miércoles, 2 de febrero de 2011

El taxista infractor


No suelo coger muchos taxis, pero siempre que lo hago me gustaría que el conductor fuera al menos agradable a la vista. No tengo suerte, sin embargo, e incluso dejo pasar varios antes de decidirme. No hay manera y acabo parando a cualquiera desistiendo de la elección. Por eso lo que me sucedió hace varios veranos, que desde luego fue mucho más allá de mis modestas aspiraciones, ha quedado como una excepción de grato recuerdo.

A primera hora de la tarde y con un intenso calor me encontraba bastante lejos de casa. Así que opté por volver en taxi, pensando en el aire acondicionado. Había poco tráfico y esperé arrimado a una sombra. En un semáforo se detuvo uno libre y, aunque la reverberación del sol impedía ver el aspecto del conductor,  me decidí a tomarlo. Mientras indicaba mi dirección, me di cuenta de la buena pinta que tenía el sujeto. De mediana edad y fornido, pelo algo canoso muy corto y una cara agradable y risueña. Su camisa de verano dejaba a la vista los fuertes brazos cubiertos de vello dorado, igual que su pecho, que permitían vislumbrar los botones desabrochados hasta el comienzo de la oronda barriga. Pero lo que más me llamó la atención fue que llevaba unos pantalones cortos, luciendo unos muslos contundentes. Esta vez había dado en la diana; no se podía pedir más.

Había leído en la prensa que algunos ayuntamientos estaban multando a taxistas que usaban pantalón corto y esa información me dio pie para llevar la charla a mi terreno. Empezó él sacando los tópicos del calor y la disminución del tráfico en verano, lo que aproveché para comentarle la noticia y preguntarle si no había tenido problemas al respecto. Dijo que esquivaba la prohibición cuando circulaba por zonas poco céntricas, pero llevaba siempre a mano uno largo de repuesto. No soportaba el calor a pesar del aire acondicionado y, como estábamos parados en un semáforo, levantó un brazo para mostrarme el sudor de la axila. “También debería llevar más abrochada la camisa”, dijo y, como se giró hacia mí, me mostró un pezón en el movimiento. Todo lo que llevaba visto me pareció delicioso y el trayecto me iba a resultar breve. Volví a tema del pantalón, al que quería sacar más jugo, y opiné que me parecía exagerado tanto rigor cuando cada vez más gente va de corto en esta época del año, incluso guardias urbanos. Y me atreví a añadir: “Además le quedan muy bien… “. No contestó pero me miró por el retrovisor con una ancha sonrisa. Condujo un rato en silencio, pero de vez en cuando soltaba una mano del volante y se acariciaba el muslo; incluso metía un dedo por la pernera como rascándose. ¡Lástima no tener manera de verle el paquete! De pronto soltó: “¿Usted vive solo?”. Me sorprendió lo directo de la pregunta, pero no tuve empacho en responder afirmativamente. Pareció agotada la conversación hasta que al fin el coche se detuvo ante mi finca. No me quedaba sino esperar que ajustara el taxímetro, pero se detuvo y se volvió hacia mí dubitativo. “¿Puedo pedirle un favor?”. “Claro”.  “¿Sería mucho abusar si me dejara darme una ducha en su casa? A esta hora tendré pocos servicios y el sol recalienta el coche. Estoy empapado en sudor”. “Por supuesto, faltaría más” (¿Me estaría pasando esto a mí?). Salimos del coche, sacó una pequeña bolsa del maletero y echó la llave. Me encanto verlo ahora de pie, con un buen culo y un paquete que quedaba resaltado al habérsele quedado los bordes del pantalón enganchados en la entrepierna.

