lo que me picaba la curiosidad de adivinar sus poseedores. Con unos cachetes me hicieron levantar un poco la barriga para extender el aceite por los huevos y la polla. Al gusto que eso me da siempre, se añadía el morbo de los primeros planos que estarían captando. Me metieron un plug por el culo que se iba hinchando en mi interior a medida que lo bombeaban. La gracia del efecto especial era que, por la presión, acababa saliendo disparado con una pelota. Cesó el magreo en mis ingles y, al poco, unas gruesas piernas se deslizaron sobre mis hombros, al tiempo que mi cara chocaba con unos huevos coronados por una consistente polla que imperativamente se insertaba en mi boca. Cumpliendo con mi deber, y pensando de nuevo en el primer plano, la chupaba al ritmo que me marcaban las manos que sujetaban mi cabeza. En ello estaba cuando por detrás me cayó un peso importante al tiempo que en mi culo entraba un pollón cuyas excelencias no me eran desconocidas. La apariencia de dolor y humillación que con tales vejaciones debía escenificar se convertía, en mi fuero interno, en todo un gustazo. La follada, real y contundente, me ponía la piel de gallina y deseaba que el guión no fuera tacaño para dejármela disfrutar.
 
Pero la simulación de castigo giró, quedó vacío mi culo y el jinete descabalgó de mis hombros. En un cambio de tareas, este último puso un cojín bajo mi barriga y se afanó en meneármela como si me ordeñara. Pero no quedó vacía la parte superior de la cama, ya que unas manos levantaron mi cabeza y la polla que acababa de salir de mi culo se me clavó en la boca. Salía y entraba azotándome la cara. Habría deseado que se corriera dentro y saborear la leche, pero para mayor espectacularidad visual el chorro acabó vertiéndose por mi cara. Relamía lo que alcanzaba mi lengua y entonces me vacié en la mano del masturbador, que se limpió restregándola por mi culo. Al fin me soltaron y a empujones con cajas destempladas me echaron a las tinieblas. ¡Ojalá todos los castigos dieran tanto gusto!
 
 En la ducha conjunta que tomamos, me felicitaron por la naturalidad con que había representado mi papel, augurándome una brillante carrera de porno-star. Pero en aquel momento lamenté que se hubiera tratado sólo de un sketch y no de toda una serie.

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