En el ascensor me pareció un poco cortado, pero me excitaba tenerlo tan cerca y, a pesar del sudor, desprendía un olor agradable. No era de aquellos a los que abandona el desodorante. Al entrar en el piso, soltó la bolsa y echó una ojeada. “Qué fresquito se está aquí”, comentó, y se desabrochó del todo la camisa mostrando su barriga de vello dorado. Aunque se me iban ablandando las piernas, tenía que hacerle los honores. Lo conduje al baño y lo dejé para ir a buscar toallas. Al volver me lo encontré de espaldas orinando, con los pantalones por los tobillos  y solo la camisa que dejaba descubierto medio culo. Entré para soltar las toallas y, como la pared del fondo es de espejo, pude ver cómo se sacudía la polla. Soy torpe para captar señales, y más en una situación tan inesperada como ésta. Así, pese a que él, con toda naturalidad, se quitaba la camisa y acababa de deshacerse de los pantalones, dije: “Voy a ponerme cómodo”, y salí del baño. Enseguida me desvestí, pero volví allí  porque tenía los shorts y la camiseta que pensaba ponerme. Aunque estaba dentro de la ducha, todavía no había abierto el agua y, al oírme de vuelta, sin que me hubiera puesto nada aún, descorrió la cortina. En su espléndida desnudez –y yo en la mía–, me pidió sin inmutarse que le explicara en funcionamiento de los grifos (Si no buscaba algo lo parecía, pues no había mucha complicación).  Él dentro y yo fuera nos rozábamos en las breves manipulaciones. Se me puso la piel de gallina y algo más,  porque noté que me apuntaba una erección y estaba tan nervioso que, sin atreverme a mirar si a él le ocurría algo similar, corrí la cortina y le dije con voz temblona: “Venga, toda tuya”.

Quedé allí parado secándome las salpicaduras y oyendo cómo canturreaba bajo el chorro. Inesperadamente éste cesó y, tras la cortina, dijo: “¿Crees que solo he subido para ducharme? Por la forma en que me mirabas en el taxi me parece que no”. Fue la puntilla. Me asomé descorriendo un poco y me encontré con una polla espléndida que goteaba desde su tiesura. Avergonzado por mi torpeza, por fin me metí en la bañera y arrodillado la lamí y chupé desahogando todo mi deseo. Él, juguetón, se puso a rociarme con el mango de la ducha. Me levanté y me apreté contra su cuerpo agarrándolo por el culo. Mi polla se restregaba bajo su barriga y la suya me cosquilleaba los huevos. Me sujetó la cara con las manos y me besó; me chupaba los labios y removía la lengua por toda la cavidad de mi boca. Sin soltarme me encaró con su pecho. Le lamía el vello, chupaba los pezones salidos y duros; me apretaba para que los mordiera. Enardecido hizo que me apoyara contra la pared y pasaba la lengua por mi espalda. Cuando llegó abajo me repasó el culo y, con una mano entre mis piernas, me sobaba los huevos y la polla. Brusco y tierno a la vez me tenía electrizado. Me deshice de su tenaza y me coloqué a su espalda. Agarrado con fuerza a sus tetas, pasaba mi polla entre sus muslos chocando con sus huevos. Apoyó los codos en el borde de la bañera y me ofreció su culo. Lo manoseé y mordisqueé hasta concentrarme en la raja que, con mis lamidas, dejó descubrir el agujero bien marcado. Lo tanteé con la polla para ver cómo reaccionaba. Su quietud me dio vía libre y fui apretando hasta estar del todo dentro. Entonces me pidió que, sin sacarla, pasara una mano hacia delante y lo masturbara. Lo hacía combinando energía y suavidad, mientras me movía dentro de su culo. Cuando éste se contrajo alrededor de mi polla, la mano se me llenó de leche caliente y abundante. Salí y me la meneé con la misma mano hasta que las dos leches se fundieron y fueron resbalando hacia arriba por su espalda. Hube de ayudarlo a incorporase, algo entumecido por la forzada postura como estaba, y abrí la ducha. El agua caía sobre los dos y nos reconfortaba.

Nos secamos con ternura el uno al otro. Recogió la ropa sudada y la intercambió con la que llevaba en la bolsa. Esta vez el pantalón era largo. Yo seguí desnudo y lo acompañé hacia la puerta. De pronto recordé que no le había llegado a pagar la carrera y así se lo dije. Sonrió y me alargó una tarjeta profesional para que pudiera llamarlo cuando me hiciera falta. Nos besamos por última vez, le dio un cariñoso tironcito a mi polla calmada y lo dejé salir. Al cerrar la puerta pensé que, por más taxis que volviera a coger en mi vida, lo de hoy difícilmente se podría repetir.

4 comentarios:

  1. solo, exepcional,,, quisiera que eso me pasara a mi y que alguien me cogiera de forma brusca ya que quisiera recordar a un macho que tuve hace 12 años el me cogía todos los días por las noches de una a tres veces me la metía , y me daba sus semen en la boca y en el culo.. me mordía las nalgas de una forma bestial pero ese fue el único hombre que estuvo a mi lado durante 2 años y a diario me cogía y me daba todo el semen yo se la mamaba hasta dejaría limpia como lo recuerdo davis así le llamare,, después de el solo tuve un amigo que de ves en cuando me dejaba que se la mamara y solo una ves me la metió era una persona mayor que yo.. pero su verga era mas grande que la mía., y mucho muy gruesa ,, debo decir que mi verga era norma, solo que ahora por una cirugía de columna . no puedo tener una erección permanente y eso a hecho que ahora sienta unos deceos enormes de sentirme cojido por un hombre con una verga grande y gruesa.

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  2. NO ERA EN UN TAXI, PERO CON UN AMIGO DE CAMPAMENTO Y OTROS AMIGOS DE LA TIENDA...DESPUES DE HABLAR LOS 6 DE SEXO, UN FORNIDO COMPAÑERO DE TIENDA, MORENO Y UNA VERGA COMO UN CABALLO..DIJO QUE QUERIA FOLLAR Y QUE EL PRIMERO FUESE YO.....MI AGUJERO AUN ERA PEQUEÑO...EL AMIGO SOLO LE PEDIA SEXO SU POLLA, LLORABA, SUBRIA Y HUBIERA MUERTO (QUIZAS ME HABIA LLEGADO A LA PROSTATA) YA QUE MI CULO ERA ALGO MAS QUE UN BEBE....NO ESTABA NUY DESARROLLADO A LA EPOCA DE LOS CAMPAMENTOS GRATIS QUE NOS DABA EL GOBIERNO DE ESPAÑA A LOS ESTUDIANTES...........PERO SI OTRO CHICO DE MI EDAD, UNA VEZ TAPADOS CON LAS DOS MANTAS (AUN NO EXISTIAN LOS SACOS DE DORMIR) POR DEBAJO NOS ACARICIABAMOS LAS TETILLAS Y ERECTOS HACIAMOS FROTS Y TODO LO REFERENTE AL ESPACIO QUE TENIAMOS...LOS BESOS ERAN INTENSOS Y LAS EYACULACIONES EXTRAORDINARIAS....ERA TAN FENOMENAL QUE ENTRE LOS PINOS DONDE ESTABA EL CAMPAMENTO SIEMPRE ENONTRABAMOS ALGUN LUGAR PARA BESARNOS, ACARICIARNOS Y HACER SEXO ANAL

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  3. Los taxistas son muy morbosos por eso me gustan. Yo tengo 23 y mi novio 38 el es taxista y está casado. Desde que tenía 17 ando con el, me gusta mucho por qué es muy caliente y siempre me anda contándo cómo otros gay se le quedan viendo al paquete y se le insinúan, según el yo soy el único, bueno y su esposa. La verdad me da mucho morbo saber que otros lo desean y yo sea el único que me lo pueda comer. Ambos somos muy guapos en el caso particular de el si bien no es el mas guapo de los taxistas de mi ciudad si queda en el top 3.

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  4. Vaya con el taxista, que morbazo, a ver si tengo esa misma suerte algún día 😉

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